Diablo 2 Latino

Actividades - Donde el aire es ceniza (relato)

Blackelf - 02 Sep, 2010 - 05:33 PM
Asunto: Donde el aire es ceniza (relato)
Buenas.
Con mi vuelta a la web (y a un compañero del foro que me animó a continuar escribiendo), he decidido seguir con el arte de la pluma y el papel (hagámonos la idea que son más bien teclas y bits).
Está ambientada en el universo de Diablo, años después de la destrucción de la Piedra del Mundo. Obviamente, este relato, a diferencia de mis anteriores (Diablo II y Diablo III) no continúan a partir del precedente. Básicamente porque en Diablo III acabo con Santuario... cosas del guión. Por ello no puedo llamarlo Diablo III (ni Diablo IV ni nada), además que os aseguro que Diablo aquí no aparece, dejémoslo que ya está suficientemente muerto (ahora Blizzard me contrariará y lo pondrá como malo malísimo del futuro juego).
Aviso, tiene algunas partes no aptas para todos los públicos.

Mapa de Diablo 3 (oficial)
Image
Con vuestro permiso, os presento:

Donde el aire es ceniza

Capítulo 1: Los ojos rojos.
Capítulo 2: La voz.
Capítulo 3: Viaje al norte.
Capítulo 4: ¿Qué es el alma? ¡No toques la mía!

Blackelf - 02 Sep, 2010 - 05:34 PM
Asunto: Donde el aire es ceniza (relato)
Capítulo 1: Los ojos rojos.

El aire estaba cargado de un perfume dulzón esa mañana, los pájaros piaban desde lo alto de las ramas y los animales cazaban sus respectivas presas. El sol brillaba alto en el cielo, sin un atisbo de nube que pudiera mancillar su visión bañaba la tierra con su dorada luz.
La huerta estaba en su punto álgido de producción y los cuerpos de los jornaleros brillaban con perlas de sudor. En la taberna unos pocos afortunados disfrutaban del día bebiendo cerveza bien fuerte y alardeando de sus conquistas femeninas. A medio camino entre el huerto y la fuente de alcohol del pueblo, un joven hombre, con sus veinte años recién cumplidos, llevaba las noticias del trabajo semanal en el campo a su amo que, a las horas que eran, debería estar ya por la quinta jarra y el bolsillo todavía lleno pues, si de algo no se podían quejar los Stonewood era de dinero: su plantación era la más productiva y sus productos los que antes maduraban, con lo que saturaba el mercado a tiempo para que los restantes amos vendieran sus cosechas a comerciantes más precarios.
- ¡A esta ronda invito yo! -dijo Matías Stonewood bien alto para que el resto de la taberna se enterase, tanto amigos como no tan amigos disfrutaban de este modo de sus ganancias, con lo que, en gran parte, no le tenían mucho resentimiento-
El recadero entró en la posada y se dirigió a la zona donde siempre se encontraba su amo. Efectivamente, tras una esquina en la que recostaba la espalda, Matías Stonewood reía, bebía y disfrutaba de las ganancias de su campo. El chico le tomó por el hombro ya que era el único a quien Matías le permitía que le tocasen, excepción hecha de su familia y así sabía quién le hablaba sin tener que molestarse en girar la cabeza y levantar los ojos.
- Aquí está mi cuentacuentas -comentó Matías con el balbuceo típico del principio del emborrachamiento- seguro que me traes buenas noticias.
Apuró la jarra y, dirigiéndose a la camarera pidió dos jarras más de cerveza, una para él y otra para el chico.
- Ah, disculpa, me olvidaba que no bebes el orín de los dioses... qué lástima.
Aunque bien sabía que su mozo no era propenso a la bebida, le había pedido una; bien saben los dioses que su intención final era tomársela él mismo.
- Entonces habrá que beberla, no vamos a malgastar así tan delicioso néctar.
- Mi señor, vengo para... -Matías no le dejó terminar la frase al ser bruscamente cortado por su comentario-
- Sé a qué vienes, no soy tonto -hizo un amago de girar la cabeza pero las siete jarras que llevaba a cuestas le pasaron factura y estuvo a punto de caerse del taburete si no hubiera sido por el mensajero, que actuó a modo de muro de contención, haciendo estallar la risa general y provocando el surgimiento de la ira en Matías-. ¡Todos vosotros! -exclamó refiriéndose a los demás clientes y camareros- ¡Iros a la mierda, ahora os joderé las cosechas y entonces...! -la frase quedó inacabada, el vómito surgió tan bruscamente que empapó al hombre que tenía en frente, provocando una carcajada aún más estruendosa- Vámonos Janos, esta cerveza no es buena, me han dado cerveza de muy mala calidad... ¡Aquí no vuelvo más! -gritó a la camarera, terminando la exclamación con otro vómito- Janos, ¿qué coño haces que no me llevas a casa? ¡Cualquier día te romperé el culo!
- Sí mi señor, marchémonos.
Avergonzado, Janos abandonó la taberna llevando consigo a Matías Stonewood que no podía mantenerse en pie.
A sus sesenta y siete años Matías era el hombre que toda mujer desearía tener en la cama y en la billetera: su fama de mujeriego no había menguado con la edad y sus conquistas de una noche (y a veces de una mañana) no eran siempre femeninas. Las malas lenguas decían que Janos era su actual compañero sentimental, aunque las más virulentas afirmaban cosas aún mucho peores. Sólo los Stonewood sabían lo que se hacía en su mansión, pero, lastimosamente la Señora Stonewood falleció 35 años atrás y no pudo dar ningún heredero a su marido. Los padres de Matías hacía mucho tiempo que estaban bajo tierra y no fueron capaces de darle un sólo hermano digno del apellido, así que todas las posesiones fueron íntegramente asumidas por Matías. Su único hermano está ingresado en el centro psiquiátrico de Bramwell y jamás recibió visita alguna. Lo más parecido a una familia que Matías tiene es Janos.
Por su parte, Janos, de veinte años de edad, es un chico bien formado, un joven atractivo y que se supone será el heredero de toda la fortuna de Stonewood. Esto bastaría para que fuera la carnaza de las madres que querían que sus hijas tuvieran un marido rico y joven, pero su comportamiento, siempre tan tímido y reservado para con el sexo opuesto, no dio pocos rumores acerca de su sexualidad.
Tras media hora de camino bajo el sol, en un recorrido que normalmente hubiera llevado de hacer quince o veinte minutos para una persona normal, Janos y Matías entraban en la mansión Stonewood, dejando el mundo a sus espaldas al cerrar con llave.
- Janos, voy a tumbarme en la cama. Creo que esa cerveza llevaba algo, no me encuentro bien.
- De acuerdo mi señor, ¿desea que le lleve algo a su habitación?
- No, hoy no tengo cuerpo para nada, gracias -terminó la conversación Matías mientras subía por las escaleras-.
La mansión Stonewood era la única de todo Duncraig que estaba íntegramente fabricada de ladrillo y adobe. El resto, incluyendo la taberna, el ayuntamiento y los edificios más importantes, estaban construidos con madera o, como mucho, con una sobrefachada de ladrillo. Sus tres plantas dividían las zonas que cada uno podía ocupar: la planta baja estaba destinada al vestíbulo, la cocina, el cuarto donde hacía vida el servicio de la casa y la habitación de Janos que ocupaba casi la mitad de la planta; la primera planta tenía tres grandes habitaciones: la de Matías, que concordaba con la de Janos en el piso inferior, el baño de lujo y el comedor salón; el último piso era la buhardilla, el lugar donde dejar las cosas que Matías no quería deshacerse pero que nunca volvía a buscar.
El día se desarrolló plácidamente. Janos, en cuanto Matías subió a su habitación, salió de la mansión a cumplir sus obligaciones como mensajero de los Stonewood.
Comenzaba a atardecer y la jornada de trabajo había terminado. Los jornaleros volvían a sus casas, los mercaderes ultimaban los tratos con el representante de los Stonewood y Janos volvía a la mansión.
La puerta estaba abierta de par en par. Había sido forzada y el paño descansaba en el suelo. Janos tuvo un muy mal presentimiento y subió a la habitación de su señor. Su puerta seguía cerrada así que la abrió para comprobar que todo estaba correcto.
Fue un segundo, luego se diría que nunca había ocurrido, pero al abrir la puerta y enfrentarse a la oscuridad de la habitación, Janos hubiera jurado que ahí había un par de ojos rojos como el fuego más intenso flotando sobre el cuerpo de Matías. De repente desaparecieron.
Corrió hacia el lecho de su señor y en el camino tropezó con algo blando y fofo, cayendo a tierra con un golpe sordo. Tomó pedernal y logró encender la vela que estaba más próxima a la cama. Dirigió la luz sobre la cama y Matías estaba despierto, con los ojos bien abiertos y una mirada perdida en el infinito. El sobresalto fue aún mayor cuando alumbró hacia la zona donde estaba el bulto causante de su caída: los restos calcinados de un hombre, probablemente quien forzó la puerta principal, yacían en el suelo de la habitación principal.
- Janos... mi hermano... llévame a Bramwell... ya -logró decir Matías, como si hablara en sueños-
- ¿Mi señor? -preguntó Janos estupefacto, nunca había oído a Matías hablar en sueños-.
- Llévame a Bramwell... mi hermano... despertar.
- Mi señor, debe usted descansar esta noche. Si tanto quiere ir a ver a su hermano, mañana por la mañana le acompañaré hasta Bramwell -era la primera vez que Matías le hablaba directamente sobre su hermano; todo lo que sabía sobre él lo había escuchado decir al personal de servicio cuando todavía tenían-.
- No, mañana... será tarde... llévame ya... Bramwell... mi hermano... ahora. -Matías se incorporó, la cabeza le colgaba hacia un lado, no había duda que estaba durmiendo, pero Janos no se atrevía a contradecir una orden de su señor... la última vez fue duramente castigado por ello y no le apetecía repetir la experiencia-.
- De acuerdo, ensillaré el caballo y marcharemos... no hace una noche mala para galopar.

Mientras tanto, en un lugar no muy lejano de la mansión Stonewood, concretamente en el centro psiquiátrico de Bramwell, el paciente número XX-385 había enloquecido de repente. Los ojos estaban abiertos de par en par con una mirada enloquecida, sus gritos desgarraban el alma incluso fuera del propio hospital, tenía la garganta tan irritada que en algunos de sus bramidos salían esputos de sangre. Últimamente había estado más nervioso de lo habitual y los celadores recibieron instrucciones de administrarle calmante y, mientras surtía efecto, abrocharle una camisa de fuerza; ahora esa prenda estaba siendo desgarrada por la impresionante fuerza que el enfermo XX-385 derramaba. Tal era su ataque que a través de la camisa de fuerza comenzaba a calar sangre.
A su celda de aislamiento ningún celador se atrevió a entrar, ni siquiera al que llamaban Sansón, una mole de más de dos metros de alto, cuadrado como un armario y con más fuerza que veinte caballos. Con mucha precaución, siete guardias, una docena de celadores y cuatro enfermeras con dosis de tranquilizante suficiente como para calmar dos elefantes, aguardaban fuera de la celda, detrás de la puerta de seguridad que conducía a la celda del enfermo XX-385.
- ¡Sacadme de aquí! ¡Va a venir, Ello vendrá! ¡No debe encontrarme! ¡Matadme o dejad que me mate, mi alma es pura! ¡¡Mi alma es pura!! -gritaba XX-385 en su locura-.
Un crujido final y la camisa de fuerza cayó de su cuerpo hecha jirones. Como una bala se dirigió contra la puerta, tomando impulso con la ayuda de la pared. El golpe contra la puerta reforzada y acolchada no produjo más que un leve sonido.
- ¡Mi alma! ¡Mi alma es lo que quiere! ¡si no me sacáis de aquí os mataré cuando salga, lo prometo!
Sus gritos eran capaces de traspasar la puerta con todo su blindaje, helaban la sangre de todos los que aguardaban al final del pasillo.
- ¡Eh, que no se acerque a mi puerta! -gritó uno de los enfermos del pasillo-.
- Eso, a la mía tampoco. Si lo hace será lo último en su vida -amenazó un segundo-.
En ese pasillo había otro preso, pero era mudo, así que lo único que podía hacer era esconderse debajo de su cama y rezar para que, si XX-385 lograba romper la puerta, no fuera a su celda.
Al primer golpe le siguió otro, luego otro, y otro más... sin descanso golpeaba con todo su cuerpo a la puerta. Había logrado abollarla, a cambio, sus hombros estaban hechos papilla, los huesos del brazo estaban roto en varios pedazos y el izquierdo estaba dislocado. Las magulladuras en la cara ensuciaban las paredes. Todo eso no importaba a XX-385, lo único que quería ahora mismo era salir de ese lugar, ponerse a salvo lejos de la mirada de lo que lo buscaba... o morir en el intento.
- Sansón -dijo la enfermera en jefe de la planta- activa el gas en la celda del enfermo XX-385.
- Sí, señora.
El hombre apodado como Sansón dio media vuelta, abandonó el grupo y entró en la cabina de guardia. Tocó un par de botones y regresó junto con todos.
La celda del enfermo desquiciado comenzó a llenarse lentamente de un gas tranquilizador que, poco a poco, debería haber hecho dormir tan profundamente a XX-385 que cuando despertara no recordaría nada de su ataque de locura. Contrariamente a lo que debería haber pasado, el gas adormecedor despertó en el enfermo el último signo de alerta, ahora sabía que su tiempo se acabaría si se rendía ante ese tranquilizante. Con todas sus fuerzas se estrelló contra la puerta. Un sonoro crujido retumbó en el lugar y la puerta cayó por el impacto. En el marco de la puerta estaba XX-385, con un brazo colgando inerte, jamás podría recuperarlo y el izquierdo dislocado y con todos sus huesos rotos.
Su mirada triunfante infundió miedo en los guardias, celadores y enfermeras, tanto que la enfermera en jefe, que antes había dado la orden de inundar su cámara con gas, había pulsado el botón de electrocutar la reja metálica que los separaba del enfermo.
- La electricidad... ¿pensáis que eso puede pararme? -una risa desquiciada llenó el lugar donde antes sólo hubo gritos y maldiciones-.
XX-385 corrió y chocó contra la reja. La electricidad hizo contacto con su cuerpo y salió despedido e inconsciente.
- ¿Se ha muerto? -preguntó uno de los dos enfermos que podían hablar-
- Ya no se oye nada. ¿Qué le ha pasado? ¿Qué nos vais a hacer a los demás? ¡Seguro que nos van a matar! ¡Socorro! -gritó uno de los pacientes, a quien se le había diagnosticado manía persecutoria grave-
- Sansón, abre la reja, XX-385 está listo para ser llevado a una sala de completo aislamiento. Por favor, déjalo en la celda del pabellón AA prima, aquí tienes la llave. Llenad de gas la cámara de los presos uno, tres y cuatro de este pabellón, necesitan relajarse después de lo sucedido -ordenó la enfermera en jefe de la planta-.
Cuando Sansón tomó en sus fuertes brazos a XX-385, despertó y sus manos buscaron inútilmente el cuello del celador. Lo lanzó bien lejos y corrió para ponerse a salvo detrás de la reja.
Cuando la hubo cruzado y cerrado, XX-385 estaba de pie, en el pasillo, encerrado. Su mirada quedó petrificada, la locura pasó y cayó al suelo de rodillas, derrotado.
- Ya es tarde -dijo entre sollozos- ya es tarde...
- ¿Es tarde para qué? -dijo la enfermera jefe, que había vuelto al lugar tras escuchar los ruidos-.
- Ello ya está aquí... me ha encontrado. No hay salvación.

euzkal - 04 Sep, 2010 - 06:51 AM
Asunto: Donde el aire es ceniza (relato)
Con ésto, tu vuelta es definitiva Blackelf. Muy bueno. Smile
rodrigodruida - 04 Sep, 2010 - 11:17 AM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Muy bueno Blackelf!

euzkal escribió:
Con ésto, tu vuelta es definitiva Blackelf. Muy bueno. Smile

Uyuyuy ahora vas a tener competencia e euzkal? xD

sualudos
Blackelf - 04 Sep, 2010 - 05:19 PM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
- Capítulo 2: La voz.

Comenzaba a amanecer en Bramwell. Por el cielo se divisaban las últimas aves nocturnas que volaban buscando cobijo para pasar el día. Proveniente de las granjas cercanas se podía escuchar perfectamente el cacareo de los gallos anunciando la llegada de la luz. Poco tiempo quedaba para que la vida volviera a transitar por las calles de Bramwell, como cada día. Seguramente el tema de conversación en las tabernas giraría en torno al manicomio; muchos de sus habitantes estaban hartos de él: fugas de sus internados, alaridos continuos durante todo el día, tener un “centro de locos” tan cerca del pueblo... sólo le veían inconvenientes y peligros, pero con los gritos de la noche pasada, no podía esperarse otra cosa: el manicomio debería cerrarse y ser trasladado a otra zona.
A las afueras de la villa, el centro psiquiátrico comenzaba a ser bañado por los primeros rayos del astro. El enfermo XX-385 seguía arrodillado, sollozando e implorando que los guardias lo mataran; un reguero de sangre se extendía a su alrededor, aunque muchas heridas comenzaban a cicatrizarse, de otras todavía manaba abundante. Los guardias, celadores y enfermeras estaban todavía atónitos ante la rendición incondicional de XX-385, algunos no se fiaban, pensaban que era una estratagema para que abrieran la puerta y entonces fugarse.
Desde la torre sonó la señal: alguien se acercaba. Lo más seguro era un nuevo enfermo o una delegación de la villa. Nunca iba nadie a visitar a sus familiares; aunque no era ninguna norma establecida ni ningún consejo, la gente se desentendía de aquellos que dejaban allí, tal y como era el caso de la familia Stonewood.
- Sansón -dijo la enfermera en jefe de la planta- quédate aquí y vigila a XX-385 junto a los guardias. Celadores, preparad una celda apropiada para la fuerza de este enfermo y habilitad una para el que esté llegando, ya sabéis que debéis situarlo en el pabellón central de la planta, junto a los recién llegados.
La enfermera en jefe tomó a tres enfermeras que estaban junto a ella y acudió al vestíbulo principal donde se reunió junto a las cuatro enfermeras en jefe y sus comitivas. Unos breves saludos y aguardaron a que el guardia de la puerta abriera los postigos para dejar entrar a los recién llegados.
Las enormes puertas de madera contrachapada de acero se abrían lentamente. La luz del sol entró directamente en el vestíbulo y vieron la silueta del grupo que aguardaba a entrar: un caballo y, sobre él, dos figuras.
Una de ellas bajó del rocín y ayudó a bajar al segundo. Ambos eran hombres. El primero de ellos muy joven, tendría entre diecinueve y veintidós años, esbelto y, aunque no era muy alto, tampoco era bajo. La otra figura era extraña, cubierta por una gran manta negra, más alto que el joven y con aires de señor.
En cuanto las enfermeras en jefe vieron entrar a ambos a través de las puertas, la principal de ellas, que se hacía llamar La Huna, mandó que el guardia de la puerta llevara al caballo al establo y cerrara la puerta con sus postigos. Adelantándose un paso y abriendo los brazos en señal de bienvenida, recibió a la inesperada visita.
- Buenos y felices días -comenzó diciendo con una sonrisa de oreja a oreja- mi nombre es Carei, pero podéis llamarme La Huna. ¿A qué motivo debemos esta inesperada... y extraña visita?
La figura envuelta en la manta negra soltó la mano de su joven acompañante y se estiró. En ese momento todos los presentes pudieron comprobar que efectivamente era más alto que su acompañante, mucho más alto, casi tanto como su Sansón. La manta le cubría la cara pero dejaba unas manos viejas y temblorosas al descubierto. Adelantándose al joven, se dirigió hacia La Huna y la tomó las manos, acariciando las líneas. Luego se volvió hacia el chico y le dejó hablar.
- Buenos días, mi señor es Matías Stonewood y yo soy su acompañante Janos. Venimos a ver a su hermano -la voz serena del joven dejó impresionadas a algunas enfermeras acostumbradas a gritos demenciados y a la voz varonil de sus guardias y celadores-.
- Si son tan amables de pasar hacia mi despacho, por favor -les dijo La Huna-. Se encuentra en la zona central, planta baja, acompáñenme.
Cruzaron el pasillo que las enfermeras habían hecho para dejarles pasar y se dirigieron, guiados por La Huna, hacia sus dependencias.
Las pisadas sonaban fuertes, como latidos de un corazón, en medio del silencio. Atravesaron el pasillo y doblaron la esquina, siguieron el camino y pronto llegaron a la puerta de Dirección. Las paredes de la planta baja estaban decoradas con motivos antiguos, colores suaves y candelabros encendidos en las paredes alumbraban el recorrido.

El enfermo XX-385 había parado sus lamentos, ya no pedía clemencia. Estaba arrodillado y callado; la cabeza recogida entre los hombros. Había perdido la partida: Ello lo había encontrado, todos sus intentos por huir habían fracasado y aunque casi lo consiguió no logró quitarse la vida, estaba condenado a perder el alma. Nunca había conocido a Ello, ni sabía de él, nadie le había hablado ni tuvo ningún sueño profético, simplemente despertó el miedo en él. Un miedo irracional a algo que sabía de su existencia y su principal objetivo, pero desconocía todo lo demás. Abatido, su cuerpo arrodillado se tumbó en el suelo y dejó que la mente se fuera lejos, que traspasara los muros y volara allá donde podía ser libre, se desprendió de su humanidad con tanta facilidad que hasta le pareció extraño, pero ahora ya nada le importaba. Sabía que estaba condenado, ningún Dios podría juzgar su alma porque hoy le sería arrebatada allí, entre aquellos muros. Se dio cuenta que estaba pensando, no había sido capaz de dejar escapar a su mente. Había fracasado en todo. Rompió a llorar y sintió como si su interior comenzara a ser desmembrado, fuerzas invisibles le atenazaban y tiraban de él.

- Aquí está -dijo La Huna después de consultar sus archivos- Eloí Stonewood... -se detuvo en sus comentarios, una negra sombra le cubrió el rostro- precisamente esta noche hemos tenido un grave percance con él.
- ¿Cómo? -preguntó involuntariamente Janos-.
- Fue capaz de liberarse de la camisa de fuerza, echar abajo una puerta y poner en jaque nuestra seguridad. Justo cuando ustedes llegaron -hizo otra pausa- se calmó y toda su demencia se evaporó.
- Mi hermano... ¿dónde está? -preguntó débilmente Matías-.
- Ahora mismo no pueden verle... necesita tratamiento.
- La Huna, no nos pongas las cosas más difíciles... di dónde se encuentra -el tono de la voz de Matías había cambiado, era un registro mucho más imperativo que cualquiera que hubiera usado anteriormente, incluso Janos se sorprendió del matiz tenebroso que había en ese tono, cargado de veneno-.
- Pabellón AA, lo guarda una de mis mejores enfermeras en jefe de planta. Va a ser trasladado a la zona del pabellón AA prima -no sabía por qué, pero no podía dejar de hablar-, en cuanto se recupere de sus heridas podrán ustedes visitarlo... calculo que en un par de semanas si no tiene otra crisis como la de esta pasada noche -miró por la ventana, el Sol estaba bien alto... ¿tanto tiempo había pasado ya? se preguntó-.
- Muchas gracias -dijo en el mismo tono de voz- pero no vamos a esperar dos semanas -la voz había vuelto a cambiar, había dejado atrás el tono tenebroso y ahora era una voz que paralizaba con sus palabras, no dejaba lugar a una respuesta, imperaba-.
La Huna no tenía conciencia de qué le estaba pasando, pero era incapaz de levantarse de la silla. En un momento no había podido dejar de decir cosas que eran privadas de la dirección del centro sanitario y ahora, de repente, no podía hablar ni moverse.
- No se moleste, ya encontraremos nosotros el pabellón... quédese aquí, por favor -sentenció Matías mientras se levantaba de la silla-.
El señor Stonewood seguido de su estupefacto mozo salió del despacho de Dirección, dejando a La Huna allí, nunca antes alguien le había hablado así a ella y ella haberlo consentido... era impensable que La Huna no le hubiera roto la cabeza a ese anciano y a su mozo haberlo convertido en un buen guardián de la puerta de sus aposentos, no sería el primero: estaban en su territorio y ella era la dueña de quienes estaban bajo su techo. Sin embargo, había hecho todo cuanto el anciano le había pedido; si le hubiera pedido que se clavara un puñal... ¿se lo hubiera clavado? La Huna estuvo reflexionando sobre la situación en su silla, sin poder mover un músculo, viendo cómo el tiempo pasaba.
Mientras tanto, Stonewood y Janos estaban en el vestíbulo, junto a la enfermera en jefe de la planta del pabellón AA, donde se encontraba Eloí Stonewood. La voz de Matías funcionó igual de bien con esta mujer como había ocurrido con La Huna. Janos estaba aterrorizado, este comportamiento no era en absoluto normal en su amo, siempre se había portado de modo responsable y nunca ordenaba a otros que no trabajaran para él.
Matías, cubierto por la manta negra, subía las escaleras que conducían al primer piso, junto a Silvia y seguido de Janos. Adoraba a ese chico, hubiera dado todo lo que tenía por él; concentraba en sí mismo el resto de su familia y la fuente de su amor. Odiaba a las malas lenguas de Duncraig que hablaban de su relación, pero él no veía nada de malo en ello, le amaba como había amado a su esposa.
Ante Matías se extendía el gran pasillo del pabellón A; a mano izquierda se llamaba AA y a mano derecha AA prima.
- Está en el pabellón AA, todavía no ha sido conducido hacia su nueva celda -comentó Silvia que, igual que La Huna, no se explicaba por qué dejaba entrar a estas dos personas en su pabellón sino que, además, les indicaba dónde se encontraba exactamente el enfermo XX-385-.

Como si de Lázaro se tratase, XX-385 se levantó, ahora el miedo era su sangre. Dejó atónitos a los guardias y celadores que se encontraban detrás de la reja de seguridad y embistió contra ella. La cabeza se incrustó entre los barrotes.
Silvia, Matías y Janos doblaron la esquina en el momento en que Eloí se atascaba en la reja, el ruido del golpe les dio la bienvenida y algunas gotas de sangre saltaron despedidas a sus ropajes.
- ¿Hermano? -preguntó Matías Stonewood-
- No soy tu hermano... jijiji, no lo soy, tu hermano está dentro de la celda rota jajajaja, ve a él, vamos, ve, ¡jajajaja!
Los guardias y celadores intentaron desatascar la cabeza de entre las rejas, Silvia estaba pálida, este espectáculo era lo que menos se esperaba y no sabía cómo reaccionar.
Matías se adelantó y, aunque no lo pidió, todos los celadores y guardias se separaron.
- No vas a llevarte mi alma, lo sabes muy bien. Yo gano. Soy el Señor, yo gano ¡jajaja!
- Eloí...
- ¿Sí Matías?
- Has entendido mal... yo no quería...
- Me quieres robar el alma, ¡aaaah embustero y ladrón, te quedas sin tu premio! ¡jua jua jua! -Eloí se propulsó hacia atrás de la reja con la fuerza de sus piernas, un chasquido sordo sonó y el cuerpo cayó inerte en el suelo, la cabeza, en la otra parte de la reja y el cuello, uniéndola con el torso, entre las rejas-.
- No quería robarte... el alma -pero una sonrisa se dibujó levemente en su rostro-.
Frost - 12 Dic, 2010 - 04:10 AM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Bueno, bueno! Muy muy interesante.

Sobre la ubicación histórca del guion, sin demasiados detalles ¿decís que estaría hubicada luego de la destrucción de la Piedra del Mundo pero, antes que tu relato sobre D3?
Cronos_63 - 12 Dic, 2010 - 06:18 AM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Excelente Mr.Green espero con ansias el próximo capitulo

Saludos!!
kowalt_el_legendario - 12 Dic, 2010 - 06:16 PM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Excelente me falta muy poco para acabar el segundo capitulo pero ya no podia aguntarme las ganas de felicitarte me pongo de pie XD
MegaThanos - 12 Dic, 2010 - 06:48 PM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Oh-oh yo acavo de terminar de leer el primer acto Mr.Green y me ah gustado mucho, al rato voy a empesar con el segundo, y al igual que los demas esperare con ancias los demas actos Razz


Saludos!!
Thanos!!
zarkadon - 12 Dic, 2010 - 09:48 PM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Ánimo con el siguiente capítulo, Blackelf, que llevas un tiempo desaparecido y estamos con ganas de ver como continúa esto Mr.Green

Salu2
Blackelf - 12 Dic, 2010 - 10:35 PM
Asunto: Re: Donde el aire es ceniza (relato)
Hola a todos.
Sí, estoy desaparecido porque por un lado necesitaba oxigenarme: me puse tan sobre la web que volvió a aflorar mi ácido en el texto; además necesito mucho tiempo para dedicar a la oposición y a mi novio, así que entre unas cosas y otras, estoy desaparecido completamente (aunque a ratos me paso y leo lo que decís en el foro). Siempre respondo a los mp's, de hecho tengo la opción de recibir e-mail cada vez que alguien me envía un mp en la web, así que ello me invita a entrar, leer y, a veces, contestar.

Muchas gracias por vuestros comentarios. Al ver que no había ninguna respuesta, pensé que no interesaba nada este relato, así que dejé de publicarlo (que no de escribirlo, ya que a ver si encuentro y os pongo el siguiente episodio).

Frost, este relato se sitúa después de la destrucción de la Cámara de la Piedra del Mundo y no tiene en consideración ningún dato de lo que Blizzard (o su voz, Bashiok) han dado a conocer sobre Diablo III, ni los libros ni nada (únicamente el mapa de Diablo III que podéis encontrar en la página oficial). Con lo cual tanto los personajes como la ambientación de los lugares e incluso las clases son nuevas (ahora mismo estoy "trabajando" en un concepto de clase: el animáfilo, alguien capaz de extraer almas y usarlas para fines oscuros que comenzará a aparecer en el episodio cuarto, si todo sigue bien).

Un saludo para todos.
Escarlato - 13 Dic, 2010 - 11:37 AM
Asunto:
Plas plas plas, me quito la cabeza ante usted...

Aunque no siempre me gusta tu estilo de escritura, esta vez lo estas clavando. Me gusta, me gusta mucho, así que espero que entre la oposición y tu chico tengas el tiempo suficiente para darnos una buena dosis antes de desaparecer.

Pero no te descuides con las oposiciones que son mu chungas Wink


Una alegría volver a leerte condenao!!!
Blackelf - 05 Ene, 2011 - 10:25 AM
Asunto:
- Capítulo 3: Viaje al norte

Al amanecer las montañas ya vestían un manto blanco fruto de las nieves de la noche transcurrida. El cuerpo de Matías Stonewood no pudo soportar la bajada drástica de las temperaturas y se heló, junto al resto del paisaje. Toda la fortuna de los Stonewood estaba en riesgo de dispersarse, pero eso no importaba a Janos.


Todavía recordaba los días pasados, tras la extraña y desagradable visita al hospital de Bramwell donde el hermano de su amo se quitó la vida en un ataque de locura repentina. Matías no volvió a ser el mismo desde aquél momento: respondía a lo que se le preguntaba e incluso participaba en las conversaciones sobre los temas que Janos sacaba a relucir, como compañero sexual, le siguió pareciendo exactamente igual que antes, pero pese a ello, un halo de desasosiego inundaba su alma, se volvió taciturno y melancólico. Nunca había querido ni siquiera ver a su hermano, pero Janos notaba como si Matías hubiera muerto en Bramwell.
Después de aquello, Matías le ordenó viajar hacia el sur, más allá de Duncraig, hacia Puerto Real. El camino fue corto, apenas les duró dos días. Una vez allí, en la ciudad donde todo estaba orientado al comercio marítimo, vendieron el carro y la mula, sacando un buen pellizco con el que compraron los billetes hacia la otra parte del mundo. Se embarcaron hacia la región de Entsteig, en las tierras salvajes de Sharval.
Janos no quiso preguntar por qué su amo no utilizaba su auténtico nombre, así hubieran podido vender más caro e incluso sacar el importe del billete gratis y en un buque de mejor calidad, pero ahora Matías ya no era Matías, era otra persona. El cambio lo había estado comprobando desde que entrara en la habitación a oscuras y viera esos dos ojos rojos, desde entonces que su amo se había comportado de un modo muy distinto al habitual.
Matías había oído fantasías de posesiones de espíritus de los que ya murieron, pero nunca quiso creerlas y las tachaba de mentiras y alucinaciones, más propias de personas con mucho tiempo libre y suficiente dinero en los bolsillos para no tener que trabajar y estar contando esas historias todo el día.
A bordo del Dama de la Noche, Matías y Janos surcaron el océano y llegaron al golfo de la Frontera del Oeste, un vastísimo accidente geográfico que separaba las tierras de Bramwell, Duncraig y Tristán de las norteñas, donde sólo destacaba Entsteig, el lugar de nacimiento de la Hermandad del Ojo Ciego. Las preguntas acerca de qué querría su amo de aquellas vastas llanuras, era toda una incógnita que Janos no se preocupaba por resolver, prefería dejarse llevar porque sabía que al lado de Matías estaba bien protegido.
Mientras duró la travesía, casi todos los marineros del Dama de la Noche solicitaron los servicios de Janos como acompañante en sus ratos libres. Aunque Janos no era tan ingenuo como para no saber lo que buscaban realmente las intenciones de esos hombres de sangre salada, se sentía terriblemente tentado por tener algún encuentro con uno o dos de ellos.
En una ocasión, en el tercer día de navegación, mientras Matías estaba conversando con el capitán de la nave, el muchacho se quedó a solas, viendo cómo el barco partía el agua con el mascarón.
En ello estaba cuando una recia y callosa mano le rozó las nalgas. Ruborizado, Janos se dio la vuelta y se encontró con uno de los marineros con los que le gustaría profundizar en sus relaciones. Él era moreno, grande, musculoso y poco velludo, iba entonces sin camiseta y Janos podía observar el fruto de los duros trabajos que requiere el barco marcado en su cuerpo. De una edad de unos 20 años, las miradas que lanzaba el marinero eran más claras que las palabras. No tardó nada en darse la vuelta y dirigirse hacia su catre para que su acompañante lo siguiera.
Cuando comenzó a seguirlo, un grito lo sacó de su embelesamiento. Matías estaba arrodillado en medio del barco, con los ojos abiertos como platos y las mandíbulas desencajadas en un gesto de auténtico terror. Toda la tripulación fue a socorrerlo, el capitán le llevó una infusión que se usaba para calmar los nervios y Janos lo llevaba a su habitáculo a que descansara. No pasó mucho tiempo y Matías recuperó la tranquilidad. No quiso decir qué fue lo que vio que le causó tanto terror, pero si su ánimo estaba apagándose desde Bramwell, tras el incidente a bordo del Dama de la Noche ya había desaparecido completamente, se volvió una carcasa andante, ni participaba en las conversaciones, ni comía ni bebía, sus ojos se tornaron grises, sin un destello de vida. Fuera lo que fuere lo que él vio allí, acabó de arrebatarle el poco alma que le quedaba.
Matías nunca llegaría a ver Entsteig. El barco los dejó en un fondeadero próximo y luego continuó su viaje hacia Fortaleza de Bastiones. El capitán, amablemente, le indicó cómo llegar a Entsteig desde donde se encontraban, e incluso le dio un saco con provisiones para el camino.
El clima era muy diferente allí de cómo lo era en el sur: frío y humedad se entremezclaban cruelmente, de los tres días que pasaron en aquellas llanuras, aunque no faltaban ocasiones en las que se veía el Sol, los fuertes vientos que bajaban de las montañas de Khanduras, mezclados con el frío y la humedad, provocaron un rápido deterioro en la salud de Matías: su cuerpo se deshidrataba y los vientos le causaban cortes superficiales.
La segunda noche llovió copiosamente y decidieron buscar refugio, pero no pudieron encontrar nada. Finalmente Matías se quitó la túnica, la capa y la casulla, tomó varios palos y piedras y formó una improvisada tienda para poder refugiarse. El día siguiente aún fue peor que la noche y a la lluvia se le sumaron los rayos. Por suerte pudieron encontrar un pequeño refugio en una montaña y se guarecieron allí.
- Mi vida se acorta, mi querido Janos –Janos, que no estaba ya acostumbrado a que Matías le hablare, se quedó estupefacto y tardó en reaccionar-.
- No diga nada de eso, mi señor, seguro que pronto llegaremos a Entsteig y las cosas serán distintas.
- No… yo sé que no voy a llegar allí… lo supe desde que vi a mi hermano. Moriré aquí, mi cuerpo será comida para las bestias salvajes.
- No sé qué decir… pero seguro que podremos llegar a Entsteig.
- Janos… sirves muy bien como contable, criado y amante. ¿Sabes por qué?
- Ahorre fuerzas, ya hablaremos de esto en Entsteig.
- Eres muy bueno en eso porque no sabes mentir. Sabes que no vamos a llegar juntos allí… sin embargo, hay una cosa que quiero que hagas por mi.
- Lo que me pida lo haré con gusto.
- No quiero que me veas morir, así que vete de la cueva.

Janos tomó su capa y salió de la cueva. Al día siguiente regresaría y le diría a su amo que todo eso había sido una tontería, que realmente no iba a morir en ese viaje… pero eso lo dudaba; pocas veces Matías le había mentido y cuando le decía las cosas, sabía de lo que hablaba.
Enfrentándose a la muerte de la persona que lo tomó desde pequeño, le dio su amor y trabajo, un hogar y respeto, corrió. Estuvo corriendo gran parte de la mañana y de la tarde, cuando se cansaba miraba a los lados y volvía a correr. Todo con tal de no pensar en lo que al día siguiente se encontraría en la cueva.
Al caer la noche, Janos estaba completamente exhausto: había desperdiciado energías huyendo todo el día de sus pensamientos pero, realmente, después de haberse alejado mucho, finalmente había regresado a la cueva, esperando encontrar a Matías con vida.
Cuando entró, había una fogata encendida y, en la pared de la cueva, escrita con tizón, una breve nota “Sabía que volverías, así que me fui”.
Los nervios se apoderaron finalmente de Janos y no pudo contenerlos más. Estalló en un incontrolable mar de lágrimas que amenazaban con desbordarse de su alma si no las expulsaba de su cuerpo. Después de eso, se quedó dormido, intranquilo.
Los últimos copos de la nevada de la noche despertaron a Janos. Estaba amaneciendo y tenía que ir con mucho cuidado de no resbalarse en la capa de hielo que se había formado por la noche. Merodeó por los alrededores buscando algo que le diera una pista de la localización de su amo, pero no pudo encontrar nada. Desesperado, alzó los ojos al cielo y vio que, en la montaña donde estaba su cueva, poco más arriba del orificio de entrada, había un gran saliente de roca. El corazón le dio un vuelco, cómo podía haber sido tan ciego de no verlo cuando regresó a la cueva, se preguntaba mientras escalaba los poco más de tres metros de roca.
Sus peores pensamientos se manifestaron. En el saliente estaba el cuerpo inerte de Matías, frío y muerto. Los ojos estaban abiertos, los cerró. La boca estaba abierta, la cerró. El pelo estaba despeinado, lo peinó. Le juntó las piernas y le puso los brazos sobre el pecho. Recitó una oración que había aprendido en Duncraig y volvió a mirar el cadáver.
- Ciertamente, aquí las bestias salvajes no te comerán. Cuando vengan las aves, que tu alma se agarre a ellas, podrás ver el cielo y surcarlo.

No sabía qué más hacer con el cadáver, de repente tenía fuerzas para cualquier cosa que se propusiera. Lo tapó con las mejores telas de Matías, cogió las provisiones y siguió el camino que el capitán del barco les había aconsejado, rumbo a Entsteig.
Blackelf - 05 Ene, 2011 - 10:44 AM
Asunto:
Disculpad la tardanza en publicarlo. Dos son los motivos que me llevaron a tardar: las oposiciones y que el relato no está muy bien redactado.
Intenté mejorarlo pero soy una persona que, cuando escribe algo, soy incapaz de rectificarlo. Además los hechos de este episodio son necesarios para el devenir del propio relato. Estoy trabajando ya en el cuarto episodio (al final de este post tendréis un avance), a la vez que pienso en las nuevas clases que aparecerán a lo largo de este relato; por ahora tengo el animáfilo, también la construcción de un "psíquico" pero estoy intentando encontrar el nombre para que pueda pegar con la historia de Santuario jejeje, también volverán los druidas íntimamente relacionados con Santuario (con lo que, si están tan relacionados, han tenido que sufrir algunos "cambios" tras la destrucción de la Piedra del Mundo que tantos cambios ha llevado a la geografía de Santuario), también estarán los rapiñadores y unos personajes muy entrañables: invocadores de elementos (no son como los magos tradicionales, pertenecen a un grupo de élite de los VizJerei). La tecnología comienza a abrirse paso en el mundo de Diablo y aparecen los ingenieros.

Ahora os pongo un avance del episodio cuarto.


Episodio 4: ¿Qué es el alma? ¡No toques la mía!
Hubo un tiempo en el que creí, cuando mi amo todavía vivía, que los peores miedos que podía afrontar la humanidad, vendrían de nosotros mismos... ¡cuán iluso era!
Mi amo y amigo, Matías Stonewood, fue poseído por un ente superior, algo que ahora ya sé identificar y que antes sólo veía como dos ojos rojos en la oscuridad de su habitación. Una fuerza superior a la de los Tres Hermanos había regresado a este mundo y, estúpido de mí, la dejé alimentarse de muchas vidas inocentes. Desde nuestro viaje hacia el norte, la travesía en barco, mi orfandad... y mi aprendizaje como animáfilo, comprendí qué era lo que lo había poseído.
Quizás me volví un loco y excéntrico animáfilo, renuncié a mi condición de humanidad para adoptar la del manipulador de almas... aún ahora me pregunto si hice bien...
Ello ha regresado. No tiene nombre porque nadie quiso mantenerlo en la memoria. No nos traerá oscuridad, ni desesperación o muerte: nos trae el fin. Es el Heraldo del Fin, el término de todo, algo ante lo que nunca se pudo luchar: los Zakarum ya lo predijeron, los Vizjerei lo conocían, Rathma murió antes que enfrentarse a esta batalla perdida, los hermanos Bul-Kathos lo temieron y los Horadrim... los Horadrim fueron los peores de todos ellos: lo escondieron y cultivaron, anhelando el día de la madurez de su fruta prohibida.
Ahora lo sé... todo lo que ocurrió en la catedral de Tristán, los sucesos que poco más tarde se dieron en el poblado y la reaparición de los Hermanos... todo fue un montaje de la Orden de los Horadrim, "protectores del conocimiento arcano", una simple maniobra de distracción.
Ello ha regresado y ha matado a los Stonewood... ¿por qué?

Extracto de los Diarios de Janos.
Sin fecha conocida.

uge - 05 Ene, 2011 - 11:16 AM
Asunto:
Enhorabuena por el trabajo, Blackelf. Yo no conocía tu faceta de escritor así que tendré que ponerme al día. De momento me he leído este primer capítulo y me parece muy bueno. Ánimo con esa oposición, ya sabes, las prioridades claras... Wink
Frost - 05 Ene, 2011 - 07:36 PM
Asunto:
Entiendo que te haya costado "corregir" algo que no te haya quedado como te gusta. Sé lo difícil que puede ser a veces, más que dejar a gusto a alguien más, dejarse a uno mismo.
Te digo que de cualquier forma, el relato me entretuvo y me pareció "bien redactado". Sólo me quedó la duda de por qué tuvieron que ir al sur para luego navegar hacia el norte, a menos que aún haciendo toda esa vuelta, el viaje en barco hubiese sido más rápido que ir a pie.

Ánimos y a seguir Mr.Green

Un saludo
Blackelf - 07 Ene, 2011 - 10:38 AM
Asunto:
Hola.
Me he dado cuenta de un grave error que cometí cuando comencé este relato: no os puse el mapa de Santuario durante Diablo 3. Os lo acabo de poner en el primer post con el comando hide. Así podréis ver cómo llegaron a Bramwell o por qué tuvieron que ir al sur a Puerto Real para poder zarpar hacia el norte (no hay zonas portuarias y por tierra es un pateo increíble jeje).
zarkadon - 07 Ene, 2011 - 02:05 PM
Asunto:
Me alegra ver que hayas podido sacar algo de tiempo y continues la historia, ánimo Mr.Green

Salu2
MegaThanos - 07 Ene, 2011 - 04:54 PM
Asunto:
zarkadon escribió:
Me alegra ver que hayas podido sacar algo de tiempo y continues la historia, ánimo Mr.Green

Salu2



Lo mismo digo, eh leido todo hasta ahora, la verdad no me gustaria quedarme en la inconclusa de como termina tu gran relato Smile


Saludos!!
Thanos!!
genesis2050 - 07 Ene, 2011 - 06:14 PM
Asunto:
Applause Applause Buen relato!Applause Applause
Solo espero el momento de seguir leyendo Mr Green
Cita:
la verdad no me gustaria quedarme en la inconclusa de como termina tu gran relato Smile

Lo mismo digo, tu relato engancha.
Animo y sigue asi!

Salut!! Mr Green

P.D:Se que no te gusta corregirte pero aunque parezca redundante, tendrias que especificar que manaba abundantemente?
Cita:
El enfermo XX-385 seguía arrodillado, sollozando e implorando que los guardias lo mataran; un reguero de sangre se extendía a su alrededor, aunque muchas heridas comenzaban a cicatrizarse, de otras todavía manaba abundante

Blackelf - 07 Ene, 2011 - 09:10 PM
Asunto:
Buenas. Gracias por las respuestas, espero poder ofreceros en un término de tiempo corto la siguiente parte.
Por lo que comentas, genesis,
Cita:
un reguero de sangre se extendía a su alrededor, aunque muchas heridas comenzaban a cicatrizarse, de otras todavía manaba abundante

Es una oración compuesta unida por signos de puntuación (comas), el sujeto para la oración 3 "de otras todavía manaba abundante" es el mismo que para la 1: "un reguero de sangre", quedando "de otras" como un complemento circunstancial de lugar refiriéndose a las "heridas" de la frase anterior.
Sé que a veces mi escritura es un poco compleja, así que si alguien no entiende alguna parte, ruego que lo pregunte Smile

Un saludo.
genesis2050 - 08 Ene, 2011 - 02:51 AM
Asunto:
No es por que no se entienda, tampoco es una critica a tu metodo de escritura, es cierto que es una oracion compleja, y que esta bien compuesta, si hasta ahi esta todo correcto.
Solamente me referia a que cuando uno lee la frase y llega al final de la misma, tiene que volver a releer la misma frase para llenar el hueco que te deja. A ver si me explico: tu lees la frase, llegas al fina y pone "manaba abundante", y el lector se pregunta a si mismo ¿manaba abundant que? y tiene que volver a leer la frase. Simplemente creia que poniendo por ejemplo "liquido" quedaba mas especificado para no tener que volver a leer la frase.
No cuestionaba tu metodo de escritura, solo que en ese miniparrafo agilizaba la lectura del mismo, nada mas!!
De mi parte encuentro genial tu escritura ya que da ganas de leer mas!!

Salut!! Mr Green
Blackelf - 26 Ene, 2011 - 11:35 PM
Asunto:
Episodio 4: ¿Qué es el alma? ¡No toques la mía!

- ¿Has pensado en la sutil diferencia que dista entre dos momentos consecutivos durante un mismo atardecer? No... supongo que no. Cada momento de la puesta de sol es efímero, nunca lo vas a volver a recuperar. Son tan bellos y tan extasiantes, es como si... como si... -los ojos de la mujer estaban fijos en ningún punto en un horizonte ya oscuro, hacía rato que se había escondido el sol y la noche ejercía su dominio de forma total; paró de hablar unos segundos, como si estuviera conversando consigo misma, incluso se había olvidado de ese sujeto tan poca cosa que tenía a sus pies cuando de repente recuperó la conciencia y, volviéndose hacia el chico, añadió- perdona... qué tonta he sido. No me acordaba de ti.
Terminando de hablar, dio una patada al muchacho en la barbilla, haciendo saltar gran parte de lo que le quedaba de dentadura y dejándolo inconsciente.
- Hay que seguir el camino... ya no es seguro estar por aquí, queda poco para llegar a Entsteig.
La compañía, formada por un hombre calvo y gordo, a pecho descubierto y otro más alto y flacucho, ahora con la camisa del joven que estaban dejando atrás, hincó las espuelas a sus monturas y siguieron a la mujer que encabezaba la comitiva; su largo cabello rojo destellaba en la noche como un lucero al alba.
Pasaron las primeras horas de la noche y llegó el frío. Aunque estaba inconsciente, el joven sintió la bajada de las temperaturas y su cuerpo comenzó a temblar. A lo lejos se oían aullidos de las fieras de la noche; unos aullidos que traspasaron el umbral de la inconciencia del muchacho y penetraron como cuchillos afilados en su intranquilo descanso.
“Al menos mi amo seguirá entero... allí donde lo dejé... supongo que no pasará lo mismo conmigo” pensó como acto reflejo al sentir los aullidos, cada vez más cercanos.
Poco más tarde, la inconciencia se fue abriendo paso al mundo real. Al joven le dolía todo el cuerpo pero sobretodo la cara y el estómago, notó la sangre en la boca y una horrorosa y desagradable sensación cuando su lengua pasaba por los agujeros donde había tenido sus dientes unas horas antes. Sin abrir los ojos se intentó incorporar pero las fuerzas le flaquearon y el costado le advirtió que no estaba en las mejores condiciones para poder erguirse. Se resignó a que acabaría de pasar su vida ahí, en mitad de ningún sitio, mientras se preparaba a ser la cena de las bestias de la noche.
Los aullidos volvieron a sonar, todavía más cercanos, más fuertes y aterradores que antes, pero ahora los acompañó otro sonido: pisadas. Las bestias estaban suficientemente cerca como para que él pudiera escuchar las propias pisadas de los animales. Huir ya sabía que no podía, plantar cara... quedaba todavía más lejos que la otra opción. Decidió enfrentarse a la muerte mirándola a la cara. Abrió los ojos.
Sus pupilas pronto se acostumbraron a la luz de la luna y de las estrellas. Los tonos fríos de la noche y las bocanadas de vaho que salían de su boca eran perfectamente visibles, al igual que los animales, dispuestos en un perfecto círculo a su alrededor. Eran lobos. Unos enormes lobos de denso pelaje negro lo habían rodeado, pero no estaban en posición amenazadora ni en guardia, estaban tumbados mirándolo con miradas cargadas de curiosidad. Una figura destacaba entre ellos, un lobo mucho más grande que la mayoría, sentado sobre sus patas traseras, más adelantado que el resto.
Cuando Janos abrió los ojos y se cruzaron con la mirada del lobo líder de aquella manada, el lobo se levantó y caminó hacia él a sus cuatro patas. Se sentó al lado del muchacho y con el hocico le rozó el desnudo abdomen y la cara. Sin saber cómo, Janos ya no sentía dolor, pudo incorporarse y se sentó frente a la bestia que acababa de sanarlo.
- Janos Stonewood, el espíritu de Matías es fuerte en ti -dijo el lobo-
- ¿Puedes hablar conmigo?
- ¿Te parece más raro que pueda hablar contigo al hecho de que te haya sanado unas heridas que habrían acabado por matarte? -la manada rió a coro tras la respuesta de su líder-.
- Disculpa, no estoy acostumbrado a mantener conversaciones con animales.
- Claro, lo más normal del mundo es que los lobos te curen las heridas, como si fuéramos unicornios -más risas por parte de toda la manada-. Escúchame, Janos, debes acompañarnos. Nosotros te llevaremos a donde Matías se dirigía.
- Matías... oye, ¿por qué has dicho antes que el espíritu de Matías es fuerte en mi?
- Él está vivo dentro de ti. Su misión no ha concluido. Debes llegar a Entsteig, y rápido.
- Hacia dónde queda... estoy completamente perdido.
- Antes de que te tropezaras con esos chacales de las praderas -dijo con tono despectivo el lobo-, te estabas dirigiendo en la dirección correcta. Monta en mi grupa, iremos más deprisa que si tenemos que seguir tu lento caminar.
- ¿Cómo... cómo te llamas? -preguntó Janos con miedo que esa pregunta pudiera ser indiscreta-.
- Me conocen con el sobrenombre de Colmillo. Vamos, monta Janos.

Janos montó sobre el lobo y la manada se desperezó y puso en pie. A un aullido de Colmillo todos estuvieron dispuestos y trotaron a una velocidad muy superior a la que alcanzaría un simple humano, incluso la que podría alcanzar un buen caballo. Aquello no era normal.
No había pasado mucho tiempo cuando en el horizonte emergieron las primeras almenas de Entsteig, la ciudad amurallada. Las siguieron altas torres y, bajo ellas, gruesas murallas impenetrables por ningún ejército.
- Entsteig se ha reforzado mucho desde hace veinte años como podrás ver -dijo un lobo que trotaba al ritmo de Colmillo-
- Lupos, ve tú primero, avisa a Jazhir de nuestra llegada. Y que nadie te vea... ya sabes.
- Sí.
Como si nunca hubiera estado allí, el lobo llamado Lupos desapareció y acto seguido una brisa le sacudió el cabello. Lupos ya no estaba allí.
Momentos después viraban a la izquierda, estaban abandonando el camino principal y se dirigían por un sinuoso sendero que se internaba más y más entre la maleza y que, para sorpresa de Janos, se alejaba de Entsteig.
- Colmillo, ¿a dónde me llevas?
- Intentamos evitar las patrullas de la ciudad y que los visionarios nos encuentren. Allí está nuestro destino.
- ¿Visionarios? ¿qué es eso? -añadió-.
- Son vigilantes con ojos de animales, generalmente, de halcón. Mutaciones, híbridos entre humano y animal. Son personas que no han logrado completar su formación como druidas y no pueden adoptar una forma animal completa. Por contra, son unos excelentes vigías y acostumbran a situarlos en las torres más altas.
- ¿Crees que nos habrán visto?
- Imposible... están de nuestro lado -dijo mientras emitía algo similar a una carcajada- pero no se lo queremos poner muy obvio... cosas nuestras.
Bajo de un árbol, un agujero del tamaño de un lobo, se internaba en lo profundo de la tierra.
- ¿Una madriguera? -preguntó con escepticismo aunque por dentro sabía que, después de todo lo que había visto, eso no debería sorprenderle-.
- Sí, es una entrada trasera a nuestro destino. Agacha la cabeza, no te golpees con la tierra.
La manada entró sigilosamente por el agujero. Dentro era más espacioso de lo que Janos había pensado en un principio. Podía ir a lomos de Colmillo bien erguido y ni siquiera rozaba el techo de aquél túnel.
Cuando vislumbraron una luz brillante al final del túnel, Colmillo detuvo el paso y, tras él, el resto de la manada. Hizo una señal a Janos para que se apeara.
- Ahora continúa a partir de aquí. Allí dentro ya te están esperando.
- Muchas gracias por la ayuda, Colmillo... y los demás -los lobos asintieron en respuesta y todos dieron la vuelta por el túnel-.
Janos llegó a la luz y se encontró a sí mismo en una habitación iluminada por varias antorchas colgadas de las paredes y montones de toneles apilados contra ellas. Vislumbró algo por el rabillo del ojo y enseguida un cosquilleo le recorrió por dentro, inmovilizándolo.
- ¿Quién va ahí? Identifícate, rápido; mi mano está apretando tu alma y tengo prisa.
La voz de la mujer retumbó en su mente como si un tambor supiera hablar, emitiendo varias reverberaciones a modo de eco. Sólo él podía escuchar lo que aquella misteriosa mujer le estaba diciendo.
- Mi nombre es Janos Stonewood, mi amo Matías me encomendó la tarea de llegar a Entsteig.
- ¿Cómo tenía Matías los ojos? -preguntó la mujer, impasible y fría como el acero de una espada bien afilada-.
- ¿Los... ojos?
El joven se sorprendió ante la pregunta y la imagen mental de aquellos ojos rojos que había visto en la habitación de su amo le golpeó como un mazo.
- Verónica, es Janos -dijo otra voz, de hombre, que emergía por la puerta de madera que tenía delante-.
La desvencijada puerta se abrió y por ella entró en la sala un hombre alto y moreno, con barba de varios días y una cicatriz en la mejilla. El vello del pecho le sobresalía por el cuello de la camisa, y en ello estaba Janos pensando cuando la voz de la mujer sonó, pero ya no en su mente sino en la estancia.
- Si tú lo dices... -de repente el control al que el muchacho estaba siendo sometido remitió y se sintió de nuevo libre-.
- Tu voz... -dijo Janos dirigiéndose hacia el atractivo hombre que acababa de entrar en la sala-.
- Sí, soy yo -y le guiñó el ojo; hablando a Verónica, añadió- ya está avisado, exige que lo lleves tú a su presencia. Espero que no te moleste.
Dicho esto el hombre se arrodilló y entró por el agujero. Janos no pudo dejar de admirar el cuerpo de aquél hombre, tanto que Verónica, la mujer que lo había detenido, tuvo que pararse delante suyo y girarle la cara hacia la de ella.
- ¿Cuánto hace que no ves un culo bonito? -dijo ella sonriendo- No, no soy como tú creías -y soltó una risita- vamos, tengo que llevarte ante Jazhir.
- Eh... sí... esto... -se había quedado absorto contemplando aquél hombre- mi nombre es Janos...
- Sí, ya me lo habías dicho, ¡pero muévete!
Verónica lo sacó casi a rastras de la habitación de vinos de la posada y lo dirigió escaleras arriba, hacia la habitación del ático. Por el camino no intercambiaron nada, pero Verónica, al entrar en contacto con el chico notó su potencial y por qué era tan especial para aquella misión, pero también sintió otra cosa, algo más oscuro y tenebroso que no se quería revelar ante ella. En aquél momento decidió que, pasara lo que pasase, ella lo enseñaría.
Mientras tanto, Janos sintió la calidez del cuerpo de Verónica a través de su propia mano, pero también algo más. Como si se tratase de un afán de suntuosidad, aquella mujer llevaba unas vaporosas sedas verdes y moradas que eran su única vestimenta, lo que provocaba que a veces se revelaran partes que, de normal, ninguna mujer con un mínimo de pudor desearía mostrar a cualquiera, pero también se percató de otra cosa y que quizás fuera parte de su suntuosidad: una joya rubí con un intrincado lazo se aferraba a la palma de su mano derecha.
- No te preocupes por esa joya... no te va a hacer daño -dijo, añadiendo una risa fácil-.
Janos sintió que, si a él le hubieran gustado las mujeres, aquella mujer con el cabello negro como el azabache y los ojos verdes, con un saludable color de piel, hubiera desatado pasiones difíciles de contener... igual que al resto de la taberna, que observaban sus pasos como hipnotizados por un encantador hechizo.
Cuando hubieron llegado ante la última puerta de la taberna, Verónica llamó tres veces con suaves golpes y se separó de la madera.
- Adelante, entrad -dijo una voz de mujer desde el interior-.
La puerta se abrió y Janos no pudo contener una exclamación de asombro frente a lo que había allí: era una estancia enorme y alta; de las paredes colgaban finas sedas rojas y azules, los pájaros cantaban desde sus nidos en lo alto, unos mullidos cojines dorados estaban desperdigados por el suelo aquí y allá y, en la pared del fondo, bajo un ventanal triangular, una enorme y, por lo que parecía, comodísima cama, sostenía una mujer con delicados rasgos, cabellos dorados que llegaban al suelo y una belleza tan abrumadora que los hombres iniciarían cruentas guerras sólo por ella.
- Me llamo Jazhid -dijo con delicadeza extendiendo una mano-, veo que te ha costado bastante llegar, Janos de los Stonewood. Por favor, siéntate conmigo y comparte tus pensamientos.
- Entonces, Jazhid, tendrás que hacer un fuerte esfuerzo, ha visto a Lupos y, desde entonces, no piensa otra cosa.
Janos se percató de algo que no se había dado cuenta antes: tenía erección, y no acababa de producírsele.
- Hombres... -corearon las dos mujeres riéndose-.
- Janos -dijo Jazhid recuperando el tipo- ¿sabes por qué estás aquí?
- Yo... acompañaba a mi amo en su viaje hacia el norte.
- No sabes nada, pues.
- Eh... no.
- Está bien... es algo difícil de empezar pero lo intentaremos. Matías Stonewood entró en contacto con una entidad ancestral, aún más antigua que el propio Uldyssian. Ya temido en sus tiempos y, no se sabe cómo, encarcelado. Hace veinte años las fuerzas de los Infiernos Ardientes, bajo el estandarte de los Tres Hermanos Diablo, Mefisto y Baal, lograron corromper la Piedra del Mundo. Tyrael no tuvo otro remedio más que ponerle fin, cambiando la fisonomía de nuestro mundo. Todavía no lo sabemos concretamente, pero tal cataclismo provocó la liberación de aquella entidad. Nadie ha podido ponerle nombre, porque nadie se ha querido enfrentar. Lo llamamos “Ello”.
- ¿Qué sois vosotros? -sin hacer caso de la pregunta que Janos le había lanzado, Jazhid continuó su historia-.
- Ello no busca la destrucción ni el apoderamiento de Santuario... es, simplemente, el Heraldo del Final... -las palabras siguientes se consumieron en la ahogada voz de Jazhid, sus ojos se habían humedecido y no podía seguir hablando-.
- Yo... he visto algo -admitió finalmente Janos-. Una noche, en la habitación de Matías. Dos ojos rojos flotaban en medio de la habitación -hasta entonces nunca había hablado abiertamente sobre ese episodio y de repente se sintió menos oprimido, como si se hubiera quitado un peso de encima-... dos ojos rojos y, bajo ellos, el cadáver de un hombre carbonizado.
- Shedi... -admitió Verónica detrás de él- Entonces sí había llegado a su destino.
- ¿Shedi? -preguntó Janos, no entendía qué estaba ocurriendo a sus espaldas-.
- Shedi era un hombre a nuestro servicio. Un mercenario que pensamos nos había abandonado -respondió Jazhid entrecortadamente; la emoción era un torrente en su interior y amenazaba con extenderse también fuera de ella-.
- Shedi fue encargado de la misión de velar por Matías. Suponíamos que Ello iba detrás de los Stonewood aunque desconocemos el motivo -añadió Victoria, contrariada- porque, si iba tras ellos, ¿por qué mató a Matías?
- ¿Quieres decir que mi amo fue asesinado? -preguntó Janos, consternado-.
- Matías murió a la vez que Shedi. Más tarde de eso, ya no era Matías, sino Ello en el cuerpo de Matías -aclaró Jazhid-. Dime, ¿qué hicisteis luego?
- Fuimos a Brackwell...
- Como imaginaba... Ello quería acabar con todos los Stonewood.
- ¿Cómo sabes que allí estaba el hermano de mi amo?
- Estaba allí... protegido por una amazona. Quizás la recuerdes, se ganó el sobrenombre de La Huna. Pero bueno, si estás aquí, significa que Ello acabó también con la vida del hermano de Matías.
- ¿Y luego vinisteis aquí, hacia el norte? -preguntó Victoria-.
- Sí. Sin mediar motivo, Matías... quiero decir, Ello -se corrigió Janos-, me dijo que debíamos seguir hacia aquí. Llegar a Entsteig se convirtió en la prioridad.
- Jazhid...
- Dime, Verónica.
- Está con él.
- Comprendo... pues adelante.
Como si hubiera recibido una orden, Victoria extendió el brazo derecho hacia Janos y la piedra rubí brilló intensamente. El muchacho notó un cosquilleo, similar a cuando lo había detenido al entrar en la bodega de la taberna, pero notó algo más: había algo dentro de él que se removía, inquieto y temeroso.
- Sal de su cuerpo. No tienes derecho... -como si estuviera invocando un hechizo, recitó- ¡Luz de Alma!
La piedra roja emitió un abominable brillo negro y lanzó un fino destello hacia el cuerpo de Janos. Inmediatamente una sombra negra como una noche sin estrellas emergió del cuerpo del joven. La felicidad se esfumó y los cantos de los pájaros se detuvieron. Jazhid, con un rápido movimiento de la mano izquierda sobre la derecha trazó un dibujo y apareció una espada azul, etérea, y saltó contra la sombra blandiendo su arma.
Ello fue sajado por la espada de Jazhid y desapareció de la sala.
- ¿Qué... era... eso?
- Una manifestación de nuestro enemigo.
- ¿Te refieres a Ello?
- Sí. Jazhid ha eliminado “los dos ojos rojos”. Ahora deberías descansar. Mañana por la mañana toca entrenamiento, chaval -dijo Victoria con una sonrisa tierna-.
- ¿Entrenamiento?
- Tienes capacidad... para ser animáfilo -en aquél momento no lo preguntó, un terrible cansancio lo abatió y se recostó sobre unos almohadones que había cerca-.



Hubo un tiempo en el que creí, cuando mi amo todavía vivía, que los peores miedos que podía afrontar la humanidad, vendrían de nosotros mismos... ¡cuán iluso era!
Mi amo y amigo, Matías Stonewood, fue poseído por un ente superior, algo que ahora ya sé identificar y que antes sólo veía como dos ojos rojos en la oscuridad de su habitación. Una fuerza superior a la de los Tres Hermanos había regresado a este mundo y, estúpido de mí, la dejé alimentarse de muchas vidas inocentes. Desde nuestro viaje hacia el norte, la travesía en barco, mi orfandad... y mi aprendizaje como animáfilo, comprendí qué era lo que lo había poseído.
Quizás me volví un loco y excéntrico animáfilo, renuncié a mi condición de humanidad para adoptar la del manipulador de almas... aún ahora me pregunto si hice bien...
Ello ha regresado. No tiene nombre porque nadie quiso mantenerlo en la memoria. No nos traerá oscuridad, ni desesperación o muerte: nos trae el fin. Es el Heraldo del Fin, el término de todo, algo ante lo que nunca se pudo luchar: los Zakarum ya lo predijeron, los Vizjerei lo conocían, Rathma murió antes que enfrentarse a esta batalla perdida, los hermanos Bul-Kathos lo temieron y los Horadrim... los Horadrim fueron los peores de todos ellos: lo escondieron y cultivaron, anhelando el día de la madurez de su fruta prohibida.
Ahora lo sé... todo lo que ocurrió en la catedral de Tristán, los sucesos que poco más tarde se dieron en el poblado y la reaparición de los Hermanos... todo fue un montaje de la Orden de los Horadrim, "protectores del conocimiento arcano", una simple maniobra de distracción.
Ello ha regresado y ha matado a los Stonewood... ¿por qué?

Extracto de los Diarios de Janos.
Sin fecha conocida.

genesis2050 - 27 Ene, 2011 - 12:20 AM
Asunto:
Reconozco haber estado esperando tu relato, con ganas.
La paciencia la tendre que utilizar para esperar la siguiente parte.
Espero que tengas mas tiempo para poder seguir escribiendo.

Salut!!
Mr Green
Blackelf - 27 Ene, 2011 - 12:25 AM
Asunto:
Ahora quiero comenzar a leer la trilogía de The Sin War, para intentar enlazar algunas ideas jejeje, pero sí, en principio escribiré bastante más a menudo.
MegaThanos - 27 Ene, 2011 - 04:05 AM
Asunto:
Blackelf escribió:
Ahora quiero comenzar a leer la trilogía de The Sin War, para intentar enlazar algunas ideas jejeje, pero sí, en principio escribiré bastante más a menudo.


Eso esperemos Surprised

Hoy no tuve tiempo para leerme el 4to acto (tanto tiempo esperando y no pude V__________________v) pero mañana mismo empieso con la lectura Smile
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