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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 31 Oct, 2005 - 12:51 AM

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28 Jun 2004
ACTO XILA MUERTE DE SANTUARIO

La corte de Belial comenzaba a traspasar el umbral del portal oscuro que los llevaría hasta el mismísimo corazón de Tristam: la Catedral. Primero un grupo de arlequines danzantes, con sus caras de colores blanco y negro, ataviados con sus tan típicos trajes ceñidos a cuadros bicolor, bailaban frente a la comitiva, lanzando sus varas al cielo para cogerlas correctamente antes que cayeran al suelo, estirando los elásticos lazos multicolores, lanzando llamaradas de fuego por la boca, conjurando pequeños hechizos muy vistosos… así comenzó a penetrar la Corte de la Dama por el portal. Seguidos estaban estos por un grupo de notables demonios, equipados con sus mejores y más lujosas armaduras y armas, seguidos por sus monturas: dragones, lagartos, golems, espíritus… con muy rica vestimenta. Finalmente, el séquito real, los seres de mayor confianza de Belial: el Sumo Sacerdote que ofició la ceremonia de Ascensión y un demonio encapuchado, con toga negra, ojos rojos y andar muy tranquilo. Tras ellos y una larga serie de animales singulares, aparecía, sobre un elevadísimo carromato exquisitamente decorado, con todo lujo de detalles, la Soberana, Belial, en todo su esplendor, con un traje celeste, de bordados dorados, una pamela beige y una máscara de plumas que le cubría la parte de los ojos. En sus manos disponía de un cetro y un bastón. No era ella la que cerraba la comitiva, pues todos los soldados del Infierno iban tras ella, y finalmente, en un cofre altamente defendido, el libro que tanto estuvo leyendo anteriormente.
Una sonrisa maliciosa se difuminaba en la cara de Belial mientras traspasaba el portal y olía el aire putrefacto y corrompido de Tristam.
Los demonios que precedían a la cabalgata, junto a los que cerraban la comitiva infernal, entonaban al unísono, perfectamente acompasados, canciones de halago hacia Belial y su magnificencia, a su poder y su crueldad:

Maius potestatis
Nostra dama
Belial
Absoluti domine
Belial

Eh! Simpadel
Naioquel farewel
Belial!

Su! Semastris
Pofitis sonioris
Belial!

Ah! Maiotas
Meferas baleras
Belial!

Maius potestais
Nostra dama
Belial
Absoliti domine
Belial

Belial, con su cara de regocijo, déspota terrible de donde los haya, traspasó finalmente el portal oscuro creado por la fuerza de sus cuatro piedras, llegando inmediatamente a Tristam, donde fue calurosamente aclamada como Reina del Infierno y de Santuario. El virrey de la Ciudad Fantasma acudió a recibirla personalmente y le indicó el camino hacia el atrio de la catedral, donde Belial debía acudir.
- Mi serenísima Dama Belial, por fin habéis vuelto a esta ciudad –dijo el virrey mientras le besaba la mano- esperábamos largamente vuestra llegada… como podéis observar, todo está perfecto, tal y como ordenó vuestro lugarteniente Eilis.
- Sí… todo está tal y como debe estar… el cielo oscuro, la ciudad reconstruida con la magia del infierno, la Catedral omnipresente… pero falta una cosa –respondió Belial mientras bajaba de su carroza acompañada del virrey y seguida por el Sumo Sacerdote y el demonio que le acompañaba- ¿dónde está Eilis?

La cara del virrey palideció de repente, temía responderle pero sabía que si mentía, Belial se daría cuenta, prefirió eludir la pregunta y quiso cambiar de tema, pero su voz tartamudeó y se puso nervioso, tanto que hizo reír a la mismísima Belial a plena carcajada, en todos los recovecos de Tristam y de la negra sombra que cubría el mundo se pudo escuchar nítidamente el sonido de su risa.
- Virrey… vos no debéis de disculparos… simplemente decidme dónde ha ido mi lugarteniente… no os excuséis por él.
- Fue hacia… el Monte de las Almas, a por sus súbditos Barakel y Nelchael.
- Dio alguna excusa? –preguntó irritada la Soberana-
- Dijo que no quería que muriesen.

Estas dos respuestas incrementaron la furia interna de Belial hacia límites insospechados por ella misma, casi la había traicionado y encima dudaba de sus actos.
- Está bien… no importa… sigamos con lo previsto… -concluyó ahora sí, con un tono más calmado- lléveme al atrio virrey.
- Como vos ordenéis, mi Dama. Por favor, por aquí. –indicó con un suave gesto de su mano el virrey a Belial, incitándola a penetrar en la Catedral-

Ante Belial se abría una Catedral gigantesca: una planta con tres naves, columnas retorcidas y de gruesos volúmenes que terminaban en arcos apuntados y en gárgolas, dos sobre cada columna. Al fondo de la nave central: un altar, anteriormente usado por los sacerdotes de Zakarum y ahora corrompido, donde se oficiaban ceremonias satánicas y rituales oscuros. Junto al altar, dos escaleras de caracol: una que quedó derruida e inaccesible tras el primer enfrentamiento con Diablo hacia el piso inferior, y otra hacia arriba, llevando al piso superior. La decoración de la planta baja era muy rústica y pobre en detalles: unos bancos de madera carcomida, unos pocos crucifijos en las paredes y diminutas pinturas sobre las paredes, pinturas que habían sido manipuladas y que de mostrar un paraíso, mostraban ahora horrores indescriptibles y sádicos.
Tras subir al primer piso, Belial respiró el húmedo aire, típico de salas con poca ventilación, en este piso no había nada de decoración, ni bancos, ni ventanas, simplemente dos focos de luz: el de la escalera de entrada y el de la escalera de subida, situada en el otro extremo de la planta. Se habían terminado ya las columnas y las gárgolas, los altares y los crucifijos.
Llegó al segundo y penúltimo piso de la Catedral, tras un largo ascenso, una densa iluminación cegó los ojos de Belial, el aire corría a chorros, una muy rica ventilación había invadido la sala, la luz del fuego de las antorchas, cubiertas con esferas de cristal, dibujaba siniestros rostros y formas sobre las paredes y el techo. No había ni un solo banco, pero a cambio las paredes estaban repletas de cuerpos sacrificados y del techo pendían como triunfo cabezas degolladas salvajemente con instrumentos vagamente afilados o cuando no, arrancadas con las propias garras. Allí se detuvo el encapuchado que había acompañado a la comitiva como alma errante se apartó hacia uno de los rincones y se sentó sobre el suelo.
Finalmente llegaron al último piso de la Catedral: el Atrio. Una sala circulas, con una escalera que recorría toda la pared y daba hacia el campanario y el tejado. La bóveda, de media esfera, estaba decorada por una cruz ondulada pintada en cobre y un círculo envolviéndola tres veces. En el suelo, dos candelabros daban luz a la sala de noche, mientras que con numerosos vanos en las paredes, alargados y estrechos, se la daba de día. Las paredes con muchas pinturas, ilustraban el panteón del infierno, siempre en forma de espiral, hasta que terminaban en la gran cúpula. La escalera que corría en torno de la sala, simulaba la lectura de las imágenes por parte del espectador.

- Aquí seré un Dios… -dijo en voz baja Belial mientras portaba en su mano el cofre con las cuatro piedras- aquí empezaré mi mandato… desde aquí, daré muerte a Santuario.

Estas palabras satisficieron el corazón de los dos demonios presentes: el virrey y el Sumo Sacerdote.
- Por favor… virrey… acompañe al Sacerdote a su alcoba… hoy va a ser un día memorable.






- Esto es un laberinto, no encontraremos jamás el Monte de las Almas… -dijo abatido Nelchael a su compañero-
- Debemos hacerlo por Eilis… y por el amo.
- El amo… es cierto… si no cumplimos las órdenes de Eilis, nuestro amo se enfadará con nosotros.
- Si este mundo se va a venir abajo… qué importa que aquí haya montañas? –preguntó irónicamente Barakel-
- ¿A qué te refieres? ¿Qué quieres decir?
- A esto…

Barakel extendió una mano hacia delante y las montañas que había frente a él se derritieron, diluyéndose lentamente hasta que no quedó nada de ellas. Tanto tiempo soportando el paso del tiempo y la explosión de la Piedra del Mundo y un rayo de los ángeles las convirtió en recuerdos.
Frente a ellos se había abierto un amplio camino hacia el centro de las tierras yermas del norte. Continuaron caminando por él, derrumbando las montañas que se alzaban frente a ellos, y no les fue difícil encontrar aquél paraíso perdido en el yermo. Como un diamante sobre estiércol, así brillaba el blanquinoso Monte de las Almas, con su exuberante vegetación y sus dos cascadas, sobre el resto del territorio: yermo, arenoso, hostil, sin vida.
De entre los dos ángeles, fue Nelchael el que se adelantó hacia la escalinata que daba acceso al interior, seguido de su compañero. A pocos metros se detuvieron por orden expresa de Verin, que asomaba en el umbral de la puerta.
- ¿A qué se debe este honor? –preguntó sarcásticamente la baronesa- ¿Qué hacen dos ángeles caídos frente al Monte de las Almas?
- Tan sagaz como siempre… pequeño escorpión del desierto… Belial y nuestro amo nos han ordenado que… limpiemos el último bastión de luz que queda al oeste de los Mares Gemelos.
- Vuestros señores necesitan de mucho territorio para vivir, no es así? El infierno, parte del cielo, parte de Santuario… dadles un mensaje de la baronesa de este bastión: quedaos en lo que tenéis y no metáis aquí vuestros sucios olfatos.
- Sabes que eso es una petición con términos inaceptables para nosotros… entrega el Monte… por las buenas o por las malas.
- Nelchael… no debemos ser tan agresivos… mírala… tan indefensa… arrinconada en su guarida… un copo de nieve que el calor olvidó borrar…

Barakel comenzó a acercarse a Verin, subiendo las escaleras lentamente. Frente a tal ofensa, Verin emergio completamente del umbral de la puerta y desenfundó su espada, al igual que el ángel, al cual se unió Nelchael y entre los tres contrincantes mantuvieron un constante duelo de espadas.
Una patada de Barakel a su adversaria en el estómago fue suficiente para que ésta perdiera el control y cayera rodando por toda la escalera, perdiendo el arma en lo alto de la misma. Conmocionada intentó erguirse pero la opresión de la pierna de Barakel sobre su columna vertebral era tan intensa que no podía levantarse.
- Vaya vaya… una baronesa a nuestros pies… -dijo Nelchael poniendo el frío filo de su espada en el cuello de Verin-
- Cerdos… sois la deshonra, no sólo de los ángeles sino de las tropas de Belial.

Nelchael elevó la hoja y lanzó un golpe contra el cuello de Verin intentando cortarlo. No llegó a impactar la hoja contra la baronesa pues desde el umbral de la puerta, Ygar había observado el panorama y, con la espada en la mano derecha, había bajado sigilosamente las escaleras y apuñalado a Nelchael por la espalda, extrayendo el filo del arma por su pecho, quebrando las costillas y partiendo el corazón, los pulmones y los tejidos musculares.
La hoja ensangrentada fue extraída por la misma mano que la introdujo en el cuerpo del ángel lentamente, para luego, con un certero movimiento, sajar la cabeza de Nelchael, cayendo ambas partes del cuerpo, ya sin vida, al suelo.
A Barakel le salpicó la sangre de su compañero sobre su brillante armadura y poco a poco se fue alejando de la escena, hasta que sus pasos hacia atrás toparon con un obstáculo: alguien se había interpuesto en su huida. Miró hacia atrás y le sorprendió ver a Eilis allí, contemplando la sangrienta escena, viendo a una abatida Verin, un muerto Nelchael, ensangrentado Barakel y asesino Ygar.
- Barakel… ¿qué ha sucedido? –preguntó Eilis mientras la voz le temblaba y apenas podía concentrarse-
- Mi señor, qué hacéis vos aquí? Deberíais estar con Belial, sois su lugarteniente.
- Ella os ha enviado aquí para que fuerais carne de cañón y yo no quiero eso para mis ángeles

Una voz tronó en la mente de Eilis. Sin duda alguna era Belial, con un tono entre enfurecido y colérico.
- Mi lugarteniente debería estar aquí, en Tristam, y no perdiendo el tiempo intentando ayudar a dos ángeles caídos.
- Belial… son mis siervos y tú no tienes control sobre ellos. –no debería haber dicho estas palabras, pero eran las que su mente y su corazón le gritaban-
- Eilis… te necesito aquí, ahora más que nunca. Cuando tenga el control sobre todo, podré resucitar a Nelchael y a Barakel. Pero ahora te necesito a ti, y ellos necesitan que tú estés aquí conmigo para una gloria futura.
- Barakel… -no llegó a terminar la frase cuando vio los ojos del ángel-
- Adelante, ve con ella, yo les contendré aquí de mientras.

Su tono seguro y su fuerza al agarrar la espada le dieron confianza a Eilis para que, subido sobre su montura, ambos desaparecieran para reaparecer inmediatamente en Tristam.
- Y ahora que se han ido todos… continuemos. –dijo Barakel a Verin, que ya se había incorporado y estaba en lo alto de las escaleras-
- Barakel… te están utilizando.
- Él ha hecho más de lo que debía por nosotros, ha desobedecido a la mismísima Belial por ayudarnos… eso no lo hacen todos.
- Cierto es que eso nadie lo hubiera hecho… pero… -Verin no llegó a terminar la frase cuando vio que sobre ellos, desde el sur, desde la mismísima Ciudad Fantasma de Tristam, avanzaban imponentes ondas concéntricas de destrucción, arrasando toda la vida, todo el territorio a su paso-

La baronesa no tardó en entrar en el Monte junto a Ygar donde estarían a salvo de la destrucción y del Caos que sobre ellos se avecinaba. Un estridente grito, proveniente de Barakel, que había quedado fuera del Monte, y un inminente choque de las oleadas contra los muros de la fortaleza, hicieron palpable que Belial ya estaba en Santuario dispuesta a todo.





- El conjuro ha dado resultado mi Dama. –informó el Sumo Sacerdote- la explosión de fuerza ha arrasado completamente el oeste de los mares gemelos e incluso el sur de la zona de Travincal. Las Islas de las amazonas han quedado sumergidas bajo el mar, que ha demostrado su fuerza destructora.
- Bien… y el Monte de las Almas? –preguntó la fatigada Belial en el momento en que Eilis entraba en la puerta-
- Las noticias que tenemos de allí es que todo el sistema montañoso que lo envolvía ha desaparecido, ha sido erradicado de la faz de Santuario, quedando en pie únicamente la fortaleza de Verin.
- Verin…. Siempre Verin… habrá que terminar con esto de una vez por todas… jajajajaja

El cuerpo de Belial se difuminó hasta desaparecer completamente de la Catedral.




- Rápido, Ygar, Satro, cuidad de Carolina… la muerte de santuario ha comenzado, un ser tan puro no debe permanecer aquí. –dijo Verin mientras acompañaba a los tres invitados por el interior del Monte de las Almas-.
- ¿Qué ocurre? –preguntó Satro quien cargaba a cuestas a Carolina-
- Belial ha comenzado a destruir este mundo, os daré el pase al Cielo, allí estaréis seguros. Recordad que el Gran Tribunal estuvo en contra de Tyrael… yo, si fuera vosotros, no me pasaría mucho por allí.
- ¿Cómo puede destruir este mundo?
- Al parecer encontró el hechizo definitivo de la magia negra: el Gran Grimoire. En él hay dos grandes conjuros: la Aniquilación y el Mundo de los Recuerdos. Mediante el primero, tiene el poder de arrasar mundos, y mediante el segundo, puede acceder al control de la fuente misma del Poder.

Finalmente el grupo se detuvo frente a un gran haz de luz, casi a la cima del Monte de las Almas.
- He ahí la entrada al Cielo para los vivos. Aprovechad la ocasión… id raudos si queréis vivir!!

Verin empujó a Satro, quien cargaba con Carolina, hacia la luz, desapareciendo en el acto.
- Ygar… Carolina está preparada para la Conjura del Ángel… no debes reprimirla… recitar ese hechizo es, precisamente, su razón de ser.
- Comprendo…

Ygar saltó sobre el haz de luz y desapareció completamente de Santuario justo en el instante en que Belial apareció bajo del Monte de las Almas. Su presencia fue sentida inmediatamente por Verin, quien corrió a presentarse ante ella.

- Exijo una disculpa! –alzó la voz Verin en cuanto abrió la puerta para salir al encuentro con la Dama de las Mentiras-
- Tú calla, no tienes potestad para hacerme preguntas. Eres lo único que el principio del Gran Grimoire no ha podido arrasar en esta zona… así que me toca actuar a mí.

De su dedo índice emanó un finísimo rayo de luz que traspasó la cabeza de Verin.
- Ale, trabajo completado con éxito rotundo.

De una sola mirada incendió el interior del Monte de las Almas, el cual, ya sin el poder espiritual y mágico de Verin, se deterioraba por instantes hasta que la piedra terminó por ser fundida por el fuego de Belial.
- Nadie se puede oponer a mí… tengo el poder absoluto, y ahora, el infierno y Santuario serán UNO!

_________________
Jugando a Diablo III.
Imperius#2827
 
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Fingolfin
Asunto:   MensajePublicado: 02 Nov, 2005 - 10:28 PM

Sombra
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Sombra

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05 Oct 2004
Salud!

Bueno que te voy a contar, ya te he comentado que tus relatos me gustan mucho y este no va a ser menos ^^ . Ya queda menos para el desenlace. Ahora toca la risa maligna de "MUHAHAHA".


NoS VeMos!

( Un saludo gente, que hacia tiempo que no me pasaba por aqui )

_________________
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"Est Sularis Oth Mithas" "El Honor es mi Vida"
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 03 Nov, 2005 - 12:55 PM

Antiguo moderador
5194 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
28 Jun 2004
ACTO XII EL SEÑOR DEL CIELO


- Su ilustrísimo Aribel, tenemos información sobre una intrusión de tres personas pertenecientes al plano inferior a través del Haz de Verin.
- El Haz de Verin sólo debería ser utilizado en momentos extremos… alguno ha sido identificado como Verin o Baronesa? –preguntó mentalmente al mensajero-
- No mi señor, simplemente ha sido detectada presencia extraña, ninguna ha sido identificada como tal, pero los Ojos Guardianes nos han revelado las formas físicas de los tres individuos: dos machos jóvenes y una extraña hembra.
- Mi corazón me advierte de un peligro inminente… por favor, retírate de mi alcoba, consultaré en mi soledad y luego debatiré con el Gran Tribunal. No dejéis de investigarlos, no quiero que se les pierda de vista a ninguno.
- Como vos ordenéis, su ilustrísimo Aribel.

El mensajero alado salió de la iluminada habitación y cerró tras de sí las pesadas y gruesas puertas de oro macizo que guardaban la alcoba de Aribel. En el interior, mientras tanto, con un simple pensamiento se cerraron las ventanas y se bajaron las persianas, llenando la iluminada y pura habitación circular de techo alto, en una tétrica sala oscura donde la única luz provenía del fogón central.
Aribel marchó hacia una de las innumerables estanterías repletas de libros y textos y extrajo de su sitio uno con una cubierta distinta a la de los demás. Como si fuera por arte de magia, la hoguera se apagó sumiendo a la sala en una eterna sombra que se iluminó seguidamente por una fantasmagórica luz, proveniente de un agujero que se había abierto en lugar de la hoguera, emanaba tan pálida y celeste luz de un cristal romboidal del tamaño de una persona.
Aribel se situó frente a aquél romboide y esperó arrodillado hasta que una voz emanó del cristal.

- ¿Cómo va tu tarea mi fiel servidor? –preguntó la voz-
- ha sido interrumpida, a causa de la intromisión de tres personas provenientes de Santuario… y de las cuales temo que sean lo que pienso.
- Tres… personas…
- Dos varones y una mujer.
- Está bien… son fugitivos del control de Belial… debes atraparlos… y devolverlos… yo en persona acudiré a darles su merecido.
- Mi señor… si son los Tres Elegidos, creo que necesitaré de ayuda.
- Si todo va según me has ido notificando diariamente, mi preciado Asmodeo, el Gran Tribunal deberá estar a tus pies… utilízalo como hiciste hace 22 años.
- Mi señor Eilis… haré cuanto esté en mi mano.

Dicho esto, el cristal dejó de brillar y se fue ocultando en el interior del suelo, para dar paso a la hoguera. Las persianas se elevaron y las ventanas se entreabrieron, dejando penetrar la fresca luz en aquél ambiente consumado de oscuridad y corrupción, Asmodeo se volvió a cubrir el cuerpo con su toga blanca y pulcra y volvió a ser Aribel, el corrupto señor del Cielo.

- Las figuras están listas… es hora de que los hábiles usemos nuestras jugadas… ahora toca dar el golpe de gracia al Tribunal… lo someteré a las órdenes de Eilis, le extirparé cualquier poder que tengan, dejándolo como un vegetal, absorberé yo los plenos poderes.

Aribel abrió las puertas y salió por el pasillo que ante él se extendía, iluminado, con el suelo decorado con motivos circulares dorados sobre fondo blanco. Torció a la izquierda y bajó por la gran escalinata que daba al patio central, un jardín fresco con una fuente de cristal en su centro simbolizando el poder etéreo de los ángeles. En el patio, rodeado de columnas que terminaban en finas y delicadas estatuas de pequeños querubines, tomó la salida de la izquierda y prosiguió por el nuevo camino que se abría a sus pies, la rica decoración y el exquisito gusto de los constructores de aquél honeroso palacio estaba plasmado en cada rincón del mismo: siempre había figuras, grandes o pequeñas, cuadros estampados en las paredes pintados al fresco, o alguna que otra fuente, pero ninguna sala era tan bella como la del Gran Tribunal, que se hallaba ya ante Aribel.
La larga capa de Aribel se detuvo ante las lujosas puertas de la sala del Gran Tribunal del cielo.
Se abrieron lentamente, hacia el interior, sin levantar el más ligero sonido. La estancia, totalmente iluminada por la saludable luz, constaba de un jardín circular central, con una gran fuente con una figura de una corona de cinco puntas circulares y una interior más alta que las demás. Rodeando en semicírculo al jardín, cinco enormes pilares de cristal opaco y brillante se alzaban majestuosos hasta casi el techo de la estancia, situado a treinta metros de altura con una cúpula donde estaban dibujadas cinco grandes caras rodeando a un cuadrado con un círculo inscrito.
Tras el paso de Aribel se cerraron las puertas con el mismo sigilo con el cual se habían abierto y los pilares comenzaron a brillar con distintos colores: rojo, azul, amarillo, verde y rosado, cada uno simbolizando los distintos reinos en que se dividía el Cielo: el reino del fuego, del agua, del desierto, de la jungla y de la montaña.

- señores del cielo, me presento de nuevo ante sus altezas.
- Sea bienvenido el señor del Cielo. –dijeron los cinco pilares al unísono-
- He acudido a sus majestades incitado por una importante alarma que ha sacudido la seguridad y orden en todo el Cielo y de la cual vengo a informaros con el fin de que se tomen las medidas oportunas para paliar una próxima crisis.
- Adelante, habla ante nosotros Aribel, señor del Cielo. –volvieron a decir los Cinco-
- Se trata de tres seres de Santuario que, osando utilizar el Haz de Verin tras el fallecimiento de ésta y aprovechándose de la crisis que está sacudiendo en estos momentos a Santuario, han traspasado las barreras entre lo humano y lo divino adentrándose sin el consentimiento de ninguna de vuestras altezas en este nuestro reino.
- Cierto es que ni el rey del fuego, ni la reina del agua, ni el jeque del desierto, ni el señor de la jungla, ni el jefe de la montaña aprobaron ni tuvieron constancia de tal atrocidad. Cierto es que Verin no nos comunicó nada, bien por haber fallecido no lo pudo comunicar, o bien porque fue a espaldas de la misma cómo ellos aprovecharon para colarse.
- De todas formas –continuó Aribel- han traspasado las barreras y han comenzado a cometer crímenes contra la guardia celeste que ha acudido.
- Cualquier intrusión en nuestro reino es ilegal, cualquier acto de asesinato o violación del orden, es ilegal.
- Así pues me gustaría demandar tales comportamientos ante el Gran tribunal, si él así lo considera oportuno.
- Oportuno es, sin duda alguna, que se tomen medidas contra este grupo que ha penetrado en nuestras fronteras sin nuestro consentimiento.
- Hay otro tema que me gustaría tratar con el Tribunal… he comentado anteriormente la urgencia que sufre Santuario con respecto a la invasión. Defendiendo los ancestrales caracteres del cielo, no tomaré medidas, pero si precauciones, por lo cual, para que todo sea realizado y ordenado con la menor tardancia y la mayor celeridad y eficiencia, reclamo para mí los poderes de este Tribunal, simplemente en un corto período de tiempo, mientras dure el conflicto en Santuario, para seguidamente devolver todos los poderes a sus majestades, las cuales permanecerán como reinos de sus territorios pero sometidos a mi autoridad.
- Aribel, comprende que lo que pides es muy inseguro y de probable inestabilidad en nuestro mundo. Suponemos que lo habrás meditado concientemente y no habrá sido fruto de la contradicción que estamos sufriendo en estos momentos, con espías en nuestros territorios y con una nueva fase de la Eterna Guerra que enfrenta al Cielo y al Infierno. Tenemos fuerza suficiente como para devolver a los demonios a su oscuro abismo, pero queremos que los humanos se valgan por sí mismos. Confiamos plenamente en ti, sabemos que pondrás fin a la guerra, al Gran Conflicto, por ello, los Cinco hemos acordado por unanimidad cederte plenos poderes.
- Estoy muy agradecido.
- Dicho esto… nos retiramos a nuestros reinos. Cuando nos necesites de nuevo, haznos llamar.

Las cinco piedras cesaron de brillar y volvieron a sus pálidos colores de antaño. Aribel acababa de obtener para sí mismo el control total, el dominio absoluto del Cielo, un mundo ahora en manos de un ser corrupto por el mal.

Había pasado ya un mes desde estos hechos, desde que el corrupto Aribel tomara el poder del Cielo con el consentimiento del Gran Tribunal, y Satro Ygar y Carolina no habían dado muestras de vida, todo el Cielo estaba siendo escudriñado por las milicias celestiales, con orden de matar si oponían resistencia y llevarlos ante Aribel, pero durante un mes no habían dado éxito alguno, ninguna información se había filtrado en palacio y el Señor ya estaba impaciente, a parte, Eilis comenzaba a ponerse nervioso pues cada vez veía más inepto a aquél que él mismo había designado en el cargo, ¡ni que fuera tan difícil encontrar a tres personas de distinta naturaleza en tan pequeño espacio!, le exhortaba cada vez que parlamentaban ambos. Mientras tanto, Belial gozaba del pleno poder en Santuario, expandiendo su maligna influencia más allá de sus fronteras, atrayendo para sí misma absolutamente todo Santuario a excepción de las inquebrantables tierras de los amantes de la naturaleza, los druidas, que durante más de un mes resistían la embestida imparable de las hordas infernales que destruían su preciada tierra madre.

- Hijos míos –dijo un anciano pequeño que se acariciaba su voluminosa barba gris mientras se mecía en su mecedora adelante y hacia atrás- lleváis aquí ya dos meses… no habéis pensado en hacer algo con lo que nos habéis contado? Dicen que El Gran Tribunal es muy justo…
- Señor Adalbert, estamos esperando a que Carolina se recupere, ya le falta cada vez menos, dentro de unos pocos días podrá volver a sentirse bien… y ser ella misma… -dijo suspirando Ygar mientras miraba el embellecido rostro de la joven, más humana que nunca, con su piel rosada, sus mejillas sonrojadas y sus rubios cabellos reposando sobre la almohada-
- Está bien, está bien… sólo un poco más…

Esa misma noche se anunció en todos los pueblos de los cinco reinos que componían el Cielo, que quien tuviera información sobre los tres fugitivos, y no la comunicara voluntariamente, seria ejecutado públicamente. Firmaba la sentencia condenatoria Aribel el Magno.
Tras la comunicación del Bando, fueron muchos los ángeles que brotaron del palacio imperial en todas direcciones, dirigiéndose a todos los barrios del Cielo, registrando casa por casa, puerta por puerta.
El temor cundió en casa del señor Adalbert, el cual decidió que ya era hora de estar ayudando a tres extraños que se alojaban en su casa, que consumían sus bienes y que, involuntariamente, habían dado muerte a su mujer Celestina, una anciana de muy avanzada edad, mientras recogía flores frente a un precipicio, muy comunes estando en el Reino de la Montaña.
Sin pensárselo más veces, Adalbert se enfundó el abrigo y salió a la eterna noche, hacia el palacio imperial de Aribel.
Tardó menos de lo que esperaba pues ni la ventisca era tan fuerte, ni la distancia tan grande como él suponía. Al llegar allí comunicó al Mayordomo de palacio que tenía información muy valiosa para su Señor, y que necesitaba tener audiencia con su Alteza inmediatamente. Apenas el mayordomo desapareció por la puerta, las principales se abrieron de par en par y de ellas salió Aribel, con el pelo canoso recogido atrás y un largo manto plateado con detalles en oro. Con las manos abiertas le dio la bienvenida y le incitó a entrar en la Alcoba Imperial, anteriormente la sala del tribunal.
- Bien… apreciado Adalbert… qué información es ésa de la que disponéis?
- He estado alojando en casa a los tres seres que su Alteza, en el Bando de esta noche, reclamaba para la justicia.
- Perfecto… sois un ciudadano honrado Adalbert… nunca olvidaré tal gesto de gratitud… -sus palabras comenzaron a volverse más y más fuertes, su cara hacia gestos de enfado y reproche cuando hablaba y los ojos estaban iracundos- nunca lo olvidéis!!! Este es mi reino y aunque los hayáis entregado, vos los habéis mantenido!!!
- Pero mi señor…

Adalbert no terminó la frase cuando un humo verdoso emanó de debajo de él derritiéndolo en un gran charco de mucosidades verdes y pegajosas.
- He ahí el castigo por traición. Guardias, registrad su casa, que no quede piedra sobre piedra, incendiadla, traedme aquí a los huéspedes.

Esa misma noche fueron llevados los tres humanos de Santuario ante su Alteza Aribel.
- así que vosotros sois los que tantos problemas me han estado causando… -dijo el soberano mientras paseaba de aquí a allá de la sala-
- Aribel, nosotros no hemos hecho nada… Verin nos abrió el Haz de luz en el Monte de las Almas. –contestó Satro-
- Y nos dijo que nos mantuviésemos lejos del Gran Tribunal –añadió Ygar en tono amenazante-
- ¿y qué le ocurre a la señorita? Se encuentra muy cansada para estar arrodillada? –preguntó sarcásticamente- Guardias… si no se mantiene derecha por sí misma, haced que esté derecha. –con un palo y una cinta clavaron el palo en el suelo y ataron la cinta al cuello de Carolina ahogándola por la fuerza que hacía su propio cuerpo-
- ¡Parad! –gritó Ygar levantándose y embistiendo a los tres guardias que jugaban con el cuerpo de Carolina-
- Parece que tenemos a un pequeño insecto… aplastadlo.

Los guardias imperiales entraron en la habitación armados con picas y alabardas. Esto provocó que Satro también se revelara y peleó codo con codo con su compañero mientras veían que Aribel escapaba con el cuerpo de Carolina a cuestas.
Una mirada entre ambos, el conocimiento que algo oscuro estaba ciñéndose sobre el Cielo y el hecho que haya secuestrado a Carolina fueron motivos suficientes como para que terminaran rápidamente la pelea y salieran al encuentro con el soberano.
En el camino una ingente multitud de guerreros con hachas pesadas salió a su encuentro.
- Ygar!! Ve tú, yo les detendré! Pídele explicación y no temas. Te he enseñado notablemente todo lo que sé, adelante caballero.

Estas palabras loables dieron más vida al corazón del príncipe del Castillo Blanco y corrió aun más deprisa, esquivando los guerreros que le salían al paso, dejándoselos a Satro quien terminaba con ellos para intentar seguirle de cerca. Sus pasos les condujeron a una gran estancia, la alcoba de Aribel. Abrieron con sus manos las pesadas puertas y ante ellos se desveló la verdad.
La sala a oscuras excepto por la brillante luz que penetraba por la puerta abierta de par en par y por el cristal romboidal que flotaba en el centro de la estancia. Aribel, a un lado del cristal, con Carolina en sus brazos, hablaba en dirección al objeto, sobre el cual se dibujaba una cara muy conocida por todos: Eilis el Atormentador sonreía reflejado en el romboide.
- Malditos mal nacidos!! –gritó Aribel- ahora no habrá más salida, más cobijo para vosotros.
- Acaba con ellos mi joven aprendiz… termina lo que nunca debió haber comenzado.

Dejó a Carolina en el suelo y caminó lentamente hacia ellos, por el camino su voz serena se transformó en una mucho más profunda, aterrante, más diabólica. Su aspecto también fue cambiando: el pelo cano se le cayó al suelo desvelando dos abultados cuernos, el pellejo de su rostro se deshacía como azúcar en la nieve, dando paso a un rostro pútrido, carcomido por la edad, con la barbilla apuntada y sus ojos, rojos y penetrantes, lanzaban una mirada de odio y rencor. El vestido plata cambió a uno rojo como la sangre coagulada. En su mano, un báculo alargado con una estrella de fuego en la punta.
- Mi nombre es Asmodeo, Guardián en jefe de los ejércitos de Eilis el Atormentador, Señor de las criaturas infernales y Maestro del Rencor.
- Parece que… quieres acaparar muchas… cosas… Asmodeo –gimió Carolina frente a la sorpresa general, incorporándose pesadamente y lanzando una mirada furtiva al demonio que ante ella se alzaba-
- Has corrompido al Cielo durante tres meses. Tres meses que ha utilizado Belial para arrasar Santuario. Tres largos meses que todo ha estado funcionando mal. No hay perdón para ti, Asmodeo. –amenazó Satro espada en mano-
- Nosotros seremos tus verdugos… no verás más anochecer que el de tu pútrida alma al caer en los ardientes fosos del Infierno. El Eterno Averno te espera, demonio!!
- Tanta palabrería y no sois capaces de nada… jajajaja…

Asmodeo desapareció y la sala entera volvió a la luz.
- ¿dónde ha ido? –se preguntaron los tres compañeros mientras miraban impacientes en todas las direcciones-
- Volvamos… a la Sala del Tribunal. –sugirió Carolina todavía convaleciente-

Tras deshacer el camino andado llegaron a la sala imperial, donde efectivamente, sobre la única columna que se encontraba en pie, estaba sentado Asmodeo.
- Bienvenidos… a mi santuario.

Desapareció de nuevo pero la luz no volvió a la sala, al contrario, una risa macabra resonó en toda la habitación, poco más tarde se escuchó desenfundar una daga y, al instante apareció detrás de Ygar para asestar una puñalada por la espalda. Satro se encontraba en la espalda de Asmodeo y reaccionó a tiempo para empujar al diablo y hacer que se esfumara de nuevo.
- Dichosos seáis los que tenéis aliados… pues serán vuestra perdición. ¿no es así, Carolina? Jajajaja
- Quieres dar en la yaga pero no vas a poder. –contestó la joven- Acudo, suplico a los superiores, que magia alguna pueda ser utilizada en esta sala.
- Eso no te servirá para mí, no soy un cuerpo mágico… jajajajaja

De nuevo la risa tronó en la habitación y se escuchó desenfundar de nuevo la daga, pero esta vez no apareció detrás de nadie, sino en el mismo suelo, y, haciendo un corte en espiral, hirió los talones de Ygar y Satro, mientras que a Carolina al ser un cuerpo casi etéreo, no le hizo nada.
- Ésa es la solución! –advirtió Ygar mientras gemía junto a Satro en el suelo- Carolina, sólo tú puedes… eres insensible a los daños de Asmodeo… por alguna razón has despertado justamente ahora, por alguna razón eres un fantasma y no para convertirte en un ángel!!!!

Carolina reaccionó frente a estas palabras, probablemente su futuro se le acaba de relevar ante sus ojos a través de ese combate. Asmodeo se quedó atónito, no sabía que Carolina era la que estaba conjurando al Ángel.
La joven chica de rubios cabellos reaccionó antes que el demonio y le arrebató su daga imbuida con la magia oscura que éste conjuraba para clavársela en el centro de su podrido corazón. Rápidamente corrió hacia Ygar y Satro para atenderlos mágicamente. Asmodeo intentó teletransportarse por toda la sala, pero sin éxito, su cuerpo desapareció y la luz volvió al habitáculo.
- ¿Dónde ha ido? –preguntó esta vez Carolina-
- imagínate… -contestó vagamente Ygar-

Los tres corrieron por el pasillo, salieron al jardín y allí observaron un espectáculo sobreacogedor: el cielo rojo estaba presidido por la efigie de Belial, contemplando cada rincón del Cielo. La fuente estaba seca y las plantas se marchitaban a un ritmo acelerado.
- El Gran grimoire ha sido abierto!!! Temblad ante mi poder!!! El Mundo de los Recuerdos, la Fuente del Poder, os reemplazaré a todos, negaré la existencia, eliminaré todo!!! Seré la Señora, la Soberana Suprema de un nuevo orden, MI ORDEN!! –tronó efusivamente la voz de Belial desde el Cielo-

Ygar, Satro y Carolina corrieron por el pasillo, de nuevo hacia la cámara de Asmodeo, ya abierta y en penumbras. Y allí lo encontraron, casi abrazado al cristal.
- He… recorrido tanto… camino…. No puede… quedarse aquí. Me habéis… vencido en batalla… pero Belial y Eilis ganarán la guerra… no podéis enfrentaros… a una Diosa… y a un Semidios… jejejeje… temblad ante su ira!!!!

El cuerpo de Asmodeo explosionó llevándose consigo la sala y todo el Palacio en un torbellino de ira y muerte.
- Mirad! –gritó Carolina señalando al lugar donde antes estaba el cristal- un portal.
- Nos llevará a casa de nuevo? –preguntó Satro-
- Sólo encontraremos nuestra casa… si la matamos.

Decididos, penetraron en el portal, cogidos de la mano y con miradas serias contemplaron ante sí la Ciudad de los Muertos. Ante ellos se alzaba temible e impresionante la ciudad de Belial: Tristam en completo rigor mortis.

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 13 Nov, 2005 - 09:04 PM

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Ultima edición por Blackelf el 28 Mar, 2006 - 12:47 AM, editado 1 vez
 
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ciosso
Asunto:   MensajePublicado: 13 Nov, 2005 - 10:21 PM

Guerrero
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Guerrero

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Muy buen relato!
Felicidades

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Xtla
Asunto:   MensajePublicado: 16 Nov, 2005 - 10:33 PM

Aprendiz
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Aprendiz

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Esta de n mms el relato, ojala salga diablo III algun asi komo lo estas relatando. Eso si, deberias poner los personajes y los lugares, no cres?
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 17 Nov, 2005 - 02:51 PM

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Gracias ciosso.
En cuanto a Xtla... de tu mensaje sólo comprendo a partir del "ojala", y no, no pondré personajes ni lugares, básicamente porque ya están descritos.

Ahora, ya fuera de agradecimientos y demás... dudo que vaya a publicar el capítulo 14 y el epílogo, tomad esto como el final... soso, pero el final.

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v3rdug0
Asunto:   MensajePublicado: 17 Nov, 2005 - 03:52 PM

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Héroe

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tu wuapo el relato neng ta bien currao ke de mayor escritor nO? xD jaja pues no estaria mal tio ke esta de putisimadre y ke te lo as currao bn tio Wink
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 28 Mar, 2006 - 12:51 AM

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Tras meditarlo un tiempo, largo, sí, he decidido quitar esa mierda final que había metido ahí y es posible que ponga el último capítulo.
El capítulo XIII será profundamente corregido, cuando tenga tiempo para estar ocupado con 6 páginas de texto... pero bueno, os adelanto que distará bastante de lo planteado anteriormente: Belial la palmará, sí, pero de otra forma, y no aparecerá el dragón ese feo al final, sino que será alguien... raro, muy raro.

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 18 Abr, 2006 - 12:40 AM

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Capítulo 13: Rigor Mortis

- Estamos tan cerca... –dijo complacido Satro-
- No debemos confiarnos –contestó Carolina- hemos entrado voluntariamente en las fauces del lobo...
- Sólo sabíamos que Belial estaba aquí, suponemos que Eilis permanecerá también en esta ciudad... por llamarla de alguna forma. –respondió a tiempo Ygar, y antes que Satro continuara hablando añadió- una ciudad de muertos.
- Rigor Mortis, la neo Tristám.

Ante ellos alzaba la corrupta catedral, envuelta en una verde y pálida niebla, al igual que el resto de la ciudad. Las almas perdidas, retornadas a sus putrefactos cuerpos, se podrían por las calles mientras vagaban sin ton ni son, reanimados por el oscuro designio de la dama de las mentiras.
El suelo tembló y seis focos de luz verde emergieron de entre algunas grietas, tomando la forma corpórea en la distancia que separaba al grupo de la reja que cercaba la ciudad. “Somos los espíritus de los desdichados, protectores de la ciudad, impediremos vuestro paso”, sonaron sus voces de ultratumba. Uno de ellos, con una coleta en la frente, armó su arco putrefacto con tres flechas dirigidas a cada uno de los compañeros. Otro más, armado con una pesada maza que requería de dos manos para poder se empuñada con la suficiente destreza, avanzó hacia ellos, mientras que los otros cuatro se quedaron en la retaguardia, como si estuvieran recitando en voz baja.
- Atacad al de la coleta... yo me encargaré de este macero. –dijo Satro desenfundando su espada- ¡rápido!
- De acuerdo –contestó Carolina mientras sus manos brillaban como dos discos solares-
- Se hará lo que se pueda.

Con la destreza que había adquirido con el entrenamiento de Satro, Ygar logró desviar con el filo de su espada hacia el cielo una de las flechas, dirigida a Carolina, de tal forma que con ese movimiento escapó de la flecha dirigida hacia él. Su compañero, no obstante, utilizó se cubrió con el cuerpo del guerrero, recibiendo éste el impacto en el cuello.
El macero cayó arrodillado al suelo, desarmado y casi inconsciente, fue fácil el resto: sajó la cabeza con un simple movimiento de la espada.
El arquero arrojó su arma a distancia suficiente y sacó de su espalda dos pequeñas cuchillas con las que atacó a Ygar.
Las manos de Carolina cesaron de brillar y de su cuerpo emanó una luz tan pura y cristalina que dejó ciegos a los atacantes, momento aprovechado por Ygar y Satro para terminar con los recitadores y con el arquero.
Sus restos se evaporaron y la luz cesó. El revuelo había encendido la mecha que llevaría a la aparición de Belial. Montada sobre Dramor descendió desde la catedral hasta la reja.
El dragón, omnipotente, alzado sobre sus dos fuertes patas, extendió sus alas y agachó el cuello para que su jinete desmontara.
Belial estaba ataviada por un vestido ceñido de colores rojizos oscuros y un tricornio en la cabeza, una máscara de arlequín cubría su bello rostro dejando al descubierto sus ojos y la mirada que de ellos emanaba. Corrientes de aire ondeaban la fina capa negra que cubría el cuerpo de la dama sujeto desde el tricornio. Su báculo nuevo, compuesto por cuatro fémures unidos mediante cartílagos y bañados en oro con gemas engarzadas en espiral en su puño, estaba fuertemente agarrado por sus finas y delicadas manos.
- Por fin nos vemos seriamente... y no a través de espectros –comentó la dama mirando incisivamente hacia Carolina-
- No te temo Belial. Inundaste de mentiras mi alma y mataste a mis padres y protector. No tengo otro sentimiento hacia ti que el de la compasión... me das pena.
- No eres más que un espíritu, un fantasma, un ser que no debería continuar existiendo en este mundo.
- Tú tampoco –gritó Ygar a la malintencionada lengua de Belial- deberías existir en este plano, ni en ninguno otro. Tu único destino es saborear tus jugos putrefactos.
- Caballero valiente donde los haya... pocos se atreverían a desafiarme en mis dominios, pero menos aún a decírmelo cara a cara sabiendo que están en inferioridad. Y tú, soldado de Kadrask... ¿se comió el gato tu lengua? Oh perdona –añadió mirando a sus ojos- veo que me odias... ¿será por tu padre? Sí, estuve viendo y saboreando su sangre. –ante este comentario Satro abrió la boca y desenvainó la espada saltando al ataque-
- ¡Alto! –gritó Eilis apareciendo en el recorrido de Satro desde el suelo y tomando el filo de su espada- uhm... es una mala espada.

El puño del Atormentador se cerró y quebró la hoja ante la sorpresa de Satro a quien sus fuerzas desfallecieron. Una sonrisa maligna se dibujó en los labios del enemigo, su lengua los humedeció con saña y con la fuerza de una sola mano levantó al guerrero con su pesada armadura, llevándolo a la altura de su mirada.
- Déjame verte antes de que mueras... bien así. –con una metálica risa atravesó los oídos de los presentes inundando su mente de miedo y dolor- pena que me tenga que divertir poco.
- Eilis, Sho está preparado, debemos continuar con el conjuro.
- Está bien... –dijo decepcionado- ahora os sigo, mi dama, dejadme echar unas risas con nuestros invitados.

Belial montó de nuevo sobre Dramor y voló hacia la catedral mientras Eilis todavía mantenía en alto el cuerpo de Satro.
- Me tengo que divertir un poco, tanto estrés... – la cara de Satro cambió a una provocada por el dolor, sus fuerzas desfallecían y por su cuerpo resbalaba la sangre producida por la penetración de su vientre con el puño metálico de su captor-

Ygar y Carolina se dieron cuenta de lo ocurrido y se lanzaron contra Eilis.
- ¡Carolina, lánzale fuego, calienta el ambiente! –gritó Ygar cuando corría hacia el Atormentador-
- Patético.

El atormentador extendió la mano libre y apareció un escudo de metal contra el que chocó la embestida de Ygar y que únicamente lograron deformar las bolas de fuego de Carolina. Mientras, su tormento contra Satro se hacía más eterno y doloroso a medida pasaba el tiempo.
- No sois más que un grupo de chiquillos en juegos de mayores. Abandonad cualquier esperanza que vuestros corazones puedan albergar, ahora que aún tenéis algo de vida...
- Nadie, ni tú ni Belial, podrá detener nuestra ambición.
- Carolina, así que nadie podrá deteneros... jajajaja

La voz metálica de Eilis paró de inmediato y liberó a su prisionero arrojándolo bruscamente contra el suelo y dejándolo allí casi inconsciente. El demonio avanzaba a paso firme hacia la fantasmagórica figura ignorando las palabras de odio que le lanzaba Ygar mientras iba a socorrer a Satro.
Carolina dibujó una estrella de seis puntas en el polvoriento suelo y sopló sobre el relieve. El dibujo se iluminó y una barrera de estrellas envolvía permanentemente a la maga mientras comenzaba a conjurar otro hechizo.
- Esto simplemente retrasará vuestra muerte.

Eilis se derritió y se filtró por el suelo. El hechizo de Carolina estaba ya preparado pero necesitaba un blanco a quien lanzarlo, y pronto lo tuvo cuando bajo de ella aparecieron las fauces abiertas del Atormentador y sus dos fuertes brazos la agarraron por el cuello impidiéndole respirar.
Con el cuello en alto y en tensión, suspendida por esos dos brazos que surgían del suelo y que poco a poco la acercaban a la boca abierta del demonio, no podía saber si apuntaba bien con su conjuro.
- lo único que sé, es que alguien morirá... ¿pero quién? Si fallo moriremos nosotros, si acierto morirá él.
- Carolina, si tienes que hacer algo, hazlo rápido! –gritó Satro agonizante-

Ese grito en sus últimos hálitos de vida la hizo volver en sí y decidió soltar la energía acumulada en la dirección en que su mente pensaba que era la correcta. Entonces, como si de un relámpago de fuego se tratase, un torrente ígneo cayó de las nubes al tiempo justo de que Carolina se apartase, golpeando duramente las fauces de Eilis y explosionando su cuerpo en el interior de la tierra. A continuación comenzó a emanar líquido metálico por el polvo que cubría la superficie, corrompiendo todavía más el suelo que pisaban.


Mientras tanto, en el atrio de la catedral el dragón Dramor se derritió convirtiéndose en acero frente a Belial.
- Eilis... –suspiró la dama de las mentiras mientras miraba fijamente el mohoso libro que tenía enfrente suyo-

Ante aquella fémina, el demonio que la había acompañado desde el infierno, ataviado todavía con su toga negra y la cabeza cubierta por una capucha estaba rodeado de sombras oscilantes en torno a su cuerpo y en su pecho brillaban con diversos colores cuatro símbolos, semejantes a los antiguos sellos que guardaban a Diablo en su santuario. En uno de los altares de aquella planta de la catedral permanecía la vieja cajetilla en la que Belial guardaba las piedras del alma de los restantes demonios, abierta y vacía, solo el aire putrefacto de Tristam era lo que la llenaba.

- Dentro de poco la profecía se cumplirá... Sho volverá e instalará su Reino de Oscuridad.

Mientras tanto, Ygar, Satro y Carolina se reponían de la confrontación con el Atormentador viendo todavía el rastro devastador de aquella explosión que lanzó contra la cabeza de aquél ser y el líquido acero que comenzaba a desvanecerse.
- ¿Te encuentras bien Satro? –preguntó Carolina sanando al caballero herido con su magia curativa-
- Sí, ando mejorando... gracias –dijo mientras sólo podía tener un ojo abierto y el otro cerrado por el derramamiento de sangre, uno de sus brazos quedaba inutilizado y su tripa todavía permanecía ensangrentada y el tejido roto-
- Carolina, ¿se va a curar?
- Sólo debemos esperar una hora más y estará en perfectas condiciones.
- No tenemos una hora, no sabemos lo que nos puede traer Belial. Date prisa.

Una figura apareció de entre la densa niebla que cubría las calles de la ciudad, con un gorro de dos puntas y un báculo de madera noble. Sus ojos destelleaban como relámpagos en la noche. Su vestido, multicolor donde abundaba la presencia del rojo, se arrastraba pesado por el polvoriento suelo.
- ¿Quién eres? ¿eres otro siervo de Belial? –preguntó Satro, recostado contra una esquina de la calle mientras expulsaba flemas por la boca-
- No tengo nombre, o mejor no os lo digo por ser tan temible que los oídos reventarían y vuestros ojos se caerían de sus cuencas. Soy un siervo de la Dama de Tristam, reino en esta ciudad y su territorio como lugarteniente. Simplemente os hago saber, de parte de su Excelentísima Vileza que está todo preparado para que nazca un nuevo orden en el mundo de Santuario, os quiere allí como testimonios en vivo y contempléis el poder que puede llegar a desatar. En cuanto a vuestro amigo...

Del báculo del demonio emanó un proyectil verde con la forma de una calavera que impactó en la herida del vientre y sanó al moribundo en cuestión de un instante.
- He ahí una minúscula muestra del asombroso poder de la Boca del Infierno. En cuanto el ritual esté concluido, con o sin vuestra presencia, este mundo se desvanecerá y comenzará el nuevo orden proveniente del Mundo del Recuerdo. No hagáis esperar a Belial.

La figura se desvaneció en el denso aire que soplaba entre aquellas callejuelas pútridas de la ciudad corrupta, donde las plantas estaban marchitas, la tierra yerma y los habitantes no eran más que fantasmas, recuerdos del pasado, torturados una y otra vez, condenados a vagar eternamente en la ciudad hasta que fueran liberados.
Los resplandores de los condenados iluminaban tenuamente las calles, sus sonidos de ultratumba y sus desgarradores alaridos de dolor ensordecían a los tres hermanos que tomaron la calle directa hacia la catedral, dispuestos a dar el todo por el todo. En efecto, el enfrentamiento final para el cual tanto se habían estado preparando en los últimos días. Por fin su ira iba a ser liberada.

El repique de tambores, el sonido dulce de la flauta y el sonar de los órganos dieron paso a la comitiva por el patio de la catedral; toda una banda de músicos provenidos del infierno, servían para amenizar la espera de Belial e indicar el camino a los guerreros. De súbito la banda cesó y las corrientes de aire se convirtieron en un poderoso tornado en cuyo frente apareció en relieve la cara de la dama de las mentiras.
- os invito a que paséis, mis invitados... está todo preparado para la ofrenda de sangre.
- Belial, no saldrás viva de la catedral.
- Tampoco es mi propósito, joven hechicera blanca.
- Qué quieres decir?
- Caballero de Kadrask... pronto se sabrá la verdad. Hoy moriré, pero hoy renaceré convertida en un ente superior... seré una diosa.
- Diosa de la repugnancia, mejor dicho.
- Insolente príncipe.

La cara se desdibujó y el tornado arremetió contra el grupo engulléndolos y subiéndolos por sus corrientes hacia un balcón elevado, en el último piso de la catedral, antes del atrio.
Todos dudaron cuando vieron que no había camino por desandar, ya todo estaba jugado, sólo cabía abrir la puerta de madera y penetrar en el interior de la sala donde seguramente estaría esperándolos Belial.
Carolina tembló, sus delicadas manos rozaban el picaporte de la puerta, apenas sin fuerza en su brazo tuvo que retirarlo nerviosa y fría.
- no temas, estamos todos juntos en esto, no es sólo por tí. –dijo Ygar-
- no estamos aquí sólo por ser partes de un ángel, ni porque así haya querido el destino... estamos porque somos amigos, y a todos nosotros nos han hecho demasiado daño.
- Amigos... hermanos... –dijo la chica reuniendo todas sus fuerzas en un nuevo intento por abrir la puerta-
- No estás a solas. –dijeron sus dos compañeros agarrándola de la mano para abrir juntos la puerta-

La puerta terminó cediendo y se abrió de par en par. La luz inundó aquél increíblemente enorme espacio decorado como si fuera el mismísimo infierno. No faltaba nada: lava, fuego, azufre, cadáveres... y en el extremo de la sala, sobre un gran altar de piedra pentagonal se alzaba la figura erguida de Belial, con el demonio de los cuatro signos al frente y a su derecha la Boca del Infierno.
- Boca del Infierno... lleva a nuestro amigo arriba, necesita estar allí para el ritual. Recuerda que confío en tí.

La Boca del Infierno asintió con la cabeza y acompañó a aquella desalmada figura por unas escaleras mágicas que aparecieron tras el altar.
- bien, ahora que estamos a solas... –dijo Belial quitándose la roja toga que llevaba-
- Belial, dama de las mentiras, o como te quieras llamar, hemos acudido para destronarte.
- Un gesto noble, caballero, sin duda alguna, pero inútil. Nadie es capaz de escapar de la ira de Sho.
- ¿Quién es Sho?
- Pequeño príncipe, preguntad a vuestra amada hermana hechicera... seguro que con el rostro tal y como se le ha quedado, sabrá quién es. Rápido, no tenemos toda la vida.
- Sho es, según algunos textos que pude ver en la torre de Verin, una criatura infernal, el Dios del Mal. Puede decirse que posee en sí mismo todo el poder de la oscuridad. Algo que se suponía imposible, incluso los Tres grandes, Diablo, Mefisto y Baal, temían que algún día pudiera renacer.
- Así es pequeña... yo me convertiré en Sho, dejaré atrás la vida de demonio y pasaré a ser parte de una entidad superior. Estad agradecidos de que os mate mi magia, jajajaja...
- Belial, estás desquiciada! Si haces eso todo sucumbirá.
- Niñata, eso es lo que pretendo, toda la Tierra y el Infierno pasarán a depender de mi mano. Con estas bazas podré conquistar el cielo y terminar con la guerra de una vez por todas! Instalaré la paz en los reinos, bajo mi reinado, bajo mi manto, todo se desarrollará tal como tengo previsto.
- No entra en razón.
- No hemos venido a hablar, Carolina. Debemos detener esta locura antes de que el ritual se realice.
- Idiotas... no sabéis que se hará por las buenas o por las malas. Estáis en mi espacio mágico!

La sala se comenzó a llenar de fuego, oleadas concéntricas en torno a Belial inundaron la habitación, corrompiendo hasta la última brisa de aire.
- Todo está perdido! Abandonad toda esperanza! –gritó Belial-
- Jamás abandonaremos... no mientras nos quede un gramo de esperanza.
- El príncipe nos salió imbécil.
- Amigos, hermanos... terminemos esta locura.

De los puños de Carolina brotaron dos esferas plateadas que se unieron a la espada de Ygar cargándola de poder sagrado. No obstante, el azote de Ygar no logró quebrar el escudo invisible que protegía a la dama de las mentiras.
Mientras tanto, dos serpientes de fuego se arrastraban por el suelo siseando escandalosamente en dirección a Satro, que se encontraba quieto, todavía parado, sin haber participado en la contienda.
El caballero de Kadrask abrió los ojos, bajo suyo tenía enroscadas a las dos grandes serpientes. Simplemente con un ligero movimiento de su cuerpo esquivó sendas mordeduras y con un hábil corte de sus dagas seccionó ambas cabezas ígneas, prendiendo los decapitados cuerpos en llamas.
- No sois más que escoria...

El escudo de Belial se deformó y en lugar de proteger a la Dama, apresó en una cárcel invisible al joven príncipe, dejándolo sin aire en su burbuja hermética y desgastando sus energías en inútiles golpes contra su prisión.
Carolina vio el movimiento y lanzó dos nuevas esferas de luz contra la cárcel pero reaccionó al ataque, y en lugar de quebrarse, se reforzaron más aún.
Nadie se había percatado de que Satro, mientras Belial disfrutaba con el encarcelamiento de su tierna presa, se había colocado tras ella.
- Es hora de morir, maldita.

Belial cambió su aspecto, ya no era el demonio todopoderoso que ante ellos se había presentado, ahora era Carolina, tal y como estaba ella en aquella sala. Había cambiado todo su aspecto y voz a fin de confundirse con la auténtica.
Belial corrió hacia Carolina y la derrumbó en el suelo. Hacía tiempo que estaba dejando de ser un fantasma, y cada vez poseía más corporeidad. Ambas se confundieron y al levantarse, Satro no supo cuál de ellas era la auténtica y cuál sería el demonio.
- Satro, termina con esta locura –dijo la Carolina de la derecha- sólo tú puedes acabar este sufrimiento. ¡Termina con la vida de las dos!
- No puedo hacer eso... eres mi hermana.
- Pues como hermana tuya que soy deberías saber cuál soy yo. –dijo la de la izquierda-
- Carolina... –se consiguió escuchar la voz de Ygar desde el interior de aquella jaula- libérame...

Ambas Carolinas dudaron en hacerlo, pero al final las dos lanzaron sus conjuros de luz y la jaula se rompió.
- Satro... termina con esto... –dijo Ygar señalando al libro que reposaba en el altar- destruye ese horrible libro.

El humo era denso, llegaba a la altura de las rodillas y cuando Ygar miró hacia el grupo de las dos Carolinas descubrió que sólo había una.
- ¿qué ha ocurrido? ¿dónde está la otra?

La Carolina que quedaba en pie se sorprendió de ser la única, desconocía totalmente el paradero de su espejo hasta que por su vientre apareció una pequeña daga, ensangrentada por su propia sangre, empuñada desde atrás por Belial.
- Ni entre hermanos os supisteis reconocer... patético.

La malévola risa de Belial inundó la zona mientras el cuerpo malherido de la muchacha caía sobre el humeante suelo. Casi inerte, apenas con un hálito de vida.
Satro apuñaló repetidas veces el libro que reposaba tranquilo sobre el altar de piedra, pero frente a la reacción de furia que esperaban ambos hermanos por parte de Belial, encontraron una bien distinta: se carcajeaba de ellos, como pobres criaturas que trabajaran para un circo.
- no sois más que unos aficionados... ninguno de vosotros es capaz de someter a un poder como el mío... ese libro no lo necesitaba, lo necesario está ya realizado.

De repente se escucha la voz de Carolina, débil y floja, agonizante, pero lo suficientemente fuerte como para que todos le prestasen atención.
- Ygar, Satro... gracias por ser mis hermanos... mis amigos... pero debo hacer esto sola... gracias...
- Carolina, ¡¿qué haces?! –gritaron ambos mientras Belial emitía una enérgica carcajada-
- Llamada del ángel.

Todo el cuerpo de Carolina se tornó en cenizas, grises e inertes, que fueron esparcidas por toda la sala con una súbita brisa de aire fresco. Un aire que llenó de vida los pulmones de Ygar y Satro, que eliminó el denso ambiente que allí se respiraba, barrió el humo y el azufre y permitió que de nuevo volviera a brillar el sol en Tristám y en la catedral, penetrando por numerosos huecos que se abrían en las paredes de la sala.
- ¿Qué ocurre? ¿qué brujería es ésta? –preguntó histérica Belial mientras veía cómo recuperaban sus contrincantes las esperanzas-
- Esto, Belial, es la esperanza de Carolina.

Las puertas del balcón se abrieron de par en par y la ilusión del ambiente infernal se disipó totalmente, se encontraban ya en una catedral. Por todos los huecos de la sala se escuchó el viento y se distinguió la voz de Carolina.
- Belial, tu juicio está cercano, se terminaron tus maquinaciones y tus planes de corrupción del mundo.
- No seas ilusa, ¿¡qué puede hacer un fantasma!?

Lanzas de luz penetraron por cada orificio de la sala y atravesaron el cuerpo de la demonio, empalándola en haces luminosos que quemaban su carne y terminaban con la oscuridad.
Por el balcón apareció un ángel, era Carolina. Con ocho preciosas alas blancas en la espalda y un vestido compuesto por jirones de telas rosadas y blancas. Su cuerpo no era el de una niña, sino el de una mujer; su mirada, sin embargo, permanecía inmutable, todavía como hasta hacía unos minutos la habían visto en el infierno.
- Hermanos, terminad la tarea...

Ygar y Satro atravesaron con sus armas el cuerpo empalado de la dama de las mentiras, segando su vida y culminando todos sus planes.
El cuerpo del demonio se desvaneció entre llamas y únicamente restó un despojo: una piedra morada que voló hacia el techo, donde apareció la mano de la Boca del Infierno y se lo llevó consigo.
- Ya es mía... -sonó su voz-
- Amigos, ya no puedo hacer más... me llaman... mi madre y mi padre, por fin en paz. Terminad con esta locura, impedid que Sho vuelva a la vida... sé que podréis hacerlo.

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landers
Asunto:   MensajePublicado: 18 Abr, 2006 - 01:12 AM

Mago Esqueleto
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Mago Esqueleto

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25 Mar 2006
WOW Smile eso si que es bueno...

Si as publicado otros escritos me gustaria que me avisaras o que me los enviaras a mi correo si no es mucha molestia Wink


ESPERO QUE SIGUAS ESCRIVIENDO MAS....

SALUDOS
pd mi mail es [email protected]

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Acey
Asunto:   MensajePublicado: 18 Abr, 2006 - 01:33 AM

Necrófago Viviente
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Necrófago Viviente

Cuentas
east ladder: T_Tuna

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14 Abr 2006
muy buenos relatos..x ahora me lei como hasta el V pero cuando tenga tiempo me leere los demas

saludos escritor

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 18 Abr, 2006 - 12:20 PM

Antiguo moderador
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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
Gracias por los comentarios, espero que sepáis encontrar este post cuando se hunda Wink
Landers, por ahí, en este subforo, hay un post-it con los enlaces a los cuentos/historias que algunos usuarios de la web hemos ido posteando. Las mías son
- "Historias (o pesadillas) de medianoche" no recuerdo el título pero bueh, son sólo unos pocos relatos que me vinieron en media hora de inspiración.
- Diablo 1
- Diablo 2
- Diablo 3 (obviamente, es éste)
- Cuaderno de los Firmantes (debería continuar posteando en éste, jejeje son 400 páginas sólo)

Creo que éso es todo lo que he subido a la web, porque luego hice una intentona de un nuevo mundo pero en esta web... no terminó de cuajar, no obstante, continuo con esta idea con mis contactos.
Bueno, a la espera de nuevos comentarios en los cuales intervenir... hasta otra Wink

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landers
Asunto:   MensajePublicado: 18 Abr, 2006 - 07:17 PM

Mago Esqueleto
118 posts


Mago Esqueleto

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25 Mar 2006
Ok ok gracias blackelf ai buscare tus escritos y los demas Smile

thx

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Evolution
Asunto:   MensajePublicado: 18 Abr, 2006 - 09:14 PM

Gran Hechicero
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Gran Hechicero

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30 Abr 2005
El relato esta muy bien blackelf. Esta bien narrado y me sorprendio que no tenga falta de ortografias. Solo hay una cosa: los seres celestiales no pueden morir, pueden ser desterrados, convertidos en mortales, o encerrados, pero nunca pueden morir. O porque crees que Dios desterro a Satanas, porque no se lo podia matar. Tampoco se podia convertirlo en mortal y luego matarlo porque el cielo no puede intervenir con los mortales, como en tu misma historia lo dice. Pero mejor dejalo asi porque sino vas a tener que cambiar todo lo demas. Igualmente tu historia tiene muy buena narración y eso es lo que importa.

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