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Autor Mensaje

thorfen
Asunto:   MensajePublicado: 15 Ene, 2005 - 09:35 PM

Elemental de Fuego
203 posts


Elemental de Fuego

Miembro desde
12 Sep 2004
Surprised Paz.

Lo unico que puedo decir es que es un trabajo muy bueno,gracias por esto.

pd:Podrian dejarlo para descarga,en cuanto termines eso si. Wink
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 15 Ene, 2005 - 10:42 PM

Antiguo moderador
5194 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
28 Jun 2004
En cuanto lo termine ya hablaré con alguien para tratar el tema.
La siguiente parte, el Acto 11, está planeado, y, a diferencia de esta, que no me gustó nada escribirla, será muy buena, almenos, lo intentaré. Esperan muchas sorpresas en ella. Espero que os guste.

RissRiss, date por sentado que lo que venga ahora será mejor, mucho mejor que este capítulo.

Hasta entonces,

_________________
Jugando a Diablo III.
Imperius#2827
 
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redentor
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 12:46 AM

Mago Esqueleto
123 posts


Mago Esqueleto

Miembro desde
13 Nov 2004
hola a todos, esta historia me pareció buenísima, sigue así es muy bueno tener gente creativa en diablo 2 latino.

Saludos

_________________
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Flaym
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 05:33 AM

Héroe
69 posts


Héroe

Miembro desde
21 Sep 2004
muy buena,jeje a mi tambien me dieron ganas de ver las cinematicas q hace rato q no veo Smile

_________________
Un sabio no dice todo lo que piensa,piensa todo lo que dice.
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 04:31 PM

Antiguo moderador
5194 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
28 Jun 2004
Acto 11: En el infierno, el Santuario de Diablo

El Demonio traspasó el portal y acudió a su tenebroso mundo donde reclamaría su perdido poder.
- ahh… -dijo mientras olfateaba el ambiente- todo sigue igual que antes de mi expulsión… azufre e incienso, llamas y hielo, lava y piedra… mi hogar.

Descendió las retorcidas y estrechas escaleras y llegó a un gran lugar, rodeado de muros en cuyo centro se hallaba el símbolo del Infierno, la Estrella de Cinco Puntas.
- Este será el lugar desde donde comience a rehacer la Trinidad demoníaca… desde aquí hasta el infinito será el territorio de los Tres Hermanos. –dijo mientras se orgullecía de sus propias palabras- hum… -una extraña presencia fue percibida en la mente de Diablo, alguien había acudido a su Santuario sin su permiso- ¿quién osa entrar en mi Santuario?
- ¡Aquél que es sangre de tu sangre! –tronó una voz muy por detrás de Diablo-
- Tú de nuevo… vete de aquí… esta vez no ocurrirá como antes.
- Querido Hermano, ¿por qué das la espalda a alguien que te saluda y más si es de tu familia?
- Dejaste de ser familiar al producirse la Gran Rebelión. No quieras ahora hacer de hermano.

Diablo dio un pisotón al suelo y cuatro colmillos surgidos de la piedra caliente aprisionaron al ser que se acercaba.
- Oh… veo que aún me guardas rencor.
- Sí, os lo guardaré eternamente.
- Opino que es tiempo de volver a ser una familia… los Cinco de nuevo, el panteón infernal volverá a renacer como en los días gloriosos de la Guerra del Pecado… ¿te acuerdas, Hermano? ¿te acuerdas de cómo gozábamos torturando mortales y ángeles para que nos sirvieran?
- Fuimos felices durante mucho tiempo… pero mis otros Hermanos tampoco desean una alianza con vosotros. Quienes secundaron la revuelta, Duriel y Andariel, son partidarios nuestros. Es la hora que desaparezcas junto a todo lo que ocasionaste.
- Hermano…

Los barrotes de la jaula de hueso oprimían cada vez más el cuerpo de aquél ser.
- Hermano… nunca pudiste derribar mi autoridad… ahora ya no es por fraternidad, es una amenaza, únete conmigo y con Belial… formemos una nueva Trinidad.
- Mis otros Hermanos, recluidos todavía en el mundo mortal os juraron venganza, no les traicionaré a ellos ni a mí mismo. Entre nosotros hay familia, entre vosotros y yo, nada más que odio y rencor ancestrales.
- Has escogido la vía del dolor… recibe el castigo impuesto.
- Azmodan… jamás lograrás derribar al Señor del Terror.

El cuerpo del Demonio Azmodan se desvaneció entre humo y apareció seguidamente delante de Diablo entre una cortina de denso vapor sulfuroso.
- Recuérdame cuando estés a punto de fallecer, “Hermano”.

Su piel, negra como el carbón se ocultaba perfectamente entre el denso humo levantado, sus ojos, amarillentos y brillantes eran como dos faros en una densa niebla gris, sus labios, retorcidos en una mueca de satisfacción dejaban asomar varias hileras de dientes ensangrentados. Su pelo, largo y fino, con tonos plateados, pendía de la cabeza con una soltura y ligereza perfectas. El pecho, cubierto por una tela negra con adornos en oro inscribiendo su nombre y decorada con lapislázuli en las mangas y en la parte inferior que se superponía a un largo faldón de terciopelo negro con bordados en exquisitos materiales como el oro, la plata, el platino, el jade… en la parte más inferior del faldón, casi rozando el suelo.
Del interior del cinturón que le sujetaba el faldón extrajo una pequeña daga, de tamaño no muy superior al de un dedo y dibujó en el humo cinco signos que aferraron las muñecas, patas y cuello de diablo y lo tumbaron en el suelo.
- Bien… querido Hermano, te has portado mal, y deberás ser castigado… pero no temas, esta vez no irás al mundo mortal… quedarás sellado en este, tu Santuario, hasta que tus nuevos Hermanos decidamos que has cumplido el castigo.
- Renaceré de las cenizas… un demonio no puede morir salvo por métodos especiales…
- Uno de esos métodos es el empleo de una Hija del Caos, dagas rúnicas imbuidas con el poder arcano de Erskskigal, aquél que domina sobre la muerte… esta daga puede matar incluso a un Gran Demonio como tú.
- No pienses que por tener un juguete nuevo podrás aplacar mi poder. Incluso encadenado, un Demonio superior es mucho más fuerte que alguien como tú, Azmodan, el Señor del Pecado.
- Está bien, como quieras… no me dejas otra vía.

Elevó la daga sobre su cabeza y al blandirla contra Diablo, su cola, que no había sido atrapada, tomó fuertemente el brazo de éste y lo giró, haciendo fuerza para clavar la daga en el cuerpo de Azmodan y librarse así de uno de sus dos grandes obstáculos.
- No… conseguirás lo que te propones… no eres más que un demonio del tres al cuarto.
- Tú… ejerciendo toda tu fuerza para contrastar la escasa que hago yo con mi cola… deprimente…
Azmodan, en vistas que Diablo podría ejercer todavía más presión y fuerza, decidió abrir la mano, dejando caer la daga.
El sorprendido Diablo desató la cola de la mano de Azmodán y, apoyándola sobre el suelo, deslizó el cuerpo hacia atrás para alejarse de él.
- Bien, pareces inteligente Azmodán…
- Hermanito… te doy una última oportunidad.
- Antes muerto que servir a alguien de tu calaña, maldito escorpión.
- Está bien…

Diablo abrió sus fauces y lanzó un aliento de combustión contra Azmodán quien se protegió tras una pantalla de humo.
- veo que todavía sigues sin conocer mis poderes y tus limitaciones... –dijo Azmodán tranquilamente mientras Diablo gastaba sus energías en quemar la pantalla-
- Y tú las mías.

Los cinco sellos se quebraron y Diablo quedó libre de nuevo. Ante la poca admiración que ello supuso al otro demonio, el Señor del Terror enfiló su embestida contra el adversario, pero a falta de poco espacio, cuando la capacidad de reaccionar de Diablo era ínfima, Azmodán se desvaneció en otra nube de polvo, apareciendo agarrado de la cornamenta de Diablo.
- Suéltate… -exhortó Diablo agitando la cabeza de un lado a otro-
- ¿Éste es tu poder?... lástima, esperaba algo mejor.

Diablo comenzó a correr en todas las direcciones, agitando la cabeza y golpeando con ella los muros, pero aquella garrapata seguía sin soltarse.
Cansado ya, decidió usar las grandes zarpas de que disponía, pero milagrosamente, había desaparecido de nuevo.
- Maldito Azmodán…
- Cu-cu! Estoy aquí –dijo desde la espalda del Demonio-

Diablo se detuvo en seco, algo le impedía voltearse, su hermano, con la mirada fija sobre la Bestia, sin apenas parpadear, impedía que éste se moviera, apenas la sangre que en su interior circulaba sí podía bombearse. Con una rápida ojeada a la izquierda de Azmodán, Diablo fue propulsado hacia casi rozar la pared. Pensaba que ese era el límite de su poder, pero Azmodán giró la mirada extremadamente rápido a la derecha, provocando que Diablo se empotrase contra los muros de la otra parte de la sala, quedando su cabeza traspasada la pared.
Herido más en su honra que en lo físico, volvió a lanzar otro aliento de fuego contra Azmodán que se volvió a ocultar tras una pantalla de humo denso.
- Querido hermanito… nunca comprenderás el alcance de mi poder…

El Señor del Terror, a cada rato más enojado, arremetió bruscamente contra aquella pared impactando sobre Azmodán y derribándolo en el suelo.
Colocó una de sus patas traseras sobre éste para evitar que escapara mientras con una garra le apretaba la cabeza.
- Y ahora… “hermanito”, ¿quién tiene el poder?
- Muy fácil… Yo.

Azmodán convocó una espada larga y la incrustó en la pata de Diablo y seguidamente hizo un corte superficial en la zarpa, obligándole a abandonar a su presa.
Ahora, el Señor del Pecado, armado, lanzó la espada clavándola en el suelo.
- Bueno… después de los trucos de humo… es tiempo de que compruebes mi poder. “Que los cielos se quiebren y la Tierra se parta, que el Pecado alcance las almas de los mortales y de los puros inmortales… que mi reinado crezca”

La espada centelleó y desapareció para reaparecer frente a Diablo, apuñalándolo siete veces.
- “Siete veces herido como Siete Pecados capitales…” ya está… la Sangre ha sido derramada… “Conjuro al Señor de la Oscuridad, conjuro a la Madre de los Demonios y conjuro al Padre del Caos… hacedme vuestro sucesor”
- Azmodán… no te permitiré llegar tan lejos.

Una colosal espada completamente ornamentada apareció frente a Azmodán y, empuñándola, su cuerpo se dotó de un aura purpúrea.
- Ha llegado el momento… “Pecado Sangriento”

La hoja se impregnó de la sangre sustraída a Diablo y brilló todavía más radiante.
- La daga de antes estaba hecha con Erskskigal, al igual que esta espada, el filo más demoledor jamás forjado… y tú serás quien reciba el impacto.

Azmodán blandió la espada y atacó a su hermano. El golpe falló y Diablo aprovechó para tomar al enemigo con las dos zarpas y lanzarlo lejos de allí, lejos de aquella espada que él tanto temía.
- Realizar un golpe con esa espada es agotador… -dijo Azmodán mientras volvía a ser encarcelado- ¿sigues sin comprenderme?

Azmodán volvió a desaparecer en una nube de humo y apareció encima de la espada que había quedado clavada en el suelo.
- creo que es hora que me vaya… no sin antes… “Cinco sellos, apresadlo”

Diablo volvió a ser hecho prisionero por cinco sellos y conducido bajo tierra. Por su parte, Azmodán desapareció del Santuario, llevándose la espada con él.

En otro lugar, alejado completamente de aquél Santuario de Caos, un hombre acaba de traspasar las puertas al Infierno.
- ¿qué es esto? –dijo el joven varón sacudiéndose la cabeza-
- bienvenido, Héroe… -dijo una voz de una mujer desde detrás de él- esto es una Fortaleza, el último bastión de la Luz en el Infierno… hace mucho tiempo que no recibimos visitas… así que no tengo mucho que ofrecerte.
- Cualquier cosa que pueda llenar el estómago y calmar la sed servirá, gracias.

La mujer, ataviada con una armadura ligera le preparó rápidamente un plato con sopa y un poco de bebida para calmar las necesidades.
- Disculpa, pero no tenemos más, esto es todo cuanto podemos ofrecerte aquí.
- Cualquier cosa es buena si se hace con buena intención.

El joven hombre notó algo que le perturbaba su mente, dirigió su mirada arriba, a la parte más alta de la pequeña Iglesia, y allí estaba, enroscado a la cruz de metal con las alas y mirándole fijamente, Tyrael.
- Hola de nuevo héroe… hace tiempo que no nos veíamos.
- Sí, desde aquella húmeda cámara no supe nada de ti.
- Mis planes han cambiado, la Piedra de Baal no traspasó la Puerta del Infierno, Marius no terminó su misión, mortales… siempre ocurre igual –dijo con aire de desprecio-
- Yo corregiré el error de Marius, otórgame a mí la misión.
- ¡No! Ahora debes centrarte en acabar con Diablo.
- Está bien.

De repente, como un rayo en la oscuridad, la imagen de Azmodan luchando y Diablo sellado le vino a la mente del joven héroe y cayó rendido sobre el plato de sopa y derramando parte de su contenido sobre la mesa de madera.
Tyrael se sobresaltó y bajó del campanario a socorrerle. La mujer fue a por unos paños humedecidos para despertarle.
Tras un largo período de tiempo, por fin abrió los ojos. Estaba tumbado sobre una mullida cama, tapado por una manta áspera. A su derecha, un cuenco con agua fría que utilizó para lavarse la cara.
Se levantó y salió de la habitación apoyándose sobre los muros.
- ¿Cómo te encuentras? –preguntó Tyrael mirando hacia el sur, más allá de la Fortaleza, y sin voltearse a ver su aspecto-
- algo mejor…pero la cabeza me duele.
- Tuviste una visión, igual que yo. Pero es extraño, sólo los seres sobrenaturales pueden sufrirlas. Quizás fuera la proximidad entre ambos y las continuas luchas que has librado contra la Sombra.
- Creo que es hora que me vaya. –dijo inquieto, como si algo se revolviera en su interior- no quiero tener más demora.
- ¿Te encuentras para salir allí y enfrentarte al Terror?
- Eso, sin dudarlo. Me siento como si llevara una eternidad esperando este momento.
- Entonces, adelante, las puertas de la Fortaleza del Pandemónium se abrirán una última vez. Ahora, Ékathos, acaba con el Terror que anida en nuestros corazones.
- Descuida Tyrael… el Destino pasará factura a ese héroe caído.

El joven héroe de cabellos rojizos y piel pálida, armado con una armadura de color jade, otorgado por el noble metal de que estaba compuesta y luego bañada en ácido, una espada de plata pulimentada que podría cortar el continuo espacio tiempo enmangada en un resorte decorado con dos cabezas de dragones dándose la espalda con las fauces abiertas, en la parte trasera de su coraza, que le igualaba a Ékathos en tamaño.
- Es hora de cumplir con tu destino, Señor del Terror… -dijo sonriendo mientras salía de la Fortaleza adentrándose en las inhóspitas estepas del Infierno- esto será muy fácil.

En su camino salieron a su encuentro varios demonios los cuales, con un simple gesto de su mano desnuda fueron pulverizados, convertidos en simples montones de polvo que se esparcieron al viento.
- Esto será mucho más fácil de lo que pensaba –dijo mientras se retocaba las largas greñas de pelo rojo como el fuego que le caían por delante-

Tras este encuentro, Ékathos descendió por una retorcida escalera negra que le condujo a un vasto río de lava, con cruces invertidas ardiendo. Un potente aroma a azufre invadía todo el ambiente de aquél gran espacio.
- Vaya… qué curiosa ambientación… -dijo indiferente- veo que ha hecho progresos aun estando sellado.
- Mortal… -dijo una voz desde arriba suyo- esto es el río de llamas del Infierno, antesala del Santuario de Diablo.
- Hadriel… hola.
- ¿vas a liberar a Diablo? Es una locura, ha tomado más poder desde su último enfrentamiento con un héroe.
- Eso a mí, no me importa, déjame pasar.
- Arrogante y engreído joven… espero que la Luz triunfe en la contienda.
- Dime a qué has venido aquí... ¿simplemente a decirme lo que hay ahí delante?
- He venido a entregarte el Poder de la Luna, con esto podrás derrotar a cuantos enemigos puedas y defenderte hasta de los enemigos más poderosos. Es el poder que gozamos los ángeles, te servirá para mandar a Diablo al Abismo Infinito de nuevo y por siempre.
- Gracias... no pensaba que pudiérais ayudar tan directamente.
- Vengo de parte de Tyrael... tenemos Fe en tí... espero que no defraudes.

Cuando Hadriel entregó la esfera con el poder a Ékathos éste la recibió encantado e incluso sonrió por el regalo que le hacía aquél ser celestial.
El ángel notó una pequeña turbación en su mente y, tras despedirse, desapareció en un foco de luz blanca y pura.

Su camino por el río fue más bien un paseo, los enemigos que se le acercaban morían por su enorme arma partidos en varios pedazos.
Finalmente unas escaleras y una fortaleza, la Sala Central no quedaba muy lejos, apenas debía pasar sólo cuatro pasillos.
Ya en la sala central, encima de la Estrella de Cinco Puntas, vio tres caminos, al norte, al este y al oeste.
Decidió tomar el camino del norte, serpenteante y repleto de enemigos que cayeron frente a su voluntad.
- Esto debe ser parte de un chiste… ¿éstos son los guardianes que protegen el sello?

El caminó terminó en un círculo de piedra oscura con tres colmillos sobre ella. Ékathos tomó su espada y la incrustó en el centro del círculo quebrando el sello.
- Bueno, uno menos… quedan… cuatro.

A su derecha pasó un proyectil de fuego que sorprendió al tranquilo Héroe. Se volteó y vio tras él a un gran adversario, el Señor de Seis, junto a su séquito de caballeros no muertos.
- Hola Señor de Seis.
- Tú caerás –dijo amenazante y con voz de ultratumba a través de su pesada coraza que le cubría hasta la boca dejando ver sólo dos ojos plateados- no te librarás de mi ira.
- Eso lo veremos… -con un rápido movimiento de su espada despedazó a todo el séquito quedándose a solas con ese ser infernal-

El enfrentamiento sería rápido, un duelo entre dos grandes. El Señor de Seis fue el primero en mover ficha, lanzó un proyectil fantasmal con la forma de un cráneo que impactó en la armadura de Ékathos y lo derribó cercano al sello roto.
- Agh… eres fuerte. –dijo mientras se incorporaba- pero lamento decirte que no tanto como yo… jejeje.

Ékathos desapareció y, en su lugar, apareció el Señor de Seis, y donde estaba su enemigo antes reapareció él. Con su mirada fija en el adversario y las dos manos tensas frente a él, consiguió elevar el cuerpo del rival en el aire y lo ensartó en los colmillos del Sello.
- Te dije que no eras tan fuerte como yo.

Un nuevo proyectil emanó del Señor de Seis pero se difuminó poco antes de impactar contra Ékathos.
- Yace ahí agonizante, es la mejor de las muertes que te puedo dar.

Volvió a la sala principal y tomó entonces el camino del oeste que le conduciría a dos Sellos más. Fue un camino recto que se dividió en dos ramas y cada una culminaba en otro círculo más.
Rompió el sello superior y se dirigió al inferior. En el camino, aparecieron de la nada varias almas transparentes capitaneadas por el Gran Visir del Caos.
- Hm… nueva compañía… perfecto. –dijo mientras se frotaba las manos-

Con un golpe en el suelo varias estalagmitas y estalactitas aparecieron del suelo y del techo de la sala atravesando al grupo de enemigos que, exceptuando a su capitán perecieron.
El Gran Visir apareció tras Ékathos y lo atrapó en un abrazo que lo asfixiaba lentamente. Agonizante, imbuyó sus puños con fuego y, cogiendo los tentáculos de su enemigo, lo calcinó y se libró del abrazo mortal que le estaba consumiendo la vida.
El sello inferior se rompió sin complicaciones, no surgieron nuevos adversarios y Ékathos se frustró.
- Vaya… no hay nuevos futuros cadáveres… ah… tendré que proseguir.

Tomó el último camino que le faltaba y llegó a los dos últimos sellos que mantenían preso a Diablo.
Rompió los dos y un rugido surgió de su espalda, un vastísimo grupo de demonios carnudos alados y de piel roja había aparecido tras él.
Tomó la espada y, tal y como había hecho con los demás demonios, los seccionó a todos, incluyendo a su líder el Infectador de Almas.
Todos los sellos estaban quebrados y emanaban una corriente mágica que inundaba todo el Santuario con luz roja. Ékathos se dirigió al centro de la sala, donde estaba la estrella de cinco puntas y allí espero a que se abriera la puerta que traería a Diablo de vuelta al Infierno.
- Mortal… ni siquiera la muerte te podrá librar de mí. –bramó la Bestia al aparecer-
- Eso lo comprobaremos. –dijo amenazante Ékathos y blandiendo su apreciada espada-
- Ese filo no cortará mis carnes.
- Este no sirve para atacarte a ti… sirve para esto: “Luz de Luna, imbúyelo con tu Sagrado Poder”
- ¿Qué haces?

La espada se disolvió en el aire y su cuerpo se protegió por una armadura todavía más consistente, bañada en plata y reflejaba el brillo lunar, consiguiendo un tono verde con reflejos de plata.
- Ahora comprobarás mi fuerza.
- Dime… ¿quién eres?
- Dicen por ahí, que fui un héroe, con el Poder de Dios en mi puño y la ira de los vivos en mi armadura… ahora, soy tu verdugo.
- Eso lo comprobaremos… ¿con qué atacarás? ¿Con el poder de tu falso Dios? Las palabras no pueden herirme.
- Las palabras no… pero esto sí. –con su mente hizo elevar la daga de Erskskigal en el aire y la condujo rápidamente a su mano-
- ¡Esa… daga!
- Exacto… no necesito colosales espadas para derrotar a alguien tan patético como tú.

Diablo, irritado, lanzó un zarpazo contra Ékathos pero fue bloqueado por una extraña aura.
- ¿Te debo repetir que estoy protegido por la fuerza de la Luna?

Se apartó corriendo a cuatro patas y, desde lejos, golpeó el suelo creando una corriente de fuego que emergía desde el propio subsuelo del Santuario y avanzaba contra el héroe.
- Absurdo… -con un simple gesto de su mano desvió la corriente de fuego contra la pared- y… ¿eres tú el Señor del Terror? Muy gracioso.

Estas palabras enfurecieron sobremanera al demonio que se lanzó en una fugaz embestida contra Ékathos y lo empotró en la pared que cayó derribada sobre la lava exterior.
- Uh! Buena embestida….
- Esto no es todo… “Poder del Caos”

Los vientos arreciaron con más fuerza, el suelo temblaba y muchas paredes se derrumbaban. Entonces, una ráfaga de cometas surgidos de la nada cayó sobre el héroe sepultándolo.
- Tus hazañas serán recordadas, “héroe”.

Las piedras se desvanecieron y reapareció Ékathos con la daga de Erskskigal en la mano. Corrió contra la Bestia pero con un coletazo lo envió al otro extremo de la sala.
- Has recuperado tu poder…
- Sí. –tembló la voz de Diablo en toda la estancia-
- Entonces… usaré el mío.

Ékathos se levantó de nuevo y, protegido de nuevo por el velo de la Luna, caminó contra Diablo con los ojos en blanco y una extraña sonrisa en su cara desviaba cualquier ataque que su adversario le hiciera.
Al final, frente a frente, el héroe elevó la daga y fue imbuída por todo el poder que le protegía durante la batalla.
- Ahora, esta daga, será tu ejecutora.
- Tarde.
- Maté a Andariel y liberé la Puerta del Este, rescaté a Tyrael y terminé con el Príncipe del Dolor. Y aquí –dijo mientras enseñaba a la Bestia una piedra de colores vívidos azulados- está la Piedra de tu Hermano Mefisto. Tú eras el siguiente.

El odio hacia ese ser fluyó por las venas de Diablo, la visión se tornó en roja y furioso, conjuró una tremenda ventisca que cayó sobre el héroe. Resistiéndola lo mejor posible, tomó la daga con las dos manos y la clavó en el cuello de la Bestia provocando un tremendo bramido, muestra del dolor que le producía. Luego, la sacó de entre las carnes y continuó apuñalándola una y otra vez, realizó más de siete heridas en el cuello y pecho del Demonio.
Abatido, Diablo se apoyó sobre una de sus patas y miró fijamente al héroe. Ahora veía doble, luego triple… la visión se iba, el dolor le inundaba y finalmente, vio en el héroe una extraña figura, tentáculos que salían de su espalda, grandes cuernos en su cabeza y una altura mucho mayor que antes. Luego, los colores se fueron, todo se tornó en blanco y negro y, antes de morir notó un gran dolor, Ékathos estaba sacando la Piedra del Alma de cuajo estando Diablo todavía agonizante. Finalmente, un gran frío se apoderó de su cuerpo, cerró los ojos y su piel se secó y pudrió en su Santuario.
- Sólo queda un Demonio. –dijo mientras abría un portal con un pergamino que le habían dado en la Fortaleza del Pandemonium para regresar-

A su llegada, Tyrael le felicitó y, rápidamente le indicó el siguiente destino, viajar a las tierras bárbaras del norte, el último de los Tres planeaba llegar más allá del Monte Arreat, a la Piedra del Mundo.

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Jugando a Diablo III.
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Fingolfin
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 05:04 PM

Sombra
624 posts


Sombra

Miembro desde
05 Oct 2004
Salud!

Es muy buena la historia. La aparición de Azmodán, un buen toque de originalidad, es una buena historia para explicar el porqué está encerrado en sellos, Diablo.

El héroe es un tipo muy duro, es algo así como la union de varios personajes. Ha habido sorpresas en la historia muy originales.

Ya sólo queda la ultima etapa... uhhhh. Suerte con el proximo capitulo Mr.Green

NoS VeMoS!

_________________
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"Est Sularis Oth Mithas" "El Honor es mi Vida"
 
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capi
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 07:09 PM

Elemental de Fuego
199 posts


Elemental de Fuego

Miembro desde
02 Nov 2003
solo 3 palabras.

IM-PRE-ZIONANTE

Está guapísima y espero con impaciencia el nuevo capítulo

_________________
http://img179.exs.cx/my.php?loc=img179& ... weq5bu.png
Ladder Sf Europe
Mi cuenta *capi_enrique
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 07:35 PM

Antiguo moderador
5194 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
28 Jun 2004
El siguiente capítulo será el último.
Todos sabemos que Baal ha de morir, pero bueno. Mi mayor sorpresa será revelada. ^.^
Que nadie se aventure a responder porque no diré si es una u otra.
Tardará algo, planeo hacerlo más largo que éste (éste era 8 páginas de word).

_________________
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thorfen
Asunto:   MensajePublicado: 16 Ene, 2005 - 07:52 PM

Elemental de Fuego
203 posts


Elemental de Fuego

Miembro desde
12 Sep 2004
Surprised Paz.

Muy buena historia,me he leido todos los capitulos desde el principio,y esta demasiado buena.

!!!!!Felicitaciones por tu trabajo. Mr.Green !!!!!!!
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 11 Feb, 2005 - 03:43 AM

Antiguo moderador
5194 posts


<b>Antiguo moderador</b>

Miembro desde
28 Jun 2004
Hubo un tiempo en que creí…
Otros buscaron en mí la fuerza que les faltaba, ya que mi fe era un pilar en la casa de los Ancianos. Hubo un tiempo en que creí en algo mayor que yo mismo, creí que los fieles serían recompensados y los malvados castigados.
Creí que las profecías del Juicio Final eran meras supersticiones y que, aunque tuvieses algún fundamento, como creían nuestros antepasados, los acontecimientos a los que aludían nunca tendrían lugar en nuestros días.
Fui un estúpido.
Los dioses no me habían revelado su plan divino, ni tampoco me habían bendecido con su tolerancia. Pero ahora estoy seguro de algo terrible… con el tiempo, las profecías han comenzado a cumplirse.
Primero Tristam…
Diablo, el Señor del Terror, dejó caer su sombra sobre el tranquilo poblado y liberó a sus esbirros demoníacos en la campiña. Varios héroes de gran valor se alzaron contra la ira de Diablo y persiguieron al señor demoníaco hasta las mismísimas entrañas de la tierra. Únicamente gracias a la gracia de la luz lograron derrotar al mortal huésped de Diablo y así poner fin a sus nefastos planes.
Parecía que el Señor del terror había sido derrotado y mi corazón se consoló en la afirmación de mi fe… pero, muy a mi pesar, mi pesadilla no había hecho más que empezar.
De alguna manera, el terrible espíritu de Diablo sobrevivió y echó raíces dentro del héroe que le abatió. Disfrazado como el misterioso Trotamundos, Diablo se dirigió a liberar a sus hermanos, Baal y Mefisto, condenados en el Este.Justo antes de lo consiguiese, una nueva oleada de héroes se levantó para detener a Diablo en su oscura búsqueda. Así que, aunque el Señor del Terror consiguió liberar a sus hermanos de su cautiverio, su reunión duró bien poco. El héroe mortal consiguió derrotar a Mefisto y persiguió hasta las mismísimas profundidades del infierno. Pero Baal, el Señor de la destrucción, desapareció…
Una vez más, parecía que se había hecho justicia. Ciego como estaba, me aferré al camino de la rectitud, creyendo que, quizás, por fin, todo estaba solucionado… que la pesadilla había dado paso al sueño de la paz…
Pero la plaga del mal persiste y yo… ya no tengo fuerzas…
Ahora la pesadilla ha vuelto.
Baal ha resurgido y tras él marcha un vasto ejército de destrucción. Ha reunido una legión de demonios que se deleitan en la confusión y el caos gratuito… y marchan directamente hacia la montaña sagrada que nuestros antepasados juraron proteger. Es obvio que Baal pretende asaltar Arreat en su búsqueda por el corazón del Mundo. Y mi fe, una vez inquebrantable, ahora tiembla desde su núcleo.
Las profecías que vaticinaban este día se han cumplido. La muerte ha llegado a nuestro mundo.
Como ya he dicho, hermanos míos, estoy cansado. Creo sin dudas que el Mal existe. Lo he visto con mis propios ojos, he visto su crueldad. ¿Pero acaso no es cruel que los Dioses nos den esperanzas sólo para ver cómo se vienen abajo una y otra vez?
Durante mi juventud, intenté prepararme lo mejor posible para este momento.
Hubo un momento en que ésta era la verdadera razón de mi existencia. Pero ahora que ese momento ha llegado, me siento mayor. Siento miedo. Siento que he perdido las fuerzas.
Confieso que la fe ya no conduce mi camino. Os dejo con gran pesar, hermanos. Os diría que rezaré por vosotros, pero temo que mis oraciones llegarían a oídos sordos.
Siempre vuestro en su congoja,
Ord Rekar, Anciano de Harrogath



LA DANZA DE LA DESTRUCCIÓN

Los últimos rayos rojizos del Sol se reflejaban sobre la asediada y castigada Harrogath bañándola con un pardo y brillante manto. Las chimeneas humeaban a medida el día avanzaba y el sol dejaba de calentar a sus hogareños.
La forja había cesado de fabricar equipos con los que vestir a los escasos resistentes que quedaban en la ciudadela bárbara.
Toda la gente, cobijada en sus casas, junto al candor de sus hogares, se alimentaba de las pocas provisiones que a los aldeanos les restaban.
En la habitación superior del edificio central de la ciudadela, teñido con dorados reflejos de luces, Ékathos afilaba su espada viendo con fijación la oscura y densa sombra que el Señor de la Destrucción proyectaba sobre sus bestias.
- Oscura es la noche –dijo lamentándose de la situación- … pero luminoso será el amanecer.

Con la caída del Sol y la llegada de las horas nocturnas se encendieron farolillos de aceite en las habitaciones habitadas. En este momento fue cuando Ékathos se percató de los escasos habitantes y menos todavía guerreros, que permanecían con vida en aquella ciudad que antaño hubiera sido la ciudad emblema de las tribus bárbaras del norte.
- No hay mucho tiempo que perder… con los primeros haces del nuevo día, partiré camino a mi destino… Baal caerá antes de la puesta del nuevo Sol.
- No deberías precipitarte tanto, Ékathos. –dijo un anciano a su espalda-

Ékathos se volteó y observó a un hombre de avanzada edad, reposando su peso sobre su gran bastón y recostado en el marco de la puerta. La oscuridad del umbral no le permitía distinguirle la cara, pero su intuición se adelantó a la luz que desprendía el farolillo que acercó hacia la oscuridad con mano firme. Deckard estaba ahí, recostado sobre la desnuda y trabajada madera que componía el marco derecho de la puerta que daba paso a la alcoba del héroe.
- Ékathos… ahora ya no es ni al Odio ni al Terror a quien te estás enfrentando. El mismísimo Señor de la Destrucción es tu nuevo adversario, y sin embargo estás ahí, planeando el mañana como si el hoy no existiera, como si no hubieras aprendido nada durante tu viaje… no estás siquiera, un poco preocupado por el duro enfrentamiento… cualquier otra persona, incluido Eliseo, estaría ahora incluso temiendo el enfrentamiento.
- Porque quizás esté demasiado preparado para librar esta batalla. ¿Y si los demás supuestos héroes no son o eran tan concienciados como yo? quizás yo sea el auténtico y verdadero.
- Demasiado creídos están tus sentimientos, los acepto siempre y cuando no te estés sobrevalorando.
- Deckard, Deckard, Deckard… confía en mí, todo ha salido bien hasta ahora, ¿verdad? No hay nada por lo que temer.

Ékathos abrazó al Anciano Horadrim y un brillo jade emanó de sus ojos, incluso el anciano Caín percibió algo extraño al tocarle. Rápidamente se separaron y, con la cabeza agachada, el héroe volvió a sus quehaceres y el Horadrim bajó lentamente las escaleras hasta su dormitorio.
La noche trajo soledad al corazón del héroe, su mente se despejó y, asomado por su ventanal, observó fijamente la gran montaña de la que, parecía, emanaba toda esa oscuridad que cubría a las bestias, el Monte Arreat, residencia del Demonio, había sido corrompido. Alguien había ofrecido favores a Baal.
- ¿Quién ha sido? ¿Por qué? ¿Qué le ofreció Baal? –se repetía Ékathos una y otra vez en su mente-

La fría y húmeda brisa nocturna acariciaba sus mejillas y el pelo ondeaba siguiendo el compás del viento. Cerró los ojos, se aferró a la fría piedra con sus dos manos y una serie de lágrimas resbalaban por su rostro cayendo al vacío mientras eran movidas por la brisa.
Las horas nocturnas llegaron a su fin, desde el este asomaba el Sol del nuevo día. El gallo entonó su canción y las humeantes chimeneas cesaron de echar humo. La forja de la ciudad comenzó a vibrar y voceríos volvían de fuera de las murallas.
Eran voces humanas, pedían auxilio y que se les abrieran las puertas que mantenían defendida la ciudad.
El líder de los soldados de aquel lugar recibió a la comitiva, compuesta por dos hombres corpulentos que llevaban a cuestas a un tercero, gravemente herido en el costado.
Una anciana, la curandera del lugar corrió escaleras abajo en auxilio de la comitiva. Su faz se tornó pálida como la Luna que no quiso brillar la noche anterior al descubrir, con gran horror, que la persona herida mortalmente se trataba de su hijo. Con gran pesar abandonó el cuerpo y volvió a su clínica, dejando atrás al, ya, cadáver.
El general de armas de Harrogath ordenó la incineración del cuerpo y su sepultura en las raíces de un árbol que crecía frente a la clínica.
Todavía con el alba, Ékathos emprendió su viaje hacia aquél monte que se alzaba imponente del cual emanaba tanta oscuridad.
Al llegar a la puerta de la ciudad que todavía permanecía abierta tras el paso de la comitiva, el hombre de armas, arrogante e imponente con su pesada armadura y su espada envainada, salió a su paso.
- ¡Alto! Detente. –exhortó interponiéndose entre Ékathos y la puerta- no puedes salir así a campo abierto. Mis mejores hombres, mejor preparados que tú, han caído en el campo de batalla… ¿esperas tener más suerte que ellos?
- Hum… -se limitó a contestar Ékathos apartando a aquél bárbaro de su camino- no necesito ayuda.
- Los pocos hombres que quedan en la ciudad te acompañarán… quieras o no. No me quedaré quieto viendo como un extranjero libera a mi pueblo sin yo hacer nada.
- Como quieras, pero no me detendré por ellos, ni les ayudaré. Yo voy solo.
- Estúpido…

Un grupo de quince hombres bajó de las murallas de la ciudad a una orden de aquél y se pusieron en filas para salir al campo exterior.
- Esta es la compañía de Qual-Kehk, te seguirán hasta el instigador del asedio, Shenk.
- Te repito, bárbaro, que no necesito ayuda. Aparta tantos sacrificados y fortifica la ciudad.
- No consiento que alguien me diga lo que debo hacer.

Ékathos traspasó el umbral de la puerta de salida y los bárbaros salieron tras él enfrentándose a los siervos de la destrucción que se extendían en aquellas tierras.
En su largo camino se encontró con las catapultas usadas por ese tal Shenk para asediar la ciudad. Con la espada desenvainada atacó a cuantos enemigos se le acercaban, no se molestaba en acabar con aquellos que, bien por miedo o por mantenerse en su sitio no salían a su paso.
Caminó entre caravanas quemadas y cuerpos mutilados, entre bestias y demonios, esquivando los continuos proyectiles lanzados desde catapultas. Ya, con la espada mancillada con la sangre de sus enemigos, subió el último altiplano. El resto del grupo que había enviado Qual-Kehk se había quedado atrás limpiando la zona infestada.
Subió por la escalerilla de madera y frente a él se alzaba una enorme mole, una Bestia negra e inmensamente gruesa, armada con un látigo y azotando a sus esbirros a la batalla.
Aquel demonio intercambió miradas con Ékathos, y sintiendo respeto y miedo envió a todas sus legiones a acabar con aquél nuevo problema. A un grito de su capitán, casi todas las bestias con vida acudieron a enfrentarse al filo de aquél pelirrojo.
Ékathos se volteó, echó una fugaz mirada a quienes le atacaban por la espalda y se les heló la sangre, a algunos los ojos se les salieron de sus órbitas, mientras que los pocos que pudieron reaccionar huyeron, dispersándose en aquellas tierras, a buscar cobijo en la oscuridad.
Retornó a Shenk, tuerto y con una expresión de furia en su rostro gritó y azotó el aire con su látigo.
- ¿Y tú eres quien asedia Harrogath? –dijo Ékathos con un tono prepotente- no eres más que un pútrido demonio grasiento.
- Gusano… te partiré en trozitos, quebraré todos tus huesos y lameré tus entrañas.

Ékathos decidió deleitarse con ese momento. Esperó pacientemente a que Shenk hiciera el primer movimiento y se recostó sobre un poste que tenía a sus espaldas.
Mientras Ékathos disfrutaba, el demonio se impacientaba, no podía contar con su ejército, y además su adversario se estaba burlando de él en su propia cara. Alargó el látigo y tomó a Ékathos del brazo. Súbitamente abrió los ojos, desenvainó su espada con la mano derecha y cortó el tentáculo que lo arrastraba a Shenk.
La bestia arremetió con todo su peso contra el joven pero fue esquivado a tiempo y, con un corte profundo en la espalda, Ékathos extrajo de cuajo la columna vertebral del demonio.
- Esto es lo que les ocurre a quienes se enfrentan a mi poder. –dijo con los ojos abiertos como platos mientras oscilaba en su mano la columna de un demonio que yacía y agonizaba en el suelo-

Dejó a aquél siervo de la destrucción y continuó avanzando en su camino. Los soldados de Qual-Kehk se quedaron atrás a segar las vidas de cuantos demonios quedasen vivos mientras Ékathos proseguía en su camino a través de la Meseta que lindaba con las faldas del Monte Arreat.
- Es ya mediodía… -dijo pesadamente mientras caminaba por las nevadas tierras de la meseta- no debí haberme entretenido tanto con Shenk… pero fue tan divertido...

Comenzaba ya la caída del Sol cuando frente a Ékathos se alzaba imponente y majestuoso el gran monte Arreat.
- Un gran monte –dijo acercándose y al acercar la palma de la mano, añadió- grandes secretos mágicos encierra en su interior… será interesante el viaje. Busquemos la entrada.

Recorrió el camino de hielo que serpenteaba entre las entrañas del monte Arreat. Las bestias adaptadas al frío pululaban por el lugar y le ofrecieron continua resistencia. Incluso miembros de la Guarda de Baal salieron a su paso, eran grandes minotauros, armados con una pesada maza y resistente armadura. No obstante, ningún metal puede resistir la fuerza con la que Ékathos se ganó su fama por aquellos lugares donde pasaba.
Tras caminar por la retorcida ruta excavada en el monte, llegó finalmente a una puerta compuesta por grandes filas de barras metálicas y una palanca a su lado. Dio vueltas a la palanca y la puerta comenzó a rechinar, el oxidado metal se usaba tras cientos de años en reposo, incluso se quebraron algunos pinchos que la adornaban.
Finalmente, la Entrada a la Piedra del Mundo se hallaba frente a él, sólo una corta distancia le separaba de la guarida de Baal.
A mitad del camino le sorprendió una tempestad de nieve que trajo la voz aunada de tres hombres, parecían muy corpulentos, agresivos y muy cercanos.
- Somos los espíritus de los Nephalem, no permitiremos el paso a nadie, este ha sido un lugar sagrado por los bárbaros, nosotros juramos protegerlo. No serás tú quien lo profane. –tronaron tres voces al unísono desde el interior de la tempestad-
- Mi nombre es Ékathos, vengo en representación de uno de vuestros pueblos, Harrogath, el cual sufre asedio por el Demonio Baal, Señor de la Destrucción. Ha traspasado estas puertas y se adentra en la mazmorra para corromper la Piedra.
- A nuestros ojos no eres más que un Demonio. Retírate o serás ajusticiado por el Tribunal.
- He venido aquí para derrotar a Baal, y no me iré de aquí sin… haberlo conseguido.

Tras una risa escabrosa la tormenta amainó su fuerza y entre la nieve aparecieron tres estatuas que, a la vez, comenzaron a animarse y, blandiendo armas, se acercaron a Ékathos.
Los tres espíritus del Monte Arreat marcharon a la lucha contra el héroe quien, por precaución, tenía ya la hoja desenvainada y correctamente empuñada.
Uno de los tres guerreros se quedó atrás lanzando sus pequeñas hachas a una gran celeridad, otro le atacaba mediante un tremendo baile de la muerte en círculos, mientras el último, empuñando una larga hacha con las dos manos, saltaba para empalar a su presa.
Sus ojos, de oro, no denotaban expresión, y, pese a su forma física humana, sus movimientos parecían sobrehumanos.
El guerrero de espada y escudo consiguió realizar un corte en la armadura de Ékathos, pero cuando quiso volver a golpearle en el mismo lugar, la espada se interpuso entre su cuello y la herida. Sin piedad, el joven muchacho osciló con gran precisión el arma realizando un corte limpio y profundo a través del cual emanó el alma del guerrero perdiéndose en la inmensidad de la tormenta.
- Conseguiste derrotar a uno de los Tres Antiguos, Talic ha caído y considera apto tu paso por la mazmorra.

El guerrero lanzador de hachas detuvo su ataque durante unos instantes y se dedicó a gritar, tan fuerte como pudo, y, como si pidiera ayuda a unos poderes arcanos harto olvidados, parecía rejuvenecer, recuperar su vida, al igual que le ocurría al otro guerrero.
En precaución de futuros acontecimientos, Ékathos decidió adelantarse a los actos de los guerreros y, con un suave corte partió al guerrero del hacha por la mitad.
- Conseguiste derrotar a uno de los Tres Antiguos, Korlic ha caído y considera apto tu paso por la mazmorra. –sonó una voz mientras el alma del guerrero se desvanecía en la tormenta-
- Ahora solo queda uno. –dijo con los ojos entornados mirando sádicamente al guerrero-
- He visto en el futuro… que me vas a vencer. Pero soy un Antiguo, y mi deber es luchar por proteger este templo. También he visto caos y muerte. La ira de la Destrucción se apagará, pero ¿qué nuevo mal se levantará? –dijo en voz alta el último de los tres guerreros-

Ékathos, con la espada desenvainada se acercó caminando al guerrero que todavía permanecía quieto sin inmutarse y le susurró en el oído. Las palabras causaron gran conmoción al espíritu, las armas se le resbalaron de las manos y cayeron al suelo.
- Ahora muere –dijo Ékathos- eres el último paso para Baal.

Le incrustó la espada en el pecho, a la altura del corazón, provocando la muerte del cuerpo del último de los Antiguos.
- Yo, Madawc, he sido derrotado y no me queda más solución que confiar en que mi visión sea falsa, o en que pueda ser modificada por causas del destino…Cumple con tu destino y derrota a Baal.

La puerta se reabrió y Ékathos penetró en la averna oscuridad que envolvía la Entrada a la Piedra del Mundo.
La risa estridente que procedía del Demonio se podía escuchar perfectamente en todos los pisos, a veces llegaba a ensordecer y provocaba que solo dispusiera de cuatro sentidos para orientarse en la mazmorra.
De vez en cuando, en el momento descansaba del camino y se recostaba sobre algún cuerpo de demonio, la risa estridente antecedía a una explosión venenosa que empeoraba la salud del héroe en un breve período de tiempo, aunque había veces que en lugar de veneno aparecía un fugaz rayo que atravesaba el alma.
Bajó al segundo nivel. El aire era más denso y la humedad hacía acto de presencia a través de los gruesos muros. Las continuas llamas de las velas que cubrían los extensos pasillos fluctuaban al son de alguna ligera brisa de aire que se pudiera colar desde el piso superior.
Cada vez más cerca de su destino, Ékathos decidió descansar en una gran sala tras haber eviscerado a sus habitantes.
- Tan… divertido… -dijo mientras lamía el hueso de una pierna de algún caballero- pero Baal no se podrá divertir exterminando a los humanos… los defenderé… y acabaré con la Destrucción… todo está fijado.

Un gran estrépito, proveniente de la sala contigua, provocó que se incorporara y saliera precipitadamente de la habitación. Al traspasar el umbral de la puerta se dio cuenta que su espada permanecía todavía en el montón de cadáveres, se giró pero algo le detuvo, no estaba solo, una enorme mole con espinas le tomó del brazo y lo levantó del suelo.
- Con que tú eres el héroe que viene a acabar con mi Amo… -dijo con una voz muy profunda aquél nuevo adversario-
- ¿Algún problema?
- Tu espada está fuera de tu alcance… hahahaha… -se rió maliciosamente mientras sus ojos, rojos de venganza, inspeccionaban su presa-
- Eso es lo que te crees… “Espada de Fotones, Tormenta”

Un rayo atravesó el techo y cayó en la cabeza del demonio fulminándolo y derrumbándolo sobre el suelo inerte.
- A mí, nadie me dice qué es lo que tengo fuera de mi alcance… -dijo mientras sacaba del cadáver la espada-

Continuó caminando y encontró finalmente la bajada al piso inferior, el tercer y último piso de la Entrada a la Piedra del Mundo.
- Veo que eres ágil… -resonó la voz de Baal en todo el piso- veamos si eres capaz de enfrentarte a mi guardia personal… te estaremos esperando… en el piso inferior… en mi Trono.

La voz calló y Ékathos sentía arder la sangre que fluía en su cuerpo, una mezcla de odio y sed de venganza inundaba su alma inmortal. Tenía auténticas ansias de terminar con el reino de Baal, comenzó a correr por todo el lugar, aniquilando a todos aquellos que se interponían entre él y su meta.
Casi sin problemas halló unas puertas en el suelo, abrió la trampilla y descendió por las escalerillas que aparecieron bajo sus pies.
El aire del nuevo piso no estaba viciado como en el anterior, no salió ningún demonio a su encuentro, no obstante, una poderosa presencia reinaba sobre aquel lugar inhóspito.
Los muros estaban teñidos con sangre, había incluso sarcófagos quebrados y restos esparcidos por el suelo. Algunas estatuas habían sido modificadas, ahora eran ostentosas, endemoniadas, otras sólo sufrieron desperfectos en gran parte de su físico.
Tras dos pequeñas callejuelas, llegó a una gran sala, con seis columnas, algunas ya no llegaban al techo, y otras estaban casi intactas.
Al fondo de la sala, una elevación, había un trono sobre el cual reposaba, sobre sus numerosas patas, el Señor de la Destrucción, acariciando su piedra en el pecho mientras sus ojos dorados le miraban con soberbia.
- Hola… mortal… veo que por fin terminaste el camino hacia el Trono de la Destrucción.
- Baal… caerás y tu reino junto a ti se perderá en el abismo negro del que procedes.
- Tus palabras no son más que falsas advertencias. No me intimidarás tan fácilmente…
- Terminaré contigo… aquí y ahora.
- No tan despacio… -dijo mientras se miraba las uñas de una mano y creaba un escudo protector que detuvo la embestida de Ékathos- mi Guardia impedirá que acudas… mientras, terminaré mi trabajo…
- Juré que no te lo permitiría… y pienso cumplir el juramento.

Baal entornó los ojos y con un simple ademán de su mano convocó una horda de pequeños diablillos rojos subordinados directamente a Colenzo el Aniquilador.
- No pienso perder el tiempo con tu séquito de destrucción, Baal. Enfréntate directamente, ¡no te escudes tras tus siervos!
- Ellos están aquí para protegerme… -dijo mientras se reía con una risa esquizofrénica tras que Ékathos aniquilara al contingente- morirán por mi.

De nuevo un signo con la mano y aparecieron grandes momias de lo que fueron, antaño, grandes magos horádricos. Conjuraban muertos que se levantaban del suelo, de ellos emanaban nubes venenosas y sus siervos, eran capaces de congelar sus enemigos.
Movidos por el deseo instintivo de asesinar, fueron tras el joven quien se refugió tras una columna destartalada. Cuando sintió que se acercaban hizo fuerza sobre la columna y cayó sobre el grupo, enterrando a varios y, mientras en el resto cundía el pánico y el desconcierto, Ékathos los despedazó con la espada que tantas veces había usado.
En signo de desprecio, y antes que Baal retirara los cadáveres, tomó un cráneo y lo arrojó contra el Señor de la Destrucción golpeándole en la cabeza.
- Insolente… tengo un regalo que te gustará… te acuerdas de Horazón, supongo… bien… pues aquí tienes a Bartuc… su hermano.

Tras una sonora carcajada, aparecieron miembros del Consejo de Travincal, residencia de Mefisto, capitaneados por Bartuc el Sangriento.
- Tú… mataste a mi hermano para poder obtener el conocimiento sobre su Rosario! –dijo enfadado y alargando el brazo en señal de advertencia-
- A tu hermano lo maté yo… pero había hecho un trato con Diablo, mantenía relaciones demoníacas, y además, me estorbaba.

A una orden de Bartuc los miembros del consejo se abalanzaron sobre Ékathos túmbándolo en tierra y sosteniéndole las articulaciones. Mientras, el líder tomaba una afilada daga y la paseaba en torno al cuello descubierto del joven.
- Bartuc… no podrás matarme.

Elevó la daga, la empuñó con las dos garras y arremetió con fuerza contra el héroe. Al abrir los ojos se percató que había apuñalado a un miembro de su consejo.
- ¿Qué ha ocurrido?
- ¿No conoces la habilidad de teletransportación de materia? Intercambié mi puesto con el suyo –dijo desde la espalda de Bartuc- y, tal y como te prometí, te mataré.

La espada de Ékathos atravesó la caja torácica del demonio que cayó al suelo abatido y agonizante.
A continuación, extendió la mano hacia el techo y cerró los ojos. Su cuerpo se cubrió por un fino y traslúcido velo plateado. Súbitamente abrió los ojos y se apartó del lugar en el momento en que Bartuc se reincoporaba y reunía con el resto de los miembros.
- Estáis muertos. –dijo con severidad Ékathos en el instante anterior a que cayera sobre ellos un meteorito aplastándolos a todos-
- hahahahahaha –rió el señor de la Destrucción al ver aplastados a sus siervos- muy buena querido jovencito… -de repente se calló, su cuerpo volvió a la serenidad y conjuró al cuarto grupo de sirvientes- veamos cómo te las apañas…

Frente a Baal aparecieron seis demonios cornudos, como los que hubieran ya en el Santuario del Caos.
- Ékathos… tú asesinaste al Infectador de Almas… yo, Ventar el Pecaminoso terminaré con tu sueño de barrer la oscuridad de la Destrucción.

Tal y como los anteriores hicieron, estas bestias atacaron a Ékathos bien con sus espadas de llamas o con su aliento de fuego le acorralaron en una de las esquinas de la sala.
Cercado como una presa, con Ventar enfrente suyo y rodeado por los acompañantes de El Pecaminoso, no le quedó otra alternativa que tomar la espada y clavarla en el suelo hasta el enmangue.
Extrañados, los demonios retrocedieron pero, una vez vieron que no ocurría absolutamente nada, volvieron a rodear al joven héroe como antes.
- no os habéis dado cuenta de nada… patéticos.
- ¿De qué deberíamos?

Con un movimiento de la cabeza señaló una grieta que rodeaba al grupo de demonios, la siguieron con la mirada y volvieron a prestar atención a Ékathos.
- Es hora de irse. –dijo mientras clavaba una pequeña daga en la pared a la altura de sus pies-

El suelo se hundió bruscamente y Ékathos se mantuvo de pie sobre el mango de su arma sobre el gran agujero.
Balanceándose saltó hacia la zona segura pero tuvo que dejar allí aquella daga incrustada en la pared.
- Baal… tus siervos han caído. Es hora de que mueras.
- Mis más letales siervos aun están por venir… -dijo mientras volvía a carcajearse estridentemente- Esbirros de la Destrucción, acudid.

Tras la invocación, apareció entre Baal y Ékathos un numeroso grupo de bestias enormes, con pelaje ocre, una gran cabeza que terminaba en unas fauces de cuatro dentaduras con ojos prominentes.
- Así que estos son los Esbirros de la Destrucción… interesante.
- Lister… termina el trabajo sucio. –dijo el amo a una bestia que sobresalía del resto-

Los siete ejemplares corrieron contra Ékathos. Pese que se protegió con el velo de plata, con las primeras embestidas recibidas se quebró.
- El velo… no obstante, he tenido tiempo suficiente…

Una gran nevada se cernió sobre los Esbirros provocando la congelación masiva. Y sólo uno, Lister, sobrevivió a esa tormenta glacial.
Aunque debilitado, continuaba siendo un duro rival. Con sus pisotones hizo vibrar el débil suelo del Trono y sus compañeros cayeron al suelo haciéndose añicos al convertirse en pequeños trozos de hielo.
Cuando Lister se recuperó de la ventisca notó que su rival estaba en las puertas a la gran sala del trono, con la rodilla hincada en el suelo y mirando fijamente hacia abajo.
Fue tan deprisa como le fue posible, pero a mitad camino Ékathos dio un gran salto adelante, montando sobre Lister.
- Querido amiguito… ha llegado el final de nuestra relación… qué pena… -dijo irónicamente mientras desenfundaba la espada y la incrustaba desde el cráneo atravesando sus vísceras-

Inmediatamente el Esbirro cayó al suelo y Ékathos extrajo la espada de entre la carne muerta.
Cuando volvió la vista al trono, el Señor de la Destrucción había traspasado el portal hacía la Cámara de la Piedra del Mundo.
El joven corrió tras él y atravesó el portal.
- Veo que eres insistente, Ékathos… -dijo Baal desde un puente en el centro de la sala, cerca de la Piedra-
- Ya sabes cómo soy… no me gusta dejar las cosas a mitad. –respondió acercándose caminando hacia el puente-
- Ni que esta no fuera la primera vez que me ves.
- No… no lo es. –la contestación sorprendió sobremanera al Demonio que dejó lo que estaba haciendo y le dedicó a ese humano toda su atención-
- ¿Cómo que no es la primera vez? Dime, ¿cuándo nos habíamos visto?
- Eres deplorable Baal… -comenzó a decir mientras se acercaba meticulosamente como un cazador a su presa- tanto tiempo juntos y no eres capaz de reconocerme…
- Tú… ¿cómo me has seguido?
- Muy sencillo… -y le susurró al oído- porque yo os expulsé del Infierno. –Ékathos continuó caminando por el puente, dejando atrás al Demonio y dirigiéndose hacia la Piedra del Mundo-
- Entonces… tú eres…
- Sí, lo soy… y ¿adivinas ya a qué he venido aquí?

Baal tragó saliva, su mirada cambió a una de desesperación y odio y lanzó un proyectil de hielo que llevó a Ékathos al borde del Abismo.
- Esto no ha estado nada bien…

Ékathos desapareció y, ante la incrédula mirada de Baal, reapareció enfrente suya y le seccionó una pata.
- Baal… todo será más fácil si colaboras… -dijo con tono persuasivo al dolorido demonio-
- No… mis hermanos no morirán en vano… jamás me uniré a ti.

Tras Ékathos apareció una copia del Demonio la cual no pudo efectuar nada pues al aparecer fue abierta en canal con la espada del joven héroe.
Tres pares de tentáculos surgieron del suelo aferrando el cuerpo del guerrero para que éste no se pudiera mover. Soltó la espada que cayó al suelo mientras se retorcía de dolor. Sus huesos estaban siendo aplastados por la fuerza de esos tentáculos, su armadura, tan deteriorada se cuarteó y los trozos se le incrustaban en la piel.
- No oses comparar tu poder al de un Demonio Mayor… no eres más que un monigote.
- Eso díselo a Diablo cuando le arranqué de cuajo su Piedra del Alma o a Mefisto, cuando le corté la cabeza para obtener la suya. No serás menos…

La ira inundó todo el cuerpo del Demonio, los tentáculos oprimían todavía más, se oyeron los primeros crujidos de los huesos, el brazo izquierdo estaba despedazado y el derecho apenas tenía fuerza ya para empuñar el arma.
- Esta será tu tumba.
- No me iré a la muerte antes que tú.
- ¡¡Insolente!!
- No me conoces… pese que sabes quién soy.

Ékathos cerró los ojos y pronunció unas palabras antiguas, tan arcanas que el mismísimo Santuario tal y como se conoce, no había sido creado. Anteriores incluso, a la llegada de los hombres. Hablaban sobre una profecía y un Ángel, sobre la muerte y el renacimiento, sobre el Orden y el Caos.
De repente los tentáculos que oprimían a Ékathos estallaron y éste recuperó su salud. Luego, un tornado se fijó sobre el héroe y, a su voluntad, se dirigía hacia Baal inexorable. Finalmente, cuando el tornado se posó sobre Baal, miles de rayos emanaban de su interior, el suelo se teñía de sangre, gritos de sufrimiento provenían del interior, algunas baldosas salían despedidas por la fuerza de tal hechizo.
Llegó la calma, el tornado se despejó, y Baal yacía agonizante en el suelo, ensangrentado, sin apenas miembros. Ékathos se acercó a él, recogió la espada y la imbuyó con su propia sangre. A continuación, la elevó sobre Baal y la penetró entre los dos ojos, atravesando el cráneo y dando muerte a la forma corpórea del Demonio, enviándolo de nuevo al Abismo negro del que procedía.
- Sabías quién era yo, y aun así me retaste… desde el principio sabías que ibas a perder pero te arriesgaste. Defendiste a tu familia. Pero… fracasaste al subestimarme. –añadió mientras arrancaba la Piedra del Alma y se la guardaba-
- Alabada sea la Luz! –gritó Tyrael descendiendo- has conseguido lo imposible… has terminado con los Tres Males Fundamentales… mereces la fe que depositaron en ti. Adelante, valiente, cruza por este portal, yo… debo quedarme a solucionar unos asuntos pendientes… pese que se ha detenido a Baal, logró corromper la Piedra del Mundo, ahora, no sabemos lo que ocurrirá, traspasa este portal, estarás a salvo allá donde te conduzca.

Ékathos cruzó el portal y se cerró tras de él. Tyrael revisó el cadáver del Demonio pero no halló la Piedra para romperla en la forja. No obstante, su prioridad ahora era terminar con esa Piedra del Mundo, y rezar para que no sea catastrófico para Santuario.

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 11 Feb, 2005 - 12:07 PM

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EPILOGO



Ékathos consiguió enviar a los Tres Demonios Mayores al Abismo Negro del que procedieron. No obstante, sus piedras del alma no fueron destruidas.
La Piedra del Mundo quedó hecha pedazos y el mundo de Santuario se resintió de la pérdida, grandes ciudadelas que se extendían desde el Monte Arreat hasta el río Entsteig quedaron completamente arrasadas a los pocos días del fin de la Destrucción.
El Mar Gemelo del Norte penetró sobre el Kehjistán tomando más terreno, quedando Kurast como una ciudad limítrofe.
La Isla Philios ganó terreno y se unió al continente del este mediante un pequeño istmo de tierra.
El Golfo de Westmarch pasó a ser un lago tras cerrarse su salida al Gran Océano.
Las tierras de Scosglen, que antaño formaron parte de los bárbaros, quedaron separadas mediante la extensión del Mar Gemelo del Norte.
Las dos puertas de entrada al Infierno, Tristam y el templo de Mefisto, se cerraron.
El mundo de Santuario cambió radicalmente. La región de Khanduras, ahora capitaneada por un nuevo rey, desea firmar las paces con los reinos vecinos y con sus propias gentes. Lut Gholein amplió sus territorios a todo el desierto de Aranoch quedando como reino independiente.
Finalmente, y tras grandes esfuerzos, el frondoso bosque de la región del Kehjistán volvió a ser seguro y el Odio se eliminó del sustrato de la tierra. Travincal y Kurast recuperaron el esplendor de antaño y la religión de los Zakarum cayó en el olvido.
No obstante, nada se sabe de dónde se refugió el Gran Héroe que todo el mundo quiere admirar. Sencillamente… desapareció.

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Ultima edición por Blackelf el 11 Feb, 2005 - 07:18 PM, editado 1 vez
 
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SirAcglaphotis
Asunto:   MensajePublicado: 11 Feb, 2005 - 02:10 PM

Golem de Acero
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Golem de Acero

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13 Sep 2004
Hola

Me gusto MUCHO, pero?, si las islas Philias se unen con el continente de Santuario las amazonas no se verian en guerra con los habitantes de Santuario?, pero me gusto mucho!

Atte
SirAcglaphotis

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¿Sed Quis Custodiet Ipsos Custodes?

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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 11 Feb, 2005 - 07:23 PM

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28 Jun 2004
Bueno, como supongo que quienes hayan leído este relato no tendrán un mapa a mano... he decidido escanear el mío y colgarlo de imageshack.
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Un saludo, y gracias por haber leído este texto. Más tarde colgaré la última parte.

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thorfen
Asunto:   MensajePublicado: 11 Feb, 2005 - 09:37 PM

Elemental de Fuego
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Elemental de Fuego

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12 Sep 2004
Hola.

Gracia nuevamente por este relato,me gusto demasiado y sobretodo un baba peleando por su patria y deseando la destruccion de la piedra del mundo,que sucedera con EKáthos y la piedra que no logro encontrar Tyrael,la tomo EKáthos,si es asi que hara con ella?.

Gracias.


Ultima edición por thorfen el 12 Feb, 2005 - 01:22 AM, editado 1 vez
 
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Blackelf
Asunto:   MensajePublicado: 11 Feb, 2005 - 11:18 PM

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<b>Antiguo moderador</b>

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28 Jun 2004
Bueno... concluido ya el tema narrativo de Diablo I y Diablo II con su respectiva expansión, El Señor de la Destrucción, hemos llegado al punto y final de esta historia que nos ha abarcado en un viaje de más de diez relatos.
¿Qué podría poner como conclusiones?
Creo que empezaré por el principio...
Tras haber escrito casi 500 páginas e intentar publicarlas en la web, cosa que fue totalmente imposible, y ver el anuncio de un concurso en la web decidí probarme a mí mismo, a ver qué opinaba la gente de mis escrituras y me alisté. Sorpresa cuando gané el concurso, no lo esperaba... y bueno, la aventura continuó y, cuando estaba a punto de matar a Albretch --Alex-- me dijo si iba a hacer una continuación, la historia del diablo2.
en principio pensaba que no sería buena idea, que era un proyecto muy ambicioso y terminaría abandonándolo. Pero una vez muerto Albretch me di cuenta que muchos no conocían la historia, algunos no jugaron al Diablo 1 y les sirvió de guía, otros enlazaron conceptos, y había un grupo que no sabia NADA del diablo2.
Decidí corromper al Héroe y así comenzó "El Azote de los Tres"... me interesé mucho más por la perspectiva desde el punto de vista del Demonio, hasta llegar a Diablo, que fue el momento en que introduje a Azmodán y a Belial en escena (sí, aunque muchos no lo sepáis, Belial estaba presente, MUY presente).
Cambié al punto de vista del Héroe. Ya que el anterior había resultado muy "humano" con el dolor y el desconcierto que se debería sentir al luchar , con la pesadez en la mente de todos los horrores que estaba viendo, decidí hacer este muy sádico, cínico, muy cafre... y sobretodo muy bestia. Aun me pregunto porqué quienes han posteado hasta ahora me han dado la sensación que no han visto quien es en realidad Ékathos...
Bueno, a lo que íbamos. Esta historia está concluida y la siguiente era ha comenzado. Tengo planeado cómo va a ser, las directrizes a tomar... Ahora he llegado al punto que me gusta: la invención al poder, imaginación desbordada.
Muchas gracias a quienes habéis leído y posteado, dándome apoyo para que la concluyera.
Pero sobretodo, gracias a mis colegas del msn porque les hice tragar los relatos uno tras otro a ver qué tal quedaban, si se desfasaba algo... si fallaba en algo... Siempre han estado (algunos) ahí para leerlo, dejando sus cosas de lado. Estos colegas y amigos, son los que se merecen un aplauso por encima del que pueda yo llegar a alcanzar.
Muchas gracias a Swokestor, él siempre ha estado para recibir los correos, y eso que se conecta desde la biblioteca! él me ayudó a proseguir en el relato, sin tí no hubiera llegado tan lejos.
A Fingolfin, todos los días me preguntaba "Algo nuevo por ahí?" jeje... espero que estés ahí para la siguiente ronda.
A SirAclaphotis que está escribiendo y me hacía recordar uno de mis motivos fundamentales por los cuales escribo: enseñar a los demás.
A --Alex-- aunque esta vez no ha podido estar tan junto a mí tiene toda la colección y me solía preguntar si había escrito algo más para enviárselo. ¡¡AUNQUE A VECES NO LO LEYERA!! pero hacía un bonito gesto.
Y bueno, con el que he sido extremadamente pesado, y causante de su demora con la "Guía sobre guías", Zann Esu. No voy a poner palabras, tú y yo sabemos por lo que hemos pasado para que esto llegara a buen puerto.

Bueno, no se me ocurre nada más que poner... así pues, nos veremos en el Diablo III. hasta entonces, disfrutad con este texto y no os sintáis oprimidos a preguntar aunque penséis que es la tontería más grande jamás parida.

Un saludo a todos.

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