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ZannEsu
12 Asunto: Cuentos de Navidad  MensajePublicado: 25 Nov, 2007 - 09:22 PM

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10 Jun 2003
Saludos !

Bienvenidos, en estas fechas tan bonitas ^_^, al que será nuestro


IV CONCURSO DE CUENTOS


¡ O tal vez sea el quinto ! Creo que perdí la cuenta Neutral

Como ya habréis visto en otros tópicos de mis esbirros, es decir compañeros de staff, estamos organizando una serie de actividades con motivo de esta Navidad que llega. Siguiendo con la tradición en este foro, no podía faltar a la ocasión nuestro concurso de literatura, siempre ameno para poner a prueba las facultades literarias de nuestros buenos foreros Cool

El concurso está patrocinado por nuestra página web y habrá premios, en el reino de Europa NO ladder, para los mejores literatos. Dichos premios serán fijados a lo largo de la semana próxima, así que permaneced atentos Wink


Sin mas, paso a exponer las normas de esta actividad :


Arrow Los relatos deberán estar inspirados en los juegos Diablo, Diablo II, sus respectivas expansiones, o bien en el mundillo de fantasía en el que se basan. Además, tendrán que contener algún motivo navideño. Ésto último es un requisito bastante genérico y amplio. ¡ Dad rienda suelta a la imaginación !

Arrow Los relatos deberán tener una extensión máxima de un post. Podéis utilizar la estructura literaria que queráis, y el tamaño de letra que os venga en gana, ¡ PERO ! debe caber en un solo post. ¡ Ojo con éso !

Arrow La publicación de los cuentos se efectuará en este mismo tópico, y podrá llevarse acabo desde este preciso momento, hasta las 23:59 horas ( GMT +1 ) del próximo día 25 de diciembre ( minuto arriba, minuto abajo : D ). Llegada esa fecha, el tópico se cerrará y el jurado pasará a evaluar los relatos presentados.

Cualquier relato aquí expuesto, será considerado como participante, sin ser necesaria ninguna inscripción previa. Recordad no obstante que los premios del concurso serán sólo para Battlenet, Europa, No ladder.

Arrow Se elegirán tres relatos ganadores, cuyos autores recibirán un primer, segundo y tercer premio respectivamente. Las votaciones serán llevadas a cabo por los miembros del staff de la página web, en base a una puntuación del 1 al 10, y sólo se harán públicas las de los tres ganadores.

Los ganadores se publicarán en un plazo aproximado de una semana después del cierre de este tópico. A partir de entonces, podrán reclamar sus premios correspondientes contactando con cualquiera de los miembros del staff.

Arrow Sólo se admitirá un relato por persona. Además, una vez se haya posteado un cuento, éste se considerará definitivo y NO se admitirá cambiarlo por otro a posteriori.

Arrow Premios :

Los ganadores podrán elegir un objeto de entre los siguientes :

- Fortaleza ligera wyrmhide
- Antorcha para asesina 20/14
- CTA 3
- Enigma en MP
- Beast en cetro de guerra


La elección se hará según el orden de puntuación : el participante que consiga el primer puesto elegirá primero, el segundo elegirá el segundo, y el tercero elegirá el cuarto. Digo, el tercero.






Éso es todo.

Yo controlaré este tópico hasta que el concurso toque a fin, así que cualquier duda sobre el mismo que tengáis, me la podéis remitir por mensajería privada.



Y, si necesitáis algo de inspiración... podéis echar un vistazo a los héroes del pasado :O

Arrow I Concurso de cuentos
Arrow II Concurso de cuentos
Arrow III Concurso de cuentos

Y, por supuesto, también a nuestro Rincón de la literatura.


¡ Suerte y ánimo a todos !

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ZannEsu
Asunto:   MensajePublicado: 30 Nov, 2007 - 05:48 PM

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10 Jun 2003
¡ Actualizado con la lista de premios !

Ahora ya está todo listo, no sé a qué estáis esperando Mr.Green

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championblaster
Asunto:   MensajePublicado: 30 Nov, 2007 - 06:34 PM

Sombra
655 posts


Sombra

Miembro desde
19 Feb 2007
los relatos se envian a traves de posts aca??

si es asi por favor respondan , que interesante idea !!! me encanto , me voy a poner a pensar ya mismo

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kemelestokes
Asunto:   MensajePublicado: 30 Nov, 2007 - 07:01 PM

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<b><i>Moderador</b></i>

Cuentas
kemelestokes#2988

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05 Jun 2003
Zann Esu escribió:
La publicación de los cuentos se efectuará en este mismo tópico, y podrá llevarse acabo desde este preciso momento, hasta las 23:59 horas ( GMT +1 ) del próximo día 25 de diciembre ( minuto arriba, minuto abajo : D ). Llegada esa fecha, el tópico se cerrará y el jurado pasará a evaluar los relatos presentados.


Pues eso Wink
 
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Yerien
Asunto:   MensajePublicado: 05 Dic, 2007 - 10:03 PM

Rey Esqueleto
388 posts


Rey Esqueleto

Miembro desde
18 Jul 2007
Hola! Mr Green
He escrito mi historia, tengo que admitir que hace mucho que no escribía, y realmente a uno le hace bien, es un excelente ejercicio que tendría que prácticar más a menudo, solo por la simple satisfacción de hacer algo productivo ^^. Debo decir también que mi forma de escribir ha cambiado bastante, antes podría decirse era algo más alegre, más fantacioso, me gustaban las aventuras, los lugares exóticos y personajes heróicos. Hoy en día solo le encuentro el gusto a todo escrito más pensado que actuado y así es como se ha modificado mi manera de escribir.
Así que les presento esta historia, como ya dije no profundizé los datos y detalles de la historia, por que cómo autor, no me interesan y además he comprobaod anteriormente que cada vez que me centro solo en la trama y las acciones, me apresuro, cometo contradicciones y termíno cag*****a. Aunquie claro, con esto no quiero decir que mi literatura sea ahora mejor, sino que, me satisface un poco más, solo eso.
Bueno ahora si a la historia que sino esto se torna aburrido Mr Green Mr Green


Epílogo de un guerrero.

No recuerdo en que momento exactamente la dejé caer. Ahora que lo pienso mejor, me resulta extraño, hasta irónico ya que instantes antes creí poder verlo todo claro. Aunque por supuesto, de haber tenido en aquél entonces una mentalidad un poco más fría, habría encontrado una evidente explicación a mi estado. Aún lamento no haber tenido dicha cualidad cuando ciertamente hubiese sido útil, reproche que, aún realizado hacia mi subconciente, no hubiese podido brindarme, en esos instantes de autocompasión, la éfimera satisfacción que hubiera anhelado.

Claro que, mi estado de perplejidad fue aún mayor al descubrir que todavía recordaba aquél sonido, el metal pareció realizar una oscilación en la que, ciertamente, noté un exasperante tono mudo y hasta hueco. Sólo pareció hundirse y atrincherarse en un fino letargo dorado, en su propio y ameno brillo, creo que dicho resplandor me arrancó una falsa sonrisa, sin embargo no podría precisarlo. Me sentí estúpidamente aliviado.

Nunca entendí el motivo de esa falsa alegría, días atrás la había visto en sus rostros, no me repugnaba, aunque debo confesar que en muchas ocasiones desié que así fuera. Atribuyo esta extraña dicotomia en mi carácter a Sara. Inoconcientemente supongo, Ella éra la única razón por la cuál no aparecián en mí, amplificados, mis sentimientos más viles y deprabados. Tenía esa apariencia, siempre la tuvo, las noches de luna llena hacián brillar su hermosa y pálida piel, que parecía emanar un aura incandescente. Los días festivos parecían dotarla de verdadera vida, de alegría y dicha, que, aunque no quisiera aceptarlo, se transferia ininterrumpidamente hacía mí.

No intentaré explicarlo con más detalle; En primer lugar, porque como ya he dicho nunca compartí dicho sentimiento y segundo, por que no viene al caso, al menos ahora, además sería sólo recordar un triste y fugáz destello de luz aislado y negado por mí mismo, en eso que algún ingenuo pudo haber llamado vida y, cómo se entenderá , no me produciría satisfacción alguna, sino todo lo contrario.

El hecho en sí puede ser catalogado como casual, algunos lo huibieran llamado destino, claro que yo siempre preferí el término "circunstancias" aunque internamente no pudiera negar que se trataba de algo más que eso.

El sol caía directamente sobre mi frente y creía arder con cada exaustivo paso que lograba dar. Me resultaba irónico que un soldado como yó, que cargué y blandí mi espada en incansables batallas tuviera que realizar grotescas y absurdas peticiones, pero como anteriormente dije, no comprendí ni compartí nunca esas tradiciones tan altruistas, y no dejaré duda alguna de que nunca lo intenté. Supongo yo que, es lo único que aporta a mi conciencia un sentimiento de tranquilidad superficial. En esa caldera inmensa y desolada sobraban las piedras, y por supuesto, que podría tomar algunas, también era evidente que hace tiempo estaba fuera de servicio bélico; y por supuesto que siempre deteste esos malditos pretextos para intentar justificar lo degradante de mi tarea "estacional" sin embargo era mi extraña forma de sentirme partícipe.

Recuerdo que me llamó la atención el pórtico, y la calzada interior, la piedra brillante, pulída y tallada parecía hacer danzar un extraño brillo que estoy seguro, sólo pude haberlo visto yo. Descendí , palpé la suave arena con mis pies y sentí la perfecta uniformidad de los escalones Prendí una antorcha cláro, no había forma de adaptar un par de ojos humanos a tal oscuridad. No pude llevar la cuenta de cuanto caminé, lo hice despacio y pausado, pero el trayecto era tan largo, tan interminable, que mi caminar se tornó desesperado e irregular, atravesé las gruesas paredes e ingresé al cubículo y lo ví, la extraña estructura me deslumbró, él mecanismo no menos extraño también me cautivó, aunque cláro, fue el tesoro, lo que verdaderamente me maravilló. Era una extraña vara, que ingresaba verticalmente al circular mecanismo, tenía en su extremo una gran alaja formada por dos serpientes de oro que desplegaban un maravilloso brillo que mis ojos seguían intensamente.

Dí un paso, y lo sentí, tuve la dolorosa sensación de que mi corazón estallaba dentro de mi pecho, sentí un intenso ardor y mis piernas temblaron, se tambalearon y parecieron quebrarse como frágiles palillos. Solo pude girarme, para contemplar horrorizado los ojos fríos y sin vida del reptil, que asemejaba una gran sonrisa hacía mí, caí apoyado sobre una pared y me sentí increíblemente pesado.

Claro que, mi estado de perplejidad fué aún mayor al descubrir que había oído claramente el sonido, la había dejado caer. El metal pareció realizar una oscilación podría decirse hueca y muda; y me sentí estúpidamente aliviado, sonreí falsamente.

Había soltado mi espada, había soltado mi vida, eso pensé, al tiempo en que exhalaba mi último suspiro, y me perdía para siempre en la negrura aplastante del infinito olvido.

Fin
Yerien

pd: bueno ahí está mi colaboración al concurso, la he realizado enb parrafos largos y contínuos, si alguien tiene alguna sugerencia para cambiarlo las aceptaré por aquí o por mp.

Un saludo Wink

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Draudar
Asunto:   MensajePublicado: 06 Dic, 2007 - 06:24 PM

Reina de los Titanes
2276 posts


Reina de los Titanes

Cuentas
Draudar#2550

Miembro desde
11 Jul 2007
Saludos, aquí va mi relato Navideño de Diablo II...

La Noche en que arruiné la Navidad

Era un frío día de Diciembre... Acabábamos de derrotar a Baal, Señor de la Destrucción, último de los tres males fundamentales presentes en este mundo; su cadáver yacía ahora inerte sobre la plataforma de la "Piedra del Mundo" (o "Mundo de Piedra", como algunos disléxicos también le llaman). De pronto se hizo presente la majestuosa figura del mismísimo "Arcángel Tyrael", quien abrió un rojo portal, el cual, según dijo, nos llevaría a un lugar seguro. Mis tres amigos y yo cruzamos ese portal, para encontrarnos nuevamente en la ciudad bárbara de Harrogath, donde TODO el pueblo, incluyendo algunos amigos originarios de tierras lejanas, tales como "Akara" (suma sacerdotisa de las Arpías), "Jerhym"(príncipe del Lut-Golein), "Hratli" (gobernador de Kurast) y "Gheed" (el comerciante sinvergüenza y oportunista que estafó a cada héroe que solicitó sus servicios), entre otros, nos esperaban, recibiéndonos con intensos gritos de alegría y aplausos! Durante un momento, nos quedamos inmóviles frente al otro lado del mágico portal, hasta que de pronto lo entendimos... Nuestra épica aventura había llegado a su fin y, luego de meses de lucha, nuestros cansados cuerpos reclamaban un bien merecido descanso. Esa noche se celebró una gran fiesta en nuestro honor, en la que hubo mucha comida y cerveza, incluyendo bailes y relatos de nuestras aventuras, hasta el otro día. Sin embargo, era ya momento de despedirse, y dos de mis compañeros ("Darigan, dardo Venenoso" y "Krisaor, discípulo de Zakarum") debían volver a sus tierras natales al otro lado del continente, por lo cual decidieron partir al amanecer. Yo, por mi parte, pensaba volver a las misteriosas tierras montañosas que me vieron nacer, más allá de la meseta Arreat, y ahí pasar mis días reflexionando sobre nuestra valerosa expedición, pero mi tercer acompañante, "Belzelga, puño de los Antiguos" (originario de Harrogath) insistió en que me quedara una semana más, pues en su pueblo se celebraría una fiesta llamada "Navidad", la cual yo desconocía totalmente.
- "No te arrepentirás amigo, es la fiesta más ansiada por los residentes de esta aldea" - dijo, y sus palabras me disuadieron de partir esa misma tarde.

Cuando mi bárbaro acompañante anunció que me quedaría hasta la semana siguiente, los aldeanos se alegraron mucho, y me ofrecieron una cómoda cabaña en la cual podría hospedarme. En el transcurso de la semana, Harrogath sufrió una gran transformación... De un día para otro, de todas las casas colgaban muchas luces, y muñecos de nieve alegraban sus patios. En el centro del pueblo se erigía un gran pino (el cual yo mismo ayudé a trasladar), adornado con joyas y gemas brillantes, y, sobre ésta, una gran estrella que emitía una cálida luz plateada. En todo el lugar reinaba un ambiente de paz y alegría, e incluso había un coro de pequeños niños que iban de puerta en puerta, cantando melodías que ellos denominaban "villancicos" (los cuales yo no entendía mucho, pues algunos hablaban de tres reyes, otros de un niño en un pesebre, y algunos incluso de un tal "Santa", entre otras cosas). A pesar de no entender mucho en qué consistía susodicha fiesta, el entorno de felicidad y júbilo aliviaba mi atormentado espíritu.

Así pasaron los días, hasta que una tarde, mientras hablaba con mi amigo Belzelga, éste me dijo sonriendo:
-"Esta es la gran noche que todos esperan... Te llevarás una agradable sorpresa."-. Luego se despidió y fue a su casa. Yo me fui a mi cabaña, a esperar mi "Gran Sorpresa"... Anocheció, y, luego de 2 horas y media, aún no recibía mi gran sorpresa... Además, a diferencia de los otros días, no había un alma en las calles, y de las casas no escapaba un solo sonido. Algo extraño estaba pasando, y comencé a preocuparme un poco. Pasó otra hora, y estaba a punto de rendirme ante el sueño, cuando de pronto escuché que a lo lejos algo se acercaba, emitiendo un sonido que similar a pequeñas campanas... Me incorporé rápidamente y me asomé por la ventana, pero tal pareció que nadie además de mí, podía escuchar tal ruido. El sonido se hacía más intenso, y mi preocupación se hacía más grande, hasta que súbitamente el sonido cesó. Permanecí en silencio unos segundos, cuando repentinamente sentí que algo grande y pesado se había subido en el techo de mi cabaña. No me atreví a asomarme, pues, si se trataba de un enemigo, era conveniente que éste pensara que me hallaría desprevenido, así que decidí invocar a uno de mis fieles cuervos y lo envié a observar. Un minuto después volvió, entrando por la ventana. Cuando le pregunté qué sucedía, me dijo (en su confuso idioma) que sobre el techo había un gran carruaje tirado por corceles cornudos, uno de los cuales emitía una potente luz escarlata, y que sobre el carruaje se hallaba una figura robusta de piel roja como la sangre. En ese momento temí lo peor... DIABLO... ¡Había vuelto en busca de venganza, luego de la muerte de sus hermanos! Pero eso no podía ser posible, ya que yo mismo había presenciado la destrucción del demonio, y de su piedra del Alma en la mismísima Fragua del Infierno... A menos que... La luz roja... ¡No podía ser! ¡¡¡Alguien había logrado restaurar la piedra, y así resucitar al Señor del Terror!!! No podía quedarme ahí inmóvil; debía hacer lo posible por rescatar todo aquello por lo que los inocentes pobladores de Harrogath habían trabajado, en especial durante esta semana de festividades. Pensé en llamar a Belzelga para que me ayudase a derrotar al demonio, pero si salía a alertar al pueblo, era posible que Diablo lanzara una de sus ondas de fuego expansivas y acabara con todos los pobladores que no estuvieran equipados con vestimentas mágicas; no podía poner al pueblo en tal riesgo... Esto dependía ahora solo de mí.

Rápidamente me puse mi equipo mágico e invoqué a mis fieles lobos mortales, mi liana venenosa y mi espíritu de roble, y activé mi escudo elemental, para luego transformarme en un gran hombre oso. Debía actuar rápido... Atacar por sorpresa, para que Diablo no alcanzara a actuar. ¿Pero esas criaturas con cuernos del carruaje presentarían un problema...? No importaba, mis lobos se encargarían de ellas. Me paré frente a la puerta de la cabaña, y conté hasta tres... Uno... Dos... ¡¡¡Tres!!! A penas salí de la cabaña envié a mis lobos a que saltaran al techo, mientras yo lanzaba ondas de choque, que aturdirían a las bestias para que mis lobos actuasen. Sin embargo, no recibí un contraataque por parte del demonio mayor, como yo esperaba. En su lugar, se escucharon gritos desesperados de animales (que no eran mis lobos), y del techo cayó un hombre con su ropa rasgada y muy mal herido, que gemía y se retorcía sobre el suelo... Con aquel ruidoso espectáculo, todo el pueblo salió de sus casa y se conglomeró en torno a la curiosa escena (mientras mis lobos terminaban de destrozar lo que fuera que estuviese sobre el techo) cuando de pronto apareció Malah, quien exclamó: -"¡Qua-Kehk!"-.

Inmediatamente des invoqué a mis lobos (lo cual no fue muy útil, pues de todas formas ya habían acabado con lo que hubiese estado sobre ese techo) y me alejé de la multitud. Ahora los ojos de todos los pobladores enfocaban al cuerpo mal herido del hombre más venerado de la aldea, y yo me sentía muy confundido... Al parecer mis sospechas eran erróneas, y no era Diablo quien invadía la ciudad... De pronto un hombre fornido me tomó del brazo y me llevó tras la cabaña. Era Belzelga, quien me miraba en busca de una explicación... Entonces le relaté sobre mis sospechas, y le pedí que me explicara qué era lo que sucedía, pues aún no entendía qué hacia Qua-Kehk con un carruaje en el techo de mi cabaña, acompañado de bestias cuernudas y de una fuerte luz roja. Belzelga calló un momento, y luego estalló en una gran carcajada, diciendo:
-"Hahahaha!!! Amigo, esta es la Navidad más extraña que he visto en Harrogath!!!"-.
Luego de unos minutos de risa, me relató lo siguiente... Todos los 25 de Diciembre, se celebraba en Harrogath una fiesta ancestral con motivos que, pese a que Belzelga me explicó, no logré entender. Sin embargo, su manera de celebrarlo es muy especial. Cada noche del 24 de Diciembre, Qua-Kehk se disfrazaba de "Santa" (un hombre barbudo y de traje rojo) y montaba un carruaje encantado (el cual, según dijo, perteneció a los Antigüos), tirado por "renos" (criaturas similares a caballos delgados con pequeños cuernos, de entre los cuales uno llevaba puesta en la nariz un gran rubí que refleja la luz de la luna) y sobrevolaba los techos de todas las casas del pueblo, introduciendo regalos para los niños en sus chimeneas.

Una forma bastante curiosa de celebrar una fiesta, como se darán cuenta. Sin embargo, mis lobos, tras reducir los pobres e inocentes renos a tan solo huesos, habían devorado la mayoría de los regalos, lo cual me hizo sentir muy culpable (y muy estúpido), razón por la cual decidí entregar mis pertenencias (incluyendo mi equipamiento mágico) a los niños cuyos regalos se encontraban ahora siendo digeridos por mis canes. Afortunadamente, Qua-Kehk fue rápidamente curado por Malah, y éste no se enfadó mucho por lo sucedido (solo lamentó la muerte de "Rodolfo", el reno que llevaba el rubí en su nariz).

Finalmente todo resultó bien, y más de un niño recibió el mejor regalo de su vida gracias a mí ("Cadenas de Honor", "Llamada a las Armas", "Piedra de Jordán", etc), por lo que perdonaron mi acción tan estúpida, y me invitaron para la próxima celebración de Navidad. Y así es como cada año viajo a Harrogath para esas fiestas a reencontrarme con mis amigos, y cómo desde ahora Santa lleva puesta una "Fortaleza" bajo su túnica, en caso de que algún paranoico presagie el ataque de uno de los tres males fundamentales...

FIN.

PD: Feliz Navidad. Wink

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juan_cho89v
Asunto:   MensajePublicado: 21 Dic, 2007 - 06:49 AM

Sombra
625 posts


Sombra

Miembro desde
30 Abr 2007
Remembranzas en batalla

Era un día de cielo despejado cuando estaba en el pico de la montaña que escalé de madrugada, el viento estaba tranquilo pero las auras cambiarían cuando me avalnzaría en acción; '' Creo que es hora'' me dije y empezé a bajar a una velocidad demoniaca, ya era tiempo de ubicarme según lo planeado, mi clan no esperaría ordenes para atacar a las huestes del Santa Cloxer, pues ni modo, tenía que dar soporte a los sacerdotes que iban a realizar el vudú con el muñeco preparado del enemigo.

Al llegar al punto de reunión vi que algunos estaban nerviosos y otros muy preocupados por el futuro de sus vidas, esto porque el tal Santa Clox era experto en maldiciones que duraban años, incluso una vida, así que decidí subirles la moral con un algún discurso improvisado pero efectivo y al final todos estaban por lanzar el grito de guerra, el cual era la señal para que los demás clanes empiezen el asedio y pensé '' que mejor que empezar ahora mismo?'' y simplemente los deje continuar con su euforia de modo que los niveles de adrenalina suban para poder afrontar mejor el ritmo de lo que van a realizar; una vez comenzado el ataque buscque por todos los medios posibles que ninguno de los chamanes y sacerdotes fallen en la sincronización y que uno de los grupos invoque un demonio que tenga el suficiente poder para ser el ''cebo'' del bando contrario y así no tener muchas bajas.

No pasó ni una hora cuando vino el plato fuerte con muchos de sus mejores hombres en combate, así que decidí ir con tres de mis más leales amigos; antes de llegar a enfrentar a Santa Clox y sus mejores asesinos les dí algunas indicaciones a mis compañeros, entonces decidí ir a combatir pero cuerpo a cuerpo aunque los otros iban a ir con armas y me puse unas nudilleras hechas de una buena aleación de mitril y adamantium; sin embargo había olvidado algo hasta ese momento, mi difunto maestro me habló algo acerca de los puntos ciegos que tiene cada uno en el cuerpo, pero aparte de eso me dijo del por qué uno lucha por avanzar y casi me nubla mi espíritu de guerra, y no le hice caso que digamos pero medité al respecto, y ahora que lo veo no tengo ningún problema porque tengo claro un objetivo.

Al llegar el momento en que debía de hacer un quiebre en el momento decisivo de la batalla tuve que poner en práctica un sinfin de artilugios que los practiqué durante muchos años, así que me enfrente junto con mis 3 compadres a 10 personajes incluido el pez gordo, así que sin dudar di su descanso a 2 de los más próximos con un golpe certero en el pecho, luego de unos minutos estabamos casí por ganar hasta que tuvimos que usar una barrera de protección para resguardarnos de las maldiciones que lanzaba Clox.

Luego de poder embestirlo los sacerdotes y chamanes lograron hacer el vudú justo a tiempo lo cual hizo que desaparezcan las influencias que tenía el viejo Clox sobre sus lacayos, no dudé ni un segundo más luego de esto puse en práctica la técnica de los 7 sellos que daría fin a la vida del vil vejete pero con la dicha de este no encuentre la paz en la otra vida por 7 largos siglos y no poder alterar nada con sus intenciones, pero había una contra para el usuario de esta técnica la cual era dar un poco de energía vital que me reduciría 7 años de vida y otras consecuencias que nadie conocía a ciencia cierta.

Al terminar la campaña agradecí a los clanes aliados y decidimos dispersarnos por el ancho mundo y nunca encontrarnos más debido a algunas creencias que tenían los chamanes de cada clan.

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lobesnoarg
Asunto:   MensajePublicado: 21 Dic, 2007 - 07:59 AM

Guerrero
29 posts


Guerrero

Miembro desde
29 Nov 2007
jjaja sorypero lo tenia que poner...

la historia de "Draudar" (?) jajajaja!!

es fenomenal.. de lo mejor... es la crem de la crem... jajaja

a pesar de ser mdeio predecible es un mar de risas..

jajaja

solo eso... devia escribirlo..

para mi ya gano el... jajja

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Rock and roll en el corazon...
y La Sinuosa es mi todo, soy yo...
 
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Draudar
Asunto:   MensajePublicado: 21 Dic, 2007 - 05:26 PM

Reina de los Titanes
2276 posts


Reina de los Titanes

Cuentas
Draudar#2550

Miembro desde
11 Jul 2007
lobesnoarg escribió:
jjaja sorypero lo tenia que poner...

la historia de "Draudar" (?) jajajaja!!

es fenomenal.. de lo mejor... es la crem de la crem... jajaja

a pesar de ser mdeio predecible es un mar de risas..

jajaja

solo eso... devia escribirlo..

para mi ya gano el... jajja


...Mr Green

Muchas gracias "Lobesnoarg", pero no me des tanto crédito... Tu historia también cuenta (es más original que la mía, pues a mí se me ocurrió la mía mientras hacía mi dibujo para el Concurso de FanArt Neutral), y aún hay tiempo para que alguien más nos sorprenda con otra...Smile.

Bueno, eso es todo. Y le digo a todos que se animen a concursar con una historia navideña de Diablo II...Razz

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ZannEsu
Asunto:   MensajePublicado: 21 Dic, 2007 - 10:58 PM

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4647 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Cuentas
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Miembro desde
10 Jun 2003
¡ Últimos días para presentar relatos ! :O

Hora de ir apurando los que tengáis uno por terminar. Seguro que todavía queda alguien con algo que contarnos Cool

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 22 Dic, 2007 - 04:41 PM

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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
LOS SIETE DÍAS DEL PECADO



Acto 1: La concepción del Pecado.

Siete es la cantidad de años que han transcurrido desde que los últimos héroes acabaran con el Señor de la Destrucción en el Monte Arreat. El monte estalló en pedazos de piedra ardiente y disforme, algunos de los cuales llegaron al propio desierto de Aranoch, muy muy al sur... las tierras bárbaras fueron casi en su totalidad arrasadas por el cataclismo salvo tres pequeñas aldeas que, tras recibir la población de las zonas arrasadas, se convirtieron en auténticos centros de poblamiento, conformándose en torno a ellas otras aldeas mucho más pequeñas, llegando a un número total de siete, se las conoce como las siete tribus bárbaras, cada una de ellas liderada por un jefe tribal aconsejado en todo momento por un chamán.
Nubes de oscuros presagios se habían formado para el año del séptimo aniversario de la derrota del último de los Hermanos. Los siete chamanes se sentían inquietos, como si punzadas de dolor recorrieran sus espaldas y los espíritus se rieran de su incapacidad por descifrar lo obvio.
Un buen día, habiendo pasado ya la mitad del año, una joven alquimista de veinticinco años preparaba una poción especial para que los huertos no necesitaran de tanto riego ni de tanta atención por parte del campesino, y éstos se pudieran dedicar al bello arte de la guerra. La poción estaba ya formulada y casi llevada a cabo cuando Magrat, la alquimista, creó oír en el desván de su vieja casa unas vocecitas. Todavía no había podido dar a luz, según ella era porque las pociones la ocupaban todo el tiempo, pero en la realidad era porque ninguno de aquellos corpulentos varones la atraía, ella buscaba algo distinto a esa sociedad tan bruta que era su pueblo; por esta razón siempre se fijaba en los jóvenes muchachos, acompañantes de grandes señores, que estacionaban en las aldeas cercanas en lo que se ha convertido una auténtica peregrinación: los restos del antiguo Monte Arreat.
Decían que a quien se arrodillara junto al gigantesco cráter le sería concedido un deseo de manos de aquellos que murieron por defender a Santuario hacía ya tantos años. Magrat no creía en estos rituales, pero jamás descartó que un buen día fuera allí y, como todas las demás mujeres en edad fértil y recién casada, pediría descendencia.
No obstante, estas fijaciones de la joven alquimista hacia los muchachos nunca pasaban del simple contacto visual. Era muy importante para cualquier alquimista conservar intacta su virginidad, de lo contrario perdería su excelente tacto para con las plantas y brebajes y, habiéndose dedicado toda su vida a ello, sólo le quedaría ser meretriz de alguno de aquellos hombres que peregrinaban por allí.
Magrat subió las escaleras exteriores hacia el piso superior, se acurrucó fuertemente en su densa capa de pieles y abrió la puerta. Como ella suponía, allí no había nada, sólo los trastos de alquimia, algunos viejos libros, velas de cera e instrumentos para la labranza... pero ni rastro alguno de las voces. Miró hacia la trampilla que daba paso al diván y volvió a escuchar las mismas voces: estaban riéndose, pero, aunque se distinguían perfectamente dos, ella hubiera apostado su vida a que provenían de un sólo ser. Lentamente cerró la puerta a sus espaldas y se estiró para tomar la cuerda con sus manos y así bajar la trampilla.
Subió por la destartalada escalerilla y, como suponía, no había nadie allí. Hacía casi siete años que no entraba al diván, desde donde pudo ver perfectamente la explosión del Monte Arreat. El motivo por el cual ella nunca quiso volver fue porque en cuanto el monte estalló, una de las piedras atravesó el tejado de paja y se incrustó en una vieja pianola que estaba a escasos centímetros de su cabeza. El miedo fue tan grande que ella, ya huérfana con el asedio de Baal a Harrogath, se juró no volver a subir allí arriba, pero la curiosidad y el temor por que hubiera alguien más en la casa la obligó a ir al diván.
Todavía continuaba allí aquella piedra incrustada en la pianola. El moho y el tiempo la habían deteriorado, ya no parecía tan amenazadora como la recordaba. Se acercó a ella, la examinó y se dispuso a tocarla por primera vez. Cuando el contacto se consumó, escuchó nuevamente las dos voces, provenían de la propia piedra.
- Ha llegado el recipiente del pecado... tú, mujer, joven, casta y pura, serás la Madre que engendre al Padre.

Magrat cayó en un profundo sueño cuando vio, desde el agujero del tejado, como si una sombra brotara de los restos del monte Arreat y se dirigiera a ella. Su cuerpo se derrumbó sobre el suelo justo en el momento en que un jirón de la nube negra atravesaba el tejado y penetraba en su seno.
Magrat experimentó toda una serie de cambios desde aquel día: su apetito incrementó, su carácter se hizo mucho más exigente y la rabia crecía en su interior, a su vez, engordaba de una manera singular, ella, que siempre se había caracterizado por una fisonomía más bien delicada y escuálida, se veía ahora enorme y con una tripa que antes no tenía. A los seis meses de que se desmayase comenzaron los mareos y vómitos, dolores continuos de cabeza y vientre, sus senos se inflamaron y rezumaban líquido negro. Asustada, decidió acudir al chamán más cercano, pero en cuanto la idea fue concebida en su mente, un intenso dolor recorrió su espalda hasta la sien, tumbándola en el duro suelo de piedra del exterior. Poco tiempo después le vendrían intensos dolores que culminarían con un parto natural de un precioso bebé rosado, masculino, con los ojos negros completamente. Magrat no sabía cómo había podido tener un hijo, si ella jamás había amado a ningún hombre.
Esa acción desencadenaría toda una serie de sentimientos en los siete chamanes de las tribus, como una punzada en lo más profundo de su mente. Abandonaron sus quehaceres y marcharon juntos a la casa de Magrat. Sabían muy bien lo que debían hacer e iban bien equipados para ello.
A los siete meses y siete días de que Magrat recibiera en su seno aquél espíritu, fruto del cual era su precioso hijo recién nacido, llamaron a su puerta todos los chamanes. El sentimiento de protección se apoderó de la recién madre, tomó al hijo y salieron de la casa por la puerta trasera, desgraciadamente les esperaban tres de los chamanes que no tardaron en llamar a sus hermanos.
Tenía a su bebé entre los brazos, los siete hombres avanzaban hacia ellos esgrimiendo dagas envenenadas, acercándose más y más, pero ante el peligro, cuando estuvieron casi a contacto con la piel, el bebé sonrió, sus ojos parpadearon y los rostros de los siete chamanes se tornaron pálidos y blancos como la leche. Sus cuerpos se desplomaron sobre el suelo.
Magrat salió corriendo de la casa con su niño a cuestas. Sabía perfectamente lo que debía hacer, así que se dirigió hacia una pequeña cueva que se encontraba a poca distancia de los restos del monte Arreat, junto a un río helado, y allí depositó a su bebé sobre el frío suelo mientras le acariciaba una mejilla.
Había tomado una de las dagas de los chamanes y, aunque no podía creerse lo que estaba dispuesta a hacer, la esgrimía ahora ante su hijo. La hoja goteaba todavía veneno. Su bebé no se iba a defender, ambos lo sabían y fue ese hecho lo que obligó a Magrat a guardar el arma, tomar a su bebé en su regazo y darle de beber ese líquido negro que salía de sus pechos.
Transcurrió el día y, al anochecer, todavía estaban allí madre e hijo, mirándose. Sabía que hacía mal pero no era capaz de matarlo, ni allí ni en cualquier otro lugar. Aquellas zonas, irradiadas por la energía que despedían los restos del monte Arreat, eran indetectables para los chamanes, allí estaría seguro y crecería fuerte.
Lo dejó en el interior de la cueva, bien cubierto. Se prometió que no miraría atrás, le abrazó por última vez y dio la espalda al recién nacido; desde aquél momento ella no sería madre, no sería mujer, y mucho menos persona. Ya veía la salida de la cueva, el sol del nuevo día acariciaba tiernamente su rostro, se quitó el pañuelo que le cubría el cabello y lo ató a una rama que crecía junto a la entrada.


Acto 2: Los Siete Días del Pecado.

El mundo ha cambiado. Han transcurrido veintiún años desde que naciera el hijo de Magrat y no pasó un sólo día sin que ella no volviera a la cueva y mirara la entrada, pero él nunca salía a recibirla, no tenía esperanza de que su bebé hubiera sobrevivido al frío y al hambre, pero no hubiera estado tranquila si algún día no hubiera acudido a la cita que se había impuesto a sí misma. El pañuelo que una veintena de años atrás dejara en la puerta, todavía se encontraba en ella, ahora era ya un árbol esa débil rama, había crecido y hecho fuerte; sus frondosas extremidades cubrían por completo la entrada a la cueva desde hacía tiempo y Magrat había decidido no invadir la intimidad de su hijo.
Había hecho mal, lo sabía perfectamente, pero no por ello pedía la absolución. Perfectamente conocía que aquella descendencia suya no era normal pues ella todavía continuaba inmaculada. Sus poderes de alquimia no se habían debilitado, sino todo lo contrario, había llegado a desarrollar nuevas aptitudes y descubierto pociones realmente peligrosas así como hechizos de encantamiento y transmutación de objetos.
El mundo ha cambiado: las siete tribus bárbaras se habían agrupado en un único emplazamiento, dando lugar a una próspera ciudad que ya estaba completamente erigida y construida sobre un gigantesco tótem, hogar del jefe bárbaro, rodeado en todo momento de su vida por siete chamanes originarios de cada uno de los distintos clanes. Magrat también había escalado posiciones sociales: a los pocos años del nacimiento de su hijo fue cuando el jefe de una de las tribus, acompañado por su nuevo chamán, recurrió a la sabiduría de la alquimista y a su destreza con hechizos para llevar a cabo la hegemonía de su clan sobre los demás. De esta forma nació la ciudad bárbara de Hüdbek, liderada por Kuda y por su segunda al mando, Magrat.
Fue al cumplir exactamente veintiún años del nacimiento de su hijo cuando un gran terremoto sacudió a Santuario en su totalidad. Provocó la ruina de muchas ciudades, la muerte de innumerables personas, grandes montes se vinieron abajo y otros nuevos nacieron, incluso cambió las corrientes marinas, secó ríos y creó otros. En las zonas norteñas surgió un enorme espolón de roca de entre las ruinas del monte Arreat, algunos catalogan como la montaña más alta de todo el mundo, muchos fueron los que, con la ayuda de las tecnologías produjeron máquinas voladoras que flotaban en el aire e intentaron llegar con ellas a la cima del nuevo monte, pero a cierta altura siempre se formaba alguna tormenta que azotaba a la máquina y le impedía proseguir su ascenso. Algunos pocos que sobrevivieron afirmaban que cuando se forma la tormenta es porque están cercanos a la cima, y que en esa cúspide había una figura oscura de la que emanaban las nubes negras y, tras ella, siempre estaba el sol.
Las noticias volaron, llegando hasta el último rincón de Santuario diciendo que había una gran montaña cerca de Hüdbek, imposible de escalar, pero que en su cima se encontraban todos los tesoros que un hombre pudiera abarcar con la mirada. Multitud de buscadores de tesoros marcharon hacia las heladas tierras del norte y a su paso por Hüdbek siempre dejaban alguna propinilla extra a aquellos juglares que cantaran en su presencia canciones de las gestas que llevarían allí arriba o a los mesoneros que les proporcionaban información e incluso, si el aventurero era medianamente rico salía más rentable servirle como guía hasta el espolón que trabajar en el mesón durante dos o tres meses. Significó un auténtico auge de la economía de una ciudad que se estaba desarrollando.
Aún quedaban catorce días para que se acabara el año. Los bárbaros veían a los aventureros adentrarse en la montaña, pero jamás vieron su regreso. Ahora sabían que la montaña era hueca en su interior y se podía ir subiendo por ella como si fuera una torre. Comenzaron a surgir rumores de extrañas bestias que aparecían y embaucaban el corazón de los hombres y mujeres que tenían suficiente coraje como para buscar los tesoros. Los mismos rumores llegaron acrecentados, pero no mal encaminados, a todo el mundo, decían que un oscuro ser regentaba aquella torre y se pagaba con la vida la intromisión en ella.
A siete días para fin de año se produjo un brutal terremoto que hizo derrumbarse gran parte de la torre, quedando como una construcción oscura y producto de una mente maléfica. El blanco de la nieve contrastaba con el negro de la piedra mientras que regueros de lava ardiendo caían por extrañas bocas abiertas en gesto de dolor en la propia roca. Consideraban que era una maravilla que la nieve fría y la lava candente estuvieran codo con codo en una misma construcción, pero se averiguó que era porque la propia roca estaba tan increíblemente caliente que se derretía en lava y que el frío de las alturas provocaba la aparición de nieve continua y permanente.
Una temible voz se expandió a todos los lugares desde la cima de la torre, atormentada, dolida, pero también llena de odio, frustración y rabia desatada.
- Hoy, a siete días para el final del año es el nacimiento del Mesías del Pecado. Yo, Azmodán, nacido de una virgen, con inmaculada concepción, reclamo mi soberanía sobre estas tierras y todas aquellas a las que mi voz llegue. Quien se atreva a enfrentarse a mis divinos designios o, simplemente, que se acerque a mi torre, que sepa que le espera la muerte.

Las palabras causaron una auténtica sacudida a los corazones de un mundo que pensaba que se había librado ya por fin de las injerencias de los Males del Infierno con la caída de Baal. A pesar de esto, no fueron pocos los que se arriesgaron y, desde todas partes del globo, acudieron al enfrentamiento a pie, en barco, en animales o en máquinas voladoras para derrocar a Azmodán y, a la vez, tomar el tesoro que afirmaban existía en la cima. Aquello fue una escaramuza: ninguno salió con vida.
El aplastante triunfo sirvió para consolidar su poder y dominar el mundo.
Desde su torre, el Señor del Pecado pretendía crear un portal y comunicar el Cielo con el Infierno. Para ello tenía la fuerza suficiente, pero necesitaba que los astros confluyeran, acto que se produciría en la noche del día de fin de año.
Una segunda oleada de héroes acudió a derrocar al soberano, pero fue inútil, igual que la tercera, la cuarta y todos aquellos que fueron por libre. Nunca nadie había conseguido llegar a la cima y ver cara a cara a Azmodán, todos eran embaucados por el signo del pecado y consumidos.
Kuda y, en mucha mayor medida, Magrat se sentían culpables de esas carnicerías. En ningún momento aconsejaron que no acudieran allí héroes, todo lo contrario, animaron a ello porque beneficiaba la economía y, con ella, la ciudad crecía y se expandía su influencia, llegando a ser hegemónica en todo el norte. Jamás consideraron oportuno impedir la difusión de los rumores, los favorecieron en cambio.
El cambio fue a un día para fin de año: los cielos se tiñeron de rojo, los mares eran negros, las nubes habían ocultado el sol, los ánimos de las gentes prácticamente eran inexistentes. Sobre el quebrado tótem de Hübek, Kuda y Magrat miraban juntos la torre de Azmodán; no se intercambiaron ninguna palabra, ningún gesto, ninguna mirada, pero los dos bajaron de allí, tomaron su espada, su lanza y sus pociones y, a solas, marcharon de la ciudad, sin que nadie supiera qué iban a hacer.
Calculaban que era el amanecer de fin de año. Copos de nieve descendían del cielo pero no había árboles que los soportaran, animales que se resguardaran ni viento que los meciera: se desplomaban sobre la yerma tierra formando una fina capa al principio, densa después, de color blanco, que lo cubría todo: rocas, murallas, tejados... y frente a ellos, bajo las rojas nubes, la enorme torre, blanca, negra y roja, se alzaba amenazante ante ellos.
No les costó llegar allí. Magrat había dirigido la mirada hacia un lugar concreto del suelo. Eran los restos de lo que habría sido un enorme árbol frondoso, sintió un flechazo en el corazón cuando, al apartar las ramas, descubrió allí aquél pañuelo que veintiún años atrás hubiera dejado atado a una fina y mortecina ramita. Decidió tomarlo y enrollárselo en el pelo.
Kuda y la alquimista entraron por una pequeña abertura en la roca. Rápidamente sintieron, en el interior de la torre, el calor de la lava, el frío de la nieve y al palpar la roca, su afilada superficie. El interior estaba completamente hueco, solamente había una escalera de caracol de roca formada a partir de la propia torre, pegada a los gruesos muros, que subía hasta el infinito y en la cual se encontraban estalagmitas y estalactitas. Al mirar al suelo encontraron relucientes armaduras y finas espadas junto a mugrientas placas que alguna vez hubieran podido servir para defenderse o palos puntiagudos que habrían sido usados como arma.
- ¿Qué diablos ha ocurrido aquí? –preguntó Kuda mientras con su lanza examinaba los cadáveres cercanos-
- Hace tiempo que nadie entra aquí, sin embargo hay huellas recientes –observó Magrat señalando hacia los cadáveres donde, bajo ellos, podían rastrearse signos de cierta actividad- No están muertos... sólo duermen.

Los huesos reposaban en el interior de sus armaduras como sarcófagos improvisados. Podían verse en ellos las huellas de la batalla: fracturas en los huesos, melladuras en los escudos, miembros seccionados y espadas quebradas. Tras ellos un grito sorprendió su inquieta calma. Asustados se giraron y encontraron a un ser humano vivo que corría hacia la torre armado con un hacha a dos manos y tan pobremente defendido que la mejor pieza de protección era el taparrabos que cubría sus vergüenzas.
El grito no sólo despertó de su meditación a Kuda y Magrat sino también a los huesos. Los muertos se reavivaron y tomaron las armas. Por alguna extraña causa actuaban como si los dirigentes de Hübek no estuviesen allí y únicamente existiera aquél bárbaro humano que había roto su pacífico descanso. Hubieran podido jurar, y no hubieran errado, que la propia parca estaba con ellos en aquél mismo lugar. Un aliento frío recorrió sus espaldas, a Magrat se le escapó un gritito que, por suerte, pasó desapercibido para los revividos. El hombre, al penetrar en la torre fue inmediatamente sorprendido por los esqueletos e incluso se podría decir que le dieron la oportunidad de escapar, pero se quedó paralizado al ver cara a cara al rostro de la muerte sonreírle. Atravesado por las espadas pronto abandonó el mundo sin dejar escapar el mínimo grito. Los cadáveres se abalanzaron sobre la carne fresca y descarnaron a su presa en un abrir y cerrar de ojos.
Los dos humanos estaban asustados pero supieron reaccionar. Comenzaron a subir lentamente la escalera, encontrándose con todo tipo de restos humanos, armaduras y armas en su ascensión. Esquivaban como podían los agujeros en las rocas así como la fina nieve que resbalaba o las corrientes de lava que emanaban de alguna que otra zona de la torre.
Magrat estaba mirando a Kuda cuando su cabeza chocó contra una estalactita y cayó al suelo, rodando un tramo de las escaleras y acabó cayendo por el borde. Podría decirse que sus gritos hubieran podido despertar a los muertos, y así fue: los cadáveres recobraron lentamente la vida. El jefe bárbaro corrió tras ella y logró tomarla del brazo salvándole la vida, pero el mal ya estaba hecho. Los esqueletos habían cobrado vida y marchaban hacia ellos.
Magrat estaba salvada de la caída, pero continuaba suspendida en el aire, sólo sujeta al brazo de Kuda. Los revividos ya estaban bien a la vista, tanto en el tramo superior como inferior de la torre.
- Kuda, déjame caer, toma la poción y acaba con esto. Ya queda poco para acabar la ascensión de esta torre, ¡salva a tu pueblo!
- Magrat... –consiguió decir el jefe bárbaro con lágrimas en los ojos- no permitiré que me encomiendes la misión que tienes tú –las palabras surgieron de sus labios y rompieron el corazón de la alquimista-.
- Eso significa.... -era imposible ¡él lo sabía! ¡sabía perfectamente que Magrat era la madre virgen de Azmodán! Un secreto que ella había mantenido celosamente guardado era bien conocido por el propio jefe- ¿cómo lo has sabido?
- Ahora no hay tiempo para explicaciones, pero nunca venías a solas aquí; nunca permitiría que te pasara nada malo en el camino. Una vez entré en la cueva y le encontré, es un chico bien parecido, pero el Pecado anida en su interior.

Kuda no dijo una frase más: los esqueletos estaban tan cerca que hubieran podido atacarle ya. No la dejó caer, todo lo contrario, como pudo se incorporó sobre sus piernas y, tomando a Magrat con los dos brazos, la lanzó todo lo alto que pudo.
- No permitas que esto acabe, déjame vivir en ti y no habrá sido una pérdida.

La alquimista virgen pudo ver cómo las espadas entraban y salían del cuerpo de Kuda mientras su cara no abandonaba la sonrisa con la que la había lanzado. Ciertamente él la amaba y ella ya lo suponía, pero nunca supo hasta qué punto y nunca se atrevió a hablar de eso con nadie.
Magrat había logrado llegar hasta el último tramo de las escaleras. Parecía que nunca nadie consiguió subir tan alto. Hacía realmente frío, ya no había lava que cayera por la roca, sólo nieve. Echó la vista atrás y encontró un cuerpo humano medio devorado junto a otros varios que estaban descarnados pero sin armadura ni armas. Con la vista investigó un poco más y encontró movimiento debajo de los huesos.
Tomó una de sus pociones explosivas y se preparó a lanzarla pero algo le decía que no debía hacerlo, así que esperó un poco más. La figura salió. Era un joven hombre, apenas adulto. Lo recordaba muy bien, se había fijado en él en Hübek, apuesto, rubio, ojos negros... el paje de un rico hombre que había querido compartir lecho con la alquimista durante su estancia en la ciudad pero ésta se negó a ello. Ahora su aspecto estaba muy deteriorado, la sangre y la suciedad cubrían su desnudo torso que revelaba unos músculos bien marcados. Su fisonomía era la típica de los amantes de palacio del desierto, los concubinos del jeque. Haría un mes que él estaría allí y, por el montón de cadáveres tras suyo, se había alimentado de carne humana cruda.
- Tú... –dijo él en voz baja-
- Saludos Krügi –contestó cordialmente Magrat en voz más alta-
- Baja la voz o vendrán aquí...
- ¿No saben que estás vivo?
- No...
- Entonces, ellos... –hizo un gesto hacia el montón de cadáveres tras el muchacho-
- Tenía hambre... igual que ahora –avanzó hacia ella con la boca bien abierta y derramando saliva-
- Quieto ahí, no dejaré que te me acerques –amenazó esgrimiendo una poción en cada mano, gesto que pareció actuar bien, pues el Krügi, así se llamaban los esclavos de palacio entre los bárbaros, se detuvo muy a su pesar-. Vengo para acabar con esto –los ojos del Krügi se iluminaron por primera vez desde un mes atrás-.
- Si me dejas, te ayudaré –las palabras de Kuda resonaron en su mente: era una misión que tenía sólo ella, nadie más, sin embargo sabía que necesitaba apoyos-.
- Está bien, ven conmigo.

Magrat le dio la espalda y se dirigió hacia la puerta de madera. El Krügi aceleró su paso, babeando y gimiendo y saltó hacia la alquimista.
- ¡Nadie puede acabar con el Amo!

Se dio la vuelta y le lanzó las dos pociones que llevaba, haciéndolo explotar. El ruido atrajo a los muertos revividos, se escuchaban sus gemidos y sus pasos subir por las escaleras.
Magrat abrió la puerta. El frío viento agitó sus cabellos furiosamente y el sol del atardecer iluminó su sucio rostro. La cima de la torre no era más que un heptágono, con siete grandes estatuas que representaban a cada uno de los Demonios que habían participado en la Guerra del Pecado: Diablo, Baal, Mefisto, Duriel, Andariel, Belial y Azmodán. En el centro del heptágono se elevaban unas pequeñas escaleras, decorativas, sobre las cuales se erguía omnipotente un trono dorado con motivos de rayos que lo decoraban y más por encima una corona de truenos que restallaban. Azmodán estaba sentado sobre el trono dorado.
Magrat se había esperado encontrar con la figura de su hijo crecido, de veintiún años. En lugar de ello se encontró con un cuerpo masculino vestido con armadura negra bien ceñida al cuerpo, hombreras jade y un faldón y cubrehombros azul celeste con estrellas. Cabeza de lobo y una larga y fina espada a sus pies.
- Veo que has llegado a mí, madre –resonó su voz por todo Santuario- te doy las gracias por darme la vida.

La alquimista no sabía cómo responder; se quedó callada y avanzó unos pasos hacia el trono de rayos. Tras ella apareció todo el séquito de muertos revividos que había estado subiendo las escaleras de la torre pero, a una orden de Azmodan, se convirtieron en polvo.
- Significa mucho para mí el hecho que hayas acudido aquí en la noche del fin de año... hoy los astros se conjugan para darme el poder de comunicar el Cielo con el Infierno. Santuario será el campo de batalla final que decidirá el destino de la Guerra del Pecado... los Tres no quisieron acabarla, tenían miedo... por ello los desterramos.
- ¿Eres... mi hijo? –preguntó Magrat con los ojos llorosos, acercándose lentamente al trono-
- Yo nací de ti. Este cuerpo mortal es de tu hijo pero nada más. Nuevamente te doy las gracias por traerme.
- ¿Por qué has aparecido tan tarde?
- He necesitado veintiún años para poder dominar la voluntad de tu vástago, estate orgullosa mujer. Veintiún años resistiéndose al Pecado.
- ¿Todavía está ahí dentro? –las lágrimas ya le caían por el rostro y, misteriosamente, apenaban al mismísimo Señor del Pecado-
- Sí, él vive aquí todavía. Pero... –dijo, recobrando la compostura- ya es tarde.
- Por favor, sólo quiero hablar con él... quiero...
- ¡No vas a hablar con él, deja de intentar embaucarme! –al decir estas palabras sintió un pinchazo en lo más profundo de su interior que le obligó a llevarse las manos a la espada y amenazar con ella a Magrat- Vete ahora, mis siervos no te harán nada. Vuelve a la ciudad, nadie te herirá, yo te defenderé.
- No me basta con eso, quiero hablar con mi hijo, por favor te lo pido ¡por favor! –Magrat estaba ya junto a la espada, si Azmodán hubiera hecho un poco de fuerza, la introduciría en su cuerpo, pero en lugar de eso la apartó-
- ¡Vete de aquí, no tienes nada que hacer!

La alquimista estaba casi cara a cara con el Señor del Pecado, podía sentir su aliento y su pena. Con sus manos le acarició el rostro, resbaló de sus ojos una lágrima pura y cristalina que su madre no dejó escapar y la recogió con la palma de la diestra. Acercó la cabeza a la suya y le abrazó. El anochecer había dado paso a la oscuridad, toda la cima de la torre estaba iluminada por el resplandor dorado del trono de relámpagos.
Azmodán reaccionó con un fortísimo grito que lanzó a Magrat casi al borde de la torre. Tomó la espada y corrió hacia ella. ¿Qué pensarían en el Infierno de él? Sería el hazmerreír. ¿Cómo esa mujer había tenido la osadía de entrar en su torre, llegar a su cima y pretender amansar al Señor del Pecado?
Esgrimió la espada y, a escasos centímetros para que impactara con el cuerpo de la alquimista, se detuvo. Un extraño conflicto interno sacudía su mente. Aquél a quien pensaba tener bien subyugado estaba agitándose bien adentro.
La espada se le resbaló de las manos. Magrat supo qué ocurría, era su madre al fin y al cabo. Se incorporó con la ayuda de la figura de Diablo y volvió a acariciar el rostro de lobo de Azmodán.
- Quiero ver, por última vez, a mi hijo. Sólo te pido eso.
- Mujer... madre...

El lobo dio paso a un rostro joven, de hermosos rasgos y ojos como ella.
- Hijo mío... perdóname.
- Madre, no tienes nada que deba perdonarte...

Magrat enseñó una pequeña botella azul con dos alas talladas en la superficie. Ambos sabían qué era eso. Su hijo tomó la pócima con las dos manos, que fueron cubiertas por las de la alquimista y soltaron juntos el recipiente.
Azmodán se hizo con el poder del cuerpo otra vez, vio la cara de felicidad de su madre, la posición de los dos pares de manos y cómo esa botella caía al suelo y los envolvía, junto a toda la cima de la torre, en una esfera de fuego y llamas que explosionó llevándose con ella las nubes rojas y los mares negros, restaurando el mundo. Al fin y al cabo, incluso el Señor del Pecado sucumbió por el suyo propio.
Los astros habían abandonado su coyuntura y tardarían muchos miles de años en volver a coincidir.
El espolón no se desmoronó. En la parte superior se encontraban dos figuras humanas. El hijo, muerto, estaba desposeído de armadura. La madre, moribunda, daba un beso en la frente otra vez humana de su niño.
El dolor era tan fuerte que le oprimía el pecho y le impedía respirar. Las pociones se le habían acabado. La noche de fin de año acababa con el amanecer del día siguiente. Copos de nieve caían de las nubes mecidos por el suave viento.
Santuario veía, así, el amanecer del año nuevo, libres del Pecado y, con él, de todos los males fundamentales.
Magrat caminó hacia el borde de la torre, se asomó y sintió la falta de suelo bajo ella. Instantes después, su cuerpo yacía sobre la capa de nieve que, lentamente, cubría el suelo.

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Asunto:   MensajePublicado: 23 Dic, 2007 - 02:03 AM

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Lo que fue y no fue, un amigo invisible

Sepa Usted Vuestra Merced, que un 5 de Enero, en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, Deckard Caín, un anciano en el cual los años parecía que no pasaban (siempre estaba en el mismo lugar y no le cambiaba el rostro) decidió, por desgracia de muchos y alegría de pocos, reunir a todos y cada uno de los héroes de aquel remoto lugar.

Eran épocas señaladas, épocas de navidad, y todo el mundo rebosaba generosidad y bondad, en todos los sitios menos en aquel; donde la gente solo marchaba a su propia supervivencia y bienestar.

Deckard Caín los sentó a todos alrededor del fuego, y empezó a hablar..
‘Muchachos y muchachas, guerreros y guerreras, creo que para amenizar estas fiestas, que tengais una relación más cerrada y que vivamos todos más felices, voy a proneros algo: un amigo invisible.

Justo acabó Caín de pronunciar la frase cuando el Bárbaro, conocido por su brutalidad, preguntaba:
‘Un amigo invizible? Ezo ke eh? Pero zi eh invizible, como lo vamo a ve?

Saltó la hechicera, muy refinada y presumida..
‘Amigo bárbaro, intentaré pasar por alto las graves brutalidades que acabas de cometer hacia nuestro dialecto, y te explicaré en que consiste esta maravillosa idea de Caín. Un amigo invisible, significa, que cada uno tiene que regalar un regalo a otro, pero sin saber quien es. A mi me gusta la idea.’

‘Mira, mujerzuela, perdona zi lo unico que ze hazer ez dar berrido por ahí, y que no zepa hablar tan bien como uzted nuestra lengua..’

La hechicera activó su escudo de energía, símbolo de ‘protegerse’ del uso de la lengua del bárbaro.

Los demás se miraron y en su rostro se podía observar una mezcla entre sorpresa, alegría, y por otro lado desesperación, pues tenían que comprar un regalo a otra persona, y no sabeis cuanta era la tacañería que había alli.

‘Pues venga, creo que todos estais de acuerdo. He preparado estos pergaminos, cada uno tiene el nombre de otro, y el que cojais es el que teneis que regalar. Cojed uno.’

Caín observo como todos se pusieron a coger un pergamino, leyendo con sorpresa quien les había tocado. Luego, empezaron a cuchichear por lo bajo.
‘Eh, y es muy importante que no digais a quien teneis que regalar, a nadie. Si no, no sería un amigo invisible. Mañana a esta hora, repartiremos los regalos. Todos a comprar.’

El reparto de pergaminos fue más que para bien, para mal.

A la asesina le tocó regalar a la amazona, y eso que le tenía mucha envidia porque tenia el pecho más grande que ella.

A la amazona le tocó regalar al druida, no se llevaban mal, pero muchos afirmar que no se hablan porque mantuvieron relaciones sexuales y ella no quedaba satisfecha.

El paladín y el nigromante se tenían que regalar mutuamente. Mala suerte para ambos, los dos estaban peleados por la amazona, y no se sabe ya cuantas veces habían mantenido duelos para humillar al otro en su presencia.

Al druida le tocó regalar a la asesina, el unico ‘emparejamiento’ que podría llegar a ser bueno, ya que ellos llegaron juntos al campamento..

Y la hechicera y el bárbaro, la cara y la cruz de la moneda, tuvieron que comprarse algo el uno al otro.

La mayoría estaba disgustada con su pergamino, pero no se podían cambiar.

Todos se fueron a sus tiendas y descansaron.

Al día siguiente, todos observaron con sorpresa la pequeña montaña de regalos que había al lado del fuego.
Se sentaron alrededor del fuego y llegó Deckard Caín.
‘Muy bien chicos y chicas. Me alegra que os lo hayais tomado tan en serio, esta iniciativa. Ahora vamos a repartir los regalos.’

‘Regalo para la amazona. Ah, viene con una pegatina. En ella pone –ojalá te la aprietes demasiado, zorra-. Espero que sea algún tipo de broma, sea quien sea.. Toma, cógelo que estoy algo viejo para moverme, querida’

La amazona se levantó y fue a coger su regalo. Era una caja más bien pequeña, del tamaño de un anillo. Observó con sorpresa que no era un anillo lo que había dentro, sino una goma para el pelo. La asesina sonreía mientras la veía decepcionada, y la amazona se sentaba de nuevo en la arena, con el rostro un poco desencajado.

‘Druida! Toma tu regalo. Parece una botella de champán eh jeje’

Se levantó y cogió su regalo.
Cuando terminó de retirar el poco envoltorio que lo envolvía, todos se quedaron asombrados mirando el regalo. Era un alargador de pene, o eso opina la gran mayoría que era. El druida miró a la amazona, la hizo la desentendida. Con esto parece que se esfuman todas las dudas respecto a su espontánea relación.

‘Este es para el nigromante y este para el paladín. Abrios los dos juntos, que tengo muucho frío y esto va para largo’

Ambos se levantaron y tomaron su regalo. Lo abrían a la par, ambos se lo habían regalado al otro.
Los dos acabaron casi al mismo tiempo, la caja era similar una de la otra y parecía que lo que había dentro era un trozo de cartón.
El regalo del nigromante era una foto de la amazona con el paladín, y el regalo del paladin era una foto de la amazona con el nigromante.
Ambos se miraron, y se retaron para una lucha después de la repartición de regalos. No enseñaron a nadie las fotos.

El druida regaló unas garras nuevas a la asesina, muy bonitas, por cierto. Relucían y parecían totalmente nuevas.

Llegó el turno de la hechicera y el bárbaro.
La hechicera abrió su regalo y vió un libro, más bien cerrado, parecía un tomo. Escrito en papel ponía ‘Para que deje de refreganno tu teletranzporte y uzez ezto como todoz, zorra’
Recién lo leyó, miró fijamente al bárbaro, y activó de nuevo su escudo de energía, sonriendo.
El bárbaro abrió el suyo y vio también un libro. Era un diccionario, y en un papel pequeñito ponia ‘Para que hables bien en mi presencia, amén.’ Cuando lo vió, se levantó y miro a la hechicera con un rostro muy agresivo.

Deckard Caín vió el mal rollito que había allí, y felicitó a todos por sus regalos, y esperaba que todos lo hubieran pasado bien.
Todos se quedaron callados mirandose unos a otros, con cara de mala leche.

No tuvo Caín, otra cosa que decir, para estropear más la relación, peor aun que la propia idea de realizar aquella tonteria, que:
‘Y ahora, para aliviar tensiones, unos duelos! Todos fueraaaa!!’


Sepa usted Vuestra merced, que al final la amazona y la asesina se peleaban en el barro mientras todos los hombres observaban embobados. La hechicera, por su parte, levitaba para no mancharse sus bonitos botines.
¿Se pregunta donde estaba Caín? Caín estaba en el barro, justo debajo de las dos mujeres.


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No se escribir muy bien, de hecho creo que nunca he participado en un concurso de cuentos, asi que no os riais mucho Embarassed

Salu2 Mr Green

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PCMASTER
Asunto:   MensajePublicado: 24 Dic, 2007 - 03:10 PM

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Buenas historias, ultimas horas gente, apuren los que faltan Wink

Saludos

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ZRy
Asunto:   MensajePublicado: 24 Dic, 2007 - 04:27 PM

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No hay final...



Era una tarde fría, el siroco me daba en la nuca y me entraban escalofríos, solo por leer lo que en aquel libro ponía. "No hay final..."
Todo ocurrió hace 6 años 6 días y 6 horas.Yo me encontraba en el santuario arcano, un bárbaro con una gran experiencia en los gritos de guerra y en las habilidades de combate.

Tras unas largas y duras batallas contra los secuaces de el invocador en el santuario, nunca encontraba la ruta adecuada por la cual podría salir de este maléfico lugar. La sangre cada vez me apretaba más en las sienes, el cansancio empezaba a brotar y mi pesada y robusta armadura cada vez parecía más de plomo que de acero forjado.

Solo me quedaba una ruta, las otras 3 habían sido una perdida de tiempo en las cuales había expuesto mis dotes de guerra.

La última ruta. Sabía que al final de ese camino me encontraría con el invocador, el custodiador del diario de Horazón.

Muchos habían intentado llegar a él, pero nunca llegaron a la ruta correcta. Los secuaces acababan con los distintos valientes que intentaban llegar al diario para descubrir el legendario secreto.

Sabía que estaba cerca, pero el cansancio volvía a hacer mella y mi armadura y mi maza cada vez pesaban más.
Los esbirros cada vez eran más fuertes y mis fuerzas cada vez menores, pero una pequeña esperanza me daba fuerzas. La esperanza de ser el único y primer héroe que tendría Lut Gholein y el que acabaría con la destrucción.

Acababa de matar a todos los esbirros de la última ruta y al horizonte un mago tenebroso me esperaba. Era el primero que miraba al invocador. Un ser aparentemente muy débil, pero no lo era. Una de sus magias podía ser mortal. Fijandome más pude observar que era cierto, la porfecía. El invocador era el custodiador de el diario de Horazón.

No lo pense dos veces, me lancé a por él.
Sus magias eran tenebrosas pero mi hermoso set que había conseguido tras matar al rey inmortal me daba las resistencias necesarias para que esta batalla tuviera un pequeño porcentaje más a mi favor.

Las magias me hacian daño pero no llegaban a atravesar mi armadura. El invocador estaba casi muerto, cada vez estaba más cerca de matarlo y mi concentración hacia que mi cansancio no fuera un problema. Pero... Algo impactante me ocurrió.
El invocador estaba casi muerto, un último golpe y su sangre mancharía el suelo... Pero... Se precipitó encima mía, y consiguió atravesar el único lugar de mi armadura, el cuello.
Un tenebroso mordisco penetro en mi cuerpo con una fuerza increíble.
La herída era profunda pero no muy grave. Lo tenía a tiro y un frenético mazazo en la cabeza lo retumbo.

El invocador había muerto y su sangre estaba derramaba el suelo...

Llego el momento de leer la profecia y contemplar el hermoso Diario de Horazón.

Esto era el contenido del diario:

"No muchos llegarán a contemplar mi diario, quizás ninguno, su custodia será prácticamente impenetrable, solo aquellos que hallan derrotado a alguno de mis hermanos dentra la suficiente destreza de llegar hasta aquí y acabar con la destrucción que acecha a este mundo.
En este diario dejo todo mi poder, el diario abrirá el portal al cañon de los magos y revelará el verdadero símbolo de la tumba...
Pero... El diario no aportará poder ni abrirá el portal al cañon de los magos si el último mordisco vital del invocador consigue penetrar en tu cuerpo.
Si su sangre y la tuya derraman el suelo sagrado donde se encuentra el diario la destruccion estará próxima...No hay final..."


En ese momento mis pensamientos brotaban con facilidad, mi cabeza no paraba de pensar...Y en ese instante me toqué el cuello, la sangre caía por mi armadura, cuando sucedió lo imaginable.
La sangre resvaló por la armadura y una pequeña gota se derramó en el suelo.

En ese momento el alma del invocador salió de su cuerpo y me dijo unas palabras que hasta hoy no tendrían sentido.

"6 años 6 días 6 horas"

Hoy era ese día, 24 de diciembre, la hora había llegado.
Me acababa de poner mi armadura, y mi maza estaba preparara para lo que pudiera venir.

Me dirigí al desierto de Lut Gholein, si de verdad el invocador venía detrás o lo que pudiera suceder, en el desierto no habría peligro de herir humanos ni personas que hubieran caído en los poderes de Diablo.

Era la hora. De repente todo se oscureció, y un ejército de esbirros de aparecieron a mi alrrededor. Sucesivamente el invocador apareció de cuerpo presente pero esta vez no iba vestido con su armadura azul, era negra... En su cara se podía contemplar un rostro más agresivo y unos ojos rojos inyectados en sangre.

La batalla comenzó. Todos los esbirros estaban expectantes, y no hacian ningún movimiento lo que me supuso que esto sería una batalla uno contra uno.

Apliqué mis gritos de guerra y mi concentración era cada vez mayor. Le lanzé un poderoso torbellino con una furia épica. Lo había alcanzado, esta vez parecía más fácil... Pero de repente, todos los esbirros se tumbaron en el suelo.

Yo estaba expectante, en esa situación poco podría hacer.

Los esbirros empezaron a trasnsmitir energía vital al Invocador. Un aura roja emepzaba a recubrir su cuerpo que, parecía mucho más fuerte que anteriormente.

Yo empecé a concentrarme y a lanzarme todos los gritos que hasta ahora había acumulado mi experiencia.

Los esbirros pararon de transmitir energía vital y se levantaron del desierto árido de Lut Gholein.
Mi sorpresa fue cuando los esbirros desaparecieron.
El invocador tenía un aura que recubría su cuerpo. Un aura roja muy oscura.

Mi concentración era sublime y no tenía nervios. Esta vez no lo dejaría escapar...

Nos precipitamos uno contra el otro simultaneamente cuando... El invocador desaparecio y apareció posteriormente detrás mía, pero cuando me di cuenta sus colmillos estaban clavados por segunda vez en mi cuello.
La sangre no brotaba.
De repente sentí un inmenso poder, cada vez el poder era mayor...

El invocador se había derrumbado en el suelo, y sus últimas palabras fueron...

"El lado oscuro te otorga el poder...Tú eres yo, tú ocuparás el lugar del custodiador del diario sagrado... Esto NO TIENE FIN...

Un tremendo bramido salió de el interior de mi cuerpo...

La destrucción no hacia nada más que empezar.

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ZRy vs Ubers. Sin potas.
http://youtube.com/watch?v=Z3yRqAYc1vI
 
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kemelestokes
Asunto:   MensajePublicado: 25 Dic, 2007 - 08:53 PM

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kemelestokes#2988

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Uf, casi no llego Wink


Este cuento está inspirado en el módulo para Runequest “Tres Camellos y un Trineo”, escrito por la CIA (Campos, Ibáñez y Aceytuno) y publicado en el número de diciembre de 1994 de la edición española de “Dragón Magazine”. Los que hayan leído a Terry Pratchett notarán una fuerte influencia suya en este relato, es totalmente deliberado.

Este es mi pequeño homenaje a la CIA y al Hombre del Sombrero, osea, Terry Pratchett.

ENCUENTROS EN EL DESIERTO

Era una noche fría y tormentosa. Bueno, en realidad no se podía decir que fuera fría, ya que la temperatura superaba los cincuenta grados, más bien se podría calificar de tórrida. De acuerdo, tampoco es que fuera muy tormentosa, ya que no se veía ninguna nube en el cielo, ni siquiera de esas blancas, como de algodón que tan útiles eran para jugar a buscarles formas y tener una excusa para estar tumbado sin hacer nada. Y tampoco podríamos decir que fuera de noche, el sol lucía espléndido cerca del cenit, asi que en realidad no era una noche fría y tormentosa, si no más bien un dia tórrido y claro.

Vale, empecemos de nuevo.

El sol brillaba en el cielo calentando las ya bastante sobrecalentadas arenas de aquel mar de dunas que era el gran desierto de Aranoch. Marius se arrastraba en pos de su compañero, más por miedo a quedarse solo en aquella extensión de arena que por que estuviera disfrutando de la excursión. El Vagabundo, tan frágil al comenzar el viaje, parecía ir ganando las fuerzas que Marius ya echaba de menos. Cuanto más avanzaban hacia el este, más fuerte parecía.

Marius levantó la vista sorprendido al notar que su compañero se detenía, y observó como se formaba un banco de niebla espesa en un valle entre dos dunas. Hasta él sabía que en aquel desierto no podía acumularse la suficiente humedad para formar una niebla como aquella, asi que llegó a la conclusión de que no era natural, aunque después de haber presenciado lo que aconteció cuando conoció al Vagabundo en aquella posada, ya nada le podía parecer demasiado extraño.

Mientras la niebla empezaba a disiparse tan deprisa como se había formado, dejó entrever tres figuras que solo podían ser sendos camellos con sus respectivos jinetes. Cuanto más se aclaraba la niebla, más claras se distinguían las figuras. Los tres jinetes iban vestidos con ricas túnicas adornadas con joyas y cubrían su cabeza con sendos turbantes de rica seda. Pero aquí acababa su similitud, aunque eran de complexión similar, uno de ellos llevaba una larga barba blanca, mientras que otro lucía una barba algo más corta y de un color castaño-dorado. El tercero iba completamente afeitado y su tez era del color amarronado de los nativos de las selvas del este. Mientras Marius se maravillaba con la contemplación de tan extrañas figuras, una de ellas habló:

-Melchor, la hemos cagado – dijo el de la barba castaña.

-Sin que sirva de precedente no tengo más remedio que estar de acuerdo con el compañero Gaspar, la hemos cagado – añadió el de tez negra.

-Vaya Baltasar, asi que por fin me das la razón en algo – dijo Gaspar en un tono bastante cínico.

-Ya he dicho que sin que sirva de precedente...

-Dejad de discutir los dos – les regañó Melchor – creo que esto es grave, esta vez el gordo del trineo nos la ha liado bien, aunque hay que reconocer que el truco de la niebla no se me habría ocurrido a mi, al menos hay que admitir que ha sido una buena jugada.

Cuando la niebla acabó de disiparse del todo, los tres jinetes dirigieron sus miradas a los dos personajes que les observaban.

-Saludos, amables y simpáticos lugareños –saludó Melchor, que parecía el jefe de los tres, o al menos el portavoz oficioso- somos, somos... ¿cómo era eso?

-Los Tres Magos de Oriente que venimos a adorar al Niño –le ayudó Baltasar.

-Eso, los tres... ¿Estas seguro? No me suena nada de un niño.

-Disculpad a mi compañero –dijo Gaspar- Son ya muchos los inviernos que ha visto y su mente ya no es lo que era. Somos tres Reyes Magos que venimos de Oriente siguiendo la estrella para dorar al niño-dios que nacerá en Belén –pronunció estas palabras como algo aprendido de memoria pero que no llegaba a comprender del todo.

-¿Estas seguro Gaspar? –terció Baltasar- No me suena eso de dorar, no será “adorar”?

-Eso, adorar, aquí tenéis nuestra tarjeta –y bajándose del camello se acercó a Marius y le tendió un cuadradito de cartón con unos extraños glifos de colores impresos en él.

Marius cogió el cartoncillo y lo examinó extrañado, no reconocía la escritura, aunque de poco le hubiera servido hacerlo, ya que no podía leer ninguna de las lenguas comunes de Santuario, y menos los glifos y runas mágicas.

-Estábamos siguiendo la estrella que nos conducía a Belén a adorar –al pronunciar esta palabra miró a Baltasar frunciendo el ceño, como desafiándole a corregirle- al niño-dios que ha nacido en un pesebre.

Cuando Marius iba a responderle que no le sonaba nada eso de Belén ni conocía a ningún niño-dios nacido en un pesebre se oyó un silbido, como si un objeto grande pasara a gran velocidad, seguido de varios topetazos, y una nube de polvo se elevó de una duna cercana. Los tres magos, seguidos por el cada vez más extrañado Marius corrieron hacia allí.

Al llegar vieron un trineo tirado por ocho renos que parecía haber realizado un aterrizaje forzoso sobre la arena, y conduciéndolo un extraño hombre gordo vestido con un traje de franela rojo ribeteado de piel blanca.

-¡Ho, ho, ho! ¡Feliz Navidad! ¡Soy Santa Claus y os deseo a todos una muy Feliz Navidad! –exclamó el hombre del trineo.

-¿Feliz Navidad? Feliz navidad te voy a dar yo a ti, gordo seboso –Melchor, con una expresión de furia en su cara se lanzó en dirección al gordo del trineo, y si no llega a ser por los reflejos de sus compañeros que le sujetaron, seguro que se hubiera liado a puñetazos con él.

-Estarás contento, Santa -le increpó Gaspar sin soltar a su compañero- ¿te has dado cuenta de la que nos has liado? No tenemos ni idea de donde estamos, y por aquí parecen no saber nada de nuestra misión –con estas últimas palabras dirigió una mirada recelosa a Marius y su compañero.

En ese momento, El Vagabundo levantó la cabeza, como escuchando algo que solo su mente podía captar, y echó a andar de nuevo hacia el este sin prestar más atención a los cuatro personajes que seguían discutiendo ni a su compañero de viaje. Marius, encogiéndose de hombros se volvió y siguió a su compañero, que ya empezaba a alejarse.

-¿Quiénes eran esos? –preguntó Santa- el de la capucha daba bastante grima.

-Ni idea –contestó Baltasar –unos viajeros del desierto, supongo.

-¡Soltadme para que le su merecido a ese gordo seboso! –exclamó Melchor debatiéndose entre los brazos de sus compañeros.

-Sin faltar, por favor –dijo Santa- solo fue un error de cálculo.

-¿Un error de cálculo? Te voy a dar yo a ti un error de cálculo –Melchor renovó su agitación intentando librarse de las manos que lo sujetaban- soltadme, que le voy a enseñar lo que es un error de cálculo.

-Basta Melchor –le regañó Gaspar-, resolvamos esto como personas civilizadas. Creo que nos debes una explicación- añadió dirigiéndose a Santa Claus.

-Si, lo siento mucho, solo quería retrasaros unas millas para sacaros ventaja, pero creo que me equivoqué al invocar el poder del artefacto y nos envié a los cuatro a otra dimensión –explicó Santa sacando una extraña cajita de color plateado de uno de sus bolsillos.

-¿Artefacto? –preguntó extrañado Melchor -¿Qué tipo de artefacto? Podéis soltarme, chicos, ya estoy más calmado.

Sus compañeros, al reconocer la mirada de Melchor cuando Santa sacó el artefacto, soltaron su presa. Sabían que no podía resistirse a examinar ningún objeto que tuviera la menor sospecha de magia, eso si, cuando su mente estaba lúcida.

Melchor extendió la mano hacia Santa y este le pasó el artefacto para que lo examinara. Estaba hecho de un extraño material que parecía metal, pero mucho más ligero, y una de sus caras era de cristal. En uno de sus lados había dibujadas tres extrañas runas.

-¿Qué significa esto? –dijo Melchor señalando las runas.

-Creo que es extranjero, y significa “Sistema de Posicionamiento Global” en extranjero –dijo Santa, deseando colaborar- el tema es que este artefacto sirve para saber donde estás exactamente, además de para trasladarse instantáneamente, pero creo que me equivoqué al programarlo y nos trasladé más de la cuenta.

-He oído hablar de estos gepeses –dijo Melchor- pero nunca había oído que tuvieran el poder de trasladar cosas.

-Si, es algo nuevo que han programado los druidas con sus ordenadores de silicio, creo que lo llaman un plugin o algo así.

-Bien, ¿y como funciona exactamente?

-Pues verás, solo hay que introducir las coordenadas y pulsar la tecla “Go!”, el problema es que necesita energía mágica para funcionar, y está casi agotado.

-Bien, bien, mira, vamos a hacer un trato, olvidamos nuestra rivalidad y vamos juntos a dorar al niño...

-Es “adorar” –corrigió solícito Gaspar.

-¡Lo que sea! –exclamó Melchor dirigiendo una furibunda mirada a su compañero por la interrupción- Como iba diciendo, olvidamos nuestra rivalidad y vamos juntos a adorar al niño, a cambio nosotros recargamos tu artefacto y nos sacas de aquí –dijo dirigiéndose a Santa- ¿Trato hecho?

-Trato hecho –dijo Santa sonriendo y estrechando la mano que le tendía Melchor para sellar el trato.

-Bien, chicos, ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Los tres magos sacaron unas varitas de debajo de sus túnicas y apuntaron al artefacto, unos finos rayos de energía salieron de ellas y envolvieron el gepese con una aureola verdosa, hasta que apareció impreso sobre el cristal la leyenda “Batería llena”.

Melchor tendió el artefacto a Santa Claus, quien empezó a pulsar botones mientras murmuraba por lo bajo.

-¿Preparados? –dijo dirigiéndose a sus compañeros- bien, vamos –y pulsó la tecla “Go!”.

Rápidamente empezó a formarse otra vez la niebla que envolvió a las cuatro figuras, camello, renos y trineo incluidos, y los hizo desaparecer tan rápidamente como habían llegado. Desgraciadamente el único testigo de ello fue un escorpión que descansaba a la sombra de una piedra cercana.
 
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