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Dani_Filth
Asunto:   MensajePublicado: 20 Ago, 2005 - 05:48 AM

Señor de los Elfos Malditos
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EXPULSADO
Señor de los Elfos Malditos

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18 Jul 2005
Muy bueno black el me los leí a todos y me intereso solo que no a quedado cerrado esto solo quiero que hagas las 3 ultimas partes =) ejej y que la historia termine ( si puede que hayga una poco de guerra xD
 
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MaestrodeEspada
Asunto: jejeje  MensajePublicado: 20 Ago, 2005 - 05:56 AM

Señor del Odio
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EXPULSADO
Señor del Odio

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27 Nov 2004
Olle compa...pues ya deberias de Haserte tu libro y despues filmar tu pelicula sobre esto...vaya que sta bueno..

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DeusPayne
Asunto: jejeje  MensajePublicado: 20 Ago, 2005 - 06:07 AM

Gran Hechicero
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Gran Hechicero

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27 May 2005
muy bueno, deberias de escribir las novelas de diablo Angel porque tengo las novelas de diablo escritas por Richard A. Knaak y Mel Odom y joderr son puras putadas sin imaginacion.

_________________
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The most beauty.
 
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Blackelf
Asunto: jejeje  MensajePublicado: 22 Ago, 2005 - 01:25 PM

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UNA NOCHE EN ARANOCH

Desde lo lejos, a mucha distancia de donde desde antaño reposaba sobre sus sólidos cimientos el Castillo de Plata, se veía el denso humo negro, las luminosas brasas y fuego que se elevaban de entre la humareda y, como las estrellas, desaparecían entre el tupido humo que las envolvía.
El capitán de los ejércitos del Infierno, atravesaba entonces la puerta de Tristam, a lomos de su demoníaca y gigantesca montura alada, Eilis podía comprobar, cual oscuro tirano, el poder de su reino de sombras: la antigua ciudad de Tristam clamaba por retornar a la superficie a costa de la vida de los castillos de Kadrask y de Plata.
El dragón alado de fuego de Eilis se ciñó en torno al torreón central del castillo de Plata, y, girando la cabeza atrás, hacia el antiguo Kadrask, divisó cómo la energía espiritual del infierno fluía a través de la puerta que previamente había traspasado, y recogiéndose en alrededor de la torre más alta del castillo, fluía en un torbellino hacia el cielo, partiendo las nubes oscuras.
- Toda la esperanza de Santuario caerá y se sumirá al reinado de mi Dama. –vociferó desde lo más profundo de sus entrañas a través de su tosca máscara de hierro-

En estos momentos, Ygar y su acompañante llegaban al valle de Aranoch: frondoso y repleto de vida como estaba, apenas podía dar lugar a conjeturar sobre el nefasto destino que le aguardaba a todo el mundo una vez más.
- Llevamos ya varias horas juntos y todavía no hemos cruzado ni una sola frase, ni siquiera me sé tu nombre. –preguntó Ygar interesado en obtener respuesta- sé que mi padre no me dejaría en malas manos, pero hombre, al menos me gustaría conocer tu nombre, ¿sabes? Por si algún día te tengo que hablar.
- Disculpad, hijo de rey, pero estaba tan absorto en cumplir el mandato de vuestro querido padre que me olvidé por completo de tan alta compañía que portaba tras de mí. Mi nombre es Satro, hijo de Epilebos de Cornosa, honroso herrero allá dónde los hubiese! –comentó con orgullo al referirse a su padre-
- Tu padre… -dijo Ygar con tono solemne y sin llegar a concluir la frase esperando que su compañero la terminara por él-
- Murió en Kadrask, el día en que yo partí… tuvo una muerte deshonrosa: fue atacado por la espalda mientras me lanzaba sobre el muro del castillo… un no muerto, una carcasa sin voluntad, le clavó una daga en las costillas, atravesando pulmón y corazón. En su último aliento, me pudo arrojar por fuera de los muros antes de caer rendido al suelo…
- ¿quién… os atacó?
- El mismo ser que dirigió el ataque contra el Castillo de Plata: Eilis el Atormentador.
- ¿El Atormentador? ¿Por qué lleva ese sobrenombre?
- Más allá de su poder destructivo y de su sed de sangre, disfruta haciendo sufrir, se deleita con el dolor ajeno, si debe matar a una familia, mata primero a los pequeños y los tortura de mil formas ante los impotentes padres, si debe conquistar una ciudad, no manda a sus legiones delante sino que junto a su inseparable montura alada, lidera la expedición encargándose que su dragón provoque el suficiente pavor y desmoralización en las tropas adversarias que sean incapaces de actuar, de defenderse y, por supuesto, de atacar. A parte de esto, es un diestro guerrero, conoce el arte de la doble espada y sus aptitudes naturales le permiten modificar la fisionomía de su cuerpo para alcanzar sus objetivos.
- Comprendo…
- Si algún día volvemos a las ruinas del Castillo de Plata y de Kadrask, le verás, pero ten por cierto que él ya te habrá visto mucho antes… tiene el don de ver desde la oscuridad, las nubes negras son sus segundos ojos, con una vista de halcón controla absolutamente toda el área en sombras.
- Es un adversario muy capaz… es lógico que lidere las tropas del infierno.
- El Atormentador, simplemente se dedica a cumplir y acatar ciegamente las órdenes de su señora: la Dama de las Mentiras, Belial. Si todo esto que te he contado de Eilis te ha parecido demasiado… será mejor que guarde el poco conocimiento que dispongo de su señora para otro momento.

Entre comentarios y divagaciones sobre el camino, cruzaron entre sombras parte del valle de Aranoch y divisaron una pequeña y acogedora posada: la Almeja Azul, ubicada a las orillas de una zona lacustre que, antaño, con la Guerra del Pecado, debió ser el mismísimo oasis de Ben-yakh-tu’ur.
Tras entrar en la acogedora posada, el tabernero se percató de su presencia y algo le decía que no eran gente normal: quizás fueran las ropas que vestía Ygar, atuendos propios de un príncipe, o fueran los modales caballerescos de su acompañante Satro, pero dejó las tareas que estaba haciendo y puso como encargado a su pequeño hijo inexperto y corrió a dirigirse a atender a estos dos huéspedes que habían entrado en su recinto.
- Bienvenidos sean –saludó con su ronca y benévola voz mientras hacía un ademán de respeto como podía, pues su voluminosa barriga le impedía moverse con facilidad- mi nombre es Feria, y si me lo permiten, les voy a disponer de la mejor mesa, de los suculentos manjares y de los mejores lechos de que disponemos… a un príncipe y escolta, no se le pueden negar placeres y demás privilegios aquí, en la Almeja Azul.
- Muchas gracias amigo Feria, pero no disponemos de oro ni de bienes con los que poder pagar tantas exquisiteces, ni privilegios que donarte ni nada para poder pagar un único vaso de agua. –contestó con desilusión Ygar- debido que nuestro castillo ha caído y nuestras tierras han sido expropiadas por otro señor.
- Comprendo… pero expropiado que no, sois un invitado de lujo para mi humilde posada.
- Muchas gracias, pero simplemente venimos a por información, debemos saber hacia dónde se sitúa el norte, pues la noche es densa y no hay una estrella con la que poder guiarnos. –comentó Satro-

Tras terminar su discurso y como si fuera un regalo del cielo, una tromba de agua les sorprendió estando en la posada y, tras un intercambio de miradas entre los tres, aceptaron quedarse en la alcoba que les entregara Feria.
- les prepararé yo mismo la habitación y además la cena correrá a riesgo de la casa. –terminó de decir mientras entraba a la cocina y escobazaba una enorme sonrisa-

Ygar y Satro se comunicaron mediante la mirada y, como fruto de una unánime decisión, se asentaron en una de las mesas que quedaban libres a esperar cualquier comida que Feria les preparara.
Era una posada acogedora, con un ambiente cálido, demostrado en el vaho que cubría la parte interior de las ventanas debido al contraste con el frío del exterior. El humo de las pipas inundaba el techo de la sala. Frente a su mesa se hallaba una pequeña escalerilla en caracol que llegaba al piso de arriba donde se suponía estaban las habitaciones.
Desde el centro de la estancia, un fogón amplio daba calor a la sala, el cual adormecía aún más a los cansados viajeros y algunos se dormían en la propia sala.
Feria emergió de la cocina y se dirigió, con mano sobre mano, a los dos compañeros.
- Queridos viajeros de lejanas tierras, la carne la quieren muy hecha o poco? –preguntó esbozando una amplia sonrisa, denotando sus sonrojadas mejillas-
- Si puede ser, muy hecha –contestaron ambos a la vez-
- Ya… me lo imaginaba. –Feria se retiró pero antes de entrar en la cocina, Satro le llamó-
- Disculpe amable posadero, pero de quién es aquél retrato? –preguntó interesado, señalando con la mirada un viejo retrato torcido, colgado de una de las paredes del comedor-
- Es… o era… mi hija… Carolina, antes de huir de casa… -dijo apenado el posadero-

Se retiró de nuevo a la cocina a preparar los filetes de carne mientras Satro se levantó para inspeccionar el cuadro: una niñita de muy tierna edad, con sus mejillas rosadas, cabellos dorados rizados y mirada celeste, sentada sobre el suelo mientras saludaba con la mano izquierda y con la derecha mantenía cogido un oso de peluche marrón.
- Se la veía muy feliz… por qué se fugaría… -se preguntaba en voz baja Satro mientras volvía a la mesa-

La puerta de la posada se abrió de par en par y por ella penetró una oscura figura, ataviada con un manto negro y un sombrero de pico. Sus blanquinosos ojos se vislumbraban en la oscuridad que los amparaba y sus pasos le dirigieron al mostrador, donde presionó repetidas veces el timbre que hacía llamar al posadero Feria. Incómodo, Satro se levantó de su sitio y encaminó hacia el oscuro forastero, pasó por su lado rozándole la capa y tomó la puerta con su mano mientras hacía fuerza para cerrarla: la corriente de aire era tan potente que pensaba que ni siquiera con toda su fuerza de caballero podría a solas.
Con un simple chasquido de dedos del forastero, la puerta se cerró de inmediato.
- ¿por qué no pedisteis ayuda, joven caballero de Kadrask? –musitó el forastero-
- Porque no la necesitaba.
- La fuerza bruta, necesita de fuerza mental para ser controlada. Si hubiéseis estado en equilibrio, solo con tocarle en un único punto, con no más fuerza que una hormiga, hubiérais cerrado la puerta venciendo la resistencia del aire.

Satro volvió indignado a su asiento y el forastero quedó allí, parado, con los ojos cerrados, erguido sobre sus dos piernas.
- Caballero de Kadrask, dime tu fecha de nacimiento.
- La noche del tercer día del mes entrante.
- Lo suponía… y tu acompañante?
- Pues… también tengo esa fecha de nacimiento –dijo sorprendido Ygar-
- Las estrellas estaban en lo cierto… en vuestro camino al norte, os encontraréis con otra persona… debéis de sentir algo, como una llama en vuestro interior, al toparos con ella… preguntadle por su fecha de nacimiento, si coincide…

Feria salió de la cocina y atendió al forastero el cual nunca terminó su frase, le entregó un paquete finamente envuelto y, tras un apretón en el hombro, le dejó partir. Se despidió del posadero, dirigió una mirada fría como el hielo a Ygar y a Satro para luego, con un simple chasquido de dedos, desaparecer de la taberna.
Tras la cena, Feria los acompañó al piso de arriba, donde residirían durante esa noche, al cobijo del viento y de la lluvia.

- Ha sido muy extraña la aparición de ese forastero. –dijo Ygar, que durante toda la noche no había hablado-
- No. –contestó de forma tajante Satro-

En toda la noche no mediaron palabra de nuevo. Las gotas de lluvia impactaban contra la ventana y resbalaban por su frío cristal perdiéndose en la oscuridad de la noche, reuniéndose con otras compañeras en pequeños charcos de agua.

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Char_7
Asunto:   MensajePublicado: 22 Ago, 2005 - 02:10 PM

Escudero
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Escudero

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Te felicito Blackelf es la primera vez q leo un relato tuyo y tengo q decirte q me a encantado.
Sigue asi, un saludo...xD prayer

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Un sot trouve toujours un plus sot qui l'admire.
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 05 Sep, 2005 - 10:53 PM

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SUCESOS NOCTURNOS

- La noche prosigue… -dijo Ygar en voz baja incorporado sobre su lecho- y el humo no ha cesado de elevarse desde el castillo.

Un ruido del exterior le sobresaltó, había sido suficientemente sonoro como para que él lo escuchara a través del ventanal cerrado y las gotas de lluvia arremetiendo contra él fuertemente.
Con la mano izquierda tomó el doblez de la manta que lo cubría y se destapó para poder alzarse en el suelo. Tembloroso por el frío que hacía, se dirigió hacia el cristal y miró a través suyo: no había nada, solo una densa cortina de lluvia.
Ahora lo podía ver bien: el cielo oscuro, tormentoso y con toques rojizos del fuego proveniente de su castillo. Debería estar ardiendo la propia piedra para poder conseguir tanto fuego y humo como los había.
Se dio la vuelta y, dirigiéndose hacia su cama, escuchó de nuevo otro sonido. Rápidamente dirigió su mirada hacia el cristal y algo había impactado contra él y causado magullarlo. Abrió los ventanales y sacó la cabeza.
Notaba el agua impactar contra ella y resbalar por sus mejillas y su cuello. Con los ojos entrecerrados intentó divisar algo entre la lluvia, pero de nuevo sin éxito, decidió volverse y cerró de nuevo los cristales.
- Debe tratarse de granizo. –se dijo a sí mismo mientras regresaba por segunda vez a su lecho-

Ya arropado y con la almohada mullida de nuevo y decidido a dormirse y que pasara ya la noche, otro ruido proveniente de la ventana le sobresaltó. Esta vez mucho más fuerte, tanto que logró despertar a su compañero durmiente y con un hábil movimiento de su mano diestra extrajo su espada de debajo de su almohadón. Al ruido principal le siguió la caída de los cristales rotos al interior de la habitación, acompañados por la incesante lluvia y el escalofriante frío de la noche de Aranoch.
- Veo que no soy el único que lo ha escuchado. –dijo Ygar a su compañero sobresaltado-
- Toma esta daga y defiéndete. Hay algo ahí fuera. Y no es normal. –dijo mirando a los ojos del príncipe; en ellos se notaba serenidad y cierto temor- Tú también lo notas, verdad? Ese fuego en tu interior, esa llama que te está consumiendo las entrañas.
- Sí.
- No te lo puedo asegurar con toda la certeza, pero creo que es…

Satro no llegó a terminar el diálogo: los gritos del posadero se oían desde el cuarto de al lado.
Ygar intentó abrir la puerta, pero ni con todas sus fuerzas podía, estaba atascada. Con la espada en la mano, Satro cortó las maderas que servían como pared entre los cuartos contiguos y pudieron salir de la habitación.
En la otra habitación la visión era escalofriante: el posadero, Feria, estaba arrinconado y atemorizado en una esquina, la pared del ventanal había sido descuajada y en el hueco estaba flotando una persona.
Una pequeña persona, chica, joven, de cabellos rubios en tirabuzones, con ropa vieja y mugrienta y un sombrero rosa descolorido por los rayos del sol, estaba flotando en el hueco donde antes había una pared, envuelta en un halo purpúreo.
- Tú… -dijo la mujercita con voz de ultratumba y en tono amenazante, refiriéndose a Feria- tú me dejaste así…
- No fui yo, te lo juro!
- Noto la mentira carcomiéndote el interior… pensaba que era yo la niñita de tus ojos… y no esa! –dijo mientras ardía espontáneamente un cuadro de la habitación, con el mismo retrato que el del comedor-
- Pero… como puedes decir eso? Yo te quiero y siempre te querré!
- Mientes… mentiras! –gritó mientras elevaba al posadero en el aire y lo lanzaba contra el techo dejándolo caer a tierra de nuevo- no me gustan las mentiras…
- No te miento… es la pura verdad! No hay otra mayor!
- Mentiroso… a Carolina no le gustan las mentiras! –volvió a gritar la niña mientras elevaba a Feria de nuevo y lo lanzaba contra la pared por la que habían entrado Ygar y Satro-
- Carolina, por favor, espera, no te precipites! Estás confundida! –gritó Ygar-
- Tú no te entrometas, maldito! –gritó con todas sus fuerzas mientras comenzaba a temblar la hoja que sostenía Satro hasta que se la arrancó de las manos y sobrevolaba la cabeza de Feria-
- ¿Qué vas a hacer? Hija mía, detente! –exclamó aterrorizado el posadero-
- Tú me mataste! Y ahora he venido clamando venganza.
- Tu madre… te llevó de paseo… me dijo que escapaste, que te fuiste de sus brazos. Yo te quiero, todavía te quiero!
- Mi madre… -dijo más calmada mientras se llevaba las manos a la cabeza- no… ella no… -comenzaba a recordar lo que ocurrió aquella mañana- qué… qué me ocurre? –sus ojos habían cambiado de color, ya no eran negros como la propia noche que los rodeaba, eran azules, celestes, con un brillo comparable a pocos otros, con inocencia, felicidad, tranquilidad…- Hola papá.
- Hija mía…
- Mamá… ella fue… ella fue la culpable…
- ¿Cómo? ¿qué ocurrió cielo? –dijo Feria mientras se acercaba gateando a su hija-
- Ella me… mató.

Estas palabras helaron el corazón de los presentes. El halo purpúreo que envolvía al fantasma de la niña había desaparecido, su mirada continuaba azul como la de los ángeles, y su padre intentaba acercarse a ella.
- Pero… no es eso lo que me han dicho… -dijo la niña de nuevo- me han dicho que fuiste tú… pero no sé qué ocurre… ¿por qué? ¿por qué me dijeron que eras tú y he recordado otra cosa? ¿qué maleficio me han echado? No puedo… no puedo confiar en nadie… lo siento padre. –los ojos volvieron a un color oscuro, el aura reapareció y la espada, que había caído al suelo, se elevó de nuevo y se dirigió contra Feria-

Sin éxito, Satro e Ygar intentaron detener la espada, pero fallaron y la espada se incrustó en la espalda del posadero derribándolo inerte en el suelo.
- Oh dios mío… qué he hecho? –dijo la niña-
- Lo has… matado… -alcanzó a decir Satro con un hilo de voz-

Carolina cayó al suelo estremeciéndose. Su cuerpo se comenzaba a deformar, aparecían bultos corredizos en su piel, hasta que poco a poco comenzó a formarse una nueva Carolina yuxtapuesta a la original.
- ¿quién eres tú? –pudo decir la auténtica cuando ambos cuerpos se separaron-
- Yo soy tú… y tú eres yo…
- Tú eras la que me confundía.
- Sí… envenenaba tu mente para lograr matar a tu guardián… y eso he conseguido.
- Así que tú eres…
- Sí… por fin nos encontramos Satro e Ygar… y Carolina… pero os puedo llamar por vuestros auténticos nombres? Los humanos os dieron nombres ridículos… apestosos… demasiado… carentes de sentido.
- Dama de las Mentiras, el acceso a este mundo no te está permitido! Lo sabes.
- Querida fantasmita… mi poder escapa a vuestro entendimiento… puedo materializarme en este plano cuando me plazca… no necesito de un huésped como los Tres…
- Belial… -pudo decir Satro atónito a cuanto estaba presenciando-
- Jejeje… mira quién me habla… querido “Satro” al igual que el príncipe del castillo devastado… he terminado con vuestros guardianes… ya no queda ninguno con vida… la más dura de realizar fue Carolina… tuve que poseer a su madre y luego su propio cuerpo… un duro trabajo, pero nada que yo no pueda hacer jajaja…

En un soplo de heroicidad, Ygar, empuñando la daga que le había otorgado anteriormente Satro, seccionó el cuerpo fantasmagórico infantil de Belial por el cuello, rodando la cabeza por el suelo.
- En fin… -dijo la cabeza de Belial mientras su cuerpo corría a colocársela de nuevo- veo que no soy bien recibida por los Tres… qué pena me causa… pero bueno, eso no importa… tarde o temprano caeréis.
- ¿Qué pretendes Belial? –preguntó Carolina-
- Sería demasiado estúpido de mi parte deciros mis perversos planes…

El cuerpo de Belial se difuminó en el ambiente en medio de una sonora carcajada. El cuerpo de Feria, junto al resto del edificio y hospedados, comenzó a arder de súbito, nadie pudo escapar del abrasador fuego del infierno salvo Satro e Ygar.
- Carolina… te puedo hacer una pregunta? –dijo Ygar mientras iban caminando por las verdes y humedecidas praderas de Aranoch- por qué golpeabas el cristal de nuestra habitación?
- Yo… no recuerdo haber golpeado más cristales de los que habían en el dormitorio de mi padre.

Ygar y Satro escucharon unos ruidos provenientes de detrás. Al darse la vuelta descubrieron que no había nada y el sol comenzaba a salir. Al volver de nuevo a caminar hacia delante contaron en el suelo cuatro sombras: las tres suyas y otra, alargada y abultada. Tomando las empuñaduras de sus armas dieron un gran salto hacia atrás, quedándose detrás de su nuevo acompañante.
- Tranquilos, él es mi amigo, verdad Kairos? –dijo Carolina-
- Pero si es el mismo hombre de la noche pasada! –gritó Satro-
- Exacto joven caballero de Kadrask… soy Kairos, guardián de Carolina.
- ¿Guardián? Su padre y madre eran sus guardianes! –gritó Ygar- no nos engañes-
- Eso es lo que tuvimos que hacer creer a Belial. Todos sabíamos lo que iba a ocurrir esta noche pasada. Todos lo aceptamos… incluido el propio posadero… sabíamos que tras el ataque a Kadrask y al Castillo de Plata, Carolina sería su próximo objetivo. Por eso vine. Os guiaré en este largo camino con mis artes oscuras.
- Kairos… ¿te puedo hacer una pregunta? –se aventuró a decir Satro-
- Dime, guerrero de Kadrask, ¿qué quieres saber?
- ¿Qué somos?

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PuMa_Force
Asunto:   MensajePublicado: 05 Sep, 2005 - 11:37 PM

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Bieeeeeen, al final la última entrega de los relatos ha llegado, viendo la calidad de los anteriores me supongo que éste será bastante bueno, cuando tenga tiempo y lo leeré

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 06 Sep, 2005 - 04:27 PM

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Aun faltan algunas entregas de Diablo 3. Estoy preparando ya la próxima, quizás la termine esta noche: Ascensión.

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 12 Sep, 2005 - 05:23 PM

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ASCENSIÓN

- Hace tiempo, poco más de una veintena de años para los humanos, regresé al Infierno y capitaneé las hordas del submundo, conseguí el dominio sobre este territorio y terminé con la intrusión de Azmodán, sellando su esencia en una piedra. Ahora, tras inspeccionar cada piedra de este reino, por fin encontré el libro que necesito y el cual será el colofón apropiado para mi biblioteca arcana. Eilis, eres mi hombre de confianza, así como mi mano derecha y mi brazo ejecutor. Necesito que me traigas a un infante humano, a ser posible con vida. No necesitamos sangre coagulada para el ritual.
- Mi Dama, la Antigua Tristam se haya bajo su jurisdicción; tanto los escombros de la Catedral de Diablo como los despojos de la Colmena donde antaño habitaba Na-Krull. Santuario está preparado para su Ascensión.
- Está bien, mi fiel siervo… ahora, tráeme a una criatura joven…

Las imágenes holográficas desaparecieron y Belial se sentó de nuevo sobre su trono. En la puerta, conmocionado por lo que había escuchado, Somarek aguardaba a que su mente asimilara todo.
- He sido rechazado… conducido a un segundo plano… mis consejos dejaron de ser escuchados por sus oidos hace tiempo… mi compañero me ha mentido y ocultado información… he sido… traicionado. –se repetía Somarek en voz baja- Esto no va a quedar así.

Mientras tanto, Belial, atenta al monólogo de Somarek, esbozaba una amplia y malévola sonrisa. Sin ninguna duda, su mente estaba planeando algo realmente sabroso para su insaciable apetito de caos.
Sus finas manos atrajeron mediante un embrujo un tomo polvoriento, depositado en su enorme biblioteca y custodiado por dos gárgolas de temibles colmillos. El tomo se posó suavemente sobre su regazo y, poniendo una mano sobre él, la dama notaba su prohibido poder, una magia tan fuerte que el mismísimo Sello del Infinito apenas era capaz de contener. Con la palma de su mano, cubierta por un paño de seda, retiró el polvo que se había posado sobre sus tapas gruesas forradas con cuero de demonio. Entonces, las letras que anteriormente sólo se podían ver tupidas y borrosas, brillaban con el fulgor de los astros y relucían como soles de plata. Ahora se podía leer bien claramente la cubierta, algo que hizo brotar chispas de ilusión y ansiedad en los ojos de Belial: Secretos Arcanos de los Horadrim.
Abrió el tomo y el poder oscuro la inundó, se sintió presa de una energía tan pura y oscura que casi se podía equiparar a la suya propia. A su mente vino una visión: un acantilado, el mar a sus pies, con oleaje embravecido, rocas afiladas en su fondo, el cielo cubierto por densas y oscuras nubes que no dejaban traspasar los rayos del astro rey. Su visión se quedó en un punto, en la lejanía, casi en la línea del horizonte, allí había algo, se acercaba lentamente, la estaba llamando. Belial salió de su trance y percibió otra fugaz visión, la de aquél ser, una bella figura femenina, pálida, con el pelo largo, medio azul medio negro, ojos rojos y recostada sobre una gigante roca, tocando un arpa mientras el viento mecía su vestido. Pronto se fijó en sus ojos: dos grandes fogones rojos como rubíes, mirando sin cesar, sin parpadear un segundo, escudriñando el alma, mientras sus labios, finos y delicados, se movían tarareando una canción que la brisa marina se llevaba consigo misma. La dama de las mentiras se incorporó, anonadada de nuevo como estaba de esa visión.
- Dama de las Mentiras, este libro ha estado protegido y sellado durante generaciones por la magia de los Horadrim. No debes tener acceso a sus conocimientos.
- ¿Cómo una figura que proviene de la misma oscuridad que yo, guarda los secretos horádricos?
- Es mi cometido.
- Lo siento cariño, pero tengo una misión que cumplir, y para ello necesito tener acceso privilegiado a estos textos.
- Antes de que abrieras el libro, esto era un mar tranquilo, con vida, con flora y fauna. Tu mera presencia lo ha convertido en un escenario apocalíptico. Te ruego que cierres el libro y nunca más lo vuelvas a abrir.
- ¿Quién te crees que eres para tratarme así?
- Puedes tener la esencia de cuantos grandes demonios quieras, pero ni con todo ese poder podrás tener la más ínfima posibilidad de que amablemente te deje acceso a estos conocimientos. Por última vez, te invito a que te marches.
- Este libro guarda el texto que necesito, el hechizo de sombras definitivo… aquél que los magos Horádricos siempre tuvieron miedo a conjurar pero que lograron desencriptar de las mismísimas entrañas de la Madre Sombra.
- Mis más humildes disculpas pero soy la defensora de este libro.
- Entonces no queda otra salida.

El mar se secó y el acantilado se desmoronó, convirtiéndose en grava. Todo aquél mundo onírico temblaba desde sus más arcanos cimientos. La mujer no podía evitar disimular en su rostro el pavor que la presencia de Belial estaba causando, distorsionaba aquella realidad, creada por los hechizos horádricos para autodefenderse, incluso podía hacer quebrantar la firme voluntad de su guardiana.
Se abrió una profunda grieta en el suelo ya seco y emergió un gigantesco golem de fuego y roca líquida, conjurado por la mente de Belial, que se dirigía contra la guardiana. Antes que pudiera defenderse, el calor que desprendía el golem incendió su traje y quemó su carne, cuando llegó a su altura, la protectora no era más que huesos blandos y fundidos con el oro del arpa y la piedra.

- Ni siquiera los mismísimos Horadrim pudieron predecir mi poder. –dijo Belial orgullosa de sí misma cuando, al chasquear los dedos, el golem de fuego estalló- y ahora… a por los hechizos.

Cuando Belial volvió a sí misma, se encontró a Eilis frente a ella, en posición de reverencia, con una cadena atada al cuello de un niño humano.
El chiquillo, llorando desconsolado, con las manos encogidas sobre su cuerpo y temblando desde las piernas, miraba con temor a Belial y al ser que le había traído ahí.
- Bien… un niño pequeño, humano, lo que necesito para el conjuro…
- Mi dama, desconozco el motivo de vuestro hechizo, pero va siendo hora de pasar a la acción. No podemos dejar Tristam y la Colmena así, necesitamos una ofensiva inmediata, asegurar el perímetro.
- Temes a los humanos?
- No a los humanos y no, no temo, pero no quiero que sus planes se vengan abajo por una ofensiva rápida del Cielo.
- El Cielo está demasiado ocupado en sus asuntos como para preocuparse por lo que ocurre en Santuario. No temas por ello. De todas formas… resta muy poco tiempo para que todo comience.

El niño, aterrado trató de escapar de la presencia de aquellos dos seres, pero la cadena que se encontraba en torno a su cuello se tensó y le impidió cualquier huida. Resignado e impotente, cayó al suelo sobre sus rodillas y, con la cabeza agachada lloró.
- Todo está preparado, mi Dama. –dijo Somarek penetrando en la sala desde el umbral de la puerta- el altar está listo para que vos lo uséis.
- Muy bien, ve allí y espéranos, gracias –contestó amablemente Belial-

Fue suficiente una mirada para que Eilis estallara en un cúmulo de sonoras carcajadas mientras Belial fue hacia una mesa de la sala y tomó un libro y una daga.
- Trae al humano.

Los dos demonios, portando al infante a tirones de su correa, recorrieron los grandes pasadizos del castillo hasta llegar a una gigantesca sala, con las paredes decoradas con grandes y voluminosas pinturas engarzadas con preciosa joyería y, en la bóveda de media esfera, cuatro nervios de oro distaban desde cada una de las columnas sobre las cuales descansaba la cúpula cruzándose en el centro, donde estaba dibujada con lapislázuli y jade la estrella de cinco puntas del infierno. En la sala, justo debajo de la gran bóveda, un altar elevado diez metros sobre el suelo, muy exquisitamente preparado con telas de lino, cofres de marfil, candelabros de damasquino. En torno al altar, en forma de círculos concéntricos, asientos y bancos para aquellos que presencien las ceremonias oficiadas. La sala se encontraba situada en el centro de todo el castillo de Belial, en la parte más alta, de tal forma que aquella cúpula era la construcción con mayor altura de cuantas estaban erigidas en el Infierno.
La dama de las mentiras se quedó en el umbral del pórtico que daba acceso a la sala mientras Eilis, tomando al niño por el cuello, se dirigió a Somarek. El Sumo Sacerdote ataviado con sus mejores galas y una corona de huesos de demonios y un acompañante, de piel parda y largos colmillos, pezuñas de cabra y barba de chivo ambos, salieron a recibir a su superiora y le entregaron unas ricas vestimentas y éste entregó al acompañante el libro que había tomado de la biblioteca.
- Es la hora –dijo el Sumo Sacerdote con su voz sepulcral- los astros están correctamente alineados, todos los preparativos están consumados, y Tristam y La Colmena han vuelto a nuestros dominios.
- Muchas gracias, Raknos. –confirmó Belial mientras se vestía con las ropas que le habían sido entregadas y el Sumo Sacerdote le derramaba por encima sangre de féminas corruptas vírgenes-
- Ahora sólo queda la ceremonia. Por favor, acompañadnos, nuestra Dama.

Belial tomó al niño humano y lo lanzó contra el altar dejándolo casi inconsciente. Tomó cuatro punzones con los que lo clavó a la fría losa, mientras la sangre que brotaba, por los canales dibujados en ella, era conducida por canalizaciones que rodeaban todo el conjunto del altar hasta hacer el mismo dibujo de la estrella de cinco puntas que sobre ellos se situaba.
- Sangre coagulada arriba y sangre fresca abajo, la sangre que sale de tu cuerpo y la sangre que recorre mi cuerpo. La vida abajo y la muerte arriba. Frío y calor. Aire y Tierra. Dos mitades de un todo que nunca pueden juntarse… dos hemisferios que hasta ahora nunca se han tocado… hasta ahora.

El niño, con cara de pánico, desangrándose sobre aquella losa inerte, comenzaba a marearse, la sangre comenzaba a escasear y el ambiente de la sala le molestaba.
- Madre… escucha mi rezo, atiende mi petición. Madre de la Oscuridad, Reina de la Noche, Asesina de Almas Errantes, Diosa de la Pesadilla… atiende a tu hija, atiende a Belial.

El castillo comenzó a temblar y aparecieron algunas grietas en él. Se desmoronaron varias alas del mismo y otras tantas quedaron seriamente dañadas. El Santuario del Caos se estaba viniendo abajo. Sus restos quedaron como una obra post-apocalíptica: un torreón central intacto, incólume, amenazante con su oscura forma, elevado sobre despojos del castillo y, frente a él, una torre mucho más pequeña, la biblioteca arcana de Belial.
Rápidamente mugrientas y oscuras sombras, almas de los sin descanso, comenzaron a pulular en rededor a los despojos, haciendo la visión notablemente más fantasmagórica y aterradora.
La Torre del Caos se había convertido, en un instante, en el centro neurálgico, en el ombligo de todo el Infierno.
No obstante, los sucesos no habían concluido todavía: la Dama de las mentiras había continuado recitando el conjuro del libro y el infante había sucumbido a las garras frías de la muerte. Las dos estrellas se encontraban encendidas en llamas y el ambiente de la sala junto a las ropas de Belial, la otorgaban una visión de deidad.
- Diosa de la Pesadilla eterna, tú que moras en el mar del caos, he sacrificado a un inocente para traerte de vuelta, he hecho libación para sufrirte, he rezado a la muerte para que me ataque sin piedad para poder verte. Y he superado todas estas pruebas sin flaquear. Soy la Elegida, aquella en la cual el Destino ha depositado su gracia.
- Ojos de humano, alas de ángel, cuernos de demonio, son las ofrendas que te otorgamos. –conjuró el Sumo Sacerdote-

El cuerpo de Belial se tornó áureo, comenzó a elevarse del suelo, su mirada severa se transformó por una mirada sin sentimientos, cruel, despiadada, de color dorado. Las estrellas de fuego dejaron de arder y se disiparon, al igual que la cúpula al estallar. Todo el infierno se contrajo, contuvo la respiración mientras Belial estaba flotando sobre el altar. Todo estaba saliendo según lo planeado. De repente, los labios de la dama se abrieron y su voz sonó, llamando a Somarek a su presencia.
- Somarek… me has servido bien, por ello quiero agradecértelo. Formarás parte de mi nuevo ser… tú siempre has sido la clave de mi Ascensión. Necesitaba un gran potencial mágico para ello y ahora, con la fuerza de la Diosa de la Pesadilla, te la arrebato.

Somarek flotó en el aire en dirección a la dama. Le tomó entre sus brazos, sujetándolo también con sus piernas. Volcó su cabeza hacia un lado y con sus afilados dientes le mordió en la garganta, chupándole la sangre, absorbiendo su fluido vital, drenándole la magia. En cuanto el mago no era más que una carcasa vacía, un halo plateado emergió de Belial, confundiéndose con el áureo.
Su plateada luz inundó todo el infierno, sembrando el caos y la destrucción por donde pasaba. Todo el infierno estaba sufriendo, exceptuando la torre, por su Dama, para poder realizar el conjuro de la Ascensión.
- Todo preparado… ahora… -dijo Belial- Predicción Cósmica.

Todos los astros necesarios estaban alineados, Belial flotaba sobre la cúpula y la luz plateada cesó de súbito. El infierno entero quedó destartalado, destruido, agotado, no era más que un enfermo en su fase terminal. Zonas enteras quedaron arrasadas, ni siquiera las llamas tenían algo que comer ahí.
Tras un resplandor cegador, Belial volvió a la normalidad, sobre el altar, arrodillada en el suelo, exhausta, mareada, pero distinta. Eilis fue a tomarla, la ceremonia había concluido y llevó a su señora a una de las habitaciones que permanecían en la torre.
- Eilis… -logró decir Belial-
- ¿Sí, mi Dama?
- Ha funcionado… he Ascendido.

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xiguaca
Asunto:   MensajePublicado: 12 Sep, 2005 - 05:30 PM

Sombra
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Sombra

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11 Ene 2005
WuoW Impresionante jeje sigue asi, tal vez fuiste escritor en alguna vida.

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mormegil_cdv
Asunto:   MensajePublicado: 12 Sep, 2005 - 05:35 PM

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me una historia

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xiguaca escribió:
WuoW Impresionante jeje sigue asi, tal vez fuiste escritor en alguna vida.


Sí, en esta xDD

A ver si me leo los dos últimos que son los que me faltan^^

Edito: joder, ahora soy guerrero eterno xD

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La sociedad industrial y su futuro
 
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Arthas
Asunto:   MensajePublicado: 12 Sep, 2005 - 07:13 PM

Elemental de Fuego
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Elemental de Fuego

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LA cerdad es impresionante blacelf

tedoy un 10 en escritura

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ImageESTABA TIRADO EN MI CAMA MIRANDO LAS ESTRELLAS Y ME PREGUNTE¿DONDE CARAJO ESTA EL TECHO?
 
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Sorak
Asunto: relatos  MensajePublicado: 12 Sep, 2005 - 07:53 PM

Paladín
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Paladín

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Simplemente acojonante la forma de escribir.
He estado en muchos foros donde haciamos roleos y eso pero lo tuyo es demasiado.
 
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eXeMarshal
Asunto: relatos  MensajePublicado: 12 Sep, 2005 - 08:00 PM

Elfo Supremo
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Elfo Supremo

Cuentas
dark_c

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exelentes relatos...
enserio...
podrias mandarlos a blizzar aver si te contratan Razz
desde chile mis saludos y muy buenos escritos

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dark_C [HC player]Europa
"Hasta la Victoria Siempre"
"Salud"
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 24 Sep, 2005 - 11:41 AM

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Acto VII:APPROPINQUANTE FINII MUNDI

- Mi Dama... ahora que os encontráis en perfecto estado de salud, ¿cuál será vuestro próximo paso? –preguntó Eilis sobre el lecho donde reposaba Belial, en la oscuridad más profunda del averno-

Sin contestar de voz o de pensamiento, los ojos de la dama de las mentiras se iluminaron y ante ella apareció el tomo mohoso que dejara anteriormente en la biblioteca. Tomándolo con una mano, posó la otra en la cubierta y el libro se abrió por una página concreta, llena de dibujos y símbolos rúnicos, así como palabras arcanas y textos más antiguos que la propia existencia.
Eilis palideció de súbito, sus ojos se agrandaron como grandes esferas plateadas y su boca se entreabrió, la sangre dejó de correr por su cuerpo y su mente se conmocionó.
- Sí… ese es el objetivo de mi Ascensión… tener el poder mágico suficiente como para liberar tal Poder.
- Pero… -dejó la frase inacabada con lo único que podía salir de su alma-
- No temas mi amado guerrero, ni tú ni yo sufriremos el Poder: lo dominaremos, seremos los dueños de la fuente de todo el Poder, antes de su decantamiento por lo sagrado y lo profano.
- Confío en vos, mi Dama Oscura, pero es demasiado arriesgada tal empresa, reconsideradlo.
- He dicho que no debemos temer, si controlamos el Poder antes de que tome forma, seremos sus dueños eternos. Gracias al Oráculo del Ocaso, que acertó en sus predicciones sobre los hechos de los Horadrim al encerrar los espíritus de los Tres en las Piedras del Alma. Desde entonces vi claro el plan: expulsarlos del infierno, y luego cazarlos uno a uno hasta retomar todas las esencias. Las Tres no me fueron suficientes y perseguí también al que había sido mi colaborador: Azmodán. Ahora, con las 5 esencias y contigo, puedo controlar a la Fuente.


Mientras tanto, Kairos acompañaba a los jóvenes protegidos bordeando el río Entsteig, mediante el cual terminarían por salir de las verdes praderas de pastos de Aranoch para adentrarse en las castigadas montañas del sistema sur oriental de lo que antaño era conocido como las tierras bárbaras, actualmente un vasto conjunto de picos escarpados y yermos formaban los despojos de la civilización bárbara.
A lo lejos, a un día de camino, se podían divisar ya los principales picos montañosos, cubiertos de nieve, con tonos rojizos.
- Definitivamente, Santuario tardará demasiado en olvidar lo que sucedió aquí hará una veintena de años… Belial, la Explosión de la Piedra del Mundo, la erradicación de los Horadrim… demasiados hechos socavaron el corazón de nuestro mundo. Está agonizante… estas montañas nos recuerdan aun hoy los hechos que tuvieron lugar, y en lo que fue Harrogath aún hoy, en la quietud de la noche, en la calma más esperada del día, todavía pueden escucharse sonidos sepulcrales de sus habitantes sufriendo. Santuario está gravemente herido.
- Kairos… -dijo Ygar- todavía no nos has contestado, has eludido la pregunta que te hicimos.
- No la he eludido, simplemente es que descubriréis vuestra naturaleza en el momento en que sea necesario –dicho esto ojeó ojo avizor a los tres acompañantes y continuó mirando al frente, siguiendo unos pasos que su mente y su instinto le orientaban, siempre en dirección al norte-
- Somos todos mayorcitos… y tú el que más, Protector, -dijo irritada Carolina- creo que todos necesitamos aclarar unas cosas…
- Las cosas serán aclaradas en su debido momento… ahora no es tiempo para hacerlo. –dijo mientras señalaba los nubarrones negros que crecían tras ellos, emanando desde el Castillo de Kadrask y el Castillo de Plata- Si la Oscuridad nos atrapa estaremos perdidos.
- Almenos –pidió Satro- dinos a dónde nos dirigimos.
- Querido caballero de Kadrask… nos dirigimos al único lugar en donde la Oscuridad jamás podrá poner sus negras manos: el Monte de las Almas Perdidas. Allí encontraremos la Ciudad del Sempiterno, es lo más parecido a lo que vosotros tres podéis llamar hogar. Todo al norte, pasando el Cráter Arreat.

La noche se cernió sobre ellos como un halcón se abalanza contra su presa. Pero pese a la eterna oscuridad que les invadía segundo a segundo y entorpecía sus pasos, fue por otro factor por el cual tuvieron que descansar: el cansancio se apoderaba de los dos jóvenes e incluso comenzaba a hacer mella en Kairos.
Por voluntad unánime decidieron descansar, hacer un alto en el camino y pasar la noche, aunque fuera bajo el cobijo de una cueva situada en uno de los márgenes del río.



- Nuestra Dama me ha enviado a cumplir con el cometido de erradicar a aquellos que huyeron de Tristam y de la Colmena. Cuento con vosotros dos, Caballeros del Cielo, para que resguardéis y mantengáis a salvo a Belial, así como que cumpláis con cuanto ella desee.
- No lo dudes Atormentador… nosotros nos encargaremos de Nuestra Dama.
- Bien… Barakel y Nelchael, no defraudéis la confianza que en vos poseemos.



Satro despertó sobresaltado de su sueño, lo acostumbraba a tener ligero cual peso de una pluma, pero esta noche había dormido de forma muy profunda y placentera: su lecho de hojarasca y musgo le había resultado tan confortable como la mismísima enfermería del Castillo de Plata. Al incorporarse se percató que Ygar todavía dormía y que Kairos no estaba en su lecho, al igual que tampoco había pista alguna sobre el paradero de su compañera fantasmagórica. Tomó la vaina de la espada y se la ató a su cinturón, para seguidamente ceñirse una pesada capa de viaje, raída y polvorienta, que usaba para protegerse del frío nocturno.
Así emergió Satro de Kadrask de la cueva en la cual había estado durmiendo para encontrarse en la entrada a su compañero más adulto fumando en pipa y con la mirada perdida en el horizonte colapsado por los montes, la cual volvió a sí misma al escuchar los pasos de Satro fuera de la cueva. Una pequeña hoguera daba cuanta iluminación podían esperar.
- Adelante Envy, siéntate junto a mí.
- ¿Envy? Soy Satro –dijo perplejo-
- Los habitantes de este plano te pusieron nombre con raíces propias de su cultura…
- A eso se refería Belial aquella noche… -las palabras que pronunció la copia de Carolina en la posada de Feria le volvieron a la mente una y otra vez-
- Sí… a eso se refería… yo la escuché y fue cuando supe que tarde o temprano os lo debía contar.
- No entiendo nada, por favor, explícame.
- Hace en concreto 20 años y 11 meses, ocurrió el desastre de la Piedra del Mundo y Belial logró recuperar las esencias de los Tres Grandes: Diablo, Mefisto y Baal. Poco más tarde, el arcángel Tyrael fue ajusticiado por, según dice el Cielo, colaborar con los demonios en sus perversas maquinaciones.
- Y eso… ¿qué tiene que ver con nosotros? –preguntó Ygar emergiendo por la cueva-
- El Cuerpo de Tyrael fue eliminado… excepto dos partes que otro arcángel, Hadriel, consiguió recuperar: el cerebro y el corazón. Ambas partes fueron entregadas a dos cuidadores en Santuario, con la esperanza que crecieran y tuvieran dotes especiales para, si algún día fuera necesario, combatir al mal que se avecine. Tyrael, en el cielo, tuvo descendencia, pero no fue realizado por completo, únicamente sobrevivió el alma, encerrada en su espada Ira Celeste. El cerebro creció correctamente, y se llamó Serivela, nombre cambiado por Carolina, el corazón creció también y se le llamó Envy, cambiado por Satro.
- Entonces yo soy…
- La espada se abrió y se liberó el alma, formándose al tercero: Ashuel o llamado también Ygar. Y la espada es en concreto, el paquete que fui a recoger a la posada, y que ahora te entrego. Espero que sepas manejar bien un arma, porque esta se forjó en la fragua del cielo, adecuada especialmente para ti. Vosotros no sabíais nada, pero Seriuela sí, al compartir mente con Belial.

Kairos abrió su manto y sacó el paquete, todavía envuelto, que le había entregado Feria horas antes de fallecer y lo tendió a Ygar.
- Aquí tienes.

El príncipe la tomó entusiasmado y abrió el envoltorio, descubriendo una hoja cristalina, pura y con símbolos rúnicos en azul, con empuñadura de un material transparente y dúctil, con reflejos dorados y rojizos.
- Kairos… -dijo Carolina apareciendo por detrás de ellos- no hay salida.
- Mierda.
- Esta oscuridad… la noche no debería haber pasado ya? –preguntó alarmado Ygar-
- La noche… hace tiempo que pasó. La oscuridad nos ha absorbido. Ha sido más rápida que nosotros.
- Como siempre tan inteligente… Kairos.

Bastó esa voz para que se helara la sangre a todos los presentes, un simple susurro que perfectamente hubiera podido ser el murmullo del viento o el correr del agua se convirtió en una trampa mortal para aquellas cuatro almas. Sonidos de pasos en lo lejano, acercándose lenta y pausadamente, siguiendo un ritmo claramente establecido, alguna risita de vez en cuanto que hacía palpitar más y más deprisa los corazones. Eilis el Atormentador les había encontrado y ahora les daría caza.

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