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Guía:

El nigromante escudero

Por Nimbulus


Dos días caminando sin parar, sin mirar atrás, sin descanso. Huimos al amparo de los pasadizos situados en el harén de Jerhyn, mientras el rastro de la sangre atrae las distantes avanzadillas de mis verdugos. 

Desafortunados fueron nuestros cálculos. Deshechas nuestras defensas. La indolencia, tal vez fruto de nuestro desmedido orgullo, facilitó el hospedaje de traidores, espías conversos de Baal y futuros señores macabros o caballeros del olvido; los mismos que dos días atrás abrirían el pórtico negro, arrasando las catacumbas y la Gran Cripta de mis antepasados. 

Con la sorpresa como peor enemiga fueron cayendo los grandes campeones, la última empalizada destruida y los discípulos masacrados. De ellos yo soy el último. Malherido, tuerto a fuego demoré mi viaje por el Tártaro ocultando mi cuerpo entre los despojos de los compañeros caídos. 

Poco después lograría escapar a través de las cloacas en dirección a Lut Gholein , pero antes de emprender la evasiva pude vengar la hecatombe de mi ciudadela segando la vida de Nammu, el maldito traidor, líder de toda esta calamidad, y para mi desgracia mi propio primo carnal. Entré en su tienda a hurtadillas y pagándole con su misma moneda rebané su blanquecino cuello por la espalda con su propio cuchillo ceremonial. 

Tras vengar la aniquilación de los míos, me disponía a la inmolación. Ya no quedaba rastro de la Logia, mis hermanos estaban muertos y la biblioteca de Tiamat, poseedora de los conocimientos que nos hacen odiados y envidiados, totalmente calcinada. Sin embargo, cuando me disponía a dar cuenta de mi fatal desenlace, la postura tradicional para tan desesperanzador cometido me permitió atisbar un pequeño cofre en la parte baja del altar personal de mi primo. Para mi fortuna, en él se encontraban los últimos vestigios de mi cultura y a la sazón mis renovadas ansias por conservar la vida. 

En aquel menudo arcón descubrí unas pequeñas tablillas, fabricadas en barro y escritas en cuneiforme, en las que se contenían valiosos conocimientos de invocación: 20 de aquellas tablillas hablaban del Golem de Arcilla, otras 20 eran precisas con su Dominio, las siguientes 20 indagaban en la disciplina de la Acumulación de Resistencia, 15 se adentraban en el conocimiento del Golem Sangriento y las dos últimas iniciaban el estudio del Golem de Hierro y el Golem de Fuego de forma respectiva. 

Junto a las tablillas unas pequeñas ánforas guardaban celosas los papiros malditos. Algo roídos por su excesiva antigüedad mostraban un estado paupérrimo y en ellos únicamente era comprensible la narración de cada una de las maldiciones existentes a su nivel más básico. 

Por último, en el doble fondo del cofre, unos diminutos petroglifos eran suficientes para comprender el manejo de algunas artes oscuras relacionadas con el Hueso: Dientes, Explosión de Cadáveres, Muro y Escudo de Hueso, así como la Prisión Ósea eran los restos de una de nuestras disciplinas más poderosas. Como en el caso de las maldiciones, no podría ejercer tales habilidades sino al más elemental de sus niveles, así lo habían querido o dispuesto los hados; aunque con el paso del tiempo, si sobrevivo, y habiendo constituido las técnicas antes descritas, quizás pueda incrementar estas últimas de forma paulatina

Cerré el liviano baúl. Al amparo de la noche y el cansancio de los ejecutores, tras la orgía de asolamiento desplegada, logré alcanzar el Pozo de Oul, donde nuestros eruditos arrojan los restos de hombres o demonios cuando éstos dejan de ser útiles para el avance de nuestra ciencia. En su boca dejé caer mi maltrecho cuerpo con la esperanza de que los cadáveres recientes amortiguaran la caída.

El hedor debía ser insoportable pero paradójicamente mis mermadas facultades sensitivas, provocadas por las lesiones y el abatimiento, fueron la tabla de salvación para evitar el desmayo y la probable o consiguiente muerte. 

Casi sin aliento conseguí llegar a Lut Gholein, donde Griez procuró uno de sus fieles mercenarios a mi servicio para poder salvaguardar mi escapada. Este pobre infeliz, cuyo nombre no logro recordar, tendrá suerte si consigue llegar vivo a la próxima luna aunque en mis planes sus servicios no son ni mucho menos prolongados.

En verdad mi objetivo son sus hermanos del Este, aquellos que viven más allá de las Pesadillas; en el mismísimo Infierno. Poderosos guerreros nómadas, portadores de terribles lanzas y cuyas auras Defensivas son adecuadas para portar grandiosos artilugios de guerra como el Peaje de la Parca, la Armadura del Leviatán o la Corona de Años

Sin duda será un espléndido instrumento de venganza, máxime cuando podrá contar con la colaboración del Golem de Arcilla, la explosión de cadáveres o maldiciones como aumento de daños, decrepitación o atracción

Mientras mi inocente compañero carga con mi cuerpo, a través de los mohosos túneles, juró dolor eterno a aquellos que me lo han procurado. Nos dirigimos al Campamento de las Arpías, lugar de encuentro de héroes ávidos de comercio con los cuales pretendo tratar con el fin de adquirir ciertos objetos. La herencia familiar, residente en escondidos y olvidados alijos, será suficiente para procurarme la Llave de la Mano Negra, la Armadura de Trang Oul, el Guardián de Kira, el Caleidoscopio de Mara, el Homúnculo, La Malla Arácnida, Dos Piedras de Jordán, Camino de Agua y los Guantes de Trang Oul.

Espero que mis fuerzas, cuando mi cuerpo esté restablecido, sean suficientes para cargar con este equipo, pues necesitaré abundantes cantidades de Vida y Maná para emprender la campaña. Estoy ansioso por hacerlo. Sin embargo, como si de un látigo de espinas se tratase, una idea golpea mi cerebro; con probabilidad deba adquirir experiencia por medio de otros y a su vez mi futuro aliado necesite entreno, en las Tierras Altas Glaciales o en la guarida de Pindleskin, antes de poder acceder a ciertas partes de su equipo con resuelta eficacia.

Por un momento he vuelto a la realidad al percatarme de tales circunstancias, muestra palpable de mi deshonra, así como un acicate para mi voluntad de revancha ya que en esto me he convertido; en una comparsa, una espada sin filo, en un mero y simple escudero.

"El nigromante escudero", documento elaborado por Nimbulus para www.diablo2latino.com

Texto revisado por pableras.



 
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