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pableras
Asunto: I Concurso de Cuentos  MensajePublicado: 10 Oct, 2004 - 01:25 PM

Antiguo moderador
3709 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
05 Jun 2003
Con motivo del V aniversario Diablo 2 Latino, os invitamos a tomar parte del....

I CONCURSO DE CUENTOS



1 .- Tema: Diablo o Diablo 2, basado en los mundos correspondientes.

2 .- Longitud y forma: Lo que puede llegar a abarcar un post entero, el cuento no de podrá dividir en 2, solo podrá ocupar un post, por lo tanto vigilar de que no os paseis.
Se podrá usar la forma de teatro, poesía o prosa.

3 .- Puntuaciones: Se elegirán 3 finalistas, los cuales será primer puesto, segundo y tercero. Los puntos entre todos los usuarios será como el de Eurovisión es decir.

12 puntos
10 puntos
8 puntos
7 puntos
6 puntos
5 puntos
4 puntos
3 puntos
2 puntos
1 punto

Sólo tendrá derecho a voto el staff diablo2latino.

4 .- Fechas y modo de publicación de cuentos: La publicación de cuentos se llevará a cabo en este post a partir del día 1 de noviembre (día en que se abrirá). Se admitirán cuentos hasta el día 24 de Noviembre, fecha en la que se volverá a cerrar el post y votará el staff d2latino. El 27 de noviembre se dará a conocer el ganador.

5 .- Premios:

La lista de premios está sujeta a cambios de última hora:

Arrow PRIMER PREMIO: Anhillus unid
Arrow SEGUNDO premio: Soj (Piedra de Jordán)
Arrow Tercer premio: Runa Um



6 .- Aviso: Si alguien postea algo y no es un cuento se le borrará el post de inmediato.

7 .- Tamaño de Letra: El tamaño de letra será por defecto esta, es decir tamaño normal. Cualquier letra que no sea de este tamaño no formará parte del concurso. No se admiten subrayados, colores, etc, salvo para los epígrafes de los capítulos o el título del cuento. En el caso de usar una palabra de una lengua extraña, podrá usarse la cursiva o la negrita.


Ultima edición por pableras el 03 Mar, 2005 - 11:32 PM, editado 2 veces
 
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pableras
Asunto:   MensajePublicado: 02 Nov, 2004 - 12:13 AM

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3709 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
05 Jun 2003
Queda este concurso inaugurado.

Os recomiendo antes de mandar vuestros textos que le paséis antes el corrector ortográfico y el gramatical, pues ese tipo de faltas serán valoradas negativamente por el jurado.

Podéis poner vuestros cuentos, pero no podéis dar vuestras opiniones.
Podéis editar los cuentos que posteéis hasta la fecha límite (24 de noviembre) y después, se procederá a cerrar el tema, y el jurado lo leerá todo y elegirá ganador; después se podrá opinar sobre los propios cuentos.


Ultima edición por pableras el 03 Nov, 2004 - 10:35 PM, editado 1 vez
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 02 Nov, 2004 - 12:18 AM

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5194 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
28 Jun 2004
Ahí va mi participación en el concurso.



LA CALMA QUE PRECEDE A LA TEMPESTAD

Acto1:
La noche estaba muy entrada ya cuando la puerta de la alcoba del Rey se abrió chirriando hasta la mitad, dejando penetrar una tenue luz al interior de la sala que, pese a ello, permaneció inmersa en la más densa oscuridad.
Una figura se asomó por la puerta aún sin llegar a entrar en la habitación, y con la mano apoyada sobre el bisel escudriñó el interior de la habitación con sus ojos entornados como tratando de encontrar algo.
El aire denso y cálido le golpeó en el rostro y el silencio de la noche se rompió con el sonido de la voz de la figura que todavía permanecía en el umbral de la puerta.
- Mi Rey, ¿deseáis que realice alguna tarea más?
- No fiel Lázaro, retírate a tus aposentos y déjame descansar. –respondió una voz tosca-
- Está bien, me retiraré a mi habitación pero antes, me gustaría ir a ver a Nuestro Príncipe.
- Haz lo que te plazca. –hubo un silencio, y cuando Lázaro iba a abandonar el umbral y cerrar la puerta volvió a sonar la voz del rey- Lázaro…
- Dígame mi señor.
- Últimamente te veo muy interesado con respecto a mi hijo… -al decir esto, la sangre de Lázaro se heló y su cara se desencajó, y tras una breve pausa que utilizó Lázaro para serenarse y no aparentar el nerviosismo que le corroía en su interior continuó diciendo el Rey- no importa… son sólo divagaciones de un viejo loco… no me hagas caso, estoy muy hastiado y es demasiado tarde ya, haz lo que te plazca.
- De acuerdo, le haré una visita a nuestro joven príncipe y a continuación me retiraré a mi alcoba.

La puerta se cerró con un menor ruido que antes y a medida que desaparecía ese halo de luz que apenas llegaba a penetrar en la habitación, la soledad del rey retornaba y se cernía en la oscuridad.
Lázaro bajó las escaleras y continuó por el pasillo que ante él se extendía y llegó al final del mismo, el cual culminaba en una gran puerta de madera vieja. Tomó el pomo de plomo y sin abrir la puerta golpeó suavemente la madera con su otra mano. Desde el interior le respondió una voz dulce y serena que le invitó a pasar. Lázaro giró el pomo y entró en la habitación donde varias velas alumbraban la cama sobre la cual reposaba el joven príncipe Albretch.
- Hola mi buen príncipe, ¿qué hacéis aún despierto? –saludó Lázaro haciendo una reverencia con la mano derecha mientras se inclinaba frente al príncipe-
Mientras Lázaro saludaba, Albretch se incorporaba en su lecho, reposando su cabeza sobre un almohadón colocado entre la pared y él. Miró a la figura que acababa de entrar en la habitación, tenía unos cabellos rubios cortos y sus ojos azulados denotaban felicidad, producida por la aparición de Lázaro.
- ¿A qué venís hoy? ¿Tal vez a contarme vuestras fantásticas historias o a hablarme sobre vuestras lecturas? –preguntó interesado Albretch-
- Me conocéis muy buen mi buen príncipe, pero hoy vengo a hablaros sobre unos hechiceros. –al decir estas palabras, los ojos del niño irradiaron ilusión e intriga-
- ¿Hechiceros? ¿De qué tipo? ¿Eran buenos o malos? ¿Existieron de verdad o fueron producto de vuestra imaginación?
- Mi buen príncipe… -hizo una pausa mientras esbozaba una amplia sonrisa y luego continuó hablando- de los hechiceros de los cuales hoy os voy a hablar, existieron de verdad, no son producto de mi mente, y, de hecho, hay pruebas que demuestran su existencia.
- ¿Qué hechiceros son? –insistió la ilusión del príncipe- sabes que me interesan mucho esos relatos, cuéntamelo todo.
- Os hablo de los Horadrim, uno de los grupos más poderosos de cuántos existieron. Su misión era la de contener a los Males fundamentales en una especie de… Piedras… -dijo Lázaro mientras acariciaba un collar oculto bajo sus ropajes- piedras… del Alma… ofrecidas por el mismísimo arcángel Tyrael.
- ¿Qué ocurrió Lázaro? ¿Qué ocurrió con las piedras? –preguntó el inocente niño y la mirada de Lázaro brilló-
- No se sabe del paradero actual de las piedras… no obstante, se dice que fueron capaces de contener el poder de los tres demonios y sellarlos.

Lázaro y Albretch estuvieron conversando largo y tendido sobre el asunto hasta que el cansancio se cernió sobre el niño.
- Mi buen príncipe, debéis descansar.
- ¿Por qué me aconsejáis eso? No tengo ningún quehacer a lo largo de todo el día de mañana.
- Todo lo contrario… mi buen príncipe, vengo de hablar con vuestra majestad, vuestro padre Leoric, y le pedí permiso para llevaros de visita a una catedral.
- ¿Mi padre accedió a vuestra petición? –dijo sorprendido el príncipe que no podía dar crédito a lo que su amigo Lázaro le contaba- no… me estáis engañando –desconfió rápidamente el príncipe lo que produjo una rotunda reacción en Lázaro-
- ¿Yo? ¿Engañaros a vos? –dijo Lázaro mientras se levantaba con las manos hacia el cielo como si estuviese esperando una respuesta- ¡Ni siquiera el más crédulo de los mortales sería capaz de dar crédito a eso! Me marcho… una cosa que alguien quiere hacer por vos, mi buen príncipe, y desconfiáis de él… buenas noches. –terminó de replicar a Albretch y bajó la cabeza mientras sonreía maliciosamente y abandonaba la estancia-
- ¡Lázaro! ¡Esperad! –gritó Albretch tendiendo la mano hacia él- no era mi intención ofenderos.
- No me habéis ofendido, me habéis demostrado a cuanto grado de confianza puedo llegar a tener con vos mi príncipe. –la figura se detuvo en seco y tuvo que ahogar una gran carcajada cuando escuchó la respuesta de Albretch- mañana pasaré a recogeros, la Catedral se encuentra a una distancia considerable, hasta entonces, descansad, vendré al asomar el alba, no hagáis ruido, de lo contrario despertaréis a vuestro padre.

Lázaro salió de la habitación lentamente, arrastrando sus togas oscuras sobre el frío suelo de piedra, cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido y recorrió el pasillo pasando las escaleras que tiempo antes había descendido y llegó a una pequeña puerta de madera podrida, la tocó y recitó palabras mientras emitía un haz de luz desde sus dedos hacia la corroída puerta. Se abrió de par en par sin efectuar el más ligero sonido y ante Lázaro aparecieron unas escaleras de madera vieja que crujían al ser pisadas; colocadas en espiral realizaban un brusco descenso desde el nivel de la alcoba del príncipe hacia la puerta principal del castillo y aún más abajo, donde se dirigía Lázaro.
Tras bajar varias alturas en las escaleras, éstas se terminaron y dieron paso a un suelo polvoriento, donde el aire era húmedo y muy denso, era una gran sala en la cual penetraba la luz de la luna a través de una pequeña obertura en uno de sus muros.
En esa gran sala había dos pequeñas puertas, una de acero con un grosor abismal y otra más fina, de madera y sin cerradura. Lázaro abrió la puerta de acero y una bocanada de aire cálido emergió del túnel infinito que ante él se extendía.
- Perfecto…. –dijo Lázaro en voz baja- está todo preparado mi Señor… -mientras acariciaba el colgante que mantenía oculto bajo sus oscuras vestiduras-
- ¡Lázaro! –tronó una voz que emanaba del collar- ¡Leoric se me ha resistido, su mente no era tan débil como pensaba en un comienzo, necesito a ese niño, ¡tráeme a ese niño!
- Mi señor… el niño caminará bajo los suelos de la Catedral mañana… lo tengo todo planeado, no temáis su Magnificiencia… nada puede ir mal.
- Eso espero… de lo contrario sabes lo que ocurrirá contigo.
- Pero… mi señor… vos habéis dejado a los límites de la razón al rey, el niño está indefenso… -Lázaro paró de hablar al acudírsele un pequeño y posible inconveniente-
- Hay un “pero”… -sonó la voz ahora más baja y más calmada- dime cuál es.
- Su nombre es Lachdanan… es el Caballero de Élite de Leoric, es el líder de sus tropas, y él conserva la cordura que le falta a su señor… ha ocupado casi el puesto de Consejero.
- Lachdanan… me ocuparé de él… tú, Lázaro, actúa conforme hayas planeado, me encargaré yo de dejar a Lachdanan alejado de los acontecimientos.

La voz calló de inmediato y Lázaro cerró de nuevo el túnel y abrió la puerta de madera, tras la cual se hallaba su lecho.

Pasado un tiempo, resonó en todo el castillo un espeluznante grito, una y otra vez, proveniente de la alcoba del rey. Decenas de guardias armados y preparados para entrar en combate subieron por todas las escaleras que se dirigían hacia el habitáculo de Leoric, derribaron la puerta y con la ayuda de unas antorchas descubrieron un pálido rey, con los ojos desencajados de horror, envuelto en sudor y con la boca temblorosa y casi incapaz de pronunciar palabras.
- ¡Lo he visto! –Gritó el rey mientras una matrona le ponía un trapo humedecido sobre la frente- He visto como nos atacaban…. He visto… el final… de mi reino… la sublevación… Tristam… se ha sublevado, ¡se ha revelado contra mí y mi autoridad! -consiguió decir una vez recuperado-
- Tranquilícese mi señor –dijo la fuerte voz de uno de los soldados que, con armadura blanca, emergía de la multitud- sólo era un sueño, nada más que una pesadilla.
- ¡TÚ! Lachdanan… ¡tú lo sabes! ¡tú sabes quién está conspirando! ¡Tú sabes qué quieren hacer!
- Mi señor, recapacitad sobre los últimos acontecimientos: no era más que un sueño, nada más, la zona de Tristam os ofrece todavía su lealtad.

Era ya asomada la luz del alba cuando entró súbitamente un guarda en la alcoba y se dirigió al rey Leoric.
- ¡¡Señor, mi rey, su majestad!! El príncipe…
- ¿Mi hijo, qué le ocurre? contestad rápido o vuestro cuello apreciará la fina hoja de mi espada –insistió el rey-
- ¡No está!, ¡el príncipe Albretch ha desaparecido! –contestó por fin el guarda-
- Mi hijo… desaparecido… -musitó Leoric- esto es obra de alguien que conspira contra mí –dijo mientras miraba de reojo a Lachdanan-
- Mi señor –respondió éste al verse intimidado- os juro por mi honor que encontraré a vuestro hijo.
- Mas os vale, de lo contrario … -y miró a la espada que tenía a la derecha del cabezal de su lecho-

Mientras tanto, Lázaro avanzaba junto a Albretch cogido de la mano a través del infinito pasillo, casi sumidos en la oscuridad, que se abría desde la puerta de acero.
- Lázaro, ¿por qué habéis cogido este túnel en lugar de la puerta principal?
- Porque si hubiésemos tomado la puerta principal, deberíamos dar más vueltas que por aquí, ya que de esta forma vamos directos a la Catedral.
- No me lo has dicho… ¿a qué Catedral vamos?
- Vamos a la próspera ciudad de Tristam, allí hay una Catedral construida sobre laberintos creados por los Horadrim.
- ¡Los Horadrim! ¡Son esos los hechiceros de los cuales me hablasteis anoche!
- Exacto mi buen príncipe, y le pedí permiso a vuestro padre para ir a inspeccionar la Catedral, ¿queréis venir también a ver las catacumbas que hay bajo ella? –tras estas palabras, los ojos del príncipe Albretch chisporrotearon de alegría-
- Catacumbas de los Horadrim… sí, me encantaría acompañaros en vuestra inspección.
- De acuerdo, visto vuestro entusiasmo debemos ser rápidos, vuestro padre nos espera para cenar en el castillo.
- ¿Para qué construyeron esas catacumbas? ¿lo sabéis?
- Sí, era para guardar algo, algo muy poderoso, algo que posiblemente nadie debería ver.

Al mismo tiempo, en la alcoba del rey llegaba un nuevo guardia.
- Mi señor, no encontramos ni a vuestro hijo ni al arzobispo Lázaro, ¡se han desvanecido!
- No… eso no es posible… debe existir alguna explicación, Lázaro y Albretch estaban por aquí anoche, los escuché hablar, esuché que Lázaro le hablaba a Albretch sobre los Horadrim. -dijo Lachdanan intentando encontrar una respuesta entre tanta marea de dudas-
- ¡Tú! Sucia serpiente, ¡lengua viperina!, ¡escorpión del desierto! Tú lo sabías, tú sabías de qué hablaban anoche porque estabas allí, por eso, luego quisisteis secuestrar a mi querido hijo y el buen arzobispo os lo impidió y vos, con vuestra superior fuerza, lograsteis reducir a un niño y a un anciano. Estáis confabulado con Tristam… ahora todo tiene sentido!
- Mi señor, no, no es eso, creedme. -respondió el caballero de la blanca armadura- Jamás podría hacerle algo al príncipe, al futuro monarca.
- Quereis derrocar mi autoridad sobre estas tierras y implantar otra, dirigida seguramente por vos o por alguien de Tristam...
- Rey Leoric, tranquilizáos, no os conviene estar enojado.
- Vos queréis que me ocurra algo… sí... lo ví en mis sueños... el pueblo de Tristam y vos. ¡Guardias! –tras la reclamación del rey Leoric, acudieron decenas de caballeros tanto dentro de la alcoba real como en el pasillo que daba acceso a ella- Guardias, tomad a Lachdanan y enviarlo a las Catacumbas de la Catedral de Tristam, el pueblo al que él tanto ama, dejadlo allí sellado, incapaz de volver a la superficie. Además, por Orden expresa de vuestro rey, os ordeno a vosotros, mis guardias de élite, que busquéis en cada casa de Tristam, en cada agujero, en cualquier lugar y rincón de ese territorio, y encontrad a mi hijo y a Lázaro, por cada casa por la cual paséis, prendedla en llamas, ¡que el pueblo de Tristam se suma en el calor de las llamas de la venganza! ¡No dejéis casa que no conozca mi furia!

En ese momento, Lázaro y Albretch salían del túnel a través de una puerta de madera oculta tras unos matojos. Ante ellos se extendía la rica ciudad de Tristam y, junto a ella, una enorme Catedral decorada con vidrieras y gárgolas. Entraron en ella y, tras observar los frescos que en ella estaban y todo el resto de la decoración, emprendieron un descenso en las catacumbas de la Catedral, a través de sus retorcidos laberintos.
A cada nivel que bajaban, el calor se hacía más intenso, hasta que dejaron de pasear entre paredes de piedra y llegaron a paredes rocosas, niveles en donde los Horadrim decidieron no construir más sino reutilizar la dura y resistente roca.
Un gran alboroto escucharon ambos compañeros, Lázaro y Albretch se cobijaron en una esquina y vieron pasar a un tumulto de caballeros, a un hechicero y al mismísimo rey Leoric, al frente de la comitiva se encontraba un caballero, Lachdanan, cuya armadura, antes blanca como la plata, había sido ensuciada con tintes negros y abollada por numerosos golpes violentos, su cara, ensangrentada y sucia se retorcía en gemidos de dolor. El caballero iba maniatado con una soga dura y resistente. El rey, con antorcha en mano la arrimaba a la cada vez más caliente armadura con el fin de atormentar a su preso.
La comitiva pasó por el lado de Lázaro y el príncipe y siguió su camino.
- Lázaro, ¿qué le ocurre a Lachdanan, por qué lo traen aquí maniatado y en tal estado?
- Los culpables siempre reciben su merecido mi buen príncipe, es una lección que debéis saber. Ahora, continuemos nuestro viaje y no nos demoremos en más tardanzas.
- Espera, quiero seguirle, quiero ir a ver dónde lle llevan
- Sería interesante para vuestra formación ver los justos actos de vuestro Padre, no obstante, sois un niño, no podéis ver eso. –cuando Lázaro terminó de pronunciar estas palabras, Albretch había salido ya a seguir a la comitiva, su furor era tan intenso que ni las palabras del arzobispo le hicieron mella alguna en su intriga-

Lázaro siguió a Albretch durante mucho tiempo, al final, le encontró encogido tras una piedra.
- ¿Qué ocurre mi buen príncipe? –preguntó Lázaro mirando la cara desencajada de Albretch-
- mire… mire eso…

Lázaro levantó la cabeza y vio a Lachdanan, junto a un grupo de soldados fallecidos, delante del cuerpo sin vida del rey Leoric. No pudo soportar la escena y emergió de detrás de la roca.
- ¿Qué ha ocurrido? ¿qué hace vuestro rey muerto?
- El rey nos atacó, había ordenado a un grupo de los suyos que nos matasen, a mi y a mis hombres. Nosotros nos defendimos y la contienda terminó con el fallecimiento del Rey Negro, pero...¿Qué hacéis vos aquí?
- Lachdanan…. Habéis matado a mi padre… -dijo Albretch mientras asomaba por detrás de la roca- eso es traición.
- Lázaro y Albretch, el rey pensaba que os habían secuestrado…
- No, he venido aquí porque Lázaro me dijo que el Rey le dio permiso a venir aquí y traerme.
- No, imposible, el Rey jamás lo permitiría, además, os ha estado buscando durante mucho tiempo, es obvio que aquí ocurre algo... loco pero el Rey debería recordarse perfectamente de vuestro diálogo, Lázaro. –dijo Lachdanan mirando a Lázaro con cara de desconfianza-
- Ja ja ja… -rió maliciosamente Lázaro- por fin os habéis dado cuenta… mas es demasiado tarde… -tanto el caballero como el príncipe se sorprendieron de las declaraciones voluntarias del todavía arzobispo Lázaro- Lachdanan… te despojo de tu humanidad, te condeno a vivir aquí abajo, alejado de la luz del día, envuelto en las eternas sombras, para nunca más volver a ser libre.
- Maldita sucia rata, juro que alguien os dará vuestro merecido aunque … -no llegó a terminar la frase cuando su cuerpo cayó en el suelo inconsciente, transformándose en un ser infernal-
- Pobre Lachdanan si hubiese sido igual de leal hacia mi señor como lo fue hacia vuestro padre…
- ¿Cómo? Lázaro, explicáos, ¿qué pretendéis? ¿A qué señor os referís?

Lázaro tomó fuerte de un brazo a Albretch y marchó a niveles más subterráneos que en el cual se encontraban hasta que llegaron a una enorme sala con un altar en el centro.
- Aquí está… lo que los Horadrim juraron proteger… sobre este altar se guardaba una de las piedras… una Piedra del Alma.
- ¡Lázaro, me hacéis daño!
- La Piedra del Alma de Diablo… ¡por fin mi señor será libre para volver al Infierno de donde fue expulsado!
- Lázaro, recapacitad, toda vuestra vida habéis estado junto a nosotros, no podéis hacer esto.
- Las súplicas ya no valen, mortal. –sonó una voz proveniente del collar de Lázaro-
- ¡Ahora, Albretch, siéntete orgulloso porque tu cuerpo albergará la criatura más perfecta que haya pisado la tierra de este mundo! –gritó Lázaro mientras sacaba su collar y dejaba ver una piedra alargada y rosada- ¡la Piedra de Diablo brilla con todo su fulgor, siéntete afortunado de que te haya elegido. Diablo, camina entre nosotros, camina hacia tu libertad y hacia el poder, ¡aquí, en lo más profundo de la tierra, en los túneles que los Horadrim juraron proteger para que tú no resucitases, serás liberado!
- Lázaro, no lo hagas!

El grito del niño se ahogó mientras Lázaro incrustaba la Piedra del Alma en el cuerpo infantil.
- Ahora, retorna a tu forma corpórea, mi Señor.

Acto 2:

Todo comenzó con un aviso, promovido por las vastas tierras de Khanduras, en el cual se pedía la colaboración de cualquier persona fuerte y aguerrida para derrotar a un gran enemigo.
Nadie, ninguno de quienes fueron al Castillo del Rey Negro sabían lo que les aguardaba.
Una mañana nublada y con fuertes ráfagas de aire trajo a las puertas del Castillo a un grupo de personajes que, atraídos por la recompensa que se les otorgaría si acababan con un enemigo, golpearon las puertas del castillo.
Una doncella, con el pelo recogido en un gorro, que igual que el vestido que portaba, era negro azabache, les abrió la puerta y, con las manos juntas y cabeza agachada les invitó a entrar al castillo.
- ¡Queremos saber de cuánto es el premio, cuánto oro nos tocará por cabeza al matar a vuestro adversario! –gritó uno de ellos con una voz ronca y dando un fuerte golpe sobre una destartalada mesa de madera vieja-
- Discúlpenme, pero no soy yo la indicada a responder a sus preguntas. En unos momentos acudirá el representante del castillo, y les dedicará todo el tiempo que ustedes necesiten, así como atención personal.
- Navia –dijo una vieja voz bajando por la escalinata de piedra fría y en espiral que se encontraba en una esquina- gracias por otorgar tan amable bienvenida a nuestros futuros héroes. Ahora, por favor, continúa con tus quehaceres diarios.
- De acuerdo, como vos deseéis.
- Buenos…. –y se detuvo al mirar el cielo a través del vano de la ventana- …días. Mi nombre es Lázaro y soy el arzobispo de la iglesia de Zakarum por estos lares… consejero del… difunto rey y su hijo…Albretch.
- De acuerdo… -dijo otro de los fornidos hombres- dejemos a un lado toda esta parafernalia y vayamos a lo que interesa –continuó diciendo mientras se frotaba las manos-
- Está bien… ustedes se dedicarán a ir a la ciudad de Tristám, en donde tras unos oscuros hechos unos rebeldes a la soberanía real se han establecido en lo profundo de la Catedral. Una vez lleguen al último sótano, hallarán a los rebeldes y les darán muerte. Uno de ellos es el caballero de la luz Lachdanan… cuya orden de ejecución fue firmada por el rey Leoric antes que éste le diese muerte –y sacó el pergamino sobre el cual Leoric había firmado la sentencia del soldad y lo mostró a cada individuo-
- Y sobre… -dijo un tercero pero que dejó la frase inconclusa puesto que Lázaro volvió a hablar-
- Sobre el premio… una vez vengan aquí con las cabezas de cada individuo muerto, se les darán cien monedas de oro por cada una, y mil por la de Lachdanan. –los ojos de los presentes se abrieron de par en par, puesto que aquello suponía una enorme riqueza-
- Ese precio, creo que es justo… -dijo el que previamente había golpeado la mesa, y tras él, todos asintieron y hablaron entre ellos sobre la recompensa-
- Entonces todo está decidido, ustedes irán allí y mataran a cuantos más puedan… una vez regresen, se les otorgará la recompensa.

Pasaron el resto del día en el castillo y se hospedaron en cámaras que el rey había dispuesto para inquilinos. Al anochecer, bajaron al gran salón donde estaba parada una gran mesa con toda clase de alimentos.
Sin dudarlo ni un segundo, se sentaron a su alrededor y con gran avaricia devoraron toda la comida.
Tras diez minutos, ya no quedaba nada que pudiese alimentar y apareció Lázaro de nuevo, por la escalinata.
- Veo que ya se sienten como en sus casas… -dijo sarcásticamente-
- Lázaro… hemos estado hablando y… como dicen ustedes, los intelectuales… discutiendo… de que nos parece poca cantidad esas monedas. Queremos más o de lo contrario nos iremos.
- Ahhh… siempre quieren más… está bien se les concederá una mayor gratificación, pero para ello, deben traerme un objeto… se encuentra escondido en el último piso, es rosado y alargado, una especie de piedra. –el tono de voz de lázaro cambió bruscamente- sólo entonces les doblaré sus recompensas, ahora, me retiro. A la luz del alba partirán hacia Tristam a cumplir su misión.

Lázaro subió de nuevo las escaleras y volvió hacia su alcoba secreta, donde anteriormente planeara el rapto del príncipe.
Durante la noche, un frío seco e intenso invadió toda la zona que distaba entre la Catedral y el Castillo de Leoric e incluso se heló el agua de las charcas.
Los héroes partieron sin demora al asomar los primeros rayos del sol mientras pensaban en la gratificante recompensa que podrían sacar de aquél desvalido anciano.
Lázaro, desde la alcoba más alta del castillo veía como el grupo de veinte hombres salía por la puerta principal y se dirigía a Tristam.
Una voz resonó en la mente de Lázaro, mezclada entre niño y profunda, era la voz de Albretch.
“Lázaro, fiel amigo, mi poder está resurgiendo, pronto habré recuperado toda mi fuerza y podré conquistar el reino de los hombres y liberar a mis hermanos. No obstante, necesito más, mándame un grupo de nuevos hombres a engordar mis hordas”
- Mi señor, esta mañana ha partido un contingente de veinte hombres bien armados hacia la Catedral, llegarán a finales de la mañana, estad preparado, pues les he indicado donde está Lachdanan y donde estáis vos.

“Así me gusta Lázaro… siempre fiel a tu señor… estos humanos no serán una molestia, probarán el fuego ardiente del infierno”

Se hizo un gran silencio y alguien llamó a la puerta donde estaba Lázaro.
- Lázaro, ¿estáis ahí?-preguntó Navia-
- Sí, decidme doncella, ¿qué queréis que un viejo y abatido sacerdote pueda daros?
- Quiero una explicación… estuve escuchando la conversación que usted tuvo, pero no oía a la otra persona… ¿tenéis algún problema? ¿necesitáis ayuda?
- Navia… -dijo Lázaro agachando la frente para luego enderezarse y carcajear sobre lo que la doncella le había dicho- no sabéis nada sobre mí… ni sobre mis actos… os estaría mejor no preguntar sobre cosas ajenas a vuestro cometido. –los ojos de Lázaro se volvieron de un color rojizo y sus palabras eran cada vez más vibrantes- no obstante, no puedo dejaros ir…
- Lázaro ¿qué os ocurre?
- Tú Navia, siente el poder de la Boca del Infierno –bajo las togas que cubrían a la doncella se formó un círculo de llamas que tragó a la chica- sufre el castigo de Zakarum!

Navia había sido transportada a una extraña dimensión, era una cueva con piedras rojizas y estaba tumbada sobre un túmulo de huesos fragmentados. De repente, un hálito cálido sopló, el gorro de Navia se calló sobre los huesos y su pelo, antes azabache, había ido transformándose en calvicie, su rostro joven había pasado a huesos y su vestimenta había quedado roída como si hubiesen pasado cientos de años.

Mientras tanto, el contingente había llegado ya a Tristám.
Había pasado de ser una aldea con vida, con gente en las calles, con niños y niñas jugando, a ser varias chozas con ventanas dislocadas puertas rotas y una veintena de habitantes.
- ¿Qué ha ocurrido aquí? –preguntó un hombre a un pobre aldeano enclenque y envejecido-
- ¡tranquilo buen señor, no se alarme!!
- ¿Quién eres? Contesta o tu espinazo se verá partido con mi hacha!
- Mi nombre es Odgen
- Agh… tu hálito apesta a cerveza!!
- Tras los tiempos que ocurren, es mejor vivir apartado de la realidad
- Muy bien… te haré una pregunta, y si no la contestas tu cabeza mirará hacia atrás.
- Dígame señor, dígame, aquí está el buen Odgen para servirle.
- ¿Dónde está la Catedral?
- La… Catedral… -la cara del borracho palideció de repente y su frágil dedo apuntó hacia el noreste- ahí encontrará la Catedral, tiene que pasar un muro de piedra.

La vista del hombre se dirigió guiada por el dedo y encontró un edificio gigantesco, de mármol negro y vidrieras rojas, con un gran rosetón en el medio.
Cuando llegaron allí, la puerta estaba abierta y se oían gritos provenientes del subsuelo.
El hombre que encabezaba la marcha comenzó a bajar las escaleras y llegó a un enorme recinto dividido en celdas.
- Bueno, a ver dónde está esa resistencia, ¡por algo me llaman el Carnicero!

Los gritos se acercaban cada vez más a los hombres, habían dejado atrás la puerta de entrada y varios hombres corrieron espantados en varias direcciones, provocando la disgregación del grupo en muchos focos.
Los gritos sobrehumanos se confundían ya con los del grupo, los cuales al poco tiempo quedaron ahogados.
El carnicero y dos hombres más se quedaron en el mismo sitio, avanzando en grupo en la profunda oscuridad en la cual se habían adentrado.
- Creo que estos no son rebeldes al dominio de Leoric… -dijo finalmente uno de los integrantes.
- No os asustéis, somos héroes, y si volvemos, que lo hagamos con cuantas más cabezas.

El Carnicero corrió en la oscuridad y fue acompañado por los otros hombres. Tras varios minutos corriendo, llegaron a una escalera que llegaba hacia abajo, muy profundo. Encendieron varias antorchas e iluminaron el camino de bajada.
Ninguno supo cuántos pisos habrían descendido, pero el olor a azufre era notable, confundido a veces por olor de alcantarillas.
Puntos rojos resplandecían en la oscuridad de aquella zona y avanzaban hacia el grupo. Cuando los tuvieron cercanos, se dieron cuenta que eran los rebeldes, pero ya no eran humanos, eran conjuntos huesudos de individuos putrefactos, que arrastraban pesadas espadas y hachas.
Los integrantes del grupo arremetieron contra ellos y lograron romper las defensas y derribar todos los esqueletos. No obstante, uno quedó en pie, alto como ninguno y una espada enorme, portando una corona de oro.
- ¿qué es… eso? –preguntó el Carnicero sin esperar respuesta-

El esqueleto se dirigía lentamente hacia los tres con ojos rojos y espada desenvainada.
- Esa corona… ¡lleva los mismos signos que el escudo de Khanduras!
- ¿Quieres decir que eso es el rey … Leoric? –concluyó el Carnicero-
- Si no lo es, poco le falta.

El esqueleto ondeó la espada en el aire y la blandió contra estos, sin alcanzar a nadie físicamente pero moralmente aterrados.
Realizaba ataques consecutivos mientras los otros se limitaban solo a esquivarlos. Rodearon al rey finalmente, y el Carnicero se puso delante de él y los otros dos detrás.
- Huid, huid de aquí! Ni mil monedas pagan por esto!!
- No dejaremos atrás a uno de los nuestros. Nos has guiado en el camino.

El rey Negro tomó con una mano a uno de los hombres y lo ensartó con la espada mientras le daba vueltas en el aire.
- Mejor, pensándolo mejor, ¡nos vamos! –dijo el otro mientras corría hacia la dirección opuesta a la escalera-
- ¡No! ¡¡No es por ahí!! ¡¡¡Vuelve!!!

Se escucharon gritos y el raspar de las espadas contra el suelo, y luego, el grito de dolor del fornido hombre y un golpe seco al caer al suelo.
El rey Leoric, volviendo la mirada hacia el Carnicero, levantó la espada con las dos manos, y con el hombre todavía ensartado en ella, la azotó contra el otro con una fuerza sin igual, rompiendo el suelo bajo de él, y creando un agujero por donde tanto Leoric como el Carnicero cayeron.
El guerrero, todavía consciente, se levantó del suelo e intentó trepar por las paredes, pero fue inútil.
Los huesos de Leoric se levantaron, empuñaron la espada y atravesaron al Carnicero en el corazón. El rey permaneció en la sala donde seguiría hasta que su nuevo amo le diese más órdenes.

Momentos más tarde, Lázaro llegó a Tristam y se alojó en la posada. Una vez en su habitación, la voz le volvió a sonar en la cabeza:
“Lo has hecho muy bien… fiel Lázaro… ahora he recaudado todo mi poder y unos cuantos siervos más que engordarán las filas de mis soldados… en particular ese tal Carnicero… será un buen demonio. No busquéis más. En breve me levantaré y partiré hacia el oeste, a los sellos de mis hermanos.”
- Muy bien mi Señor.

Un hombre llegó a la ciudad, vestido con una capa negra y encapuchado, pidió asilo en la posada. Bajo sus ropajes asomaba una reluciente espada y armadura.

_________________
Jugando a Diablo III.
Imperius#2827


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axidrian
Asunto:   MensajePublicado: 03 Nov, 2004 - 10:18 AM

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EL ÁNGEL CAIDO

“Hay un alma atormentada en el infierno, que merece ser liberada”, - le había dicho Tyrael en la fortaleza de Pandemoniun, justo antes de partir hacia las Llanuras de la desesperación. Eso había ocurrido hacia dos días, pero ahora, al calor de la pequeña hoguera que había encendido y con la que esperaba dar calor a sus ateridos miembros, las palabras del viejo arcángel le asaltaban una y otra vez recordándole el propósito de su misión. Liberar a Izual.
Allí, en aquella tierra yerma y desolada a la que los mortales llamaban las Estepas exteriores, las viejas historias sobre el ángel caído eran su única compañía y refugio. Sin ellas para distraerse, el sueño podría caer sobre él de improviso dejándole a merced de los demonios que asolaban aquellas tierras. Y eso era un lujo que no podía permitirse. Las antiguas leyendas contaban que Izual formaba parte del triunvirato de arcángeles que el creador había designado para comandar sus ejércitos contra las fuerzas de la oscuridad. Los arcángeles Miguel y Casiel acompañaban a Izual en el mando de las tropas celestiales.
Antes de que los hombres hubiesen sido creados, los ángeles y arcángeles vivían en armonía los unos con los otros y servían al creador con respeto. Pero cuando este creó al hombre, la discordia cubrió el cielo como lo hace el oscuro manto de la noche sobre el sol en su ocaso.
Luzbel, uno de los ángeles preferidos del creador, sucumbió a la vanidad a causa de la envidia que los hombres despertaban en él. Y esa vanidad le perdió para siempre. En su caída arrastró a muchos con él. El creador los expulsó del cielo arrojándolos al abismo, del que jamás podrían salir, o al menos eso creía él. Pero el mal no puede ser retenido para siempre, pues junto al bien contribuyen a mantener el equilibrio cósmico.
Los encargados de custodiar a Luzbel y a sus acólitos hasta las fronteras del cielo fueron Miguel, Casiel e Izual. Durante mil años la palabra de Luzbel fue la ley en el abismo, y así, las palabras que le había dicho a Izual antes de que este lo arrojase al abismo, “prefiero gobernar en el infierno que servir en el cielo”, se hicieron realidad.
Luzbel siempre destacó por su astucia y sagacidad, y así, aprovechándose de la ingenuidad e inocencia de los hombres planeó vengarse del creador. Un aciago día para el hombre, cuando los ojos del creador miraban hacia otro lado, Luzbel corrompió el alma inmortal del los hombres y arrastró consigo la muerte y el dolor que hasta entonces moraban junto a él en el abismo. Desde entonces, ambas vagan por la tierra atormentando a los hombres hasta el fin de los tiempos.
Luzbel ha sido llamado por los mortales de muchas formas y maneras a lo largo de los tiempos, Satanás, Satán, Lucifer, Diablo, son los nombres más comunes para referirse a su persona. Durante eones Luzbel y sus hermanos fueron contenidos en el abismo por las fuerzas de la luz, pero a veces, los mortales de alma corrupta lo invocaban desde la tierra permitiéndole a él y a sus hermanos escapar del abismo y vagar libremente sembrando el terror.
Cuando eso ocurre, las fuerzas de la luz envían a un emisario para que convoque a los más grandes héroes de la tierra, para que le ayuden en su misión de devolver a los ángeles caídos al abismo de donde nunca debieron salir.
La guerra entre el cielo y el infierno duraba ya demasiado tiempo e innumerables batallas habían acontecido hasta llegar al día de hoy. En una de las últimas, Izual, que capitaneaba las fuerzas de la luz, fue derrotado por las fuerzas de la oscuridad. A cambio de su vida, dichas fuerzas le exigieron devoción plena, e Izual, atenazado por la sombra de la muerte acepto el trato. Desde entonces, aquel que tuviera bajo su mando las huestes celestiales vive ahora doblegado bajo el yugo de los que antaño fueran sus enemigos.
Los arcángeles Miguel y Casiel, apenados desde la caída de Izual encomendaron a Tyrael la tarea de encontrar a un mortal que venciese al demonio que Izual lleva dentro a fin de devolver su alma inmortal a la luz, de nuevo.

El destino le ha llevado hasta allí, y como paladín de la luz que es, tiene que hacer honor a la promesa que hiciera antaño, de proteger la luz de las tinieblas, costase lo que costase.

La hoguera se extingue poco antes de que el primer rayo de sol asome más allá del horizonte. Un tímido rayo de esperanza le embarga al contemplar al astro rey surgir de entre las sombras de la noche, mientras, él se levanta y estira sus entumecidos músculos.
A sido una noche dura, pero ya esta acostumbrado, desde que partiera de Kurast, ha sido incapaz de conciliar el sueño mas allá de un par de horas al día y solo cuando el sol está en su punto mas alto, pues los demonios se ocultan en ese corto periodo de tiempo y no se atreven a salir de las entrañas de sus escondrijos y cuevas.
Un pedazo de pan seco, duro como una piedra, apenas le sirve para mitigar el hambre que padece, pero mientras lo mastica una y mil veces en su boca, la sensación va desapareciendo y su estomago deja de gemir como una plañidera. La coraza de acero se cierne sobre su pecho como un corsé al busto de una mujer y apenas le deja respirar. Su escudo largo pesa sobre su brazo como una losa y más que llevarlo lo arrastra sobre el suelo, produciendo un sonido metálico cada vez que golpea contra algún guijarro del camino. Su espada duerme en su vaina, esperando ser despertada en cualquier momento para arrancar la vida a aquellos que osen interponerse en su camino. Los latidos de su corazón repiquetean en sus sienes como un badajo lo hace a la campana, en las iglesias y catedrales, los días de fiesta. Su cabeza, coronada por un yelmo reluciente que le embota los sentidos, apenas le deja ver nada más allá de diez metros de distancia, a pesar de llevar la visera levantada. Arrastra los pies como lo hace un cordero al que van a degollar de un momento a otro. Sin embargo, paso a paso, casi sin darse cuenta ha ido a dar con la puerta de acceso a las Llanuras de la desesperación. Tras ella, una larga escalera empedrada desaparece bajo sus pies hundiéndose en el segundo nivel del infierno.
Sabe que tras esos peldaños hallará al ángel caído a quien ha venido a buscar, y junto a él a un número indeterminado de enemigos, que trataran de impedir que lleve a cabo su misión.
Pero no ha llegado hasta aquí afrontando decenas de peligros para ahora regresar sin haber cumplido su cometido. Así que, embrazando con fuerza el escudo y desenvainado la espada, toma aliento y lentamente baja las escaleras que le conducirán hasta su destino.
No se escucha nada, tan solo el aullido del viento al atravesar el espacio yermo en el que se encuentra. Multitud de esqueletos humanos y no humanos cubren el suelo que pisa, rompiéndose bajo sus pies a cada paso que da. De súbito, frente a él, surge un alma negra, un espectro brillante que amenaza con destruirle con los rayos que arroja a través de sus manos etéreas. Las almas negras son los espíritus de los ángeles que acompañaron a Izual en su derrota. Vagan por los niveles del infierno, errantes, buscando un alma caritativa que pueda liberarlos de su sufrimiento. Parece que aquella desdichada le ha escogido a él para ser liberada de sus sufrimientos y pesares. Sin pensárselo dos veces carga contra ella y cubriéndose con el escudo descarga sobre la misma una serie de golpes con su espada que acaban con su agónica vida mientras deja escapar un grito aterrador, que provoca que un fuerte escalofrío recorra todos sus huesos.
Atraídos por el sonido un par de señores de la ponzoña aparecieron de la nada escupiendo fuego por sus malolientes bocas, contra él. El acero de su escudo se calienta hasta tal punto que se vuelve rojo como la sangre y amenaza con derretirse sobre su brazo. De un hábil salto esquiva el fuego abrasador de ambas criaturas y carga contra la más cercana. Su espada se hunde en el vientre del demonio hasta la empuñadura, la bestia grita de dolor mientras él retuerce la hoja de izquierda a derecha, cercenando la carne y las vísceras. En un par de segundos el demonio cae fulminado a sus pies, muerto. La otra bestia desenvaina una espada negra que llevaba ceñida a su cintura y carga contra él. El escudo vibra con el golpe y su brazo se resiente de dolor, pero aun así resiste el envite de la criatura. El golpe le ha hecho retroceder un par de metros, los suficientes para coger impulso y devolver el golpe a aquel que se lo ha asestado previamente. Con un hábil mandoble la hoja de su espada se hunde en el cuello de la criatura cercenando tendones y músculos hasta llegar al hueso donde se detiene. La sangre brota a borbotones salpicando la hoja de la espada, la mano que la empuña y el labrado brazal de plata que cubre su fornido brazo. Herida de muerte la bestia se desploma sobre el suelo agonizando, mientras él se desembraza del escudo y comprueba el estado de su brazo malherido. No hay fractura visible, sin embargo, el brazo se halla ligeramente entumecido. Tras flexionarlo varias veces vuelve a recuperar el vigor de antaño. Su escudo se halla ligeramente deformado en uno de sus bordes debido al golpe sufrido, pero por lo demás parece capaz de aguantar lo que le echen encima. Recuperado del susto, continuó internadose en el corazón de las llanuras donde esperaba encontrar a Izual.

Cuando el sol se pone por el horizonte, todavía no ha encontrado al ángel caído. Una luz lejana le sorprende en medio de tanta oscuridad. Lentamente se acerca hacia ella, sin hacer ruido, casi flotando sobre el suelo de basalto y huesos. La luz proviene de una hoguera donde un hombre se halla cocinando de espaldas a él. A su lado un golem de fuego se mueve constantemente alrededor de la hoguera como si algo le inquietase.
- Buenas noches, -dijo él mientras salía de la penumbra en la que se hallaba inmerso.
- Buenas noches, -respondió el nigromante incorporándose y volviéndose hacia el.
- Mi nombre es Ascarón,- escupió él secamente.
- ¿Puedo sentarme a la hoguera y calentar mis huesos?-preguntó.
- Por supuesto, siéntate, perdona que no me haya presentado hasta ahora, es una descortesía por mi parte, me llamo Argansis, tranquilo, no te preocupes por el golem, no te atacara, solo lo hace con los demonios. Y tu no eres un demonio… ¿Verdad?- preguntó socarronamente.
- ¿Quieres comer algo?, estoy asando un conejo, es el único animal comestible que he encontrado por aquí.
- Gracias, respondió Ascarón, me vendrá bien ingerir algo de carne, llevo alimentándome de pan seco desde que salí de la fortaleza de Pandemoniun. Debe de ser el plato típico del lugar. Jamella debería aprender a cocinar y dejar de hacer tantas pócimas y ungüentos.
- Se a lo que te refieres, he pasado por allí hace un par de semanas. Deberían de poner una posada, aunque creo que no reciben muchas visitas- afirmó Argansis dejando escapar una carcajada-.
Ascarón engulló la mitad del conejo en varios bocados a los que acompañó con un trago largo de vino que amablemente el nigromante le ofreció. Una vez saciado su apetito se decidió a preguntarle a su improvisado anfitrión el motivo de su estancia allí.
- Diablo, le dijo Aragansis, voy en busca del Santuario del caos, donde espero hallar a Diablo y darle muerte, de una vez por todas.
- Difícil cometido el tuyo –replicó Ascarón, el mió es el encontrar a Izual y devolver su alma al lugar que le corresponde.
- Es una misión complicada, si quieres te ofrezco mi ayuda- respondió Argansis.
- Con gusto la acepto, pues no será empresa fácil.
- Entonces descansemos y durmamos bien esta noche, para que nuestro brazo se muestre recio en la batalla, que sin duda nos espera mañana.
- Duerme tranquilo, el golem nos avisara si algún demonio o criatura oscura osase acercarse a nosotros.
- Así lo haré,-respondió Ascarón.

Las luces del alba despertaron a ambos guerreros, los cuales, tras ingerir algo de carne seca que Argansis conservaba en un pequeño hatillo, se encaminaron a través de las llanuras en busca de su destino. No tardarían mucho en encontrarlo pues apenas habían caminado un par de kilómetros cuando un grupo de demonios encabezados por el mismísimo Izual les salió al encuentro.
El golem de fuego los atrajo hasta una zona despejada, allí el nigromante creó un muro de hueso entre ellos y los demonios mientras los maldecía una y otra vez.
A su vez, el paladín, golpeaba con ahínco a aquellos que sobrepasaban el muro y se les acercaban peligrosamente. Los cadáveres todavía no se habían enfriado, cuando Argansis, aprovechando le esencia vital que estos contenían los hacia revivir empujándolos contra los que hacia apenas unos instantes habían sido sus camaradas.
Un ejército constituido por una veintena de cadáveres andantes había rodeado a Izual, atacándole con furia desmedida una y otra vez, mientras Argansis lo debilitaba con sus maldiciones. Ascarón golpeaba con su espada sobre el ángel caído mientras se concentraba en aumentar la resistencia del ejército de muertos que le rodeaba. Izual se hallaba desesperado, pues cada vez que daba muerte a uno de los cadáveres, el nigromante invocaba a uno nuevo que se unía a la lucha con rapidez. Aquella agonía trajo a la mente del arcángel, los recuerdos del día fatídico en que él y su ejército de ángeles sucumbieron a las fuerzas de la oscuridad. Su alma deseaba que el demonio que llevaba dentro sucumbiera en la batalla, pero su parte mortal y demoníaca deseaba salvarse y escapar de las garras de la muerte. Al final el demonio que le consumía pereció en la refriega, y su alma, libre al fin de aquel cuerpo mortal, se elevó por encima de nuestros héroes.
- Gracias por liberarme, mortales- dijo el viejo arcángel, ahora por fin podré hallar la paz después de tantos años.
El corazón de ambos héroes se conmovió al escuchar las palabras del arcángel. Habían hecho algo bueno y sus esfuerzos serian recompensados algún día.
El alma de Izual se elevó hacia las alturas hasta que su destello se perdió en la inmensidad del cosmos.
- Mi trabajo termina aquí, dijo con resignación Ascarón, pero me gustaría acompañarte en tu difícil misión de destruir a Diablo.
- Hazlo si así lo deseas, respondió Argansis, un brazo recio como el tuyo siempre será bienvenido en cualquier batalla.

- ¡Partamos pues! –Exclamo Ascaron, nuestro próximo destino es…
- El río de llamas, y tras el, el Santuario del caos, donde espero hallar a Diablo y acabar por fin con su reinado de terror,-dijo el nigromante.
- ¡Honor y gloria para los valientes!, -Exclamó Ascaron exaltado.
- ¡Honor y gloria! –Exclamó Argansis tras él.

Los últimos rayos de sol comenzaban a ocultarse tras el horizonte cuando nuestros intrépidos héroes dejaron las Llanuras de la desesperación tras de si y se internaron en el Río de llamas. Muchos peligros y males les acaecerían allí, pero esa es otra historia que merece ser contada en otra ocasión.


Ultima edición por axidrian el 09 Nov, 2004 - 10:36 AM, editado 1 vez
 
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Asunto:   MensajePublicado: 04 Nov, 2004 - 10:03 AM

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03 Jun 2003
A algunos les sonara este texto, q aunq esté retocado es básicamente el original. He decidido mandarlo ya q la ultima vez no salió al público. Si se decide retirar del concurso no pondré pegas Cool , q se podría mandar éste junto al de Dunlendino fuera de concurso, q aun lo guardo Wink . Espero q este os guste Smile .


MEMORIAS DE UN GUERRERO DE LA LUZ (ESPERANZA-I)

No todas las gentes que he encontrado en mi camino comprenden el dolor y el sufrimiento que reflejan mis ojos... no todas consiguen entender hasta que punto atormenta mi alma el simple recuerdo... no aciertan a explicar por qué no soy capaz de mantener la mirada de nadie, ni la de un niño, por qué no desaparece la sombra de la expresión de mi rostro, por qué me atormenta la inminente llegada del anochecer, por qué ando siempre cabizbajo con la vista perdida entre los guijarros del camino que mis pies no dejan de devorar paso a paso con destino incierto... no lo hacen... y clamo al cielo para que no lo hagan jamás.

Los que entienden la expresión de mi mirada suelen ser gentes que, por suerte o por desgracia, vagan por este mundo con más o menos dicha, con el recuerdo permanente de una terrible experiencia al librarse de una muerte infame, muerte que normalmente no dejó escapar a sus más cercanos familiares. Pero también hay otras gentes que no sólo fueron testigos de esas infamias, sino que también hicieron frente a su origen, valientes guerreros que comparten mis pesadillas y temores al haber logrado sobrevivir a la descomunal barbarie que nos hizo enfrentarnos cara a cara con el mal... a todos nos dejó huella... recuerdo a aquellos feroces y soberbios salvajes que provenían de lejanas tribus incivilizadas, o a las bellas pero severas mujeres guerreras diestras en la caza y la batalla, incluso a las místicas rebeldes que escondían tras su timidez una magia arrolladora, hasta a esos estudiosos de la muerte, que salieron de su oscuro encierro para unir su magia negra a la lucha que los puros de corazón y justos de palabra emprendimos, a todos nos afectaron tan diabólicas y obscenas visiones, incluso a los más veteranos de mis iguales. Valerosos guerreros todos ellos curtidos en mil batallas, de los cuales muchos presumían no tener rival y no tener miedo a nada... descarada ingenuidad... poco les duró.

Todos nosotros guardamos la lacra que supone tener esos recuerdos que te asaltan incontrolados cada noche en la oscuridad, que te persiguen incansables en forma de pesadillas cuando tienes suerte y consigues conciliar el sueño, que enturbian tu vista al mirar la cara de un inocente niño que se cruza en tu camino... por aparecer ante ti otras caras no tan hermosas... desfiguradas... de compañeros mutilados en la lucha... o incluso de otros niños... también mutilados... horrendas visiones de las que uno no se puede librar por más que se encomiende al cielo para que le libere de semejante tortura, alto precio que pagamos todos y cada uno de los que plantamos cara al invasor infernal.

La esperanza es algo que me mantuvo en la brecha mientras duraron esos días terribles, pero que acabé perdiendo irremediablemente como quien pierde un miembro en batalla... solo que a mí me la amputaron poco a poco... lenta y sigilosamente... fueron acabando con todo rastro todas y cada una de esas atrocidades de las que fui testigo, pero sin apenas darme cuenta, con suave pero firme cuidado, atrocidades todas ellas perpetradas por los más horribles engendros del averno.

Ni la sangre de miles de estas aberraciones es capaz de saciar la sed de venganza que te hace hervir las entrañas al ver la humillante desesperación en la cara de los indefensos que huyen aterrorizados por la simple sombra del dolor. Tan solo la esperanza de acabar con el origen de todo aquel mal hacía que mi mente no cediera ante semejantes visiones y acabara en la más oscura locura, ni que mi coraje se desvaneciera ante el reto cada vez más inminente de tener que enfrentarme al horror personificado, ¡ni que mi fe decayera un solo instante para dejarme desprovisto de todo consuelo!... no podía cejar en el empeño... aunque no me diera cuenta entonces de que ésta misma esperanza era la que al final acabaría desapareciendo sin dejar ni rastro.

Era imposible que en ese momento me percatara de ello, supondría renunciar al origen de mis fuerzas y aun ahora no creo que hubiera sido capaz de adivinar que ese tremendo empuje se fuera a desvanecer en tan solo un instante. Fue lo que tardó mi persona en asimilar que el final de tanta incertidumbre había llegado, en el mismo instante en que me enteré de la noticia... ¡Diablo había sido derrotado!... era una mezcla de incredulidad escéptica y alivio incontrolado, alegría desbordante y absurda rabia, mezcla bulliciosa en mi cabeza y mi corazón mientras a mi alrededor todo ser vivo parecía dar rienda suelta a su felicidad por la buena nueva que no tardaría en extenderse por cualquier rincón de las tierras arrasadas por tanto miedo y dolor... pero en ese mismo instante, algo se deshizo en mi interior, un tremendo vacío quedó cuando esa inspiración se tornó desconcierto... ¿de verdad era el final de todo aquello?

Mientras todos se unían a la algarabía, a mi mente vinieron las hazañas narradas por los que supieron de aquella campaña donde las fuerzas de la luz se enfrentaron por primera a la tremenda amenaza de la invasión demoníaca en nuestro tiempo, las escuché justo después de acabar mis enseñanzas, como parte de ellas, pero al mismo tiempo, también recordé lo inútiles que resultaron esos esfuerzos entonces.

A pesar de mi juventud, nada mas terminar con la celosa instrucción que me había preparado para servir y salvaguardar a nuestro clero como protector de la palabra, tuve que decidir si veía correcta la nueva forma de actuar de mis mentores o por el contrario me unía a la rebelión que se había organizado en contra de los métodos inquisitivos que habían adoptado para hacer frente al nuevo brote demoníaco. Eran muchos los que se negaban a llevar a cabo las masacres que nuestros mandatarios ordenaban con el simple motivo de querer eliminar el mal que se sospechaba que albergaban en su interior, decían que esa no era forma de acabar con ese mal, que lo justo era acudir al origen y hacerle frente cara a cara, acabar con la nueva ola de corrupción que nos azotaba pero sin cortar las cabezas de los inocentes. Me uní a ellos con la firme convicción de que hacía lo correcto, pero no imaginábamos que la fuente de aquel mal pudiera ser la misma que se dio por exterminada años atrás en la vieja Tristán.

En el transcurrir de nuestro viaje fui descubriendo la verdad de lo que pasó entonces, descubriendo lo fácil que le había resultado a nuestro astuto enemigo engañar y corromper a su vencedor, descubriendo que el camino que seguíamos era el camino que había seguido el mismísimo Diablo al emprender viaje firme e incesante hacia el Este, en busca de la ayuda y el poder que sus hermanos infernales podrían proporcionarle.

Muchos valientes encontramos en ese camino, compañeros de los que aprendí y junto a los que maduré, ganando la experiencia que tanto me faltaba para poder hacer frente a los retos venideros, superando pruebas y dificultades a cada paso que daba, continuando viaje y eliminando a cuanto bicho inmundo se pusiera en mi camino hasta llegar al lugar donde me encontraba en aquel instante, el ultimo bastión del cielo en el infierno, fortaleza bella e inexpugnable donde yacía abatido y exhausto por tan ardua contienda, contienda que ahora proclamaban que había llegado a su fin. Era ya tanto el horror y la destrucción que había visto y sufrido que lo más natural habría sido explotar en un incontrolado alivio y sosiego al conocer semejante noticia, pero todos aquellos pensamientos y recuerdos que danzaban en mi cabeza al ritmo de la música que alegraba las gentes que tanto habían sufrido, hicieron que la duda me asaltara sin remedio, enturbiando mi corazón y mi mente con una fría sombra que me acompañó durante largo tiempo.

Entonces no podía imaginar lo que me aguardaba en el futuro... no muy lejano por cierto... tan solo sentía la tremenda ausencia de toda esperanza allá donde fuera... y no entendía por qué... solo ahora me doy cuenta de que, aquella esperanza que me impulsó a combatir entonces, se fue tornando poco a poco falsa esperanza, y que justo al conocer la noticia de la derrota de Diablo, salió a la luz esa angustia que crea la ausencia de todo futuro cierto... al darme cuenta por fin de que solo habíamos logrado posponer lo inevitable... y que el terror y la destrucción volverían a mostrarse ante mis ojos... sin remedio alguno.

Solo era una sensación, no me atrevía a comentarla con nadie, pero la adivinaba en algunos antiguos compañeros que encontraba bagando sin rumbo... en su mirada perdida y temerosa, en su falta de tranquilidad interior... pero ninguno se atrevía tampoco a ni siquiera mencionar esa posibilidad. A algunos apenas los reconocía al cruzarme con ellos, demacrados y consumidos por el temor a unos recuerdos que habían hecho estragos en sus cuerpos y en sus almas, llevando sus mentes al borde de la locura en la mayoría de los casos.

Paradójicamente, lo que a mí me mantuvo cuerdo fue precisamente el recuerdo... un vago pero indulgente recuerdo que me ha ayudado hasta ahora a seguir mi camino sin perder la cordura... tal vez el único recuerdo no corrupto que mantengo de aquel tiempo que no me revuelve el estómago, momento rememorado día a día desde que mis ojos la vieron por ultima vez... el recuerdo de la más dulce mirada que me ha observado jamás, el recuerdo de una intrigante y bella mujer de la que mi corazón quedó prendado. Apenas la llegué a conocer, solo pude saber de ella un par de cosas, que su voz era tan dulce como su mirada, y que pertenecía a una orden que debía mantenerse en el más absoluto secreto para seguridad de sus integrantes, mujeres que, como ella, se habían estado preparando para ayudar en una misión que no tardaría en llegar, motivo por el cual había acudido tras el rastro de devastación que yo también seguía, pero motivo que le hizo viajar a tierras que no me pudo revelar. Tan solo una suave cantinela que escuché por entre las charcas de Kurast me anunció su marcha, y así, entonando esa canción, se despidió, dejando en mí una huella imborrable y la débil sensación de que algún día volveríamos a encontrarnos.

Aun resuena en mis oídos esa triste melancolía en forma de canción que usó para darme su adiós y que me acompañó mientras duró aquella empresa y los días que la sucedieron, hasta hoy, conservado en forma del más grato recuerdo que un hombre puede albergar en su memoria y en su corazón. Tan solo el renacer de una nueva esperanza puede darme las fuerzas y el valor necesarios para emprender el viaje que ahora mi destino me marca, el destino de todo aquel que, instruido desde su infancia tanto en la defensa de lo justo y cierto como en la protección de la verdad y el bien, debe hacer frente con valor y coraje sin dudar un instante, una esperanza que solo puede nacer de dicho recuerdo y que crece sin cesar.

Pero así es, hasta no hace mucho, vagaba perdido y desorientado como muchos otros, sin sospechar que mis más ocultos temores se pudieran hacer realidad tan pronto... pero así ha sido. Hace ya cuatro noches que no duermo tras conocer la noticia que ha corrido como la pólvora por todos los reinos, más que noticia... alerta.

Desde las tierras lejanas de Harrogath, junto a los pies del sagrado monte Arreat, se ha alzado hace poco la voz de alarma al saber del avance imparable de las hordas sanguinarias del último de los hermanos demoníacos, Bhaal. Nadie sabe aun como pero ha descubierto el secreto que se encierra en esa montaña y pretende llevar a cabo lo que presume ser el ataque definitivo para lograr la conquista de nuestro mundo.

Hasta allí se están desplazando otra vez los valientes que se sienten capaces de hacer frente a esta tremenda amenaza. Supongo que muchos de los que combatieron junto a mi (los que hayan conservado la cordura y no hayan dejado que el temor les consuma) se unirán a los bárbaros del lugar para ayudarles en lo que puedan. Tal vez sean ciertos los rumores que hasta mí han llegado y tenga la oportunidad en esta ocasión de encontrarme por fin con los misteriosos y robustos Druidas de los que tantas historias y habladurías se cuentan por aquellos alrededores. Si no son inventadas nos proporcionarían una inestimable ayuda en esta nueva batalla que se avecina, poniendo de nuestro lado las fuerzas de la naturaleza, las del reino animal y vegetal, incluso las de antiguos espíritus y ancestros que dicen que pueden convocar, sin duda, algo digno de ver.

Por mi parte, he depositado todas mis fuerzas en esa nueva esperanza que se acrecienta a cada paso que doy, tal vez sea mi única esperanza, pero no puedo evitar alimentar la ilusión que ceba mi corazón hambriento, no puedo dejar de pensar en esa mirada dulce, en esa suave voz, en esa piel morena que resalta el fondo blanco de sus oscuros ojos... En la soledad del camino su recuerdo me acompaña, en las frías noches su imagen me arropa, y en la profundidad del silencio logro escuchar a veces, a lo lejos, aquella melodía que me tranquiliza...

Esta vez no es una falsa esperanza, estoy convencido de que aquella misión para la que se preparaban, tanto ella como sus compañeras, es la misma hacia la que me encamino. Esta vez no me abandonará al final la ilusión, porque tengo motivos ciertos para pensar que ella estará allí... Hace tiempo, al principio de mis andaduras tras Diablo, en la bulliciosa Lut Gholein, gracias a mis finos oídos, logré escuchar un extraño nombre, Viz-Jaq´Taar, el nombre de un grupo formado por criminales que se encargaban de supervisar a los clanes magos desde las sombras, castigándolos con dureza sin apenas dejar rastro. Su preocupación primera era borrar todo rastro de corrupción, por eso se ocultaban en el más misterioso secreto, para evitar que esa corrupción alcanzara a sus propios integrantes.

Hasta hace bien poco no había logrado averiguar nada más acerca de esta orden tan peculiar, tan solo sabía de algunos de sus métodos y vagos rumores que se referían a sus integrantes como “las asesinas”. Mucho miedo a sus represalias, mucho misterio rodeaba a las leyendas que hablaban de ellas, pero en lo poco que llevo andado ya he oído rumores sobre extrañas viajeras y sigilosas sombras que se confunden en la noche y avanzan por el mismo camino que yo. Ahora se dejan ver por fin y he logrado averiguar que desde aquella vez en Lut Gholein, se ha vinculado el nombre de su orden no solo a la vigilancia de los clanes magos, sino también a la persecución de Diablo y sus hermanos, pero por lo visto han estado esperando hasta ahora para darse a conocer públicamente.

Sé que no me engaño si relaciono a la mujer misteriosa que conocí en Kurast con esta orden de enigmáticas guerreras, de ahí que nazca esta nueva esperanza... esperanza que se torna ciego anhelo por creer posible que nuestros caminos se vuelvan a juntar. Una oportunidad que me brinda precisamente el resurgir de la misma amenaza que nos unió la primera vez... inquietante paradoja afirmar que la fuente de mi tesón provenga del posible encuentro que ocasiona la reaparición de viejos horrores, pero el destino de cada uno es incierto, y no le temo al mío, ahora no.

Hacia él me encamino, hacia ti, mi amor, día a día, paso a paso, sin perder la fe en que por fin lograremos librar a este mundo del azote del mal, que entre los que nos enfrentemos a él se encuentre el brazo ejecutor del último de los hermanos demoníacos y que la fuerza de la luz se imponga a las tinieblas que asolan y amenazan hoy día nuestra felicidad futura, nuestro descanso eterno y el de nuestros descendientes. Amen (Así sea).

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"Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo,
ni en cien batallas correras peligro..."
Sun Tzu - EL ARTE DE LA GUERRA
 
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Nippur
Asunto:   MensajePublicado: 15 Nov, 2004 - 04:49 AM

Golem de Acero
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Golem de Acero

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*Nippur_delagahs /// EUROPE NO LADDER (por ahora sigue viva!)

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abc...

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Aplastaneitora
Asunto:   MensajePublicado: 20 Nov, 2004 - 12:00 PM

Guerrero
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Guerrero

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11 Dic 2003
Ahí va el mío, aunque es un poco corto:




El aire helado azotaba mi cara sin compasión. Yo estaba tumbado sobre el suelo. Mis músculos estaban entumecidos por el frío y sentía un fuerte dolor de cabeza. Abrí los ojos y miré a mi alrededor. El paisaje era desolador. Estaba en medio de una vasta llanura. La tierra, estremecida por el viento, estaba seca y muerta. No se veía más que algún tronco muerto hacía ya mucho tiempo, y no había el menor indicio de vida; ni aves, ni insectos,... nada. El cielo era de un color violeta claro y sin nubes. Había cierta claridad uniforme, pero el sol, si es que estaba en algún sitio, debía estar por debajo del horizonte. Y el aire estaba viciado, había algo siniestro en aquel ambiente. A mi lado, fiel, estaba mi golem de arcilla, aquel que me había acompañado desde que partí hacía ya dos años del puerto de mi ciudad, donde me erigí como el héroe en el que mis semejantes pusieron tantas esperanzas, tras ser el mejor en las duras pruebas que casi me costaron la vida. Mi misión era eliminar de la faz de la tierra a diablo, aquel que tanto dolor y sufrimiento había causado entre los míos, y que a su paso eliminó a más de la mitad de los habitantes de mi ciudad natal, sin piedad, sin importarle que fueran valientes guerreros o inocentes niños que apenas habían abierto los ojos en este mundo. Y ahora estaba aquí, sentado en el suelo de una llanura yerma, sin saber cómo ni por qué había llegado aquí. Me levanté, a duras penas, le hice una señal a mi golem y me puse en camino, sin rumbo fijo, pues todas las direcciones parecían iguales. Pero había algo que no iba bien. Me di la vuelta y mi golem seguía en la misma posición, sin moverse. Me acerqué a él y le hablé, pero permanecía inmóvil, como una estatua. Le di una palmada en la espalda, y ante mi estupor se cayó al suelo y se partió por la mitad. Me quedé allí, sin salir de mi asombro, mirándolo durante algunos instantes, mientras el viento lo deshacía poco a poco, como si de un castillo de arena se tratara. Aquel incansable amigo, aunque no podía hablar, me había hecho compañía durante todo el viaje, y no pude contener las lágrimas. Ahora no era más que un montón de polvo. Triste y cabizbajo me puse en camino, sólo, por primera vez en todo mi viaje. A mi alrededor todo era silencio, perturbado solo por el zumbido del viento. Caminé durante horas y horas, hasta que perdí la noción del tiempo. No se hacía de noche, ni de día, ni había nubes,... nada. Era como si el tiempo no transcurriese en aquel paraje. Rendido por el cansancio me derrumbe sobre el suelo y cerré los ojos. Al cabo de un rato, el sonido de un arpa llegó hasta mis oidos. Era una melodía un tanto melancólica, e incluso tétrica. Al principio pensé que era un sueño, pero sonaba tan real... . Abrí los ojos, y a unos 100 metros de distancia había un hombre con el pecho descubierto que acariciaba las cuerdas del instrumento con suavidad. Le llamé, pero no me hizo caso. Se comportaba como si yo no estuviese allí. Intenté acercarme ahí, pero a pesar de que el no parecía moverse siempre se mantenía a la misma distancia. Aceleré el paso, pero el resultado era idéntico. Haciendo acopio de todas mis fuerzas empecé a correr hacía él, y así estuve largo rato, sin conseguir acercarme lo más mínimo a él, hasta que, exhausto, me derrumbé sobre el suelo y perdí el conocimiento. Extrañas pesadillas acudieron a mi mente, debilitada. Rostros deformados gritaban desgarradoramente, como si fueran víctimas de un gran dolor. Cuando me desperté todo seguía igual a mi alrededor. Me puse de pie, sin saber muy bien por qué, y caminé. Tras largo rato me pareció oír de nuevo el sonido del arpa, pero muy lejano. Intenté seguirlo, y al cabo de un rato divisé a lo lejos una especie de promontorio. El sonido del arpa se hacía cada vez más fuerte, hasta que al fin, llegué allí. Estaba en frente de una enorme seta, y sobre ella, tocando siempre la misma melodía una otra vez, estaba el hombre de antes. Me quedé un rato observándole, cuando de pronto me miró y hablo conmigo:
- Todavía no lo entiendes, ¿verdad?
Y al ver mi cara de asombro, prosiguió.
- ¿Acaso no sabes por qué estas aquí?¿Es posible que no te acuerdes?
Me miró a los ojos y un intenso dolor invadió mi cabeza, y entonces recordé.
Recordé que había llegado al santuario del caos, y que había eliminado a los esbirros de diablo. Había abierto los sellos, y había llegado el momento de la verdad. Estaba frente a Diablo. Pensé que podía vencerle, que iba a vengar todas las muertes que había provocado, pero no tarde en darme cuenta de mi error. Era demasiado fuerte para mí. Me inmovilizó y yo ni siquiera pude tocarle. Había osado atacarle, y la muerte era un privilegio que no estaba dispuesto a otorgarme. Me había mandado a este mundo. Y comprendí que apenas había comenzado mi sufrimiento.
- Veo que lo vas entendiendo –me dijo- Estás aquí para siempre. Osaste enfrentarte a él y has fallado. Ahora prepárate para el castigo eterno. Tendrás hambre, sed, frío... pero no te preocupes, aunque aquí no encuentres alimento alguno, no puedes morir de hambre. Sencillamente no puedes morir aquí. Espero que disfrutes de tu nuevo y último hogar.
Y dicho esto se desvaneció.
 
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einton
Asunto:   MensajePublicado: 20 Nov, 2004 - 06:38 PM

Necrófago Viviente
446 posts


Necrófago Viviente

Miembro desde
20 Jul 2003
Bueno pues mi aportacion al concurso es en poesia. Tiene un esquema fijado (ya sabeis, tal numero de versos aqui tal forma de rima alla soneto trilara ralatri...) pero paso de detallarlo, no hace falta. Ala ahi ta:

Los Cánticos del Amanecer

Todo comenzó en el mas hermoso de los pueblos
donde vegetación y fauna es todo uno;
el mas radiante de entre los mas vellos
donde no reside mal alguno.
Un lugar de las páginas de los cuentos:
campos verdosos, lago cristalino,
bosques hermosos mecidos por los vientos,
un paisaje casi divino…

Es este lugar, punto de encuentro
de héroes de cruentas hazañas,
salvadores de nuestro recuerdo
y guardianes del mañana.

Allí, en dulce lugar
vivía un joven guerrero
compañero de una ladrona y un herrero
grandes amigos de fiar.
Hijo de almas de salvación,
dueño de su pasado y futuro.
Hombre del bien, nunca oscuro,
enemigo de la destrucción.

Magnánimo señor entre señores
de excelente corazón
e indudable juicio.
Muchacho sin temores,
poseedor de la razón,
sin ninguna debilidad ni vicio.

---

Fue un día lluvioso
en el cual ocurrió el suceso;
estalló un viento furioso
y una tormenta de gran peso.
El pueblo se estremeció
y la gente se escondía;
un gran demonio apareció
portador del sufrimiento y la agonía.

Surgió de la tierra
en medio de la plaza,
en busca de guerra,
de horror y de matanza.

Y fue así como todos murieron.
Héroes, padres, hijos y señores
en el mas profundo de los horrores,
donde sus almas ardieron.
Y el pueblo fue arrasado.
Sin quedar ni una astilla,
desapareció toda la villa
y todo fue quemado.

Pero alguien, a las afueras,
por suerte sobrevivió,
llorando por su gente.
Por los siglos y las eras
la venganza juró;
solo tenia eso en mente.

---

Pasaron años de oportunidades.
El chico creció en otro lugar,
aprendiendo y entrenando sus habilidades,
para poderse vengar.
Por el día aprendía y entrenaba
las artes de combate y protección;
por las noches la magia estudiaba
pues por ella sentía predilección.

Hasta que un día
se dio cuenta de su fuerza,
la cual ascendió en gran medida
después de años de paciencia.

Entonces lo pensó
y estuvo de acuerdo:
por su gente, por su recuerdo
la aventura comenzó.
Se despidió de los habitantes
que en su pueblo le acogieron,
quienes crecer le vieron
y fueron sus acompañantes.

La búsqueda iba a comenzar,
pues ya la tenia prometida,
a su gente y a su honor.
Con el monstruo iba a acabar
por su recuerdo y por su vida,
por su interminable dolor.

---

Y así pasó el tiempo.
Cruzó valles y montañas
y vastos campos, sin aliento,
tras grandes hazañas.
Siguió su camino oscuro
venciendo cada uno de los impedimentos,
luchando contra el muro
que retenía sus tormentos.

Venció a múltiples amenazas
y luchó por su pasado.
Buscando a quien truncó sus esperanzas,
deseando encontrar al ser buscado.

Y un día, uno mas del recorrido,
en un templo llamado el de “Las Brumas”
entre la niebla y las sombras oscuras
encontró a su enemigo.

Un enorme ser oscuro
de gran presencia y mayor tamaño.
Portador del sufrimiento y el daño,
enemigo del corazón mas puro.

Allí estaba,
bestia infernal
creadora de sufrimiento
Por fin allí se alzaba
el gran mal
que le destruía por dentro.

---

La batalla fue brutal.
La guerra había comenzado.
Era el bien contra el mal.
El sueño olvidado…

Gastó sus fuerzas, toda su potencia,
luchó hasta el último aliento;
utilizó su valor y su paciencia,
su magia de fuego, tierra y viento.

Gastó su energía,
mas la bestia era imparable.
Era un hecho innegable
que el enemigo no sucumbía.

Todo perdió su significado
y la espada cayó en el vacío;
el guerrero quedó extasiado
y su sangre se juntaba en un río.
Sus fuerzas se marchitaban,
su resistencia decayó,
sus recuerdos se borraban,
su cuerpo se desplomó…

Frío era el acero
que sentía de su armadura
mientras caía….
Llegó su rostro al suelo
sintió la amargura
que la muerte le producía…

---

Y cerró los ojos, para nunca mas abrirlos…

Oyó una voz…
A lo lejos, como una canción.
“Soy el portavoz
de la puerta de la salvación”

Y se oyeron unos cánticos…

Se han apagado
las luces del mañana.
Pero no ha terminado
la misión ya comenzada.
Pues creías haber hecho,
y ni acabas de empezar.
Ni el principio.
Ni el final.

Creías que ya estaba,
y ni siquiera existes.
Es tu vida pasada
lo único que perdiste.
Así que no temas
y abre tus ojos;
renace de tus despojos
de tu sangre y de tus venas.

Mira al cielo y observa,
abre los oídos y escucha.
Y encontrarás a quien buscas
pues es tu alma gemela.

Así pues, es tu vida,
hazlo por tu gente,
abre tu mente
y resucita.


Entonces abrió los ojos cerrados
y se encontró allí tendido.
En el templo, sin el enemigo
ni los restos de su pasado.

Se levantó y miró,
escuchó cada sonido...
Y su vida volvió
renegando de su propio olvido.

Y juró, por toda la eternidad,
que acabaría su cacería;
al monstruo siempre perseguiría
hasta destruirlo a él y su maldad.

Por que la historia sigue su largo camino
y la persecución la encabeza nuestro héroe, la encabeza él…
Juró que lo iba a cazar, hasta por el cielo divino,
y un juramento de un arcángel es sagrado, sobre todo de Tyrael…
 
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JotaBex
Asunto:   MensajePublicado: 21 Nov, 2004 - 06:06 AM

Golem de Acero
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Golem de Acero

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25 Ago 2003
Desde la ventana


- ¿Abro la ventana señor Ortseinis?

- Si, por favor Lucius, empieza a faltarme el aire de tanto calor, no se en que estaba pensando.

- Debe relajarse un poco mi señor, aún tardarán en venir el resto de los miembros.

- Ya sabes lo importante que es esto para mi, no puede fallar nada. No solo me juego mi reputación como Ilustre del Conclave, me ha costado muchos años de sacrificios para llegar hasta aquí. Mira mis manos, tiemblan... me cuesta mantenerlas firmes ¡Maldita sea! y no es por mi vejez, aún no he llegado al fin de mis días, es por... tantas horas de dedicación, tantas pruebas superadas, tantas muertes a mis espaldas....

- Lo siento señor, debí comprender.

- Tranquilo Lucius, tienes razón, aún falta una hora. Debo descansar para estar a punto en el momento, debo tener la mente libre y concentrarme, no puedo fallar. Debo...

¡Shhhhhhhh!Se oye como el sibilar de una serpiente que se va acercando, las puertas de la mansión que se abren dando portazos y destrozando valiosos jarrones y grabados. El ruido se va haciendo más fuerte hasta que el ente que produce ese desagradable sonido se detiene frente a la ultima puerta, en la torre más alta de la propiedad de Ortseinis.

Después de unos segundos que parecen eternos, la lujosa puerta del siglo XVI se abre lentamente, y aparece un personaje pequeño y enjuto, insignificante diria yo, de los que no dedicarais ni una mirada si te lo cruzaras por la calle, salvo por sus caras ropas y anillos. Y por algo que no se ve pero se siente, desprende un aura de odio. Un odio que parece se puede oler, sentir. Temer.

-¡Buenas Noches! Que gran día el de hoy, ¡eh, Ortseinis!

- Buenas noches Don Tiverio. No esperaba menos de usted, siempre tan educado y sensible hacia mis objetos de arte.

- Venga, no te vayas a poner dramático por unos jarrones de imitación en un momento tan importante como este. Además, que importa. Dentro de unas horas todo lo que le damos importancia en este mundo no tendrá valor. Seremos los amos de la vida... y las cosas, podremos controlar el mundo entero.

- Siempre que no nos controle a nosotros primero. No podemos tomarnos esto como si fuera un juego. Si no somos fuertes acabará por destruirnos uno a uno y todos los años de sacrificio no habrán servido para nada.

- Tu siempre tan melodramático. ¡Lucius!, ¿no hay nada de beber en esta casa?

- Si mi señor, enseguida le sirvo.

Mientras Lucius maneja con destreza las copas y las botellas del mejor whisky, otros dos personajes se acercan a la mansión. Dos hermanos, gemelos, educados en la magia y en la brujeria. Llegan a la puerta principal y se la encuentran abierta. No llaman al timbre, siguen avanzando por los pasillos siguiendo el rastro pestilente de algo que no ven ni huelen pero sienten muy dentro, rozándoles la columna vertebral.

- Tiverio ya ha llegado, sentiría su olor a diez kilómetros de aquí.

- Nunca me gusto ese hombre, pero es el único que puede abrirlo.

- Tiverio no gusta a nadie, siempre tiene que ser el más impórtate y ridiculizar a todos con su palabreria y su despreocupacion por la vida. Da la sensacion de querer pisotearnos.

- Es un tipo curioso, no se de donde saca tanto poder, pero le necesitamos.

- Vayamos a la torre, estoy impaciente por terminar con todo esto.

La torre. De su construcción nada se sabe. Siempre estuvo allí. A través de los tiempos lo único que cambió fueron los edificios adyacentes. Murallas, castillos, simples chamizos de paja y madera, y ahora la mansión de Ortseinis. Construida para envolverla, protegerla y facilitar el acceso a su interior. Sus dimensiones perfectas. Todos los bloques de piedra tienen unas proporciones que se relacionan unos con otros, no hay un solo centímetro al azar.

Incluso el defecto en una losa en el centro de la sala no es tal defecto. Una marca dejada
en el suelo. Parece que a alguien se le cayó algún instrumento pesado de metal y dejo una hendidura con forma de pirámide invertida, muy pequeña de tan solo un centímetro de diámetro, pero que el paso del tiempo y los innumerables pies no han podido borrar.


Después de los saludos forzados de los dos nuevos invitados, se ponen manos a la obra. El pobre Lucius se afana por cumplir todas las ordenes, "Trae esto", "Mueve ese sillón", "Hay demasiada luz", "Algo de beber, por favor". Poco a poco la hospitalaria torre se va
desprendiendo de sus muebles, tapices y gruesas alfombras. Las lamparas de araña son
suprimidas y en su lugar lucen velas y viejos candelabros.

La sala circular presenta un aspecto desolador y vacío. En varios sitios ya marcados de la torre formando un pentáculo se sitúa un sillón de metal. Todos los objetos de madera de la sala se han esfumado.

- Todo está a punto, ha llegado la hora.
- No te impacientes Tiverio. Vosotros dos, sentaos en vuestros sitios. Lucius, acompáñame.

Los dos hombres salen de la habitación y se encaminan hacia la biblioteca. Suben la escalera hasta una estantería situada a dos metros de altura. No se puede describir el aspecto de la biblioteca. Cientos, quizás miles de volúmenes encuadernados en diversas épocas se amontonan en las estanterías. Una fuente de información fabulosa, destinada a fines maléficos.

Lucius ayuda a su señor a alcanzar un volumen roto y deshilachado. Un libro sin importancia, descolorido, que siempre pasaría de largo al buscar algo importante. Baja de la escalera manteniendo la vista fija en la gastada encuadernación, los ojos vidriosos, las manos temblorosas, una expresión de fascinación.

Al bajar de la escalera abre el libro por el centro, esta hueco. Escondida descubre una cajita de madera negra con engastes de oro, muy pulida y envejecida. Tras coger la caja con una mano arroja el libro a una esquina.

- Ya no necesitaré nunca más esconderlo.

Poco a poco se encaminan de vuelta a la habitación central de la torre, Ortseinis delante con la dos manos sujetando la caja, protectoramente, Lucius detrás iluminando la oscura estancia con un candelabro, pues todas las luces de la casa se han apagado.

- Ahora si, empecemos. Cada uno a su puesto, según lo acordado.

Los tres invitados se dirigen a sus respectivos asientos. Están fríos, el respaldo metálico se les clava en la espalda, pero no importa. No es lo peor que les va a suceder esta noche.

Ortseinis abre muy despacio la caja y un resplandor ilumina la sala. Está forrada por dentro de terciopelo azul, y en el centro brilla una piedra preciosa. Es un fragmento de cristal roto, sin forma precisa, que da una luz azulada pero de muy poca intensidad e intermitente, parece que se va a apagar pero nuevamente reluce.

- Lucius por favor, sujeta esto. La caja ya no es necesaria. Señores, os presento ¡La piedra espiritual de Mefisto! El ultimo fragmento que sobrevivió a su destrucción en la Forja del Infierno hace varios cientos de años. Después de vidas de búsqueda, mis antepasados consiguieron encontrarla, y relacionar la piedra con la torre.

- Así es mi querido Ortseinis. Tu maravilloso hogar es una maquina para devolver a este mundo a ese inmundo diablo.

- Tiverio, no deberías hablar así al maestro. Le debes un respeto.

- Vosotros dos deberíais empezar con toda la palabrería antes de que comience el acto final. Si no comenzáis con las invocaciones no podré desplegar todo mi don.

- Lucius, por favor, siéntate donde te corresponde. Se hace tarde.

- Si mi señor Ortseinis. Como vos digáis.

Mientras Lucius ocupa el quinto sitio en la circular habitación, Ortseinis coloca con cuidado el fragmento de cristal en la hendidura de la losa de frío mármol. No encaja pero no importa, esto solo es el principio. Ortseinis sin apartar la vista del cristal, se dirige a su asiento y con un profundo suspiro anuncia “Comencemos”.

Se inicia el responsorio.

- “Adonai, Elohim, Decress, yo te imploro, oh, patrono y señor de todos los espíritus, y te entrego mi alma, mi corazón, mis vísceras, mis manos y mis pies, todo mi ser. Oh, Adonai, dígnate serme propicio en mi labor…”

Una y otra vez los dos hermanos repiten el mismo versículo. El único sonido que se escuchaba eran sus voces y las respiraciones de los otros tres miembros del extraño concilio. Todo parece una mera superchería, parafernalia para engañar a turistas que buscan sensaciones fuertes. Pero algo ocurre entonces.

El silencio se vuelve mas profundo. La sensación de aislamiento del mundo exterior se manifiesta como algo real. Las siluetas de los miembros del concilio formadas por la luz de las velas comenzaban a transformarse, reflejados en la pared. Rostros y formas repulsivas, desagradables, con forma propia que devolvían la mirada. Se agitaban nerviosas, un movimiento de cualquiera de ellos se convertía en una sucesión de formas que se agolpaban unas contra otras, intentando salir de las paredes.

- “Adonai, Elohim, Decress, yo te imploro”

Un olor nauseabundo empezó a llenar la sala. Sudor humano y restos putrefactos de animales. Odio. Sufrimiento. Las nahuseas se adueñaron de los presentes, pero debian aguantar. Eso solo era el principio.

- “Adonai, Elohim, Decress, yo te imploro”

Una vez, y otra, y una vez más. Los corazones latían cada vez más deprisa, sin pausa. Un frío seco les paralizaba. Volvían las nauseas otra vez, era difícil aguantar el vomito ante el hedor que se estaba instalando en la sala. Entonces ocurrió.

- ¡Soy Tiverio! Príncipe de la raza cainita, señor de los Baali y discípulo del Set. Como Príncipe del infierno llamo a tu puerta. El infierno se acerca. ¡Yo te invoco, maestro de las llaves!

Y el terror se adueño de ellos.

La estructura tembló, el piso se agrieto, temblaron las maderas, todo parecía venirse abajo. Multitud de luces aparecieron de la nada y giraban alrededor de ellos. Entes terroríficos, con forma humana pero inmateriales que desaparecían tras las paredes y volvían a resucitar delante de sus ojos.

Una espiral demoniaca se iba concentrando en el cristal que temblaba en el suelo, brillando con un fulgor cada vez mayor, parecía que crecía, que aumentaba su tamaño.
Los espíritus aumentaban su velocidad y Tiverio, Lucius, Ortseinis y los gemelos se tenían que agarrar a sus asientos para no ser absorbidos por el tornado que se estaba formando. Giraban, gritaban les atraian.

- “Adonai, Elohim, Decress, yo te imploro”
- “Adonai, Elohim, Decress, yo te imploro”
- “Adonai, Elohim, Decress, yo te imploro”

Y con una luz cegadora se produjo la implosión. Un grito desgarrador, inhumano, que se les clavo en sus dañadas mentes y que iba más alla. Al interior de sus almas.

Después el silencio.

Ahí estaba. En el centro de la sala, brillando con una fuerza renovada, la Piedra Espiritual de Mefisto. Estaba completa, no sólo un insignificante fragmento sin valor materia. No. Era la piedra original, reconstruida con el poder de esos cinco hombres. Pero el precio fue demasiado caro.

- ¡Dios mío! Han desaparecido... se han esfumado... como es posible.

- Tranquilo Lucius, es algo que teníamos previsto que ocurriera. Para que la Piedra volviera a su forma original era necesaria la energía vital suficiente como para reconstruir su estructura. Pero la vida de nuestros compañeros no va a ser destruida en vano.

Las palabras de Tiverio sonaban serenas, pero en realidad estaba paralizado por el terror. Todos lo estaban. Una cosa era jugar a invocar a demonios y otra intentar resucitar al Señor de las Bestias.

- Si no queremos morir nosotros también debemos concentrarnos. Venga, vaciar vuestras mentes, mirar la Piedra, abrir vuestra mente y dejar que su poder fluya hacia nosotros.

Y lo que ocurrió entonces les helo la sangre. Mientras concentraban sus mentes en la Piedra, ésta se apoderó de ellos. Y en su mente vieron el INFIERNO.

Cuerpos retorciéndose en un sufrimiento infinito, destrozando sus cuerpos de mil formas inimaginables. Muriendo una y otra vez. Todas las formas posibles de dolor concentradas en unos segundos. Toda una eternidad para lamentarse de las equivocaciones y errores cometidos en vida.

Querían gritar pero no podían. La Piedra los tenia absorbidos por completo. Un grito ahogado emergía del fondo de sus gargantas, pero no llegaba a salir, se quedaba atrapado en un túnel sin aire, sin posible salvación.

-¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!!!

El grito sordo de Lucius rompió el estado catatónico en el que se encontraban. La expresión de terror de su rostro inerte manifestaba que Lucius no había sido lo suficientemente fuerte para soportar esa visión. Verse morir en mil muertes distintas había sido demasiado para su ya de por si delicado corazón.

- ¡Mierda! Necesitamos a Lucius para controlarlo. Que vamos a hacer ahora Tiverio. Los dos solo no podemos continuar. Nos envenenara y acabará con nosotros. No deberíamos haber empezado. Hemos jugado a ser dioses. ¡Vamos a morir! Vamos a acabar reducidos a un montón de huesos y pieles arrugadas, debemos abandonar ahora que podemos ¡Vamonos ya!

- NO. Esta es nuestra única oportunidad. Es 21 de marzo, y esta conjunción astronómica no se volverá a repetir en demasiados años. Además no podemos dejar la Piedra suelta por ahí. Sabes que nos destruiría poco a poco, consumiéndonos por dentro.

- Lo siento Tiverio. Me deje llevar por el pánico. Venga. Lleguemos al final. Invoquemos a Mefisto.

- Necesito que seas fuerte Ortseinis. O nos destruirá a los dos.

Ortseinis asintió, pero su corazón y su mente no estaban con él. La visión aterradora del Infierno también había sido demasiado para él. Empezaba a dudar del resultado de sus acciones. El juego se volvía peligroso. Habían perdido el control y todavía no habían contactado con Mefisto, ni si quiera estaba de vuelta a la vida terrenal.

El cónclave necesitaba a cinco miembros para que cerraran el circulo y poder así controlar al Demonio. Pero ahora estaban dos. Y Tiverio era una molestia. No veía el peligro aparente, ni le importaba nada su vida ni la del resto de inocente que iban a morir si Mefisto tomaba el control de la situación. Quizás la raza humana cayera destruida ante Él y su demonios.

- Luzbel, Belzebul, Astaroth y Baal. Engendros, vestigios o endriagos que reinan sobre la tierra, seres aborrecidos, aliados de la infamia, encargados de hacer el mundo y el corazón del hombre un sitio más siniestro y execrable que el mismísimo infierno. Acudir a mi. ¡Despertar a la Sombra! ¡Yo os invoco, usando todo mi poder!

Una nueva convulsión hizo estremecerse a la torre. Una vez más las fuerzas demoniacas se concentraron en el cristal que tenían ante si, la Piedra de Mefisto. Se escucharon gritos, de niños inocentes y de hombres perdidos. El crepitar del fuego eterno, el ruido ensordecedor de miles de almas atormentadas intentando escapar.

Fue demasiado para Ortseinis.

En un segundo su vida pareció desvanecerse. Tantos sacrificios, pruebas y mortificaciones no habían valido para nada. Pensaba que estaba preparado. Desde niño su educación estaba dedicada en exclusiva a reforzar su cabeza para este momento.

Pero todo se vino abajo y su mente dijo ¡NO!. Renuncio a sus convicciones, a su misión en esta vida. Renuncio a todo lo que creía, y se sintió libre. Por primera vez en su vida se sentía sin ataduras de ningún tipo. Esa cuerda invisible que le ahogaba continuamente se desvaneció. El nudo se desató y se sintió 20 años más joven. Su corazón latió más despacio, pausada y relajadamente. Parecía increíble pero no era consciente de lo que ocurría a su alrededor.

Tiverio se encontró solo ante el espíritu de Mefisto que luchaba por salir de los infiernos. Su mente era poderosa, pero no su cuerpo. Y este fue su perdición.

En cuestión de segundos pereció consumido por el fuego. Una llama azulada casi invisible que surge de su interior, derritiendo el cerebro, órganos, músculos. Incluso pulveriza hasta los huesos. Calcinado a temperaturas increíbles se va convirtiendo poco a poco en un horrible montículo de desechos humeantes.

Desde dentro hacia fuera, la vida de Tiverio se desvanece. Y al mismo tiempo la energía de Mefisto aumenta. Se va formando el ser corpóreo que fue en otro tiempo. Sus músculos comienzan a contraerse, una risa estridente atronó en la sala que comenzaba a derrumbarse.

- Todo esta perdido. No hay nada que hacer. Todo esta perdido. Es el fin de todo. Pero que...... una luz, crece en intensidad. Viene hacia mí, si, viene en mi ayuda.

- ¡DESTRÚYELA INSENSATO! ¡DESTRUYE LA PIEDRA!

No sabemos si la fuerza se la dio ese ser divino que su mente destruida y perturbada capta, o si por el contrario la luz del amanecer reflejada en el cristal de la ventana y la voz de su conciencia destrozada le obligan a hacer las acciones necesarias, pero con una voluntad inquebrantable agarra la silla metálica que se encuentra bajo su cuerpo y con una fuerza sobrehumana la estrella sobre la Piedra reluciente y llena de vida.

Una vez más, por segunda vez en nuestra era la Piedra Espiritual es destruida en mil fragmentos.

Una vez más el grito desgarrado del demonio se introduce punzante en nuestros cerebros y poco a poco se desvanece.

Ortseinis observa el escenario dantesco que hay delante suyo. La habitación destruida, las losas del suelo resquebrajadas y hundidas. La luz comienza a filtrarse por el dañado techo que amenaza con hundirse. El cuerpo calcinado de Tiverio, los restos de Lucius, todavía pálido, con una expresión de pánico en su rostro, las sillas vacías de los gemelos.

En estos momentos él es el único que conoce el secreto de la torre y de la Piedra. De todo lo que ha acontecido esta noche.

Se asoma a la ventana. Una vista preciosa. Se alegra de que todo haya acabado de esta manera. La humanidad no se merece terminar de esta forma.

- Debo dormir... me encuentro cansado.

Ortseinis desaparece por la puerta destrozada de la torre, y se dirige a sus habitaciones. Al día siguiente o quizás al otro se dará cuenta de sus acciones.

Algo reluce en una esquina, un reflejo del sol que poco a poco va remontando el horizonte. Un pequeño cristal. Esta vacío, limpio, sin vida. Algún día, alguien lo vera y guardará en un bolsillo de manera inconsciente.


“Y salió del altar otro ángel,
el que tiene poder sobre el fuego...”

Apocalipsis 14, 18.

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laiquendi
Asunto:   MensajePublicado: 21 Nov, 2004 - 10:40 PM

Asesina de Dioses
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Asesina de Dioses

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05 Jun 2003
Bueno señores, aqui va mi cuentos. no lo he repasado del todo todavía asi que puede que cambie algunas cosas antes del 27. espero que os guste aunq no este muy bien Razz

EL MISTERIO DE SANIM DORAN

Una noche estrellada se cernía sobre la abandonada ciudad de Sanim Doran. En aquella ciudad derruida, antaño signo de gran poder, nada se oía ni movía. Ni el mas leve zumbido de mosca, ni si quiera un gato caminando por las calles. De la antigua capital Dorannina, sólo quedaba en pie el antiguo y majestuoso palacio, situado en el centro de la enorme urbe. El resto eran escombros, atrapados de alguna manera por la Sombra.

Antes de que la ciudad sucumbiera ante las hordas de la Oscuridad, había sido la “Capital del Bien”, pero, aun así, poco pudo hacer contra las hordas demoníacas que se abalanzaron sobre ella. Ahora no era mas que un edificio rodeado de escombros. Nadie ya se atrevía a acercarse por allí. Nadie… excepto tres locos aventureros.

Tres figuras encapuchadas se aproximaban a las ruinas, tan raudas como el propio viento. Al llegar al pequeño valle en el que estaba situada la ciudad, buscaron refugio en una cercana cueva. Uno de ellos pareció crear el fuego de la nada. Al descubrir sus rostros se notaba claramente su procedencia.

Uno de ellos, el más corpulento, se veía que provenía de las heladas tierras de los bárbaros. Con hacha en mano, tenía un aspecto que a cualquiera amedrentaría. Su cabeza, rapada totalmente excepto por una cola de caballo en el extremo superior, estaba llena de cicatrices de diferentes batallas. Su pesada armadura relucía con la luz del débil fuego y se podían distinguir diferentes tipos de armas alrededor de su cinturón. Dejó el hacha en el suelo y se dirigió hacia su compañero:

- ¿Estás seguro de que es aquí?

- Tan seguro como que a todos nos llega nuestra hora, Ugbar. –le respondió el mago Vizjerei.

Las arrugas envejecían el rostro del mago procedente de Westmarch. Sus oscuros ojos rebosaban sabiduría y su mágica túnica le daba un aspecto especial. Su cara albergaba siempre un rictus de desprecio, el cual hacia que muchos hombres se encogieran de hombros. Su largo bastón estaba lleno de runas antiguas del que parecía sacar algo de su poder. Tras sentarse en el suelo (nunca se separaba de su bastón) se dirigió a la tercera aventurera.

- Alhundra, ¿sigues empeñada en lo mismo?

- Sí, -respondió la joven hechicera- y no pienso cambiar de parecer. Mañana con la primera luz del alba entraré en la ciudad. Si necesito ayuda, ya os lo comunicaré de una forma u otra. Ah, y Aghezu, no tienes porqué sujetar con tanto brío el bastón, no pienso quitártelo. Es demasiado débil para mis poderes. –añadió con una pequeña sonrisa. Antes de volverse, notó como el viejo hechicero rezongaba calladamente sobre lo que le había dicho.

“Debo hacerlo sola, es mi deber” pensó para sus adentros. La joven Zann Esu, al igual que sus hermanas, tenía aspecto frágil, pero para nada lo era. Su fuerte espíritu compensaba la debilidad del cuerpo físico. Su tez morena ligaba perfectamente con su largo y negro cabello y sus verdes ojos. Su cuerpo, oculto por una túnica verde esmeralda, abriría la boca del hombre más sereno. En sus manos reposaba su bastón mágico. Hecho de madera y con una esfera morada en la parte superior, ayudaba a la hechicera arcana en concentrarse al lanzar sus hechizos.

Después de una corta cena apagaron el fuego y tras lanzar hechizos de protección alrededor suya, se fueron a descansar. “Mañana… ¡No debo fallarle!” se dijo para sí misma Alhundra antes de caer tendida sobre la dura roca


Al día siguiente, con la primera luz del alba, Alhundra partió hacia la ciudad sin despertar a sus compañeros. Tardó media hora en llegar a lo que parecía ser la puerta principal de la destruida ciudad. Podría haber ido teletransportándose, cosa que hubiera hecho hasta hace poco, pero Tal Rasha le había enseñado a guardar la energía para cuando era realmente necesaria.

Vaciando su mente de todo pensamiento (también se lo había aconsejado el gran Horadrim) dio el primer paso dentro del recinto de la urbe. Sin previo aviso pensamientos oscuros atacaron su mente, pero consiguió desecharlos con duro esfuerzo. Fue caminando lentamente por la pequeña calzada, hacia el centro de la ciudad.

Le era imposible no mirar a los lados. Edificios derruidos, chamuscados… le pareció que todavía se podía oler el olor a quemado. “No seas estúpida, esto ocurrió hace siglos”. Junto con ese pensamiento se mezclaron otros, los que al principio parecía haber rechazado. Muerte, odio, fuego, maldad…

- ¡Basta! –gritó casi sin pensarlo.

Para cuando se dio cuenta, estaba otra vez fuera de la maldita ciudad. “Debo ser más fuerte, ¡Debo encontrarlo antes de que otros lo hagan!”. Asió el bastón con fuerza y entró con determinación en la ciudad. Esta vez fue a paso más ligero, aunque aquello no mejoraba mucho las cosas. Envuelta en un completo vacío, fue surcando las calles. Sabía a donde ir, pues había estudiado los mapas de la ciudad, aunque claramente muchos caminos estaban completamente cerrados y tuvo que dar unos cuantos rodeos.

Una vez dentro, la ciudad no parecía tan derruida como se veía desde fuera. Habría jurado que ese edificio estaba destruido, y el otro, y aquel… Antes de que se diera cuenta se encontraba refugiada en una casa, iluminada por unas pocas velas. “¿Velas? ¿A esta hora de la mañana?”. Salió un momento del edificio, y pasa su sorpresa se encontró con una noche nubosa.

Por el rabillo del ojo noto una figura moverse. Sin siquiera pensar qué hacía, lanzó una bola de fuego sobre la singular figura. Para su mayor asombro, el proyectil atravesó limpiamente al esqueleto, como si no existiera. Lo que más la impacto fue que el engendro hizo caso omiso de ella. Aquello era muy sospechoso… aun así antes de que tuviera tiempo de sacar ninguna conclusión, unos relámpagos azotaron la ciudad. Uno de ellos cayó justo en la casa donde se había refugiado.

La ciudad saltaba por los aires. Gente gritando, monstruos matando y escombros producidos por los rayos aplastando a ambos. No tuvo mas remedio que empezar a correr, como nunca lo había hecho. Más de una vez un pedrusco estuvo a punto de arrollarla, pero se teletransportó justo a tiempo.

Finalmente todo paró. Sin darse cuenta, había llegado al espléndido palacio. Miró alrededor y se encontró con que todo estaba como debía estar: destruido. No se oían gritos y era de día, mediodía exactamente. “¿Mediodía?” se preguntó a sí misma, pero se encontró con que estaba agarrada a la túnica de una oscura figura. La soltó y se apartó mientras miraba la cara del individuo. Unos oscuros ojos relucían bajo la capa pero no tuvo tiempo para fijarse en nada más, pues con una maligna sonrisa, desapareció como si nunca hubiera estado allí.

No entendía nada de lo que había pasado pero no tuvo más remedio que continuar. No podía perder más tiempo. Ahora se sentía mucho más segura que fuera del recinto del palacio, pero aun así, no bajó la guardia.

Mientras subía por las sinuosas escaleras que conducían al pórtico del edificio, miraba perpleja lo que sus ojos le mostraban. Aquello… parecía tan… tan… perfecto. Cuando finalmente llegó y se situó frente a la podrida puerta. Aquella madera llevaba siglos sin ser tratada, y aun así, seguía allí.

Previendo cualquier cosa tras la puerta, la abrió fácilmente con sus habilidades telequinéticas, sin hacer el menor esfuerzo. Tras ella se extendía una amplia sala, llena de columnas, algunas medio destruidas, y algún que otro viejo mueble. Antes de entrar, creo unas cuantas bolas de fuego dentro de la sala para iluminarla.

Una vez dentro, descubrió cuan grande era la estancia. “Hoy en día cualquier rey mataría por tener una sala así” se dijo a sí misma. Avanzó sigilosamente hacia el centro, desde donde avistó varias salidas. Eligió una situada en la pared que estaba a la derecha de la entrada. Se dirigió allí tan cautelosamente como pudo, pero alguien la llamó.

- ¡Alhundra! –gritó una voz de hombre, la cual le resultaba familiar –ven aquí, amor, tenemos unas cuantas cosas de las qué hablar.

Su mente se nubló por completo, y de repente sentía un deseo enorme de complacer al hombre. Lejanamente oía como unas voces la prevenían contra él, pero no pudo prestar atención a ellas, debía reunirse con su amado.

Lo siguió por los pasillos por los que la conducía hasta una sala bastante grande como para dar de comer a un ejercito entero. Grandes tapices y cuadros decoraban la estancia iluminada por la chimenea. “¿Tapices? ¿Cuadros? ¿No eran todo ruinas?” dijó una pequeña voz en su mente. “No seas estúpida, esto siempre ha sido así”respondió la otra.

Antes de que la primera voz tuviera tiempo de replicar, el joven hombre se dirigió hacia ella con una cariñosa sonrisa.

- Descansa amor mío, has hecho más de lo que podías soportar –“¿Más de lo que podía soportar? Éste se iba a enterar de cuánto podía soportar…”

- Como quieras mi amor –respondió ella. “¡¿Pero qué dices?! Muéstrale quién es aquí el que manda, mues…”

- A partir de ahora, no necesitarás más esos artilugios, es hora de que dediquemos la vida el uno al otro –dijo el mago mientras se sentaba en la cama donde ella estaba tumbada. “¡¿Tumbada?! ¿Desde cuando?”

Sin pensarlo siquiera, le entregó su bastón, pero justo cuando iba a soltarlo, lo miró a los ojos. Aquellos ojos… le resultaban familiares, sí, pero… no eran de él, si no de…

Soltó un chillido y comprendió qué había pasado. Aferró firmemente la vara y con su mente completamente repuesta, lanzó una descarga eléctrica sobre el supuesto mago. En unos segundos, todo se volvió viejo y raído, incluso a ella le parecía que había ganado unos cuantos años más de golpe.

Miró al cielo y vio como una persona (si lo era) se retorcía en el suelo. Ya no era su amado, si no aquella misteriosa figura negra que había encontrado en las escalinatas. La sala, antes casi vacía, ahora estaba llena, pero no de muebles, si no de monstruos. Con la ayuda de su bastón, lanzó uno de sus poderosos hechizos sobre el grupo de chamanes. Mientras se formaba una oscura nube encima de ellos, creo un poderoso muro de fuego entre ella y los enemigos. Si querían llegar hasta ella, tendrían que traspasar aquel muro. Mientras se ocupaba de que la ventisca y el muro de fuego que había lanzado se mantenían, lanzo un rayo sobre uno de los esqueletos que se abalanzaban sobre ella.

Se agachó justo a tiempo de esquivar el espadazo de otro muerto viviente. Antes de que éste tuviera tiempo de lanzar otro ataque, le rebanó la cabeza de un golpe con su bastón largo. La habían cogido desprevenida (cosa que no debería haber pasado), pero pagarían caro no haberla matado cuando pudieron. Mientras la oscura figura seguía retorciéndose (¿Cómo no podía haber muerto ya?), se abalanzó sobre los pocos monstruos restantes. Rematándolos con un único golpe de bastón. “¿Quién decía que las hechiceras no combatían mano a mano?” pensó.

Ya no quedaba nadie con vida. Se miró a sí misma para ver si tenía alguna herida grave, pero gracias a la Luz, solo tenía unos pequeños cortes. “Casi nadie puede parar a una hechicera furiosa”. Examinando los cadáveres de caídos y esqueletos, no encontró nada útil, excepto un amuleto de oro que se cotizaría bien en una gran urbe.

Intentaba no preocuparse por lo ocurrido, pero no podía eludirlo. ¿Cómo había podido manejarla cual muñeca aquel ser? La única explicación que le vio fue que la Sombra tenía muchas maneras de torcer la voluntad de sus enemigos, y ésa parecía ser una muy efectiva, aunque no tanto contra mentes fuertes como la suya. Al principio había notado como si todo pensamiento hubiese desaparecido pero con el paso del tiempo había ido cogiendo terreno, hasta que pudo desprenderse del vínculo completamente. Tenía mucho que pensar pero, no tenía tiempo. Ya pensaría en eso más adelante.

Salió teletransportándose de la estancia (el hombre seguía retorciéndose) y se dirigió enseguida hacia la sala principal. No podía perder más tiempo, así que se fue teletranportándose hasta que encontró lo que quería. La bajada a las catacumbas.

Según Tal Rasha, era allí donde encontraría algo de suma importancia para forjar las Piedras del Alma, que posteriormente encerrarían a los Tres Males Fundamentales. Solo de pensar en ello, un escalofrío recorrió su cuerpo, pero sin más pesar descendió por el oscuro pasadizo.
Tras bajar e iluminar todo, se encontró ante una única estancia sin salidas. Toda ella estaba llena de sarcófagos, abiertos o no. Antes de dar un solo paso en ella, cerró los ojos e intento detectar cualquier flujo mágico que provocara una trampa (los reyes tenían la fea costumbre de proteger mágicamente sus tumbas). Según avanzaba e iba iluminando más la sala avistó algo al final de ella.

Salió corriendo hacia ella y se paró justo delante de lo que la había atraído, un misterioso espejo que en vez de reflejarla a ella, se veía la imagen de una selva. Lo tocó y descubrió que estaba hecho de algún material líquido y esponjoso. No sólido. Tras añadir aquél objeto a la lista de cosas que no conocía (ya iban siendo muchas, desgraciadamente) empezó a investigarlo.

Había runas inscritas en el marco de oro. Se preguntó si el Vizjerei podría descifrarlas, pues parecían muy similares a las que había en su bastón. Una vez metió la mano dentro del espejo, pero en cuanto sintió el tacto de algo peludo (que no estaba reflejada), la retiró rápidamente.

Aquello parecía ser un antiguo portal hacia otro sitio. No como los había ahora, claramente, sino algo más antiguo y tal vez con más de una función. Poco se sabía de edades anteriores, y menos aún de la magia usada. “Si hubiese habido Zann esu en aquella época, seguro que habrían archivado todo cuanto pudieran”.

Cuando ya parecía que tendría que esperar a sus compañeros para atravesar el espejo (estaba segura de que estaban ya en camino, si no estaban ya en el palacio), oyó un leve gruñido justo detrás de ella. Instintivamente, se dio la vuelta mientras golpeaba a alguien con su bastón (parecía mentira lo que un “simple” bastón podía aguantar). Enseguida se dio cuenta que había golpeado a Ugbar y que el gruñido que la había alertado, procedía del cuerpo inerte que ahora estaba bajo sus pies.

- Hemos tardado, pero al final te hemos encontrado. Y justo a tiempo –añadió el bárbaro con una pequeña sonrisa.

- Me alegro que hayáis venido –le respondió Alhundra –Aghezu… -dijo dirigiéndose al mago que había aparecido entre las sombras. Éste lo saludó con un leve cabeceo -¿No habéis tenido ningún problema?

- No –respondió el bárbaro -¿Pues?

- No, nada nada… - ¿Habían sido imaginaciones suyas?

- ¿Y bien? –preguntó el bárbaro con un tono jovial -¿Algo interesante?

- Eh… Sí, este aparato me ha dejado fascinada –no estaba dispuesta a contarles lo que había ocurrido –Aghezu, ¿sabrías descifrar estas runas? –dijo mientras sostenía la fría mirada del mago.

- Veamos que puedo hacer.

Se acercó a donde estaba Alhundra y estudió minuciosamente las inscripciones.

- Si no me equivoco, las runas dicen esto: “La esperanza de la Luz reside en la Sombra” –calló durante unos segundos, antes de seguir –No tiene sentido… debo haber malinterpretado las runas.

- Aún así estamos de acuerdo en que esto nos llevará a alguna otra parte, así que creo que podríamos atravesarlo. No quiero pasar más tiempo del necesario en esta ciudad.

El viejo mago la miró fijamente, como queriendo penetrar en sus pensamientos, pero ella le sostuvo la mirada hasta que respondió.

- Sí –respondió escuetamente –Pero no deberíamos fiarnos mucho.

De súbito, una momia salió de entre las sombras y atrapó al mago. Éste, completamente inmovilizado, no pudo hacer nada hasta que el bárbaro rebanó la cabeza del muerto viviente.

Alhundra, que avistó otra momia lanzó un rayo, pero justo al lanzarlo otra momia la atacó y la empujó, dirigiendo el rayo hacia las columnas. En pocos segundos, las columnas se derrumbaron dando paso al derrumbe del techo. Sin tiempo para pensar, los tres aventureros saltaron hacia el misterioso artefacto.


Alhundra se despertó con un fuerte dolor de cabeza. No recordaba cómo había llegado allí, pero sí recordaba haberse dado un buen golpe en la cabeza. Miró alrededor suya y se encontró con que estaba en la selva que se proyectaba en aquel espejo.

Todo allí era igual, excepto… excepto aquel edificio que parecía estar “comido” por las plantas. Miró en derredor y vio que se encontraba sola. ¿Dónde estaban Aghezu y Ugbar?

Se dio cuenta de que estaba agarrando firmemente el bastón, casi haciéndose daño en la mano. Cuando se dispuso a levantarse, un dolor punzante azotó su tobillo y calló cual trapo muerto. Rápidamente se examinó el tobillo y vio que estaba roto. “¿Dónde están los clérigos cuando se los necesita?”

Con sumo esfuerzo se fue arrastrando hasta el borde del claro donde se encontraba. Tras unos breves minutos, el bárbaro salió corriendo de entre los árboles. Parecía desconcertado, y como huyendo de alguien, pero en cuanto vio a la herida hechicera, esbozo una sonrisa.

- ¡Al fin! No se donde se encuentra Aghezu, pero no debe estar muy lejos –de repente se fijó en la pierna de la joven -¿Qué te ha pasado?

Se acercó rápidamente y examinó el tobillo de la hechicera. Sin decir ni una sola palabra, se subió a un árbol y cogió una rama dura y recta. Sacando de su cinturón un rollo de tela, cogió sin cuidado el tobillo de Alhundra y empezó a vendarlo con el palo para que la pierna no torciera.

- Esto te ayudará hasta que encontremos un curandero –dijo cuando terminó –Quédate aquí, iré en busca de Aghezu. Si viene él antes de que lo haga yo, lanza una bola de fuego al cielo.

Sin siquiera despedirse, el guerrero salió a trote por el lado contrario del que había venido. Se preguntó como un bárbaro podría tener conocimientos de curación (ella no tenía absolutamente ninguno) pero enseguida llegó a la conclusión que al estar guerreando toda su vida, debería haber aprendido algo necesario.

Mientras pensaba en cosas mundanas (como dirían los dichosos clérigos) esperaba a que cualquiera de sus compañeros regresara. Más de una vez estuvo a punto de dar un puñetazo al tobillo al pensar en clérigos y paladines.

Finalmente, a la media hora, aparecieron los dos, sin aparente magulladura. Se dirigieron a ella tan raudos como el viento. El mago, que no hizo ni saludarla, ordenó con señas al bárbaro que la cogiera.

- Pero… ¿Qué os proponéis? –en cuanto vio las intenciones de Ugbar, saltó en chillidos -¡Ah, no! ¡Eso no! ¡Jamás! Puedo sostenerme sola, sin la ayuda de nadie.

El bárbaro miro desconcertado al mago, pero éste dejó que Alhundra se levantara. Se apoyó contra el árbol y empezó a levantarse. Apoyo el pie derecho firmemente y al apoyar el izquierdo su dolor se multiplicó por mil. Aún así, mantuvo la expresión fría e inexpresiva. Pero solo pudo aguantar uno pocos segundos antes de caer de nuevo al mullido suelo.

- Así que puedes sostenerte ¿Eh? –dijo el Vizjerei con su habitual tono despectivo –Ugbar, no podemos perder más tiempo. Cógela y llévala al hombro.

Esta vez no se resistió y dejo que la llevaran. Parecía que se dirigían a aquel misterioso edificio. Ahora que lo analizaba se dio cuenta de que era un templo del Mal. Estatuas de demonios, runas de la Lengua Negra… en el último momento, giraron a la derecha y se dirigieron por donde el bárbaro había llegado.

-¡Parad! –gritó Alhundra -¿No lo entendéis? –los dos hombres se pararon y miraron a la hechicera. Aghezu levantó levemente una ceja, como muestra de desafío –¡Es lo que decían las runas! Lo que buscamos se encuentra en este templo maligrno.

El Vizjerei se volvió hacia el templo y lo miró detalladamente. Miró un par de veces a la joven maga y finalmente dijo:

- Puede ser, pero, ¿Sabes qué significa entrar ahí?

- Lo sé –en realidad no lo sabía, pero no creía que fuera peor de lo que pasó en la ciudad –y también sé que es ahí donde debemos ir. Ahora, SÍ tiene sentido.

El bárbaro parecía no querer decir nada. Notaba claramente la tensión que había entre los dos magos así que se hacía el aludido. Él haría lo que le ordenaran. Antes de que se dieran cuenta, los tres se encontraban bajando las escaleras hacia el templo que ahora resultaba ser subterráneo.

El hedor a maldad se iba extendiendo y entrando en sus pulmones. En un principio le parecía que se mareaba pero finalmente consiguió sostener la conciencia. Según avanzaban por el largo y lúgubre pasillo, la presencia de la Sombra iba aumentando. Las bolas de fuego que el hechicero había creado para iluminar parecían hacer poco efecto, pues la oscuridad lo abarcaba todo.

Sin previo aviso, se encontraron ante una sala iluminada. Cada recodo estaba iluminado, sin ninguna sombra. Se fijó que ni siquiera ellos mismos proyectaban una. Al fondo de la sala se encontraba un gran pedrusco, cristalino pero con apariencia fuerte. No se rompería con facilidad.

Aun así, no podía ser tan fácil. Entrar en un templo del Mal, saquearlo y, ¿Salir impune? Aquello no tenía ningún sentido. Pero el hechicero se dirigió sin vacilación hacia donde se encontraba la piedra. Temiendo cualquier cosa temeraria por parte de Aghezu, Alhundra usando sus poderes telequinéticos, cogió el objeto y lo llevo flotando hasta justo enfrente de ella.

Mientras el mago volvía oía como mascullaba entre dientes la rabia contenida. Se tragó todas las palabras que quisiese decir y hasta la salida del templo, ninguno de ellos habló. Afortunadamente tampoco hubo ningún incidente en la vuelta, pero la tensión que se respiraba entre los viajeros anunciaba que algo iba a ocurrir.

A los pocos minutos de salir, todos advirtieron como si los estuvieran acechando.

- Fetiches… -susurró Alhundra que conocía bastante bien las selvas.

Sin mucho esfuerzo creó una ventisca encima de ellos para entretener a los fetiches.

- ¡Corred! ¡Corred antes de que empiece la ventisca o nos congelaremos como cubitos de hielo!

Sin que tuviera que repetirlo dos veces, los dos hombres aceleraron el paso y se situaron fuera del alcance de la ventisca y de las cerbatanas de los demonios. Aún así muchos consiguieron escapar del hechizo y los persiguieron. Un bárbaro poco podría hacer contra ellos así que con una mirada a Aghezu, acordaron en usar la magia.

Para ella le resultaba más difícil practicarla mientras estaba subida en el hombro de Ugbar, pero no tuvo mas remedio. Mientras ella lanzaba rayos que pasaban de un enemigo a otro, el Vizjerei los abrasaba desde la distancia. Finalmente huyeron y los aventureros fueron avanzando al oeste, pues según el Vizjerei se encontraban en la selva de Kurast.
Pararon unas cuantas veces para que Ugbar descansara su hombro.

Cuando llegó la noche Alhundra fue la primera en dormirse con la cristalina piedra entre sus brazos, pero los dos hombres se quedaron charlando.

- Mañana es el día clave –dijo Aghezu –ya no hay vuelta atrás, y lo sabes.

- Lo sé… pero… ¡No es justo!

- Nadie te dijo que esta misión fuera justa. Se que te has dejado llevar por los sentimientos y te has hecho muy amiga de ella, cosa que no deberías haber hecho, pero aún así, hay juramentos que sobrepasan la amistad –respondió el mago, casi escupiendo esa última palabra.

- Aghezu… no se si mañana podré hacerlo… ¡No debí hacer ese juramento! ¡Jamás!

- No es tiempo de lamentaciones –la voz del mago cada vez sonaba más fría –Haberlo pensado antes de pronunciar las palabras
Ugbar no sabía qué hacer, pero finalmente se decidió.

- No lo haré –soltó con tono seguro.

- ¿Ah no? –su voz adoptó un tono sombrío –Como quieras…


La mañana siguiente amaneció nublada. Ya no notaba dolor alguno en el tobillo. ¿Cómo se podía haber curado tan rapido? Se volvió para despertar al bárbaro y… algo húmedo tocó sus dedos. Lo miró y vio que era sangre. Rápidamente retiró la manta y vio como ya no había vuelta atrás.

Se pudo fijar que aquello no eran marcas de espadas ni arcos si no de… magia. Buscó desesperadamente a Aghezu pero no se encontraba por la zona. “¡Rayos, truenos y centellas! La habían engañado como a una niña”. La ira recorría a raudales por sus venas. Presta para lanzar un hechizo a cualquier signo de movimiento.

-¡AGHEZUUUUUUUUUUUUUUU! -gritó expulsando toda su rabia. No lo perdonaría.

Largo rato estuvo caminando entre árboles hasta que llegó a un claro donde se encontraba el Vizjerei, con la piedra.

- Te estaba esperando –sus tono y rostro eran más sombríos que nunca.

- ¡Mataste a Ugbar y pagarás por ello! –fue lo único que pudo decir la arcana.

- Ugbar tiene tanta culpa como yo. Pero él… se resistió a cumplir las órdenes.

- ¿Ordenes? ¿Qué ordenes?

- No te has dado cuenta, ¿Eh? Pensé que las Zann Esu erais más avispadas. Supongo que no pasará nada si te cuento esto. Ambos, Ugbar y yo hicimos el juramento de seguir la senda de la Sombra. Teníamos la misión de encontrar éste artefacto y destruirlo.

- Y, ¿para qué os “unisteis” a mí?

- Muy simple, tu tenías más conocimientos sobre ello que nosotros, así decidimos seguirte hasta que encontraras el objeto, para matarte posteriormente. Ugbar no fue capaz de hacerlo, pero sabes que yo sí lo soy.

- Vil mago, ¡Así te abrase la Luz y te aniquile la Sombra! ¡Morirás!

Todo lo rápido que pudo, Alhundra lanzó uno de sus mejores ataques, la orbe helada, pero reboto en algún escudo que había entre ellos y desapareció sin dejar rastro.

- ¿Crees que soy tan tonto como para no protegerme? JAJAJAJAJA… pagarás por tu fallo… -soltó con un tono alocado.

El mago se concentró, a medida que las runas de su bastón se iban iluminando con una luz grisácea. Mientras recitaba unas palabras en un idioma desconocido, se iba formando con fuego un círculo y dentro de el una estrella de seis puntas. La hechicera, aterrorizada al ver qué estaba haciendo, intento por todos sus medios detener al mago, pero el escudo era demasiado fuerte. Ninguno de sus hechizos hizo mella en él.

Cuando el mago termino de pronunciar el conjuro de invocación, la miró con una mirada fría y llena de odio. Acto seguido, la tierra empezó a temblar, unas oscuras nubes ocultaron el sol, y las llamas que formaban aquella forma geométrica fueron aumentando.

El humo de las llamas se fue condensando, formando lentamente una silueta, que finalmente tomó la forma de una criatura. La criatura humanoide, de momento incorpórea, estaba completamente inmóvil, a la espera de una orden. Su armadura parecía ser su propia piel, y tras su yelmo de largos cuernos se asomaban unos ojos refulgentes.

Con el tiempo se convirtió más corpóreo, pero aun así, seguía inmóvil. Su capa, raída por el tiempo, Alhundra se dio cuenta de que el demonio estaba dentro del escudo, por lo que si la quería atacar, tendría que quitarlo y entonces ella aprovecharía para contraatacar.

- Quiero que muera lentamente –le dijo Aghezu al demonio, mientras miraba a Alhundra –sufriendo hasta la muerte.

- Sí, mi señor –dijo el demonio, esbozando una diabólica sonrisa.

Alhundra, aterrorizada y temiéndose lo peor, se tapó los ojos, y espero… pero no le pasó nada. Retiró el brazo de sus ojos, y vio aterrorizada que no había sido ella a la que habían torturado, si no a… la selva. Los árboles caían marchitos a su alrededor. En el radio de un kilómetro no había ningún árbol en pie. Y todo por su culpa.

El mago Vizjerei tenía una cara de estupefacción (mezclada extrañamente con su habitual rictus de desprecio). El demonio seguía inmóvil, pero su rostro denotaba algo divertido. Aghezu tragó saliva e intento hablar lo más claramente posible y sin altibajos.

- ¿Acaso… acaso te he dicho que marchites el bosque?

- Señor, yo os sirvo tal y como deseéis.

- ¡Mata a ella! Mata después a quien quieras, pero ahora, ¡Ve a por ella!

El demonio salió corriendo hacia la hechicera, mientras entre las manos le aparecía una enorme espada. Ésta, desesperada, lanzaba cualquier hechizo que pudiera retenerlo, pero ningún hechizo hacía mella en el diabólico ser.

Antes de lo previsto, llegó y le dio un buen golpe en la cabeza que la dejo inconsciente.

- Y ahora –dijo el demonio con un tono sombrío –a matar…

Lanzó una rápida y fría mirada al mago. Éste se dio cuenta de qué iba a hacer pero no pudo articular ninguna mientras la demoníaca figura se iba acercando lentamente hacia él. Se podía percibir claramente el miedo y terror en los ojos del mago.

- Así se hará, mi señor. Matare a quien quiera. –con un único golpe rebanó la cabeza del mago sin apenas esfuerzo. Limpió la sangre en las ropas del cadáver y fue a coger aquella extraña piedra.

No obstante, justo cuando iba a cogerla salió disparada hacia donde se encontraba la hechicera.

- ¡No conseguirás la piedra Engendro de la Sombra! –gritó Alhundra. Mientras la piedra se sostenía en el aire, se levantó con suma dificultad y encaró al demonio.

- Si me das ahora esa piedra, haré que mueras sin ningún dolor –contestó el demonio.

- ¿Quién te crees que eres maldito gusano? –enseguida se arrepintió de lo que dijo.

- No eres muy lista para ser una hechicera. Si lo fueras, mantendrías la boca cerrada, aunque no te va a servir de mucho. No quiero malgastar el tiempo con mortales.

Se dirigió corriendo hacia ella, pero esta vez estaba preparada. Creó un escudo que ni el mismísimo Diablo podría traspasar y empezó a correr. Conocía aquella selva y sabía un lugar donde podría al menos, enviar al demonio de nuevo al infierno.

No se preocupo que la siguiera, pues sabía que podría encontrarla rápidamente. Todo lo que no le era indispensable lo tiraba o lo levitaba, para correr más rápido. Aquel escudo aun siendo fuerte, no aguantaría mucho tiempo. Sólo un poco más. Cuando avistó el lugar entre los ramajes oyó un estruendo. “Ya debe de estar en camino. Ahora, ¡Corre!”.
Acelero todavía más el paso, pero justo antes de llegar al claro, el demonio se le planto justo en la cara.

- Nadie reta a Tol’Shoggath y sale indemne. ¡Pagarás por tu osadía mortal!
El demonio arremetió contra ella con su espadón, pero justo a tiempo la hechicera interpuso uno de los objetos levitados entre ella y Shoggath. Solo pasados unos segundos, ya le sudaba la frente del esfuerzo que hacía.

En otra ocasión lo habría entretenido con los objetos y habría saltado por encima de él, pero el demonio era demasiado algo como para saltarlo por encima. Mientras hacía un gran esfuerzo para que la espada no avanzara ni retrocediera, pues intentaba mantener al demonio inmóvil, miró arriba y se percató de los árboles. Antes de que las Zann Esu la cogieran como novicia, había vivido en un espectáculo ambulante, pues sus padres eran malabaristas. Allí aprendió a moverse como un lince y a la vez, a saltar como un leopardo.

Valiéndose de ello, lanzó todos los objetos (excepto la piedra) contra el demonio, mientras a este lo liberaba (pues ya no podía aguantar más), y saltó hacia la rama más baja. Con el mayor equilibrio y rapidez posible, fue avanzando por las ramas hasta llegar al claro.

Aterrizó en el suelo firmemente y miró al demonio rebosante de energía. Lo había conseguido, y ahora podría librarse de él. Shoggath apareció ante ella en pocos segundos, pero ya había pronunciado las sagradas palabras. Ahora tendría que resistir el tiempo suficiente.

Se teletransportó al otro lado del claro “¿Porqué rayos no había usado eso antes?”. Todavía tenía mucho que aprender. Supuso que de nada serviría poner otro escudo, pues el demonio ya sabría como atravesarlo. Lo que si hizo fue crear charcos de hielo por los que se pudiese resbalar. Invocó un par de hidras y les mandó que atacaran.

El demonio la miraba fríamente con sus ojos rojos. Alhundra se preguntó a ver por qué Shoggath no utilizaba sus grandes poderes pues por lo que había visto, era bastante poderoso. Ya empezaba a impacientarse, pues no había señal de que fuera a ocurrir algo. Estaba segura de que era aquel claro el lugar que ella pensaba. No había nada que lo diferenciara de los demás, pero sí había algo mágico allí.

- Mereces sufrir por esto –gritó el demonio. Después, desapareció la espada que antes había estado en su mano.

En un visto y no visto, Shoggath se colocó delante de ella y le arremetió con un fuerte puñetazo en el pecho. Alhundra cayó al suelo mientras gemía de dolor. ¡No podía respirar! Necesitaba agua ya, pero le era imposible.

- Tranquila, no dejare que mueras por asfixia. Te mereces una muerte más… divertida –añadió con un tono macabro.

No supo como, pero de repente todo el aire que hasta entonces no había respirado entro por sus pulmones, pero no tuvo mucho tiempo de disfrutarlo pues el demonio la alzó y la lanzó contra el suelo.
No podría aguantar mucho más, debía ocurrir ya. Como si por sus pensamientos se hubiese guiado, la tierra empezó a resquebrajarse bajo los pies del enfurecido demonio.

- Esto no bastará, ¡sabemos que lo tienes e iremos a por ti!

La tierra se tragó al demonio, dejando un silencio sepulcral en la zona. Con un último esfuerzo, levitó la piedra y la puso junto a ella. Debía llevársela a su amado, a Tal Rasha, pero ahora debía descansar. Sin siquiera acomodarse, se sumió en un profundo sueño. Ya habría de qué preocuparse más tarde.



FIN


Gracias al que se lo haya leido enterito Razz

Saludos de los elfos verdes!!

Namárië!

PD: de momento ya he separado los parrafos. mañana corregire todo Razz


Ultima edición por laiquendi el 24 Nov, 2004 - 07:53 PM, editado 1 vez
 
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Asunto:   MensajePublicado: 22 Nov, 2004 - 11:46 PM

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Aquí va el mio. Al final se a alargado mas de lo que había pensado Rolling Eyes , pero espero que el resultado merezca la pena Wink
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Arrow LA REDENCIÓN DEL PALADÍN


<<< “”Llovía a cántaros y la espesa niebla apenas nos dejaba campo de visión más allá de tres metros. Después de horas corriendo casi no podía ni andar. El bueno de Ragnar me ayudaba a continuar, pero las heridas recibidas la tarde anterior se sumaban al cansancio y pronto tendría que parar. En condiciones normales me habría bastado una Plegaria para recuperar mi vitalidad y curar mis heridas; pero ya había perdido mucha sangre y mi energía estaba mermada.

Le dije a Ragnar que había que parar. En pocos minutos el enorme hombretón construyó una especie de cabañita con los árboles que flanqueaban el camino en aquella interminable jungla. A pesar de que el mismo se decía “bárbaro” , yo no dejaba de asombrarme de su templanza e inteligencia; solo en el fragor de la batalla, cuando le veía con la cara pintada y gritando como un autentico poseso mientras se abalanzaba el solo contra diez enemigos, se podría decir que era un bárbaro.

Yo me tendí para recuperarme mientras el se quedaba de guardia; además, alguien tendría que avisar a SorMha cuando pasara por allí buscándonos. La hechicera no repararía en aquella cabaña improvisada cuando pasara teletransportándose para reunirse con nosotros. Como de costumbre ella se había adelantado para reconocer el terreno, todos estábamos ansiosos de llegar por fin a la ciudad abandonada de Kurast, y desde luego de abandonar de una vez aquella selva plagada de diminutos demonios. Esperábamos que SorMha consiguiera descubrir el camino correcto y así acelerar el paso, pero desde la mañana anterior no habíamos sabido nada de ella.... posiblemente habrá tenido problemas, aunque no es la única, pensé.


En nuestro deambular por la selva, descubrimos un campamento de aquellos pequeños demonios (Ragnar los llama “desolladores” por como dejan los cadáveres una vez acaban con ellos). No pudimos hacer otra cosa que pelear... Me concentré para convertir mi voluntad en una aureola de ferviente fanatismo, mientras Ragnar soltaba sus característicos gritos de guerra. Es algo curioso, pero al igual que mi aura le contagia mi furia, también sus gritos repercuten en mí. Me siento lleno de vida... es una sensación maravillosa... Así, tras media hora de duro combate conseguimos destruir a la mayoría de los demonios, incluido su jefe. Los supervivientes huyeron en todas direcciones, pero uno de ellos me cogió desprevenido en su huida y consiguió abrirme un gran tajo en el abdomen. En aquel momento, aún sumido en mi fanatismo no percibí la herida, así que espere pacientemente a que mi amigo registrara los cadáveres de nuestros enemigos; era una costumbre fea para mi gusto, pero muy útil. Ragnar me miro con la cara sonriente de un niño y me enseño una daga que brillaba con aura propia. La reconocí al instante, pues desde nuestra llegada al muelle de Kurast hacía ya 1 mes, no había pasado un día sin que Ormus, sacerdote guerrero, nos pidiera que encontráramos su preciado Gidbinn.


Cuando desperté, Ragnar y SorMha estaban estudiando el Gidbinn y también unos añejos pergaminos. Al parecer la hechicera también había tenido suerte y al esconderse en un templo del Bazar de la ciudad de Kurast, había encontrado todo un libro repleto de pergaminos arcanos. Debía ser el tomo que buscaba Alkor .

-Bien SorMha, que hay del camino, lo has encontrado?-Pregunte.

-Por supuesto Dhunkan, soy una superior de la orden del Águila Helada, no una simple aprendiz.-La hechicera se mostraba ofendida, pero yo sabia que solo interpretaba su papel. Nos conocíamos lo suficiente como para respetarnos y no subestimar nuestras capacidades. -Además he conseguido el tomo de Lam Esen, -añadió sonriendo- Alkor pagará bien por el.

-No vayas tan rápido amiga, tenemos una misión que terminar antes de regresar al muelle.-Todos lo sabíamos, pero era mejor dejarlo claro- En fin, ya me siento mucho mejor, así que ya que conoces el camino guíanos por favor.

Una vez recogido el pequeño campamento, comenzamos de nuevo la marcha, aunque esta vez los tres juntos. Ragnar iba en cabeza atento a las indicaciones de la hechicera para seguir el camino correcto. SorMha caminaba detrás del guerrero sin aparente preocupación, no se mostraba en guardia y parecía absorta en sus propios pensamientos. Estará memorizando nuevos conjuros aprendidos del tomo, me dije. Seguro que no se lo cedería tan fácilmente a Alkor si no lo hubiera ya estudiado. Por suerte para todos, el camino estaba despejado y poco a poco nos relajamos. Ragnar comenzó a cantar con su poderosa voz una alegre cancioneta de viaje, y pronto me animé a acompañarlo. Incluso pude oír alguna estrofa tarareada por la aguda voz de la hechicera.


Por fin llegamos a la ciudad de Kurast. Según nos informo SorMha la ciudad estaba formado por tres niveles: un primer nivel formado por casas de paja para los habitantes de poco dinero, un nivel central en el que se concentraban las actividades comerciales y en el que empezaban a aparecer enormes templos de piedra; y un tercer nivel con numerosos templos y diversas edificaciones de piedra. Un completo sistema de alcantarillado comunicaba los tres niveles, y ese era el camino que habíamos decidido utilizar para llegar hasta la antigua calzada que unía Kurast con el recinto religioso de Travincal.

Ragnar empujo la gruesa tapa de dura piedra con todas sus fuerzas, pero no pudo ni mover un milímetro la entrada a las alcantarillas.

-Esto es absurdo! –gruño. –La tapa no se mueve, y además sigo pensando que es mas seguro cruzar la cuidad por la superficie!!.

-Escucha amigo, esta decisión ya esta tomada desde hace tiempo. No quiero volver a discutir lo mismo una vez más. –El bárbaro no soportaba los lugares cerrados y cada vez que teníamos que entrar en alguno comenzaba la misma discusión.

-Este es el mejor camino, créeme. –SorMha se acerco al bárbaro para tranquilizarlo. –Cuando inspeccioné la ciudad no pude llegar a la parte alta. Aquí apenas hay enemigos de los que preocuparse, pero en la parte del bazar ya son numerosos. Imagina ahora la cantidad de demonios que deambularán por la parte alta y sus templos. No podemos arriesgarnos a ser descubiertos antes de llegar a la calzada.

Las palabras de la superior de la orden del Águila Helada calmaron al bárbaro. Volvió a intentar mover la pesada piedra de la entrada, y esta vez con la moral bien alta, consiguió desplazarla sin problemas. Nos precipitamos hacia la oscuridad. Ragnar encendió una antorcha que guardaba en su macuto y tras unas palabras de la hechicera, su cetro mágico se iluminó. El camino no era un compendio de limpieza y salud, pero una vez iluminado, tampoco estaba mal. Saqué un pequeño mapa que había comprado en el muelle en el que aparecía todo el sistema de alcantarillado de la ciudad. Aunque era muy antiguo y no estaba trazado por un virtuoso de la pluma, el mapa cumplía su función y pudimos recorrer las cloacas sin perdernos ni retrasar la marcha.


A última hora de aquel día, llegamos a la salida mas próxima a la calzada que pudimos encontrar. Ya estaba oscureciendo, y decidimos acampar allí mismo para pasar la noche. Yo me encargué del primer turno de guardia. La noche estaba tranquila, casi demasiado; pero sin otra cosa que hacer me puse a mirar a mis compañeros. Dormían placidamente, seguramente por tener la conciencia tranquila. Pensé que si así era, seguramente la razón sería que ellos tenían un objetivo claro, un motivo para sus actos. No como yo.

Para Ragnar todo era una enorme aventura. Desde que había podido sujetar una espada se había lanzado al camino, había abandonado su poblado en las estepas del norte para recorrer las tierras del sur y del éste. Su misión era la aventura en si, aunque ésta no le llevara a ningún lugar en particular. Disfrutaba de cada pelea, cada nuevo lugar visitado, cada aliado encontrado y enemigo destruido. Por supuesto nunca decía que no a un posible tesoro, ya fuera oro o arcanas reliquias; tampoco le negaba su ayuda a quien la necesitara, hubiera recompensa o no.

Mientras le miraba recordé nuestro primer encuentro en el bar de Atma en la ciudad del desierto: Luth Golhein. Entre un trago y el siguiente, me comento que iba a entrar en una antigua tumba del desierto que rodeaba la ciudad, en busca de un legendario tesoro. Me acabó convenciendo para acompañarle y después de aquella ocasión fueron surgiendo otras... hasta el día de hoy.

La misión de SorMha estaba claramente definida en cada uno de sus actos. Pertenecía a uno de los 14 clanes de hechiceras ó Zann Esu; en concreto pertenecía a la Orden del Águila Helada. Esta orden estaba dedicada por completo al control y estudio de la energía elemental del frío. Llevaban siglos aisladas del mundo en sus aldeas escondidas en lo más profundo de las selvas, hasta que reaparecieron los Tres Males. La aldea de SorMha estaba a su cuidado como superior de la orden, cuando fue brutalmente atacada por servidores infernales. Pese a todas sus técnicas mágicas, las poderosas hechiceras apenas pudieron huir de la horda de demonios, ya que estos parecían haber desarrollado una especial inmunidad contra el elemento del que se nutrían sus hechizos. Muchas jóvenes novicias murieron en la apresurada huida. La Matriarca de la Orden se reunió con las Superioras en concilio; y se llegó a la conclusión de que no podían seguir indefensas. Las mejores estudiosas y guerreras saldrían al mundo y aprenderían nuevas técnicas para poder defenderse de futuros ataques, aunque esto supusiera contraer una deuda con los demás poderes elementales. SorMha se presentó voluntaria y desde entonces ha recorrido estepas, desiertos, bosques y selvas aprendiendo cualquier hechizo y acumulando gran cantidad de conocimiento útil. Por lo que yo sabía, ya era capaz de lanzar llamaradas de fuego e incluso convocar pequeños rayos en la tormenta.


Les miraba y les envidiaba, pues yo carecía de objetivo o misión. Aparté la mirada para escapar de mis pensamientos, pero lo que vi entonces me perturbó todavía mas. Allí estaba, al alcance de mi mano, mi antiguo escudo; y en su mismo centro el símbolo de la Inquisición: la Mano de Zakarum. Hacía ya mas de veinte años que había abandonado a los Zakarum y a su maldita inquisición. Junto con otros mucho paladines había cruzado mares y desiertos para dirigirme al este, donde crearíamos nuestra propia orden de Caballería. Los Paladines volverían a ser los salvadores de las almas puras e inocentes, los protectores del bien y la justicia; seriamos lo que antaño fue el mismísimo Zakarum. Pero yo no lo tenía tan claro. Dejar la inquisición era algo que debía hacer, mi corazón me lo pedía noche tras noche. Pero en lo mas hondo de mi alma una duda se alimentaba de mi debilidad. Cual debería ser mi misión ahora? ... si mi deber era proteger a los inocentes, ahora que los Tres Males habían regresado, no debería enfrentarme a ellos? Pero realmente estaba preparado?... mi alma estaba limpia de todo vestigio de odio, o terror?... podía un hombre plagado de dudas como yo marcar alguna diferencia?... Con tantas dudas sobre los hombros, con el tiempo acabé por convertirme en un vulgar mercenario. Iba allí donde Ragnar me llevaba, allí donde se pagaran mis habilidades con riquezas... mi misión como paladine del señor había quedado enterrada....


Una férrea mano me saco de mis divagaciones. Ragnar me relevó en el puesto de guardia, y aquella noche, como tantas otras no pude dormir.

Al alba nos preparamos para la dura tarea de robar el Rompecabezas de Khalim. Éste se encontraba en el templo central del recinto religioso de Travincal, el cual se encontraba a su vez en el centro de un lóbrego pantano. Una única vía unía la ciudad de Kurast con Travincal, una ancha vía empedrada conocida como la Calzada. Teníamos que cruzar la Calzada, atravesar todo el recinto de Travincal, entrar en el Templo del Gran Consejo y robar la reliquia; y todo esto sin ser descubiertos. La tarea no era nada fácil, y aunque pretendíamos hacerlo sin llamar la atención, nos preparamos para cualquier enfrentamiento que pudiéramos encontrar.

Ragnar se pinto sus dibujos rituales sobre todo el cuerpo y después se cubrió la cabeza con un extraño yelmo que yo solo había visto usar a los miembros de su tribu; él decía que en sus extraños ojos y alas se concentraba el poder del sagrado monte Arreat, decía que al ponérselo heredaba el poder de los Acianos que custodiaban el monte. Dejó su macuto escondido en la entrada a las catacumbas, pero no dejo ni una sola arma que le pudiera ser útil. En el momento de partir llevaba dos colosales espadas empuñadas una en cada mano. Por su parte la hechicera se puso una extraña toga que Ormus le había entregado en el muelle, hacia mas de un mes. Llevaba su cetro mágico en una mano y un pequeño escudo en la otra.; nadie que la viera podría decir que estaba preparada para la batalla. En cuanto a mi, me dedique a desabollar las partes más tocadas de mi armadura. Pese a ser ya muy vieja, no la cambiaría por nada, me había salvado la vida en mas de una ocasión; Ragnar incluso decía que podría ser mi ángel guardián. Blandía un sable ligero en mi mano buena y sostenía aquel enorme escudo de los Zakarum en la otra. Una vez preparados salimos al exterior en dirección a la Calzada.


Tuvimos la suerte de cruzar la Calzada sin problemas. Travincal estaba tranquila aquella mañana. Los fieles infernales se dedicaban a orar a los grandes males en los templos, y no había apenas patrullas vigilando. Conseguimos escabullirnos hasta la entrada del templo central sin ser vistos. Subimos la escalinata y nos adentramos en el templo en busca del Rompecabezas. SorMha era capaz de “sentir” la presencia del arcano objeto, y nos guió hasta la pequeña sala en la que estaba. Solo un miembro del consejo custodiaba la reliquia. Urdimos un sencillo plan que funcionó a la perfección. Entré en la sala desarmado confundiendo al guardián, la hechicera se materializó justo a su espalda sin emitir apenas sonido e invocó una especie de campo de fuerza a su alrededor que lo debilitó rápidamente; en ese momento Ragnar surgió de las sombras y lo decapitó de un certero mandoble. Mientras recogía mis armas y el bárbaro registraba el cadáver, SorMha cogió el Rompecabezas. Salimos corriendo de allí. Al traspasar la entrada del templo le pedí a la hechicera que me diera el Rompecabezas, ella obedeció y en cuanto toqué el objeto el mundo cambió.


Vi una oscura figura, una mirada penetrante. Vi los corazones de los Horadrim oscureciéndose, corrompiéndose. Vi el consejo reunido recibiendo un gran Mal en su seno. Vi a uno alzarse y rechazar al mal. Vi la tortura y sufrimiento de éste. Vi su cuerpo destrozado y diseminado. Vi al oscuro caminante y al gran Mal crear una esfera de burbujeante maldad. Vi las almas de los Horadrim atadas a la esfera. Vi otra vez al que se reveló, vi su alma negándose a abandonar a los suyos. Vi su alma fundiéndose al arma que mi mano empuñaba... Y ya no vi nada.

En aquella oscuridad antinatural, oí una voz. Una voz que hablaba directamente a mi corazón. <Soy el que se reveló>dijo,<soy Khalim, antiguo miembro del consejo de Travincal. Soy el que se vengará de Diablo y su hermano; aquel que liberará a los horadrim de las garras de la corrupción infernal>. Noté que del Rompecabezas emanaba una fuerza increíble. La voz siguió hablando: < Soy muchas cosas Paladín, pero no soy corpóreo. Necesito que alguien me empuñe con nobleza, que alguien me lleve ante el Orbe y me utilice para destruirlo. Te necesito Paladín, para liberar a mis hermanos y para liberarme a mi mismo>. Con estas palabras, la placida oscuridad desapareció.


Me encontraba parado a escasos metros de la Calzada. Mis amigos ya la habían alcanzado y me miraban extrañados. Todo había salido bien, solo había que cruzar la Calzada y regresar al muelle a por la recompensa; pero para mi aquel destino ya no tenía sentido. Tenía que quedarme, necesitaba ayudar a Khalim, necesitaba liberar a los Horadrim. Y necesitaba destruir la negra esfera. Todo mi ser me lo pedía.

-Yo no voy.- dije sin mirarles a la cara. –Tengo que quedarme y destruir la esfera que mantiene presos a los Horadrim. Khalim me necesita.

-De qué estas halando, Dhunkan?-Ragnar me miraba inquisitivo. -Qué esfera? Quién es Khalim? Nuestra misión era coger el Rompecabezas y llevarlo al muelle.

-Escuchad, -dije mirándoles a la cara. – Khalim me ha hablado a traves del Rompecabezas, su espíritu esta unido a el. Me necesita, y tengo que...

-Así que las leyendas eran ciertas. –SorMha se acerco a mi. –En el tiempo que estuvimos en el muelle, hable mucho con Ormus, y le pregunté porqué era tan importante el Rompecabezas. Me dijo que el espíritu del último Horadrim libre, el espíritu de Khalim moraba en el. Me dijo que era crucial liberarlo para romper el control del Mal sobre los Horadrim... Supongo que Khalim te ha escogido a ti para llevar a cabo esa misión.

Asentí sin decir mas y los observe detenidamente. SorMha parecía dolida por no haber sido escogida por Khalim, pero por lo demás estaba tranquila. Ragnar pasaba de mirar el Rompecabezas a mirarme a mi continuamente; era obvio que trataba de entender lo que pasaba y discutía consigo mismo sobre qué hacer a continuación. Al fin se decidió.

-Yo voy contigo amigo. Desde que nos conocemos, mis misiones se han convertido en las tuyas. –dijo poniendo sus manos en mis hombros. –Ya es hora de que tu misión se convierta en la mía. Destruiremos esa esfera.

-Es un hecho que no lo conseguiríais solos, -la hechicera nos miraba como una madre cuidadosa a sus hijos. – Así que tendré que acompañaros.

-Gracias a los dos. –dije sonriendo. -Espero que no tengáis que lamentar esta decisión. En marcha.


Los tres pusimos rumbo al templo del consejo en el corazón de Travincal una vez mas. Esta vez, el sigilo no serviría de nada. Esta vez, el conflicto era inevitable. Esta vez nos enfrentaríamos a los lideres del consejo de los Horadrim. Paramos en la escalinata de acceso al templo y nos preparamos, cada uno a su manera. SorMha creó con su magia una especie de armadura de aire helado a su alrededor, solo estar cerca ya provocaba que se te helara la sangre. Ragnar lanzó a los mil vientos sus gritos de batalla que alertaron definitivamente a nuestros enemigos de nuestra presencia. Yo me concentré para canalizar toda mi energía en una poderosa aureola, pero esta vez era convicción y no fanatismo lo que me fortalecía; ya que ahora tenía una misión digna que llevar a cavo. Un tumulto se iba formando en el interior del templo. Gritos de alerta, algunos de sorpresa al descubrir a su compañero decapitado y otros de furia que clamaban venganza. Por fin aparecieron. Dos grupos de tres miembros del consejo. Sus voces brotaban de su misma presencia, sin necesidad de abrir la boca.


<< Soy Geleb, Dedo Ardiente. Nos habéis desafiado.>>
<< Soy Ismail, Mano Vil. Vuestro destino está sellado.>>


Y comenzó la batalla.
Con un gesto de su mano, Geleb convocó una criatura elemental de fuego justo delante de nosotros. La ígnea criatura poseía varias cabezas, y cada una escupía fuego sin cesar. Protegí con mi gran escudo tanto mi cuerpo como el del bárbaro. La hechicera se protegía sola, se materializó cerca del grupo de Ismail y convocó una inmensa ventisca sobre sus cabezas. Era una autentica tormenta venida desde los picos mas altos de las montañas, concentrada en apenas diez metros cuadrados. El intenso viento y la constante nieve impedían cualquier movimiento en el área que ocupaba la ventisca. Si hubiera tenido tiempo, habría admirado el gran poder que podía demostrar mi amiga; pero tenía que preocuparme de mi mismo.

El ser de fuego había desaparecido cuando Ragnar se lanzó contra el grupo de Geleb, y éste perdió la concentración. Ahora los dos nos lanzamos al ataque. Con una embestida certera, aparté a uno de los Horadrim del resto y lo mantuve ocupado el tiempo suficiente para permitir a Ragnar atravesarlo desde atrás con sus dos espadas. Al ver caer a su compañero, el otro avanzó a hacernos frente. El bárbaro gritaba para aturdir a nuestro enemigo y no dejarle pensar, yo me precipité sobre él creyendo que sería presa fácil, pero con un hábil movimiento esquivó mi estocada y con un potente golpe logró abrirme una profunda herida en la pierna derecha. Había traspasado mi armadura usando solo sus manos desnudas... sus garras. Retrocedí para recuperarme. Ragnar, al verme herido, entro en un furioso frenesí y arremetía una y otra vez con sus poderosas espadas contra el miembro del consejo. Poco a poco el Horadrim retrocedía ante la oleada de golpes, que le iban arrinconando contra una columna. Cuando vio que ya le tenía donde quería, Ragnar se lanzó hacia su objetivo con un brusco movimiento giratorio. El miembro del consejo pudo esquivar el primer golpe, y encajo con el brazo un segundo; pero el movimiento giratorio del bárbaro no cesó hasta que una de sus espadas se hundió hasta la empuñadura en el torso descubierto del Horadrim.


Me incorporé como pude para enfrentarme junto a mi amigo a Geleb, pero la voz de Khalim volvió a hablarle a mi corazón. <Basta ya de muertes sin sentido Paladín. Destruye el orbe maldito y los que ahora son enemigos dejarán de serlo. Destruye el orbe y libéranos al fin.> Vi que Khalim tenía razón, que mi objetivo era el orbe y no el consejo. Así que me dispuse a subir las escaleras y entrar en el templo, pero una figura se interpuso con una velocidad increíble. Era Geleb, su mirada me dijo claramente que no dejaría nunca que entrara en el templo. Podía enzarzarme en una pelea con el, pero mi objetivo era otro; una vez más mi amigo Ragnar era la solución. Éste se había dado cuenta de mi problema y con una fuerza sobrehumana consiguió llegar de un salto hasta donde estábamos.


-Ve dentro Dhunkan, yo me ocupo del problema. –al decir esto, miró a Geleb con una sonrisa en el rostro. Era obvio que estaba disfrutando del combate y que enfrentarse el solo a un líder del legendario consejo de Travincal, le parecía una magnífica idea. Una vez más me asombré de la fortaleza , nobleza y bravura de mi bárbaro amigo; quién ya estaba metido de lleno en su combate con Geleb.

Libre por fin de obstáculos subí, lo mas rápido que mis heridas permitieron, las escaleras. Antes de entrar en el templo miré a mi derecha para ver como le iban las cosas a la hechicera. Ismail y su grupo, ahora reducido a un único seguidor, seguían atrapados bajo la ventisca. SorMha se teletransportaba constantemente para evitar las criaturas de fuego que Ismail invocaba, y cuando tenía suficiente tiempo les lanzaba unas grandes esferas de energía helada concentrada. Éstas esferas giraban desprendiendo afiladas puntas de hielo. Una de esas puntas era lo que sobresalía del cuello del Horadrim que yacía en el suelo.


Convencido de que mis amigos resistirían, penetré en el templo. Ésta vez me guiaba el alma de Khalim, a través del brillo que emitía el Rompecabezas. Seguí aquel parpadeo luminoso hasta entrar en una gran sala circular. En su mismo centro, elevado en un pulpito de ceremonias, estaba el orbe. Oscuras energías lo recorrían sin cesar, emitía una luz verde oscura que llenaba toda la sala. Su misma presencia era aterradora, y solo mirarlo representaba una ardua tarea. Aun así, alentado por Khalim, por mis convicciones y por mi recuperada fe, avancé hacia la maldita esfera. Cuando estuve lo bastante cerca levanté el Rompecabezas para destruir el orbe, pero al mirarlo vi algo. Un oscuro rostro me miraba divertido desde el otro lado. Quienquiera que fuera se reía de mi, y parecía decirme.<Estas muerto.> Retrocedí un paso aturdido por la visión, y un rugido surgió a mi espalda:


<< Soy Torc, Puño de Hierro. No saldrás vivo de aquí.>>


Un golpe tremendo me levanto del suelo y me hizo cruzar media sala. Había destrozado mi viejo escudo y me había dejado el brazo izquierdo inservible. Me levante como pude y apenas fui capaz de esquivar un nuevo golpe del poderoso brazo de Torc. Este líder del consejo parecía el doble de grande que Geleb o Ismail, su misma presencia me hería. Arremetía una y otra vez y lo único que yo hacía era esquivar los golpes, no podía arriesgarme a recibir otro. No podía atacarle ya que mi espada ligera no traspasaría su piel de hierro. Mi convicción desaparecía, mi recién recuperada fe, se desmoronaba por momentos. Lo di todo por perdido.

Torc satisfecho, me agarró por la cabeza y me dejó caer cerca del orbe; supuse que pretendía matarme como ofrenda al oscuro mal que miraba desde el otro lado de la esfera. Levantó su poderoso brazo dispuesto a aplastarme por completo.....


Todo acabó en apenas un minuto. Khalim me insufló fuerzas. Vi a los Horadrim condenados a servir al mal del orbe. Vi todas las atrocidades que éstos habían hecho y harían a las gentes de Kurast. Vi el alma del incorruptible Khalim condenada a permanecer en la tierra. Y vi esa oscura sonrisa, vi al ser que me había mirado desde el orbe y se había mofado de mi....Estallé. Vi mis esperanzas resurgir, mi convicción avivarse. Con todo mi ser deseé destruir el orbe. Recordé las enseñanzas que había recibido de niño y recé. Nunca imaginé que mis plegarias pudieran ser escuchadas de forma tan contundente.


Alcé el puño, y en respuesta una terrible energía que cayó del cielo atravesó por completo a Torc. El magnífico rayo había destruido gran parte de la cubierta del templo, fue algo prodigioso. Era como si un ángel hubiera golpeado desde el cielo, tornándose en mi ángel vengador.

El cuerpo de Torc yacía inerte en el suelo, partido en dos; pero las dos mitades comenzaban a convulsionarse y a cambiar de color. Se iban hinchando y desprendía un olor alarmante. Me acordé de los cadáveres animados que Ragnar y yo habíamos combatido en el desierto; cada vez que abatíamos uno, el cadáver explotaba. La explosión podía ser mucho mas peligrosa que la propia criatura. No tenía fuerzas para poder salir del templo a tiempo; herido y fatigado, lo único que me quedaba por hacer antes de morir era enfrentarme al demonio del orbe.


Recogí el Rompecabezas del suelo y miré de nuevo la esfera. Allí estaban los mismos ojos de antes, la misma ira, pero el rostro ya no sonreía. Vi con placer como cuanto más me acercaba al orbe, más se enfurecía su señor. Le miré a los ojos sonriendo, al tiempo que golpeaba con fuerza la negra esfera. El rostro había desaparecido, pero el orbe estaba intacto. Golpeé una vez mas, y ésta vez unas pequeñas grietas aparecieron en su superficie. Sonreí mirando al Rompecabezas, el orbe estaba condenado, los Horadrim serían liberados y Khalim por fin podría abandonar este mundo. Seguí golpeando una y otra vez hasta que la explosión terminó con todo. Toda la pútrida oscura energía que contenía el cuerpo de Torc, fue liberada destruyendo en el proceso el templo que ya estaba dañado. Toda la estructura se desmoronó sobre si misma, sepultando para siempre mi cuerpo y los restos del orbe oscuro.



Fuera, Ragnar y SorMha, se habían reunido y observaban impotentes como el templo se hundía. Sus enemigos habían caído al suelo inconscientes en el momento que el orbe fue destruido; y comprendieron que yo había muerto para conseguirlo. El bárbaro contuvo las lágrimas lo que pudo y cantó una hermosa canción que su pueblo ofrecía a los guerreros caídos. La hechicera recito unos encantamientos que ayudarían a mi alma a cruzar el umbral del mas allá.””>>>




“Y esa es mi historia”. El Arcángel observaba con gesto severo a la recién llegada alma. Durante unos minutos, que parecieron años, o quizá lo fueron, no dijo absolutamente nada. Por fin habló:<< Eres digno del Cielo, paladín. Sígueme.>>.



FIN
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Gracias por dedicarle un ratito a leer mi historia. Wink
Cualquier duda o crítica (constructiva claro Mr Green ), será bien recibida--> mp Cool

Saludos Mr.Green Mr.Green

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Nimbulus
Asunto:   MensajePublicado: 23 Nov, 2004 - 02:55 PM

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LA DONCELLA DE HIERRO

Durante el impacto el dolor provoca una contracción de los músculos torácicos, sin duda se trata de una reacción defensiva del cuerpo ante la agresión penetrante. Este espasmo no disminuye los daños, muy al contrario, los aumenta; el corazón, bombeando con desespero debido a la adrenalina, acelera la hemorragia y la sangre brota violentamente hacia el exterior.

Desgarrando carne hacia el interior, con cada vez mayor profundidad, los tejidos atravesados se rompen, se pliegan o se hunden; mientras una leve inclinación de la lanza, desde arriba hacia abajo, ayuda al Lycander a destrozar parte del pulmón antes de atravesar el órgano central. Un empalamiento perfecto que termina atravesando el objetivo fundiendo, con un único golpe, a verdugo y a víctima en un abrazo de muerte. Ensartado sublime de no ser porque el tormento no lo sufría él, sino ella; incomparable e imbatible ataque si el fin hubiera sido del demonio, no de la guerrera.

Así acaba la historia de Berilea, una de las nueve grandes Reinas matriarcas, muerta por su propia mano cuando, al acometer contra el Señor de Seis, no reparó en su propia condena. La doncella de hierro.

Era la leyenda preferida de mi madre, que decía ser descendiente lejana de la misma soberana. De niñas, nosotras las amazonas recibimos enseñanzas básicas en forma de cuentos y mitos; éste en particular nos ayuda a comprender una lección elemental: la importancia del cálculo en la batalla y cómo debemos medir del rival antes de la contienda, pues regocijarse en el propio poder, por muy fuerte que éste sea, puede ser la propia tumba. Sin embargo, mi progenitora siempre me habló de otro mensaje, más oculto e imperceptible, cuya presencia podía, según ella, dar sentido a los fragmentos de nuestros destinos.

Hoy, en la oscuridad de la noche, la historia ni tan siquiera es la misma. Una de mis compañeras se encarga de contar el relato de rigor, previo a cualquier escaramuza, mientras apiñamos los cuerpos, unos contra otros, para mantener el calor. No podemos encender hoguera alguna para no revelar la posición, lo que sería un error inaceptable en cualquier emboscada.
Shila sigue susurrando, está entusiasmada pese a ser una de las veteranas, sus ojos desorbitados o sus aspavientos silenciosos son buena muestra de ello, pero yo ni tan siquiera escucho, ni tan siquiera estoy presente. Mi mente sigue atada a aquella vieja fábula, imaginando el rostro de Berilea, reflejado en las inertes pupilas del demonio, al tiempo que observaba su fatal desenlace. Un semblante atormentado e impotente absolutamente inadecuado en una fenomenal luchadora. ¿Qué puede sentir la mejor soldado cuando sus propias habilidades resultan ser su óbito?. Nunca supe contestar a esa pregunta.

Shila ha terminado. Toca dormir. Un protocolo absurdo puesto que nadie lograr conciliar el sueño con la perspectiva de una refriega como lecho, aunque realmente estoy mintiendo pues Tasilea, la orejona, sí puede hacerlo...

Repaso el plan con el rumor del viento y la respiración de la orejona sacudiendo los árboles. Es de rigor hacerlo, nada puede dejarse al azar.

Mañana al alba una caravana de nigromantes surcará el Bosque de las Arañas, con dirección Kurast, transportando una valiosa carga en uno de sus carros; un rehén, paladín para más ser más exacta. Se trata de un antiguo líder de ese clan de beatos, santurrones, y a la postre un valioso botín cuyo rescate, en la forma de oro u objetos mágicos, será indispensable para nuestro clan en tiempos de penuria. Si es que esos paladines desean recuperar a su campeón con vida, por supuesto.

El tiempo ha transcurrido rápido, Thulia, la más joven, alerta al resto y el improvisado campamento es levantado en segundos. Nos disgregamos en formación circular, perfecta para este tipo de situaciones, esperando que la caravana llegue al centro mismo de este pequeño claro en el bosque; los arcos son tensados diez minutos antes de su llegada, con el fin de que el ruido de las cuerdas no alerte a los centinelas. Cualquiera que digne llamarse amazona debe aguantar ese tiempo sin flaquear.

Los dos primeros disparos son los más importantes, anulan a los guías de la comitiva, frenando la marcha del resto, y marcan la pauta de toda la operación. Por este motivo, mientras los cascos, las pisadas así como las ruedas de madera se aproximan, sé que éste será el momento donde debo hacer valer mi rango. La responsabilidad de dar ejemplo recae siempre sobre la jefa de grupo.

Amalia ya ha dado la señal con la cabeza, pero ya había visto la comitiva. Son diez, más que nosotras. Ningún problema. Cuatro guardan la parte trasera de la expedición y otros cuatro custodian los laterales repartidos en grupos pares, por último dos conducen el carricoche. Estos son míos.
Miro fijamente un punto, aumento con precaución el nivel de tensión de la cuerda mientras respiro y al divisar el objetivo suelto oxígeno y flecha. La punta corta el aire, ocultando su sonido al hacer diana en el glóbulo ocular del conductor, un disparo limpio, seco, con un orificio de entrada y otro de salida; su compañero no aprecia cómo los sesos del otro terminan esparcidos en el respaldo del carruaje; antes si quiera de girar la cabeza ya tiene alojadas dos flechas en tráquea y pecho.

Hemos empezado bien. En la retaguardia, desesperados, dan la voz de alamar pero los nigromantes no tienen tiempo de maniobra. Demasiado tarde. Desde la zaga un bombardeo de saetas termina sofocando las pretensiones de dispersar la caravana.

Los nigromantes son peligrosos, tienen multitud de recursos, pero cuando les despojas del factor sorpresa sus traicioneras artes ya no resultan tan efectivas.

Tres disparos máximo, corazón, cuello y cabeza, por este orden; quien exceda el número de proyectiles tendrá hoy ayuno por regalo.

Ya sólo quedan los flancos, el punto más débil pero también el más crítico; es allí donde hay mayor número y por tanto mayores posibilidades de huida. Un par de flechas de fuego les hacen retroceder; una vez apelotonados es el momento de una nueva descarga. Otro bombardeo, más indiscriminado que el anterior, fulmina a los supervivientes. Los más afortunados caen con la primera ráfaga pero todavía los hay con voluntad de revolverse; antes de que uno logre levantar su grotesca vara contra una de mis compañeras, cargo mi fiel Arco de la Hidra y le coloco una flecha entre los tendones de su mano, y con otra le reviento la rodilla, una vez perdido el equilibrio una saeta trasera hace saltar su nuez atravesando su nuca.

No todo podía ser perfecto.

Esa estúpida de Tasilea ha errado el tiro permitiendo la respuesta de otro oponente. Un destello brota de ese blanquecino brazo y como un relámpago ese rayo con forma de hueso agujera el árbol y los intestinos de la orejona. ¡Mala suerte novata!. Cuando aquel viejo caía con una flecha cruzando su cerebro, de tímpano a tímpano, tu estómago ya estaba regando el suelo, recibirás digno entierro pese a todo.

Se acabó.

Ninguno podía salir de aquí con vida. Si no queríamos tener filtraciones no había otro modo. Lo último que queremos en este momento es un ejército de fanáticos oradores de plegarias pisándonos los talones. Cogeremos al rehén y saldremos de aquí como alma que lleva Duriel. Para abrir el carruaje tomo una distancia prudencial, de esta forma el paladín tendrá la referencia del arco, por si se le ocurre hacer estupideces cuando la compañera abra la puerta.
No hay movimiento en el interior pero no creo que esté muerto; como estaba previsto no hay flechas incrustadas en la madera, por tanto presupongo algún tipo de desorientación, shock o incluso pudiera estar drogado con anterioridad.

Layla abre la puerta con cierto temblor en las manos. A las nuevas siempre les ocurre lo mismo cuando todo ha terminado. ¡Abre la puerta de una vez!, gritan entre risas. Al fin se decide.

¡Por la gran Matriarca!, ¡Qué peste!.

Juraría que una neblina de azufre sale de esa maldita puerta. Este hedor apenas nos deja ver, pero puedo vislumbrar una figura. Está quieto, inmóvil, rodeado por un extraño círculo fantasmagórico que le hace estar en una especie de trance. Algo no marcha. Entonces lo veo. Puedo ver su rostro, deteriorado, decrépito, impropio de un vigoroso guerrero; aquellos ojos fríos como la sangre de Andariel, inexpresivos, casi inertes, me hacen recordar mis pesadillas infantiles. Aquel era el rictus del Señor de Seis cuando Besilea atacó con su lanza; así lo había imaginado desde niña y sin embargo esto es mucho más terrible de lo que hubiera podido llegar a adivinar.

¡Por La Gran Matriarca!, ¿Qué demonios hemos desatado?

El grito emitido por mis cuerdas vocales se funde en el fuego. Ya es inútil. Para comprobar su estado, la nueva había movido al inquilino del carromato con un leve toque, despertándolo así de aquel extraño trance. Liberado de sus cadenas espirituales, aquella cosa, que parece cambiar de forma, hace estallar el vehículo y de paso a Layla, cuyas extremidades se dispersan en los distintos puntos cardinales; una gigantesca llamarada comienza a brotar de ese cuerpo demacrado, la onda expansiva se extiende como un bucle en la selva, arrasando árboles, roca, tierra y carne. Pronto mi piel se separará de los huesos para convertirse en polvo, consumiendo el clan. Todo por mi culpa.

¿Qué he hecho madre?. Debería haberte escuchado, ¡Maldita sea!. Debería haber prestado más atención cuando tratabas de avisarme, debería haber visto más allá de lo aparente.

Siento lo ocurrido.

Siento defraudarte.

Adiós madre, nos veremos en el Infierno...

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¿Es usted un demonio? Soy un hombre. Y por lo tanto tengo dentro de mí todos los demonios. Chesterton

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SirAcglaphotis
Asunto:   MensajePublicado: 24 Nov, 2004 - 12:37 AM

Golem de Acero
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Golem de Acero

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13 Sep 2004
La historia para mi guia tambien participa
La Sacerdotisa de Rathma:
Ella llego de pronto buscando una posada en Lut Gholein, Elzix la atendio amablemente y la invito a quedarse en su posada,el le conto asombrosas
historias de cuando el era un rufian pasaron la noche juntos,se agradaban
estuve toda la noche en el bar de la posada y ellos nunca se separaron
al dia siguiente vi como Greiz tuvo que ir con su ejercito a Los Muelles
de Kurast , habia un problema con una mujer llamada Asheara parecia
que uno de sus mercenarios era un traidor , el mismo lo reconocio pero cuando
termino de hablar un encapuchado salio del Bosque de Aranas y se lo llevo
dejando tras el Devoradores de la carne un mercenario los extermino, pero mientras eso sucedia Lut Gholein estaba peligrando unos cuantos monstruos se acercaban y Greiz no regresaba eran demasiados,Eran varios tiradores(cuerpo de hombre con propiedades felinas)y su lider su nombre no estaba divulgado pero lo reconoci por su extrano color, en eso, ella,tomo un hacha con 3 runas incrustadas en
las cuales se leia Tal-Dol-Mal y fue a la entrada al Erial Rocoso tomo su hacha y un aura de fuego subio de sus pies a su arma la cual adquirio un color rojo fue cuestion de segundos ella golpeo con su hacha con el mismo esfuerzo como que si tuviera entre manos una hoja en vez de hacha, el arma solo se agito un vez y varios de los monstruos se quemaron vivos y otros quedaron muertos como si de un veneno se tratara,Ella llego al bar unos 2 minutos después mientras unos aldeanos recojian cadáveres y pieles para forjar armas y armaduras, me conto su propia vida y me dijo que cuando tenia siete anos unas senoras le pidieron que entrara en un clan , le dijo que sus padres recibirian gran fortuna mientras no estaba y acepto
el clan era de nombre ZannEssu , al cabo de unos anos llego a escuchar un rumor que donde vivia su rey y sus subditos sucumbieron ante un mal quiso ir pero no se lo permitieron, era muy peligroso, consiguió escapar y llegar a Tristan donde solo habian muchos demonios y un grave horror habia caido sobre el forjador local Griswold , ella consiguió eliminarlos a todos , griswold habia conseguido atraparla pero un heroe que tenia la mision de derrotar a Andariel mato a griswold y se llevo la pierna de un amigo de ella, aparte salvo a su primer mentor Cain , no la vio pues estaba bajo una de las casas en llamas por suerte a salvo por la armadura de hielo que ella era capaz de materializar por suerte pudo salvarse después de eso quiso seguir al heroe , al final encontro un lugar donde se creia que vivian los sacerdotes de Rathma ellos la adoptaron y le ensenaron a materializar el elemento prohibido de las ZannEssu el veneno,bueno yo he de irme parece que hay un problema en la cima arreat ,y, tu sabes quien soy o no?.

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¿Sed Quis Custodiet Ipsos Custodes?

Lord Acglaphotis Ephidel de Limstella
 
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Baraka
Asunto:   MensajePublicado: 24 Nov, 2004 - 05:10 PM

Elfo Supremo
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Elfo Supremo

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02 Nov 2003
EL TRABAJO DEL NIGROMANTE

Ashak el bábaro, Señor de la Guerra y terror de los Abismos se miraba las manos con amargura....lo sabía....no tendria que haberse fiado del nigromante. Ahora solo le quedaba preguntarse cómo, por todos los Dioses, cómo pudo ser tan imbécil.

Conoció a ese cuervo negro mientras tomaba una buena jarra de cerveza en la taberna de Lut Golein. Allí estaba, un hombre joven, más incluso que él, con su melena blanca y sus ojos color gris como el cielo en la peor de las tormentas fijos en él, sentado solo en ese pueblucho perdido en medio de la nada. Cuando vió que el nigromante se le acercaba se llevó la mano a la cabeza disecada de carroñero que llevaba como amuleto....su madre era de Harrogath, y le había transmitido ese temor supersticioso a los nigromantes que siguen teniendo todos los que alguna vez conocieron a Nithlahak.

El nigromante se sentó con él y le invitó a otra bebida...."¿necesitas dinero? Claro que sí. Me acaba de decir tu amigo Berck que estás buscando trabajo"....Claro....el bueno de Berck seguía cuidando de él, aunque hacía ya tres días que una tiradora le había metido sesenta centímetros de acero y una buena dosis de veneno en el corazón, matándole prácticamente en el acto. Aún así, este tipo de la ropa negra y la voz de serpiente había hablado con él.

La cuestión es que había aceptado. El nigromante vestía buenas ropas (solo por la capa de seda negra bordada en plata y la armadura que llevaba y que se quedaría en caso de que muriese le podían dar una buena cantidad de oro en cualquier mercado), y parecía poder pagarle con generosidad. Era fácil. Sólo tenía que acompañarle hasta la Meseta Arreat. Ya había hecho el camino varias veces....

Nada mas salir de Lut Golein había comprobado que el nigromante no necesitaba protección en la medida que él había supuesto. le había subestimado, con su frágil apariencia y su pequeña daga colgada del cinturón. Ese hijo de perra lanzaba púas de hueso afiladas como su propia espada, que atravesaban a los enemigos como si estuvieran hechos de barro. Por otro lado, llevaba un asqueroso trofeo de algo que parecía la cabeza momificada de un súcubo, con dos runas que no logró identificar incrustadas en el lugar donde debían estar los ojos....al levantar esa cosa, las flechas se desviaban de su camino, y las espadas erraban su trayectoria como si las empuñara un joven escudero en lugar de un asesino entrenado....Además, había visto como enormes blunderbores morían entre estertores y gritos de dolor después de que el nigromante les hiciese un pequeño e insignificante rasguño con su ridícula daga. Definitivamente, cada vez le gustaba menos que el tipo al que supuestamente tenía que proteger causara más bajas que él, con sus dos espadas rúnicas y su entrenamiento en combate.

Y por fin habían llegado a ese asqueroso sitio que es la maldita selva que rodea Kurast. Allí las cosas se habían puesto realmente feas, más incluso que cuando estaban en las tumbas del Cañón de los Magos (buscando una especie de cubo, que debía ser muy importante para el nigromante, pues no se separó de él ni un solo instante después de conseguirlo), con esas hordas de esuqeletos y ese olor a muerte por todas partes.....Ahora, en la selva, los pequeños dardos se le clavaban por todas partes, y notaba como le debilitaban más y más, hundiéndose cada vez más hondo en su carne....

A través de la niebla que de vez en cuando le cegaba por la progresiva falta de sangre, veía como el nigromante se deshacía de sus atacantes sin dificultad, aunque no hacía nada por librarle a él de los suyos....sólo le miraba...esperando algo....con esos ojos muertos....
Cuando con la poca energía que le quedaba mató al último desollador que le estaba atacando, no pudo más e hincó la rodilla en la tierra, sin fuerzas para sujetar sus armas, jadeando y escupiendo sangre (por un momento había pensado que ya no le quedaba más sangre en las venas. casi le alegró saber que sí). Luchando contra la debilidad y las arcadas, había visto como el nigromante se le acercaba "Estoy salvado. Va a darme una de esas pociones que lleva en el cinturón" había pensado.....¡que iluso había sido!.

Al ponerse a su altura, el nigromante había apoyado una de sus botas de Mirmidón en su hombro y, de un empujón, le había dejado tirado boca arriba en el barro de la selva. "Lo siento, amigo....solo puedo hacer esto una vez, por lo que necesitaba a un hombre fuerte y diestro como tú, que me sirva de cebo y de escudo....." Le decía esa serpiente, mientras hacía extraños gestos con la daga agarrada con las dos manos cubiertas de tatuajes arcanos "Hasta ahora, compañero de batalla".....Después, un rápido tajo en el cuello, sabor a más sangre en la boca, y oscuridad.....
Y después....Había despertado como de un sueño, y al ver la cara satisfecha y sonriente del nigromante sabía que estaba en mitad de una pesadilla de la que no se puede despertar, si no es con la dulce, dulce muerte definitiva.

Ahora se miraba las manos, sangrantes y descarnadas, sorprendiéndose de su propia estupidez....Había oído contar muchas veces historias que hablaban de nigromantes capaces de invocar golems de carne y sangre, a partir del cadaver de un guerrero muerto, y muchas veces se había compadecido de los pobres desgraciados que corrían esa suerte.....

Pero ya se había acabado el tiempo de la amargura y los lamentos....Había un torbellino en su cabeza, mezclado con un frenesí y una voluntad irrefrenable de dar la vida por ese hombre de negro que extendía la mano hacia él....debía entrar en batalla....su señor le estaba llamando....

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"Lord Vader....Rise"
(Darth Sidious)
 
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ZannEsu
Asunto:   MensajePublicado: 24 Nov, 2004 - 08:36 PM

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10 Jun 2003
Buenas!

(Me permito una introducción, que mi aportación es breve).

Finalmente me he decidido a participar en esto, aunque por cuestiones de tiempo (algunos saben en qué ando ocupado) no he redactado un relato específico para este concurso, como en un principio me habría gustado.

No aspiro a ganar; se bien que no lo haré, en primer lugar porque lo que aquí presento no es un cuento propiamente dicho, y en segunda instancia porque es excesivamente breve comparado con las demás participaciones (que aún tengo por leer, dicho sea de paso). En lugar de eso, aprovecho esta ocasión para presentar un pequeño fragmento de algo que estoy escribiendo y, tal vez, leer opiniones y comentarios de quien quiera hacerlos. Todos serán apreciados.

Así pues os dejo con esto. Es breve pero intenso, según me han dicho ^_^ :


De la Guerra del Pecado:


La guerra entre el bien y el mal es eterna a los ojos de los mortales y de muchos seres de los planos; muy pocos conocen sus comienzos, y tal vez nadie sabe cuándo tocará a fin. Sólo una cosa es irrefutable: ambas son ancestrales fuerzas cuyo conflicto, era tras era hasta alcanzar los tiempos primigenios, ha sido luchado por incontables criaturas de sendos bandos.

El principio absoluto tal vez nunca se conozca. Sin embargo, cuentan los mitos mas arcaicos que, antes de la hegemonía de los Tres, existieron otros grandes señores infernales mas antiguos y, quizás, mas temibles incluso que la propia Trinidad. Uno de ellos narra la historia de lord Morvil el Impuro, un demonio incorpóreo de inmenso poder, retorcido y brutal incluso para los estándares de su especie. Su nombre, prohibido y considerado blasfemia por los demás seres, traía una insidiosa enfermedad a aquellos que lo pronunciaban, conocida como el Toque de Morvil, o de la Bestia, que desembocaba por norma general en una espantosa muerte tras la lenta descomposición del cuerpo en vida.

Ocasionalmente, el rey demonio se encarnaba en una colosal bestia multicéfala de piel negra como la noche cerrada; su gigantesco cuerpo de sierpe, grande como una montaña y cubierto de pestilentes llagas que nunca cicatrizaban, vomitando perpetuamente sangre venenosa y pus, terminaba en un centenar de largos cuellos que se retorcían cual serpientes enfurecidas. Sus cabezas, informes masas pobladas por infinidad de crueles ojos, verdes y refulgentes como esmeraldas, infundían un terror indisoluto en los oponentes mas valerosos. De cada una de ellas brotaba una larga y fina lengua, hecha del fuego mas corrupto y destructivo de los pozos del Infierno, capaz de transformar criaturas vivas en humeantes piras con un solo roce; cuando el diablo luchaba, semejaba un mar de llameantes látigos que arremetían contra sus infortunados mártires en una macabra danza de muerte. Su presencia en un campo de batalla presagiaba las masacres mas atroces.

Tras eones marcados por el sacrificio de innumerables fuerzas y ejércitos, provenientes tanto del Arco de cristal en los cielos como de otros señores infernales, Morvil, pesadilla de los planos, fue finalmente derrotado y destruido por una breve pero poderosa coalición de ejércitos de la Luz y la Sombra - la llamada Alianza Impía, encabezada por el propio Señor de la Luz - en un enfrentamiento que sacudió los mismos tejidos de la Creación. Cuando el odiado ser cayó, helando la sangre por última vez con un desgarrador alarido final, el carmesí firmamento de los infiernos se volvió mas claro, y los festejos se alargaron todo un siglo.

Pero el mal no podía ser vencido sólo con la fuerza de las armas.

Su poder roto y su esencia fragmentada como un cristal, Morvil sobrevivió, no obstante, a la aparente destrucción de su ser en la forma de múltiples entidades independientes, sombras reminiscentes de su casi omnipotente pasado que se dispersaron por los planos. Durante incontables milenios permanecieron latentes, semillas oscuras que esperaron el momento adecuado para actuar cual enfermedad del universo en fase de incubación, con una mente común desbordada por un solo pensamiento: venganza. Venganza contra los ángeles, contra los demonios, contra los mortales y contra todos los seres, pues fueron todos los que se aliaron en su contra.

Desde el Advenimiento y la destrucción de la Piedra del mundo, algo en el plano de los mortales ha llamado poderosamente la atención de los fragmentos del olvidado rey demonio. Por el momento requeriría aliados a través de los cuales comenzar a canalizar de nuevo su poder de destrucción sin abandonar la protectora seguridad de la sombra y el anonimato. Después, buscaría una manera de reunificar hasta la última parte de su esencia, de volver a ser uno como antaño. Sí. Requeriría tiempo. Pero algún día Morvil, la Bestia, regresaría.

Y, entonces, el mundo entero pagaría.




Repito, cualquier comentario, sugerencia o recomendación es apreciada, por privado si queréis Smile

Saludos.

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