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Autor Mensaje

Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 23 Dic, 2004 - 02:40 AM

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28 Jun 2004
Sí, tranquilo que los nuevos capítulos vendrán pronto. En cuanto me despierte comenzaré a redactar el Acto 7 que lo tengo ideado y todo y su duración será como esta o un poco más.

_________________
Jugando a Diablo III.
Imperius#2827
 
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Cadmo
Asunto:   MensajePublicado: 23 Dic, 2004 - 09:48 AM

Necrófago Viviente
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Necrófago Viviente

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17 Dic 2004
(El sabio no se sienta para lamentarse, sino que se pone alegremente a su tarea de reparar el daño hecho).

Hola,

Me encanta la novela fantastica y m considero un buen lector. Blackelf... una magnifica historia, muy facil de leer y superentretenida. Felicidades.

FELIZ NAVIDAD

_________________
Sólo podrás conocer la fuerza de un viento tratando de caminar contra él, no dejándote llevar.
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 01:34 AM

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28 Jun 2004
Acto7: Las Puertas del Este

- ¡Abrid las Puertas del Este! ¡Abandonadlas y dejadlas libres antes del fin de la noche!

Una figura femenina apareció arriba de la muralla, por entre las almenas, y se dirigió a la persona.
- ¿Quién con autoridad suficiente nos exige tantos actos? Anunciáos correctamente, y vuestras peticiones serán escuchadas.
- Sólo hablaré ante quien tenga el mayor rango de vuestra orden. El Señor del Terror sólo parlamentará ante aquella con autoridad suficiente.

La cara de la mujer palideció y sus fuerzas desfallecieron. Penetró en la penumbra de la muralla y cerró tras ella la gruesa puerta de madera.
Tras un breve momento, la enorme puerta principal de madera tallada se abrió lo suficiente como para dejar pasar a una mujer, con un velo morado y una toga oscura. La luz que emanaba el interior, rojiza por el color de las velas, reflejaba el suelo nevado que el temporal anterior había dejado allí olvidada.
- Mi nombre es Akara –dijo la anciana- soy la superiora espiritual de la Hermandad del Ojo Ciego, y tú, Señor del Terror, el más joven de los Tres, careces de poder en este plano.
- ¡Silencio! –dijo su voz mientras rebotaba entre los muros y las colinas adyacentes al castillo- Tengo todo el poder cuanto quiero y necesito, abandonad las Puertas del Este y no sufriréis pérdidas humanas.

A una orden de Akara, por entre las almenas aparecieron decenas de mujeres, equipadas con arcos y flechas tensados apuntando al Señor del Terror.
- A una orden mía –dijo Akara echando una ojeada a las almenas- una lluvia de flechas caerá sobre tu cuerpo, haciendo que vuelvas al oscuro abismo del que procedes. Te recuerdo que estás en un cuerpo mortal.
- Anciana… -dijo el caminante con soberbia- ni cien mil flechas lanzadas por tus protectoras podrían romper el lazo que me une a este mundo.
- Jamás se ha contado que la Hermandad del Ojo Ciego fuere miedosa o cobarde, te repito, Nómada de la Oscuridad, que tu poder está limitado, y las miembras de mi orden no dudarían en atravesar tu cadavérico cuerpo.
- Akara, tal y como vos os hacéis llamar, Hermandad del Ojo Ciego, decidme… ¿a dónde mira vuestro ojo? –el nómada se carcajeó frente a la furiosa mujer que, corriendo, penetró de nuevo en la muralla y las gruesas puertas de madera se cerraron tras de sí dejando al encapuchado a la intemperie- veo que os ha ofendido mi comentario… mas… no lo rectificaré, vuestra Orden no es más que un burdel, un obstáculo en mi camino. La muralla que rodea al reino solo puede ser traspasada en este punto. Abrid las puertas, abandonad la fortificación y… seréis libres… de lo contrario… -el tono de voz cambió súbitamente a uno más profundo y aterrador- seréis pasto de mi furia y mi poder y creedme, no es nada aconsejable.
- Nómada de la Oscuridad, aquél cuya alma vive refugiada en los oscuros fuegos del infierno, no dejaremos que pases. Defenderemos esta, nuestra casa, nuestro hogar, aunque ello nos cueste la vida. –dijo Akara asomando a través de una ventana situada arriba de las almenas- es tu última oportunidad de retirarte. Si no lo haces así… -dejó la frase inacabada y las cuerdas de los arcos se tensaron todavía más, se hacían uno con el ambiente intranquilo que se respiraba allí, al final, cuando los arcos iban a quebrarse por la fuerza acumulada, el caminante volvió a hablar-
- No sois más que representantes de un burdel, dejáis pasar a quién os conviene, a quien paga por vuestros servicios… de alojamiento y manutención. En cambio, frente a un ser superior a vosotras no doblegáis el arma ni asentís como animales. Es digno de honor, pero no por mi parte. No me retractaré ni marcharé sobre el camino dado, debo ir al Este, y allí es dónde iré, queráis o no.
- Entonces, caminante, no nos dejáis otra alternativa. Hermanas, atravesad su cuerpo con las flechas bien tensadas, que le traspasen el corazón, si es que tiene.

Decenas de flechas emergieron de las murallas contra el nómada, pero un ágil movimiento de su espada, algo de lo cual nadie estaba dispuesto a pensar que esa carcasa pudiera tener tanta agilidad, detuvo a todas las flechas en suspensión varios segundos y luego cayeron al suelo.
Alarmadas, las Hermanas corrieron en busca de más flechas, pero el siguiente movimiento en la confrontación le correspondería al nómada quien con un movimiento de su mirada hizo arder los muros exteriores, calcinando y quemando a varias arqueras que en ellos se guarnecían mientras cargaban las armas.
Una segunda oleada de flechas, esta vez con la punta llameante, fue arrojada contra el adversario. Ninguna dio en el blanco pese que el objetivo siquiera se movió. Era tal el miedo que ese ser desprendía que muchas de las Hermanas huyeron, desperdigándose en la oscuridad de la densa noche que les acompañaba.
Las más valientes, no obstante, dieron ejemplo y defendieron a su líder espiritual mientras las murallas de fuera cedían por el paso de las llamas y la gruesa puerta no era más que ceniza dispersa en el suelo.
El caminante traspasó las murallas y llegó al monasterio, allí se encontró con otro foco de resistencia, organizado por otra Hermana, y disperso en lugares de difícil avistamiento. Tras penetrar en la sala central del monasterio, el olor a humanidad y a miedo fue respirado por aquél ser venido de las profundidades del infierno.
Con un rápido vistazo, logró encontrar los escondites de todas y cada una de las mujeres que allí se resguardaban, haciéndoles entrar el pánico en la sangre. Con su fría y sádica mirada volvía a las Hermanas a un estado de locura que les obligaba a emerger de sus puestos y atacar a las de su Orden.
Muy pocas lograron resistir a tal ataque psíquico de aquel ser y, comandadas por una Hermana, Kashya, lograron huir de aquél lugar infernal que era el monasterio.
Más adentro, pasado el monasterio, se hallaba la Catedral de las Hermanas. De aspecto gótico y con piedras oscuras y vidrieras de colores rojizos pese a la oscuridad de la noche, se distinguían bien, al igual que las gárgolas y los pináculos. En su interior, en uno de los numerosos bancos de madera, se hallaba recogida una mujer, orando hacia el altar con las manos juntas y los ojos cerrados.
Las puertas se abrieron de par en par con un gran estruendo. El frío de la noche penetró en la cálida nave acompañado de una figura cubierta por un manto oscuro que avanzaba a paso firme hacia la anciana.
- Anciana… opusisteis resistencia y habéis fracasado. Ahora, entregadme las Puertas del Este o sufriréis en el infierno por toda la eternidad.
- Nómada de la Oscuridad… yo, ni paralizada por el terror que vos expiráis, sería capaz de entregar las llaves de esta fortaleza, del refugio de mi Hermandad, a alguien tan corrupto como quien me las pide ahora y ha matado a tantas mujeres por ese mismo motivo. Ahora, te pido que te marches por donde has venido. No tienes nada que hacer aquí.
- ¿Me decís a mí que soy corrupto y he matado a mujeres para conseguir mi propósito, cuando tú las mandaste luchar y las abandonaste a su suerte refugiándote entre estos muros?
- No debes comparar acciones. Las tuyas son la conquista para la Oscuridad, para terminar con la Guerra del Pecado. Las mías son de defensa de los humanos frente al dominio de los demonios.
- Ya… ya… visto así suena muy heroico y todo eso, pero… ¿por qué has venido aquí? ¿Acaso pensabas que estarías segura?
- No. Soy la superiora de mi orden, no necesito ocultarme, pero debes saber que este es mi dominio… mi dominio espiritual, y nadie puede entrar aquí a menos que yo así lo quiera.
- ¿Podrás resistir mi poder, Anciana? –dijo el nómada con aires de superioridad estando a dos metros de Akara quien no se había volteado ni abierto los ojos en todo el tiempo-
- Puedo resistir a la sombra y a la locura, al terror y a la desolación, y puedo enfrentarme a tu poder aun herida de gravedad.
- Veo que te sitúas en un carácter más defensivo… interesante. Pero no suficiente.

El nómada desenvainó la espada y la puso en contacto con el cuello de la Hermana.
- Si me quieres matar, adelante, hazlo, pero te recomiendo que no lo hagas.
- ¿por qué?
- Porque no lo conseguirías y sería un duro golpe para tu imponente mentalidad.

Esas palabras ofendieron sobremanera al caminante quien balanceó la espada y cuando estuvo a punto de seccionar el cuerpo de Akara, entraron en la sala Kashya y otra Hermana, que, armada con un martillo, lo lanzó contra la cabeza del nómada provocando que cesara su ataque y que diera tiempo a Akara a huir de las garras del demonio.
Las tres mujeres se movieron con tal agilidad que al caminante no le cupo otra opción que dejarlas marchar.
- No son mi prioridad. Ahora, debo preocuparme de asegurar para mi poder estas tierras. Te corresponderá a ti, Dama de la Angustia, cuidar esta zona, vital para el contacto entre el territorio que poseo al oeste y lo que tomaré hacia el este.
- Mi señor… -dijo una voz femenina en la penumbra- no os fallaré.
- Andariel, ten cuidado con esas “Hermanas” nadie sabe lo que pueden estar planeando.
- Son insignificantes humanos, no derrotarán jamás a mis legiones. –sus ojos verdes se iluminaron y su pelo resplandeció como el fuego tras pronunciar esas palabras-

El nómada marchó de las Puertas del Este y en la salida se encontró con un hombre, llevaba un animal de transporte y se tambaleaba de un lado a otro. Al ver al nómada, palideció y, sin saber cuales fueron los motivos que le indujeron a cometer tal acto, siguió a ese extraño hacia el Este.

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drein
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 02:55 AM

Dios de las Sombras
2379 posts


Dios de las Sombras

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02 Jul 2003
Se salen los dos, enhorabuena Blacki, esperamos los siguientes capitulos....
 
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Fingolfin
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 03:08 AM

Sombra
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Sombra

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05 Oct 2004
Salud!

Blackelf, en serio, me ha encantado. LLevo desde hace mucho tiempo leyendo literatura fantastica, de hecho es lo unico que leo, y me ha dejado "muy buen sabor de boca". Si sigues asi, algun dia veremos tu nombre en alguno de los libros de la saga Diablo, junto con Mel Odom y Richard A. Knack. Tambien podria ser en otras sagas inventadas por ti, quien sabe Wink

Me ha gustado bastante mas, que algún que otro libro de la Dragonlance ( es lo que mas leo ). Sinceramente, espero que algun dia saques una novela. Esta me esta gustando mucho, porque se centra en el hilo central de la historia del juego.

La primera parte no la leí porque no la vi en su momento. La buscaré. El día que acabes esta prometedora historia, espero que me la pases por el msn^^ Mientras esperare a que saques el siguiente capitulo.

NoS VeMoS!

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"Est Sularis Oth Mithas" "El Honor es mi Vida"
 
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vicius
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 03:33 AM

Gran Hechicero
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Gran Hechicero

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05 Jun 2003
soberbio, no tengo otra manera de describir lo que he leido, no sere ningun experto en el tema pero pocas cosas logran captar tanto mi atencion como lo ha hecho esta historia tuya; la estoy leyendo desde el principio y me ha encantado ya no puedo esperar para leer los demas capitulos Rolling Eyes

saludos, feliz y pacifica navidad a todos, y sigue asi! Wink

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Cadmo
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 08:52 AM

Necrófago Viviente
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Necrófago Viviente

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Genial, espero q no tardes mucho en escribir nuevos capitulos. Deberias pensar en escribir de forma mas seria, se t da muy bien

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 10:42 AM

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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
Pues gracias por los comentarios.
Cuando encuentre otra hora y media libre haré el siguiente, que, como podéis ver en el primer mensaje, ya está planeado.

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Cadmo
Asunto:   MensajePublicado: 28 Dic, 2004 - 10:45 AM

Necrófago Viviente
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Necrófago Viviente

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17 Dic 2004
Pues espero q tengas ese tiempo pronto y puedas obsequiarnos de nuevo y espero q alguien los ponga en un lugar preferente en la pagina pq lo merece.

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 01 Ene, 2005 - 08:51 PM

Antiguo moderador
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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
Acto 8: Al este… Siempre hacia el Este

La devastación causada en la Puerta del Este quedaba atrás y en la fría y oscura noche, cuya Luna se encontraba oculta tras gruesas nubes, ante el vagabundo y su nuevo acompañante se extendían las finas arenas del desierto de Aranoch.
Apenas hacía una hora que habían abandonado las montañas del norte de Khanduras y pisado la arena del desierto cuando el acompañante del vagabundo decidió establecer una conversación.
- Hola –no hubo respuesta por parte del nómada y tras una espera que le pareció eterna, volvió a hablar- mi nombre es Marius… -esta vez tampoco hubo respuesta, su acompañante seguía tambaleándose y avanzando entre las dunas y lleno de valentía se atrevió a hablarle de nuevo- ¿cómo os llamáis?
- ¿Acaso el hecho de no contestar no te indica que no quiero hablar? –su fría voz enfrió el corazón de Marius así como sus ganas de hablar-

Siguieron un largo recorrido a través de las arenas de Aranoch y el serio nómada se detuvo ante una montaña, al parecer, la única existente en todo ese desierto estéril de vida.
Allí se sentó el nómada y su cabeza, apoyada sobre sus manos quienes descansaban sobre la espada clavada en el duro suelo de roca que se encontraban, se giró para ver a aquél humano que le había seguido desde la Puerta del Este.
Sus fríos ojos escarbaron en la mente de Marius quien descansaba dormido junto a su camello que le daba el calor suficiente para no helarse en aquél clima helado de noche y caluroso de día.
- Me dijiste que te llamas Marius –dijo con voz menos fría y más humana que antes, despertando a su acompañante-
- Eh? –dijo mientras se apretaba los ojos con los puños para despejarse de su sueño- sí, sí, me llamo Marius.
- ¿Por qué has querido seguirme? –a Marius le parecía imposible que sus ojos resplandeciesen como dos focos de luz en aquella oscura noche donde únicamente el fuego de una pequeña hoguera iluminaba sus ropajes oscuros y algo raídos-
- Algo me hizo que te siguiera, os vi en aquella posada, luego el terror y la destrucción hicieron que buscase refugio en la Puerta del Este, con aquella hermandad.
- Sí… -el nómada seguía recordando los hechos y su mente se deleitaba con las muertes que ocasionó, recordándolas una y otra vez hasta la saciedad, disfrutando de cada gota de sangre derramada, de sus ojos suplicando y de sus almas aterrorizadas por la presencia de él- pero, ¿y luego? ¿por qué me seguiste?
- El porqué no lo sé, sólo sé que algo me decía en mi interior que tenía que acompañarte, quizá sea ilusión mía, pero debía ir contigo, quizás sea el destino.

Una sonrisa malévola se dibujó en los labios del caminante al escuchar esas palabras. Luego, el silencio volvió a ambos, el nómada cerró los ojos con la barbilla apoyada todavía en las manos sobre la espada y el suave crepitar del fuego y una brisa fría hizo que Marius se volviera a acurrucar junto a su camello.
A media noche, el caminante se despertó y vio allí a Marius, acurrucado junto a la bestia y temblando de frío. Tomó el abrigo que le había estado cubriendo toda la noche y lo puso a su acompañante.
Quizás fue el hecho que era la única persona que no le había temido o quizá el hecho que por tal insignificancia hubiera abandonado su vida y decidiera seguirle, lo que hizo que éste se comenzara a preocupar por su nuevo amigo.
Tras arroparle, sus temblores desaparecieron y el caminante reavivó el fuego de las brasas que quedaban.
- Todavía queda noche por delante, descansa Marius.

Con los primeros haces de luz del nuevo día golpeando en la cara de Marius, despertó, vio que el fuego eran ya cenizas, notó que su cuerpo estaba cubierto por una gruesa capa y observó que su camello continuaba respirando. No obstante, la no presencia de su compañero le disturbó la mente y se levantó asustado, buscando con la mirada a su acompañante perdido.
Cubrió las cenizas, levantó a su camello y recogió las pertenencias de su compañero y las suyas, de esa forma hacía la espera algo más amena.
Al terminar de recoger los objetos, vio cómo de detrás de la montaña asomaba su compañero, apoyándose sobre la espada.
A un gesto de éste, Marius cargó los dos fardos sobre el camello y continuaron la peregrinación, y como la noche anterior, el encapuchado iba delante y le seguía Marius tirando de las correas del reacio camello que se resistía a seguir aquél camino.
Era ya mediodía, los directos rayos de luz golpeaban a aquella procesión a través del desierto y la sed se hizo dueña de la voluntad del camello y de su amo quienes prosiguieron el camino a una menor marcha.
El caminante notó la menor ligereza de sus acompañantes y sin decir una sola palabra aminoró su paso. Marius lo notó y se lo agradeció.
- No debes darme las gracias, Marius, pues eres un humano y como tal tienes necesidades que en parte conozco, en parte no. –estas palabras desconcertaron al acompañante quien se preguntó a quién estaba siguiendo de verdad, quién sería esa figura tan callada y fría como el hielo-
- ¿Quién eres? –decidió preguntar tras un largo tiempo sin conversación y, de paso, hacían una pausa bajo las sombras de una de las pocas palmeras que vivían en aquél lugar-
- ¿Qué me preguntas en verdad, quién soy o qué soy? –dijo el nómada con perspicacia-
- Te pregunto por ti, por lo que eres, por quién eres, y por lo que buscas en el viaje.
- Antaño fui un gran señor, luego, tras una rebelión de más señores, fui expulsado de mi reino, me convertí en un guerrero y es eso lo que ahora soy. Sobre quién soy… mi nombre es Eliseo –hizo una pausa mientras recordaba el nombre del guerrero que hundió su espada en el cuerpo del niño y que mató a su anterior forma en ese plano- , sobre lo que estoy buscando… quiero liberar a mi hermano y volver a mi territorio.
- Tu hermano… ¿dónde está?
- Está encerrado en una gran prisión, bajo el desierto.
- Y… ¿tu territorio?
- Hacia el este está la entrada a mi reino. Si quieres seguirme adelante, estás aquí por voluntad propia.

Marius calló pues el tono de su compañero comenzaba a volverse más frío y áspero tras cada pregunta que éste contestaba.
El camello se plantó e inclinó sus patas, la sed le había vencido y ya no era más que una carcasa llena de músculos muertos, la lengua, seca y quebradiza asomaba por entre los dientes. El nómada continuaba su camino a sabiendas de lo que le ocurría al camello, Marius cogió dos fardos del camello y los llevó a cuesta, continuando por las huellas que había dejado atrás su compañero.
Tras un tiempo caminando bajo el abrasador sol, ambos llegaron al cobijo de una pequeña sombra que ofrecía un oasis. Allí, bajo la sombra de las palmeras, a la vera de un pequeño lago de agua pura y cristalina que reflejaba los brillantes haces de luz y los difuminaba en su interior en un arco multicolor.
El vagabundo se recostó sobre una palmera y con la capucha cubriéndole la mitad de su cara descansó un rato mientras Marius se arrimaba al pequeño lago fascinado.
- ¿Cómo, en mitad de este páramo, puede existir la vida?

El nómada no contestó a la pregunta, se limitó a mirar al horizonte, con la mirada fija en un punto estático.
Sorprendido Marius de que su acompañante no pestañeara, pensó que estaba dormido y se tumbó en el húmedo suelo de arena y se durmió.
Era ya de noche cuando el nómada despertó a Marius con su helada voz,
- Marius, es hora de abandonar este lugar, nuestro objetivo está más cercano, más próximo. Debemos ponernos en marcha.
- Sí, en un momento recojo todo esto.
- Date prisa.

Las estrellas cubrían el cielo, un manto blanco les abrazaba en la oscura y fría noche del desierto.
Caminaron a través de elevadas y extensas dunas, los únicos animales vivos que veían eran serpientes que salían de noche para cazar lo que pudieran y volver a la madriguera antes del amanecer.
Marius seguía a paso firme a su compañero nómada quien, a diferencia de este, daba tumbos de un lado a otro, sus huellas se dibujaban en un zigzagueo continuo, a penas dos estaba alineadas, incluso el surco de su cada vez más pesada espada dibujaba un vaivén constante y ondulante.
Ya divisaba Marius su objetivo, allá a lo lejos se podía escuchar los bramidos del Mar Gemelo del Norte, últimamente con gran oleaje que hacía a los barcos imposible cruzar e imposible retornar a puerto obligando a vivir en la deriva. En el horizonte, se veía en la densa oscuridad varias lucecitas diminutas que chisporroteaban como chispas del fuego.
- ¿Es ahí dónde vamos?
- Ahí es… ahí deberemos llegar mañana al anochecer.

Marius cayó al suelo y rodó duna abajo. El nómada lo vio asombrado y bajó la duna tambaleando. Al llegar donde yacía Marius comprobó que estaba dormido y decidió establecer el campamento nocturno, encendió un fuego y miró el cuerpo de su compañero, esquelético, con barba de varios días, rasgos marcados en la cara y pantalones roídos con agujeros.
Marius, mientras dormía, comenzaba a soñar, a su mente acudían extrañas imágenes, una gran prisión de piedra con numerosos recovecos y llegó a una gran sala, con una puntiaguda piedra en el medio, rodeada por un saliente de roca separado por completo del resto del suelo. En el hueco entre la zona de la piedra y el resto de la sala, había un anillo de magma burbujeante. Ambas zonas estaban unidas por un inseguro puentecillo de madera vieja.
En la zona central, atado a la piedra había un hombre vestido con ricas túnicas engarzadas con pequeñas esmeraldas. Su rostro reflejaba un dolor inmenso producido por la penetración de una piedra dorada en su pecho a manos de un ser celestial, ataviado con armadura plateada y alas blancas y luminosas que grababa extraños símbolos en la piedra.
- Tu sacrificio será siempre recordado, noble mago –susurraba aquel ángel al hombre encadenado-

Un fuego dorado se consumía en la mirada del mago mientras su figura agonizaba y una extraña presencia inundaba su cuerpo.
El ángel selló aquella tumba y el sueño de Marius terminó.
Despertó sobresaltado y se encontró a su compañero de viaje mirándole fijamente. No podía ocultar el terror que le había producido sufrir tal visión.
- Ya sabes en realidad lo que estoy buscando –dijo mientras avivaba el fuego con una rama gruesa y seca-

Al mañana siguiente, fatigado tras la pesadilla de la noche anterior y por no haber podido conciliar el sueño tras aquella horrible visión, continuó la incesante peregrinación hacia el Este.
Tras subir la última duna, entrada ya la tarde, se extendía ante ellos una extensa llanura de piedra caliza que terminaba en el mar y en una ciudad, la que anteriormente hubiera visto como pequeñas lucecillas chispeantes en la densa oscuridad.
- ¡oh! –exclamó Marius fascinado por aquella visión- es… la brillante joya de Lut Gholein.

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*ZeRo_CooL*
Asunto:   MensajePublicado: 01 Ene, 2005 - 10:52 PM

Rey Esqueleto
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Rey Esqueleto

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23 Ago 2004
hola Exclamation

Lei una parte y me parecio muy bueno. Por lo que veo has visto "El señor de los Anillos: Las Dos Torres ", porque eso de que los mounstruos no quieren comer pan con gusanos aparece en una parte de la película.

saludos
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 01 Ene, 2005 - 10:57 PM

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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
No, la visión me resultó cuando en mi mochila descubrí pan mohoso y algo se movía dentro, rápidamente cogí su envoltorio y se fue a la basura.

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 02 Ene, 2005 - 09:16 PM

Antiguo moderador
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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
Acto9: Las raíces de la Destrucción

Con los primeros rayos de luz del nuevo día, Marius despertó a su acompañante quien extrañamente, todavía seguía dormido.
Tras recoger lo utilizado en su estancia en la duna, decidieron descenderla lentamente pues la fina arena era extremadamente resbaladiza y el nómada, desde la pasada noche, no gozaba de buena salud.
Sus pasos eran intermitentes y cada poco tiempo debían detenerse para que éste reposara.
Era en verdad una larga pendiente de fofa y mullida arena sobre la que caminaban, y apenas podían discernir alguna pequeña roca que hubiera resistido a afondarse en aquél montículo.
Bajaron por fin aquella duna y tras caminar por la extensa llanura bajo un sol tupido por unas pocas nubes, llegaron definitivamente a las puertas de la joya de Lut Gholein.
Ante ellos se erigían los muros, altos y gruesos, construidos con duras y pesadas rocas y recubiertos por capas de arcilla, con pequeños vanos que permitían, en tiempos de peligro, defenderse con flechas o saetas. Los muros, coronados por afiladas puntas para evitar que alguien los escalara, poseían una pasarela interior por la cual las tropas podían moverse con total libertad. Era, sin duda alguna, una ciudad construida para la defensa, para defender y proteger a ultranza algo realmente valioso y de lo que Marius, no alcanzaba a comprender.
El único hueco donde terminaba la gran muralla, era la puerta. Unas gruesas tablas de madera de amaranto protegidas por dos rejillas de acero y por la parte interior una gruesa barra de boj las mantenía cerradas.
El marco de las puertas, con coloreado ocre culminaba en un semicírculo que englobaba toda la pieza arquitectónica.
Ambos, penetraron en la ciudad cruzando aquellas puertas que por el día se mantenían abiertas y observaron el paisaje urbano, tan distinto al del desierto, con vida, alboroto, infantes correteando por las calles, soldados patrullando por las murallas, y, frente a ellos, se erguía orgullo el palacio del rey de aquella región. A su derecha, el extenso y turbulento Mar Gemelo del norte.
En el medio de la ciudad, se situaban tiendas donde algunos valientes se abastecían del equipamiento suficiente como para salir de la ciudad y partir hacia nuevas aventuras.
Comenzaba a caer la tarde y ambos entraron en una taberna para saciar su hambruna tras varios días comiendo a media ración.
Al penetrar el nómada, con sus telas oscuras roídas, su cara medio cubierta, tambaleante y con una espada, provocó el silencio en todo el local. Rápidamente se acercó a él una bella mujer, ataviada con ropajes lilas y con un delantal blanco bordado.
- Buenos días, parece que viene de muy lejos… -se acercó a él y le dijo con voz muy dulce, tomándolo de la mano que tenía libre y conduciéndolo a una mesa-
- Hola –dijo con voz fría y la cara volteada mirando al mar- ¿tienen aquí algo que pueda calmar el hambre de mi compañero? –dijo señalando con la huesuda mano a Marius quien estaba recostado sobre uno de los pilares-
- Sí, aquí disponemos de comida muy apetitosa y exquisita –dijo la joven mujer-
- De acuerdo… pues sírvale cuanto le pida. Yo no necesito nada.
- ¿Qué no necesita nada? –dijo la mujer poniendo el grito en el cielo- por Dios, pero si usted tiene la mano huesuda como un palillo y la cara esquelética, y me dice que no necesita comer. Mire, aquí damos comida tanto si tienen dinero como si no.
- Atma… -dijo una voz fuerte por atrás- si no quiere comer y reprocha nuestra comida gratuita, déjalo, ya vendrá arrastrándose.

Por detrás de la joven apareció un hombre corpulento y alto, con la camisa desabrochada y un turbante en la cabeza. Llevaba babuchas y los pantalones holgados los sujetaba mediante un fajín.
Atma trajo de la cocina un par de platos y los dejó sobre la mesa donde el vagabundo estaba sentado.
- Uno es de su amigo, el otro es el suyo. Que les aproveche.

Marius caminó a la mesa y se sentó frente a su plato. Por el contrario, el oscuro viajero se levantó de la mesa y como si contuviera miles de demonios en su interior, vibraba y balbuceaba palabras en lenguajes desconocidos. A continuación, salió del bar y se dirigió al puerto.
Terminada la comida, Marius entregó a Atma un par de monedas de oro y ésta, agradecida, le indicó dónde podría dormir.
A la mañana siguiente, el vagabundo recogió a Marius de la posada y encaminó sus pasos hacia el palacio.
- ¿En qué estás pensando? –preguntó Marius-
- Ese palacio… noto algo que me llama.
- ¿Cómo te puede llamar un conjunto de losas de arcilla?
- Hay algo en él… algo que me necesita. Si me quieres seguir adelante… pero si no estás interesado, sería mejor que abandonases antes de involucrarte en asuntos… oscuros.

Esas palabras resonaron en su mente con un fuerte repiqueteo, ¿a qué se estaría refiriendo su compañero? No obstante, nada importaba, le había seguido ciegamente a través del desierto, había abandonado su vida por seguir a ese oscuro ser y no sabía el motivo. Ahora, los objetivos del viajero se habían convertido en los de Marius.
El gran palacio que se alzaba ante ellos, con decoraciones exquisitas en azulejos y cerámica de marfil y una cúpula con engarces de oro y diamantes, reflectaba la luz convirtiéndola en miles de destellos.
Tras evitar a los guardas y adentrarse en el interior del palacio, el nómada comenzó a descender por una complicada escalera que los condujo al sótano más profundo de aquel palacio.
Extrañamente, no había soldados vigilando aquellos lares, lo que les facilitó enormemente el viaje.
Tras salir de la escalera, ante ellos se encontraba una construcción ajena a lo que la mente de Marius jamás hubiese podido imaginar, como dos colmillos negros que salen de la tierra y se unen en lo más alto de sus trayectorias.
A los pies de aquella construcción, un conjunto de signos grabados en el suelo estaban siendo lentamente activados por la mera presencia de su compañero, el nómada, que se acercaba más y más a la figura.
Los signos se cubrieron de sangre que emergió de las entrañas de la roca y un fino velo azul metalizado se extendió en el espacio que dibujaban ambos colmillos.
- Sígueme, no te quedes atrás. –dijo el nómada a Marius sin mirar atrás y con voz fría de nuevo-

Marius hizo caso instantáneamente y cruzó junto a su compañero aquel fino velo que lo condujo a una extraña realidad.
Estaban en el espacio, envueltos por estrellas, sobre un laberinto de canales que se extendían hacia el norte, al sur, al este y al oeste.
- Sígueme de cerca si no te quieres perder aquí.
- ¿Esto qué es?
- Es el resultado de la explosión de una mente retorcida, algunas criaturas lo llaman Santuario Arcano, pero yo prefiero llamarlo, la Puerta de la Tumba…

Marius se dedicó a seguir a su compañero a través de las sendas de aquél lugar cruzando rojos portales que comunicaban distintas zonas hasta llegar a un punto más elevado, al cual se accedía mediante dos escalerillas. En el centro se encontraba un hombre, vestido con una toga y un báculo en la mano leyendo un libro.
- Hola Horazón… distinguido entre los magos… aquél que tiene el poder de subyugar a los demonios a su voluntad.
- Hola Oscuro viajero… qué te ha traído de nuevo por aquí, márchate a tu plano y líbranos de tu sombra.
- Horazón… Siempre fuiste un gran hechicero… tu hermano Bartuc te manda recuerdos… desde el infierno.
- Tienes preso a mi hermano… maldita rata de alcantarilla… libéralo.
- Liberaré su alma pero debes dejarme pasar.
- Libera ahora a mi hermano o sufrirás mi ira.
- Han llegado a mis oídos, querido amigo, noticias sobre un nuevo Héroe… es posible que esté tras mi pista… yo liberaré a tu hermano con dos condiciones… que me dejes pasar y que le detengas si se le pasa por la cabeza el venir tras de mí… o de lo contrario…
- Mi familia ha sufrido ya demasiado por culpa de tratar con los demonios… te dejaré pasar y detendré a ese nuevo héroe, pero júrame por tu Piedra –dijo en voz baja el invocador de demonios- que liberarás el atormentada alma de mi hermano.
- Así haré.
- Entonces… os dejo pasar hacia la Tumba del Mago.

Horazón conjuró un hechizo y en el centro de la sala, sobre un círculo dorado, apareció otro portal rojo, cruzado por el nómada y seguidamente por Marius.
Ambos aparecieron inmediatamente en una llanura rodeada por montañas infranqueables. El portal se cerró tras ellos y el nómada se encaminó al frente, recto hacia las montañas.
- Antiguamente… un gran hechicero logró encerrar al espíritu de la Destrucción en su interior.
- ¿Un gran hechicero?
- Debes recordar el sueño que tuviste, aquella visión…
- Un… ángel, una piedra, un mago y una gran sala con inscripciones rúnicas…
- Sí, el mayor sello de todos cuantos se crearon… y a cada día más y más debilitado
- ¿Es ése tu objetivo?
- Mi objetivo es liberar a mi hermano y volver a mi reino… en el Este.
- Te ayudaré.
- No hace falta –dijo el caminante mientras se detenía ante una obertura en la dura y fría roca- entremos, aquí está recluido.

Caminaron en la espesa sombra que envolvía todo el recinto, únicamente iluminado por líneas intermitentes de antorchas.
Marius, cegado en medio de tanta oscuridad, tomó una y pudo iluminar por dónde pisaba.
A cada paso que el nómada daba sus movimientos se agilizaban, como si estuviera rejuveneciendo, renaciendo de esa carcasa.
Tras ellos, un reguero de cucarachas pisoteadas daba cuenta de su camino, por delante de ellos, la tenue luz de las antorchas se abría paso entre la inquebrantable oscuridad.
Finalmente llegaron a una gran habitación, cuadrada y con un agujero al centro.
- Aquí es…
- Es muy distinta a la de mi sueño.
- Salarta grah’ta, krathias melehde, Salarta Zibi –tronó la voz del nómada como nunca antes lo había hecho y una parte de la pared se vino abajo-

Una risa malévola y oscura emanó por el agujero y se introdujo profundamente en el oído de Marius quien quiso correr de la sala pero fue detenido por el nómada.
- Ahora no te permito que te vayas –dijo con tono amenazante-

Algo en él había cambiado, su postura encorvada había cambiado a otra erguida, sus hombros desplomados se habían ensanchado, su cabeza gacha volvía a estar arrogante de nuevo, incluso su fría mirada había cambiado a otra, más profunda, más tenebrosa, parecía como si pudiera inspeccionar los más internos temores del alma humana y hacerlos realidad, ojos despiadados, gestos de supremacía, parecía un Dios en un cuerpo mortal.
- Hermano mío –dijo el ser encadenado en el centro de la sala con voz gutural- por fin has venido… líbrame de esto…

Al entrar en la instancia, un fuerte olor a azufre inundó los pulmones de Marius quien no paró de toser mientras allí estuvo. Mientras tanto, el nómada, rejuvenecido tras la entrada en aquella sala, se encaminaba a gran velocidad pero sin dejar de caminar hacia el cuerpo del centro de la sala, sorteando algunos agujeros en el suelo. Se detuvo enfrente al puente, cuando escuchó una voz metalizada que provenía de detrás de él.
- ¡Detente! Ni siquiera tú tienes capacidad para hacerlo –dijo el ángel que había aparecido detrás del nómada-
- No me lo impedirás.

Con un ala enrolló al nómada y lo arrojó cerca de la entrada a la sala. El nómada arremetió contra el ángel y ambos cayeron al magma que había en el anillo que estaba bajo el puente.
- Ayúdame –dijo la persona encadenada a Marius- mira lo que han hecho conmigo.

Decidido, Marius sorteó los agujeros, caminó lentamente por el quebradizo puente de madera y llegó a la zona de la piedra.
El ángel emergió del anillo junto al nómada y blandiendo una espada luminosa arremetió varios ataques frustrados contra el viajero.
Mientras tanto, Marius cogió la piedra que tenía el hombre encadenado incrustada en el centro de su torso y el tiempo se detuvo.
El ángel le cogió por el cuello y lo elevó para tenerlo por encima de su altura.
- No sabes los horrores que has desatado, mortal. Estás jugando con el destino de la humanidad, Marius. ¡Rápido! ¡Debes darte prisa! ¡Ve al Este, al Templo de la Luz! Allí encontrarás la entrada al Infierno, crúzala y llega a la forja allí destruye la Piedra, Marius, debes darte prisa, ¡¡Corre!!

La visión terminó y el tiempo volvió a su cauce.
- Tyrael… -dijo el hombre ya libre- no te olvides de nosotros.

Un tentáculo emanó de ese hombre y golpeó al ángel, perdiendo su espada.
Marius corrió fuera de esa sala, siguió las cucarachas muertas, subió las escaleras que anteriormente había bajado junto al nómada, y salió al exterior, donde pudo respirar aire fresco que le quitara parte del olor a azufre, pero la risa enloquecida y malévola le continuaba martilleando en su cabeza.
- Hacia el Este… de nuevo al Este… -dijo frustrado encaminándose a las montañas para intentar escalarlas pues no había otro modo de salir de aquella llanura-

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Fingolfin
Asunto:   MensajePublicado: 02 Ene, 2005 - 09:38 PM

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Salud!

Tan buena como las otras Mr.Green. Sigue así. Que pasará despues...Wink Baal ha vuelto mortales, ¡temer su ira!
Alguien tiene que hacer algo, rezar a Tyrael para que esto cambie...

Espero el siguiente Black, mientras me leeré los que me enviaste. Mr.Green NoS VeMoS!

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 04 Ene, 2005 - 12:13 PM

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<b>Antiguo moderador</b>

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Hombre, perdón por tardar en responder.
Después la historia se diversificará, seguirá el hilo narrativo de Marius y quizás haga lo mismo con los Hermanos. Pero queda descartada la historia del nuevo Héroe (sí, ése que manejamos en el juego) puesto que tod@s sabemos de memoria lo que le ocurre.
Ahora mismo estoy trabajando en el acto 10 (por ahora centrado sólo en Marius) y a quienes se lo pasé me dijeron que no estaba mal. Así pues lo terminaré y hoy o mañana lo postearé.

Un saludo

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